[Todos los personajes son marcas registradas de sus respectivos autores. Esta historia se ha realizado sin fines de lucro. Únicamente se escribió con fines recreativos gratuitos]
Todo es posible en la imaginación
Si puedes pensarlo puede existir
DUNGEONS&FLAMES
Fanfic por TristeIori
Érase
una noble bestia |
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Capítulo 7: Encuentros cercanos del quinto tipo
A la distancia, una enorme polvareda se levantaba, Kyo miraba atónito, los montes que se encontraban a 200mts en línea recta a partir del disparo habían desaparecido por completo, Bata jadeaba un poquito por el calor que hacía en el lugar, al escuchar la detonación, Jubei se había puesto en guardia, la criatura sólo había realizado un disparo de advertencia, mas como Jubei no veía lo que ese enorme tubo había hecho, por no poder ver lo rápido que la carga había salido del cañón; sólo atinó a ponerse en guardia mientras volteaba a aquella dirección sin comprender:
- ¡Por mis ancestros!, ¡Se escuchó como si se hubiesen estrellado contra el piso un par de gigantes de las nubes...!-
Al tiempo, sacaba su katana y se colocaba en posición de guardia en dirección a donde habían venido las explosiones...
La criatura no esperó más:
Comprendió que ese humanito no conocía nada de armas de fuego, pero vio su katana, y prudentemente saltó en dirección al abdomen del enorme "mosquito", y desapareció tras una veloz compuerta. No quería problemas de ningún tipo. El joven y rojizo Hitchymorush, debía ser, al igual que sus superiores, no más que un observador, conocían los humanos, pero no esperaban, ni con mucho, encontrar al menos uno en ese lugar. Se preguntaba si por fin los seres humanos (A quienes ellos llamaban por cierto, "Urantianos") hubiesen aprendido a usar las puertas ínter dimensionales, eso significaría que habría importantes cambios en su alienígena sociedad y tenía que reportarlo cuanto antes...
Emocionado por ver aún con vida a su afortunado amigo, Kyo no pudo evitar correr hacia él, a pesar de lo que pasaba en esos momentos...
- ¡Jubeiiiii! -
- ¡Ey, Kyo, te dije que no salieras!-
Al punto, una enorme polvareda se levantó, el enorme zancudo metálico despegaba sin mover en absoluto las alas, una luz azulada emanaba pulsante de la parte inferior expulsando una enorme cantidad de aire de la parte inferior...
Bata se acurrucó como ocultándose, Kyo y Jubei se cubrieron el rostro para evitar el polvo, cuando voltearon a ver, el "mosquito gigante"se veía como una pequeña estrella se perdía entre las nubes al ascender a vertiginosa velocidad.
- Ah, pobre, de seguro los gigantes lo asustaron-
- ¿Jubei; de que hablas? ¡Casi te mata!-
- ¿Que?-
- Ay, mejor olvídalo...-
- No, anda, dime... -
Se expresó con una amplia sonrisa... Que se volvió mueca de indignada tristeza al saber que Kyo no fue para gritarle sobre el peligro que corría frente a ese cañón. No. No tenía miedo, al parecer nunca lo tendría; esos condenados paladines samuráis nunca parecen tener miedo...
Y, en efecto no lo tenía, después de todo, siempre estaba dispuesto a aceptar la muerte, pero le disgustaba que Kyo actuara de la forma en que lo hizo, pues confiaba en que como él lo haría saldría a advertirle sobre la Bazooka destroza montañas, entonces se dio cuenta de que Kyo no era como él lo pensaba, pero prefirió creer que se debía a la responsabilidad del Kusanagi en lo tocante al asunto de Orochinagui...
Y vaya que las cosas estaban de su parte, ya a la vista se encontraba el derruido y tenebroso castillo de la cucaracha...
Así como es este tipo, seguramente va a querer entrar con bombos y platillos por la puerta principal... Pensó Kyo.
- ¿A dónde vas, Kyo?- Le preguntó Jubei...
- ¿Acaso no vamos a atacar por atrás al castillo?-
- Claro, pero lo haremos de día, al amanecer...-
- ¡Qué estás loco ó qué te pasa, Jubei de día todos nos van a ver!- Exclamó con los ojos abiertos de par en par el joven moreno...
Con toda su japonesa paciencia, Jubei se sentó en un viejo tronco de un árbol caído y continuó:
- Nos importa que la maligna cucaracha no se pueda salir de su castillo...-
- ¿Y eso? Preguntó muy perplejo Kyo...-
- Y eso, mi estimado Kusanagi se logra de día, las cucarachas huyen de la luz... ¿No? Así que descansemos un poco...-
Se pusieron de acuerdo: Mientras Kyo y Bata armaban un gran revuelo en la puerta principal, el samurai se infiltraba a través de una ventana próxima a un retorcido árbol estratégicamente situado, con eso y una cuerda que llevaba para cosas así que pudiesen ofrecerse, pronto se encontraba recorriendo el interior del maltrecho y polvoriento pasillo. En algunos puntos del mismo llegó a encontrar algunos guardias que poco duraron ante su sorpresivo ataque, lo otro, es que había realmente pocos.
- Posiblemente Kyo hizo un mejor trabajo del que me esperaba...- Pensaba para sí.
Aparte de unos cuantos insignificantes golpes, Jubei nada tenía.
Mientras tanto, Bata, haciendo uso al completo de su enorme masa corporal se dedicaba a inutilizar armas y lanzar peligritos por aquí y por allá, Kyo calcinaba peligritos a diestra y siniestra...
A "segura" distancia de ellos, uno gritó:
- ¡Sobre ellos, sobre ellos! ¡Quieren asesinar a nuestra líder!!-
Kyo lo escuchó, y no se sorprendió de lo que vio porque ya lo esperaba:
El odioso peligrito murciélago del paliacate en la cabeza de la noche anterior: Nuevamente Jubei tenía razón.
En algunas ocasiones, Kyo y Bata fingían retroceder un poco para inspirarles falsa confianza a las decenas de peligritos que les rodeaban, para evitar que deseasen retroceder y, por tanto, dificultarle las cosas allá adentro a Jubei; pero llegó el momento en que, desde la parte superior comenzó una lluvia de flechas que les obligó a avanzar por el seco foso del lugar y, literalmente, reventar la inmensa y vieja puerta entre torrentes de flamas carmesí:
- !Orochi- Nagui no ken do!!!-
Al tiempo, muchos peligritos más murieron por esta explosión. Tras él, saltó Bata embistiendo, arañando y soltando tremendos latigazos con su aguijón posicionándose justo en el área de ataque del Kusanagi:
- ¡Bata!, ¡Quítate de enfrente!-
No tardó en hacerlo... Pocos pueden detener una mole de tres toneladas que da cornadas, zarpazos y mordidas. Endochbalamatl avanzaba por la sala principal a gusto. Repentinamente, todos los peligritos del lugar decidieron que era mejor salir que quedarse adentro, Kyo todavía calcinaba a los que se dejaran pasar por sus costados.
Esperaba localizar a esos dos sinvergüenzas ó al menos alguno de ellos para hacerle pagar por su atrevimiento... Desafortunadamente no corrió con esa suerte (Ó afortunadamente para esos dos murciélagos peligritos Kyo no les vio cuando escaparon entre la multitud, el polvo, el ruido y las flamas...
Más arriba, en la parte superior Jubei le daba en la parte posterior de la cabeza, la estocada definitiva a aquella repugnante criatura. Ésta nunca mencionó palabra alguna, más que en el momento en que le brincó al dorso:
- ¡Maldito seas!- Fue todo lo que dijo.
Bata fue en seguida al piso superior a buscar a Jubei, por quien empezaba a sentir cierto afecto. Kyo, en cambio, pensando que estaría en la parte inferior se dirigió a los calabozos, donde no había más que una celda ocupada, en ella tenían encarcelado un bellísimo caballo blanco de arabesca estampa. Sus crines, sin embargo eran de un tono ligeramente anaranjado.
- ¿Para qué rayos encerrarían un pobre caballo en un húmedo y oscuro calabozo? ¿No sería mejor acaso tenerlo en una caballeriza? - Se preguntó en voz alta mientras derretía trabajosamente la cerradura...
Obviamente no era un caballo común, pero si no quería llevarse una desagradable sorpresa ó asustarlo y que esto provocase una violenta reacción en el muchacho, "Spirit" no le diría que las llaves se encontraban colgadas justo tras él, ya que por andar preguntando por su "ama" era, precisamente la razón por la cual se encontraba encerrado en esos momentos...
- Kyo sacó al caballo, le puso riendas, a falta de silla dobló una vieja cobija que había en el lugar y le dejó bien atado a la entrada del castillo:
Espérame aquí, bonito, dijo mientras palmeaba el cuello del animal. Voy a ver si mi amigo ya mató a la maligna cucaracha...-
- ¡Jubei! -Gritaba una vez más para variar...
- Acá arriba, Kyo-
- ¿Estás bien?-
- De maravilla...-
En la sala superior del tercer piso del castillo, yacía el cadáver, una pequeña abertura en el techo iluminaba la escena:
Jubei con un pié en el suelo, el otro en el lomo de la cucaracha y el vanidoso chico de dorada melena alzando su katana en actitud triunfante...
Parecía una escena de ésas...
- Ey, Kusanagi kun, Cómo me gustaría que en estos momentos un pintor viniese a inmortalizar mi magnífico momento... No, espera, mejor no, pues no he encontrado pintor alguno que sea capaz de captar mi esencia...-
¡Plop!
Por unos momentos, un Kyo súper deformed quedó en el piso con las patitas al aire para después ponerse de pié y le gritó:
- ¡La definición de la palabra ególatra tiene tu foto al lado! Te lo puedo garantizar, Shimada!-
- Hombre, qué cosas... La cucaracha no resultó el digno oponente que imaginaba... Ah, ¡Hola pequeño! -
Dijo, mientras limpiaba su espada y se dirigía a Bata. Tras acariciarle las mejillas preguntó:
- Estás bien, ¿Verdad grandote?-
Por toda respuesta, Bata le lamió la mejilla, al punto, Jubei comprendió que a Bata también le agradaría una respuesta igual de su parte, así que lamió afectuosamente la mejilla de Bata para luego decir:
- ¡Uf! Pelos...- Mientras frotaba su lengua ahora, con la mano para limpiarla.
Al contemplar las tonterías ocurrentes del paladín Kyo sólo atinaba a decir:
- Con todo respeto, empiezo a creer que la estancia en este lugar te ha puesto demente ya, Jubei...-
Mientras el paladín cortaba la diminuta cabeza del animal para guardarla en un saco y luego mostrarla a Fantasmín como prueba de que ya habían completado la misión, comentó sin pensarlo al repentino silencio reinante:
- Oi, Kyo, escuché hace unos momentos unos ruidos raros, ¿Eras tú?-
Y es que, cuando Jubei se queda absorto en sus pensamientos, pocos pueden sacarlo de ahí...
Con todo el coraje del mundo, Kyo encendió sus puños en flamas y se dedicó a volcarlos en el cadáver de seis patas que tenía por enfrente, mientras imaginaba a medias que golpeaba a Iori y a medias a Jubei....
Tras incinerar el patético y decapitado cadáver Kyo le urgió a Jubei que regresasen cuanto antes, pensando que era mejor alistarse para ir tras el Yagami.
- Oye, Jubei; ¿Y si, en vez de regresar inmediatamente con Fantasmín vamos a....-
- ¿Ayudar a Iori?- Eso es muy noble de tu parte, muchacho, vamos...
Kyo sólo pudo pensar:
- Vaya, en realidad le iba a decir: Matar también a la mosca, pero; ¿Cómo rayos supo lo que en realidad pensaba?...-
Los pensamientos de Kyo tuvieron que quedar otra vez en puntos suspensivos:
- Vaya, qué hermoso caballo...-
- Ah, lo saqué de un calabozo situado en la parte inferior del castillo, Así que, como puedes ver, ahora yo tengo mi propia montura...-
- Bueno, yo no pensaba que Endochbalamatl fuese una montura....-
- ¿Cómo? ¿Acaso no lo es?-
- Pues... En realidad pensaba más en él como "un amigo", ¿Sabes? Cuando le hablas y te mira parece como que te entiende...-
Llevándose una mano a la cabeza: - Hay, Jubei, no tienes remedio....-
- Pero si no estoy descompuesto, al contrario...- Dijo, mientras vanidoso y coqueto sacudía un poco la cabeza al avanzar sobre Bata, con lo que con luminosos reflejos en su cabello dorado dio a entender claramente a lo que se refería...
Tras unos cuantos kilómetros de camino a los niveles superiores, y antes de volver a sus monturas:
- Oye, Jubei, ¿Jugamos una carrerita?-
Por supuesto que para este punto, Jubei ya conocía la monstruosa velocidad que desarrollaba Endochbalamatl:
- Mmmm... No lo sé, creo que mejor deberíamos guardar energías para lo que viniese más adelante...-
- Anda, vamos...-
- No, no creo...-
- ¿Qué pasa, tienes miedo?- Dijo el moreno, confiando en la complexión del animal que montaba...
- ¡Ah no! ¡Eso sí que no!-
- ¿Entonces, aceptas el desafío?-
- Por supuesto,- Dijo dulcemente complacido.
- Muy bien, entonces, que sea una carrera de tres niveles... ¿Te parece?-
Perfecto... luego, se acercó a Endochbalamatl y le dijo muy quedo al oído para que Kyo no escuchara:
- Anda, Bata, ¿Le dejamos ganar? No seas malo, total, sabes que tú puedes ganar cuando quieras...-
La mirada brava e impetuosa del animal le indicaba a Jubei que no pensaba ceder ni un milímetro de terreno...
- Por favor, amigo, ¿Lo harías por mí?-
Una mirada de desprecio absoluto en dirección al lado opuesto de donde estaba Jubei fue la respuesta:
- Bueno, bueno, ¿Qué tal un empate? ¿Podrías vivir con eso, no?-
Entonces, Bata asintió.
...
Ante el excesivo calor del nivel 50, la montura del Yagami no pudo más, simplemente se desplomó al suelo mientras corría:
- ¡Estúpida criatura!-
Escupió la frase con desgano.
Dadas las capacidades que él poseía para soportar el calor, no podía comprender que hubiesen seres que no soportasen, por lo menos la mitad de lo que él resistiría.
La vegetación del lugar ya no proporcionaba eficaz sombra en la cual pudiese refugiarse alguien, algunos pequeños torbellinos de polvo aparecían y desaparecían en la distancia. Pensando en que ahora no podría llegar a tiempo a regresar al castillo de la cucaracha donde estaría el principal objeto de su obsesión comenzó a sentir una sensación ya familiar para él en el pecho: impotencia de no poder hacer las cosas como deseaba... Acaso la había sentido muchas veces, en casa de su padre había sido un sentimiento familiar y permanente, entonces simplemente procuraba ignorarla. Más, ahora a pesar de que se trataba del mismo sentimiento era diferente...
-¿Cómo puede ser esto?- Se cuestionaba mientras sacaba del animal las botellas de agua que, seguramente necesitaría más adelante. Repentinamente, el animal soltó un lastimero:
- ¡Guíííiiinch!-
El pelirrojo volteó.
El animalito le miraba con ojos suplicantes, primero a él, posteriormente a las botellas y después volvía a mirarlo de hito en hito.
No le agradaba esa nueva sensación, así que, encendió sus flamas púrpuras:
- Muy bien, acabaré con tu sufrimiento... y Entonces ocurrió:
Recordó como en una ocasión, mientras miraba, siendo aún un niño, a través de las ventanas de la mansión donde siempre permanecía, cómo un conejo había escapado de milagro del ataque de un halcón, mas cayó al suelo, y no podía levantarse, ya estaba a punto de llegar nuevamente el ave rapaz en dirección a éste...
-Como mi padre y yo... - Pensaba. - Me matará algún día... -
Casi se podía identificar en sí mismo con el desvalido animal; de repente, un chico que parecía salido de quién sabe dónde le ahuyentó con lo que parecía un viejo palo de escoba.
Iori no le pudo ver la cara, pero el viento le llevó su olor, olor a tierra mojada, galletas de arroz, el olor de un perro y su sudor. Tras él, se aproximó un hermoso ejemplar de pastor alemán, que se detuvo a distancia. Se acercó a olfatear sumisamente lo que su amo de cabello castaño había recogido del suelo. Se escuchó que más chicos se aproximaban, todos vestidos con uniforme... al juntarse unos seis platicones y ruidosos chiquillos Iori aún se esmeraba en verle la cara a ese chico que había salvado al animal. Antes de que lo lograra el ya consabido:
- ¡Miren!, ¡En la ventana! - Le hacía, por instinto hacerse a un lado.
Asustados por la tétrica mansión y, pensando que era no más que un pálido espectro, los chicos salieron corriendo muy deprisa, con sus mochilas brincoteándoles en las espaldas excepto el chico que primero había llegado. Éste último se había marchado caminando, tranquilo con el nervioso conejo en brazos, al recogerlo, dio el palo de escoba al perro, quien se lo llevó mientras le dejaba un poco atrás. Luego, le hablaba con frases suaves, y unas caricias; el animalito dejó de temblar tras esto. Al levantarse y marcharse del lugar, una bolsita de plástico azul cayó de uno de los bolsillos. Cuando tras desaparecer en el horizonte Iori se acercó vio que ésta contenía galletas de arroz...
- ¿Qué estoy haciendo?-
Se preguntó Iori a sí mismo, mientras observaba al jadeante y sudoroso animalito intentar inútilmente levantarse... Entonces, recordó que no le había dado de beber desde que salieron del castillo. Apagó sus flamas, abrió una de las enormes botellas y se la ofreció en pequeños sorbos en su mano. Pensaba angustioso:
- ¡No, yo no quiero ser como mi padre! No te dejaré morir... Y, por eso, al llegar al nivel 54 mejor te dejaré en la entrada...-
El "lico" bebía gustoso el agua de las manos de Iori. El joven le dejó descansar hasta que se pudo poner de pié, mientras esto ocurría, no pudo evitar compararse con el conejo, ni tampoco evitar comparar a ese niño de sus recuerdos con Jubei. Él también había llegado así, airoso, blandiendo sus imbatibles, fastidiosos y simpáticos argumentos... Recordaba vagamente lo ocurrido en el castillo, lo de los caimanes... (¡Llévense esa cosa a las celdas!...
¡No puedo ir a cazar al monstruoso Endochbalamatl si la seguridad del pelirrojo no me está garantizada! )
Aun recordaba vagamente que Jubei le había salvado y que ahora, era Fantasmín quien se portaba como un hijo de....
Continuaron el resto del camino a trote del animal. Yagami pensó que lo mejor era asaltar el castillo de la mosca, así, si en estos momentos volvía a caer, Iori pensaba en continuar sin él, dejándolo ahí a que descansara lo que quisiera, porque de regreso...
Se preguntaba si Jubei iría a cobrarle como Fantasmín Cellín... Aunque lo que le seguía preocupando era que él insistiera en defender a Kyo, que tuviese que pelear contra Jubei, que Jubei le ganara y que entonces Kyo se burlara de él, que le dieran muerte ó algo peor...
- Te dejaré esta botella de agua y te quedarás aquí hasta que vuelva... - Le ordenó.
Recogiendo las otras botellas, el pelirrojo echó a correr con su poderosa zancada.
En ese nivel, Olía a muerte, a humedad y hacía un calor atroz... 54 grados centígrados en el nivel 54 eran demasiado para permanecer por mucho tiempo, tendría que darse prisa.
No bien había avanzado unos cuantos metros cuando se vio rodeado por una grosera cantidad de oscuros y mal vestidos peligritos que le apuntaban con lanzas, flechas...
- ¿Qué diablos?...-
Los peligritos le hablaron en un idioma muy diferente del japonés, pero una cosa es segura, el idioma de las armas es uno lo suficientemente conocido como para darle a entender que le habían capturado...
- Tengo una idea... - Pensó. Recordó la forma en que Kyo había engañado a "Norte" y pensó en algo parecido.
Dejó caer las bolsas de agua, y alzó las manos. Cuando las criaturitas procedieron a registrarlo, casi se rieron al darse cuenta de que Iori no llevaba consigo arma alguna, Un arañito de color verde militar tomó entre sus patas delanteras las puntas separadas de su larga camisa e hizo ademán de bailar sosteniéndolas como si fuesen las manos de alguien más, un fantasmita de color ceniza examinaba, entre tanto, por atrás del Yagami, la cinta que ataba ambas piernas. Encogió los hombros y puso en su traslúcido rostro un ademán despreciativo. Eso sí:
El pelirrojo tuvo que hacer un impresionante esfuerzo para soportar esa "humillación", pero dadas las circunstancias tenía que aguantarse. Lo más difícil fue cuando uno de ellos le quitó su preciado seifuku y, ¡Se atrevió a ponérselo! Y, ¡al revés! Con lo que un simpático osito bordado que tenía oculto en la parte interna del mismo, quedaba ahora a vista de todos. Los peligritos rieron una vez más, ahora burlonamente. Iori sabía muy bien que se reían de él, apretó la mandíbula conteniendo el coraje mientras le ataban con cuerdas... ¡Cuerdas! Eso era muy bueno... Se la habían tragado... Lo malo es que no sólo debería atrapar a la mosca, sino recuperar su seifuku...
Tomaron las botellas de agua, su abre puertas y no los volvió a ver, ataron cuerdas a sus manos y cuello y éstas a la silla de un maltrecho licosanurio que tenía baja la cabeza como si le produjese vergüenza saber que estaba siendo montado por tan feo jinete, un pulguito de obesas proporciones, el cual era quien estaba a cargo del pelirrojo.
Sin remilgos, le llevaron al castillo, ó, por lo menos lo que parecían las ruinas de uno.
Pequeños remedos de "tiendas de campaña" se encontraban amontonados en una forma perfectamente insalubre y desorganizada, el olor era insoportable, la humedad se metía por todos lados impidiendo a cualquier sudante criatura que, al evaporarse este preciado fluido se refrescasen en lo mas mínimo.
Algunos peligritos le miraron con indiferencia, los menos, con curiosidad. No parecía que llegasen seguido por ese lugar humanos, y menos pelirrojos, a cierta distancia, en una tienda que sobresalía un poco por encima de las demás, Iori pudo apreciar a la entrada, en la parte superior de la misma, un macabro adorno hecho con huesos de quién sabe qué criaturas, aunque lo que definitivamente le hizo pensar sobre la dudosa fragilidad de los peligritos era que éste exótico adorno estaba coronado por tres cráneos humanos... y uno de ellos parecía muy pero que muy reciente...
Había mucho trajín como para que se fijaran en el humanito recién llegado, llevaban cascos cargando en carretillas, y enormes lanzas que estaban siendo llevadas en carretas por licosanurios en alguna dirección en particular...
- Parece como si éstos siempre viviesen en guerra...- Pensó para sí.
En la parte superior de las ruinas, pudo apreciar que les miraban más peligritos, y tras ellos, la más asquerosa, peluda, antiestética, babeante y enorme mosca que jamás había visto. Sin contar el tamaño de las alas, seguramente tendría la longitud de una cama matrimonial. El chico fue conducido inmediatamente al subterráneo y pestilente calabozo, al lado de éste, el de Fantasmín parecía tan limpio como un perfectamente higiénico hospital y estaría mucho menos repleto... Le colocaron en la celda de más al fondo, que era la única que faltaba por llenar y entre ruidosas carcajadas, cerraron la puerta y se alejaron, aún riendo.
- Es raro, esos insectos no me quitaron el reloj... Bueno, esto me facilitará aún más mi tarea, - Dijo, mientras se frotaba sus muñecas para desentumirlas tras incinerar las cuerdas que le sujetaban...
Al estar entrada la noche, y habiendo medido previamente el ir y venir de los guardias, derritió la cerradura, y amparado en la oscuridad de la noche, ejecutó al par de vampiritos que cuidaban el lugar en esos momentos. En otra ocasión, hubiese habido suficientes guardias como para causarle problemas, pero dado que todos parecían prepararse para algún bélico evento de importancia, la vigilancia en los calabozos era mínima, con lo que el pelirrojo tomó las llaves y se puso a liberar a todos los presos mientras les pedía a señas que guardasen silencio.
A su señal, más de 100 enardecidos presos se lanzaron a dar problemas en la búsqueda a su definitiva libertad, mientras que el Yagami se ocultaba entre las sombras y se encaminaba a la parte superior del castillo.
- Esto será una excelente distracción mientras ajusticio a esa mosca...-
Una macabra sonrisa se esbozaba en su cara. Con la marabunta abajo, la tuvo fácil, se dedicó a examinar las habitaciones, la mayoría vacías, tanto de peligritos como de objetos, repentinamente, al dar la vuelta en una esquina, se encontró cara a cara con la repugnante criatura, que en esos momentos venía escoltada por una decena de guardias.
- ¡Fin del camino!-
Carcajeó ruidosamente el muchacho, mientras lanzaba sus mortíferas flamas en esa dirección. Lanzó alrededor de ocho, de las cuales cinco lograron su objetivo, la mosca dio media vuelta cobardemente para retroceder mientras que otros siete peligritos la cubrían, un par de arañas le lanzaron su tela, la cual fue literalmente evaporada por una nueva tanda de flamas.
Tres vampirillos arrojaron cobardemente sus armas al suelo y se trataron de esconder en las habitaciones contiguas, se dieron cuenta de lo que ese humano podría hacer...
Pero un par de Fantasmitas cargaron contra él:
- Aku ni wan shonen zu!!! - Y lanzó su flama especial...
Los fantasmitas la atravesaron como si tal cosa... De todas formas no iba dirigida a ellos sino a la mosca para evitar que escapara... La columna de fuego se extendió majestuosa hacia arriba mientras la misma trataba de saltar esa flama pensando, engañada que era una flama de las otras... era una pena para ella que el pasillo no le permitiese volar, pues lo hubiese hecho para luego poder volverse y atacar...
Iori logró esquivar la primera carga, pero la lanza que el otro portaba le dio de lleno en el abdomen... Pero con una suerte tan particular que le atravesó limpiamente sin tocar ningún órgano...
- ¡Muy bien, Orochi! Si quieres que ejecute a Yuki y al Kusanagi, vas a tener que ayudarme con esto, y ¡Hazlo bien!-
Gritó mentalmente el pelirrojo mientras expelía con una mano un torrente de flamas púrpuras en dirección al fantasmita que le había dado, mientras sostenía con la otra mano la lanza...
Un par de gritos desgarradores resonaron en el lugar, el de Iori al ser herido y el del fantasma al ser virtualmente desintegrado por las flamas... Claro, después de todo, eran flamas con el poder de una deidad, con lo que el otro fantasma retrocedió un poco y se quedó a la expectativa...
Deslizando el resto de la lanza por la herida, y al caer esta al piso, Iori le dirigió una maligna sonrisa al otro fantasma:
-¡Y sigues tú! -.
Mientras le hacía un ademán para que se acercase... Al ver que su compañero había desaparecido sin dejar rastro alguno, el fantasma dudó... En cuanto Iori encendió una flama en su mano, desapareció tras el muro sin llevar consigo la lanza...
Volteó, y la mosca ya se le iba...
Corrió tras ella, y le brincó temerariamente encima cuando ésta se alejaba volando por una amplia ventana...
Bajo el riesgo de cinco pisos que le separaban del suelo, logró pescar con una mano extendida al máximo una de sus patas traseras, esto provocó un considerable descenso en el animal, al percatarse de quien era, pensó en que más le valdría perder una pata que la vida, escupió sus ácidos en dirección al chico, un poco salpicó en una pierna, el Yagami no se quejó, no podía dejarle ver que le dolía, porque eso le daba desventaja sicológica.
La mosca escupió más ácido, Iori se columpió hábilmente para esquivarlo, la mosca frotaba frenética sus patas para sacudírselo, por toda respuesta, Iori le fue quemando todas, excepto aquella de la cual se sujetaba.
La mosca decía un sinfín de maldiciones peligriles mientras subía, bajaba, se detenía, retrocedía y ejecutaba mil piruetas más para sacárselo de encima... la pata de la cual estaba sujeto Iori ya se encontraba dislocada pero aún aguantaba el peso del chico... No podía sacárselo de encima para obligarlo a caer, Nuevas flamas se prendían ahora en su barriga, pero por la velocidad, no se expandían, se acercó a una extensión de agua, intentaría apagar las flamas sin mojar sus alas, algo riesgoso, pero necesario. En cuanto estuvieron sobre el lago, Iori usó todas sus fuerzas para alcanzar la cabeza... Dio el golpe definitivo al absurdamente delgado cuello de la mosca con sus flamas y ambos cayeron al agua en la oscuridad.
Antes de perderla de vista, sacó la enorme cabeza del lago con trabajos y la llevó (Aún con más trabajo) a la orilla tras unos arbustos.
Se acercó sigilosamente a la tienda de campaña más alejada del sitio para tomar algo en qué llevarla, sacó una camilla de una tienda y ¡Oh, sorpresa! descubre colgado su preciado seifuku, lo toma junto con una enorme cobija y un abre - puertas Inter nivel y se va a donde la cabeza de la mosca estaba. Más pronto que rápido, la envolvió en la cobija y la colocó sobre la camilla para proceder a arrastrar ésta lo más veloz que le permitían sus pies de regreso al castillo de Fantasmín.
En la distancia se escuchaban aún los gritos, los lamentos y se divisaban en la luz de la noche, flamas en el castillo de la mosca, pero Iori no volteaba hacia atrás, era de vital importancia que dedicara todas y cada una de las células de su poderoso, pero gastado cuerpo para regresar cuanto antes sin ser alcanzado... (Sabía que pronto le descubrirían y se lanzarían en pos de él, pero que si llegaba a algún lugar habitado podría tener más tiempo.).
- Maldito Kusanagi, mira lo que me obligas a hacer, Yo, el gran Yagami Iori tomado prisionero, registrado, asaltado y todo para llevarle su maloliente mosca al caprichoso niño muerto...-
Se sintió afortunado cuando, habiendo visto en la mañana una enorme polvareda de peligritos que le seguía, pudo llegar a donde había dejado su licosanurio, pero,
- ¿Por cuánto tiempo me podré mantener a distancia?- Se preguntaba ansioso y adolorido...
No tuvo mucho tiempo para limpiarse la herida del tórax, la cual gracias al agua podrida de esa laguna amenazaba con infectarse, al menos ya no le dolía la herida de la pierna por el ácido. Comenzaba a sentirse mal, atribuyendo la alta temperatura de su cuerpo al clima reinante, más que a una inminente fiebre, alarma de una inevitable infección, arreó a su montura como loco... Con las huellas que dejaba el camastro en la arena, hasta un ciego con un mal sentido del tacto podría seguirle el rastro...
A la altura del nivel 35, y jalando esa carga extra, el licosanurio que Iori montaba estaba llevando su cuerpo al límite, sabía que no podía parar; por lo que, a punto de salir del nivel, lo inevitable ocurrió:
Sin sonido alguno, sin previa advertencia, fiel hasta el final sintió un atroz dolor en su pecho que le hizo perder el paso, no hubo ningún sonido de su hocico en forma de camello, tan solo sus ojos se nublaron, adoloridos y satisfechos por haber dado siempre lo mejor de sí.
Esta vez, el licosanurio que montaba Iori cayó de bruces para no volverse a levantar...
Se arrodilló ante el ya muerto lico, acarició suavemente las abundantes y sedosas crines, sus ojos vidriosos miraban a un posible amigo que no podría serlo ya jamás:
- Rayos... Bueno, por eso es mejor no tener amigos. A fin de cuentas termino perdiéndolos a todos- Dijo con amarga resignación.
Arrastrando trabajosamente, la apestosa cabeza del enorme animal, el joven se encaminaba de regreso al nivel 5, habiendo perdido temporalmente a sus perseguidores, se sentía relativamente a salvo. La pregunta era: ¿Podría llegar a pesar de sus heridas y cargando un bulto de semejantes proporciones?
-Si parase a descansar, podrían alcanzarme, ó quizá al levantarme no tendría ya suficiente fuerza para seguir -
Pensaba, mientras se detenía unos momentos a tomar ese valioso aire que se negaba a llenar sus pulmones.
- Pero tengo que llegar allá está ese canalla de Kyo, en el castillo, tengo que Uf, enseñarle una lección, tengo que matarlo . Sólo yo, sólo yo puedo y debo hacerlo . No ese tonto de Fantasmín . Solo yo . Yagami Iori -
De pronto, en la distancia le pareció ver algo
- Ah, vaya, ya estoy tan agotado que veo un espejismo de ese odioso de Jubei caminando hacia acá. No sé de dónde saca que yo no debería matar a ese estúpido Kusanagi y ahora veo su montura ó más bien su protector,- Dijo mientras dejaba a un lado su carga y se acomodaba para ver mejor.
- Creo que ese será también un considerable obstáculo para la ejecución de Kyo, Hm, no importa, me las ingeniaré.-
Mientras Jubei, procuraba tapar consigo mismo a Kyo quien venía tras él:
- ¿Está muy herido?-
- No lo parece -
- Eso puede ser bueno o malo -
- Así es, Kyo, si está muy herido vamos a tener problemas para curarlo, pero entonces no querrá matarte, o por lo menos no batallaremos para contenerlo, y si no lo está . Pues -
- Creo, que si muy herido estuviera no podría caminar...-
- ¿Iori, te encuentras bien? -
Preguntó con sincera preocupación Jubei...El Yagami se movía un poco para examinar mejor a el enorme Endochbalamatl, pero Jubei se movía a su vez para no dejarle ver a Kyo, quien venía junto a él.... Esos movimientos sólo lograron despertar más la curiosidad en el pelirrojo:
- ¿Qué escondes?....-
- ¿Qué... qué tal estás...? Me da gusto que hayas podido terminar tu misión, nosotros también...-
- Mira, Jubei... - Le interrumpió súbitamente. ¿Quién rayos se creía que era?
En ese momento Kyo gritó:
- ¡Por Amaterasu! ¿Qué es eso? Mientras señalaba hacia delante...-
- ¡Iori, te siguen!- Dijo Jubei al ver en la distancia una enorme nube de polvo, y al frente de ella se divisaban enormes libélulas.
El Yagami tuvo que olvidar nuevamente sus pretensiones asesinas para con el Kusanagi, además se sentía desfallecer, Ya hasta veía doble...
- No, no me siguen, ahora NOS siguen...-
- Déjame ayudarte-, Dijo el rubio, y uniendo las palabras a los hechos, le ayudó a sostenerse en pié, mientras que Kyo tomaba la improvisada camilla donde iba la apestosa hedionda cabeza y la ataba a Endochbalamatl, quien no dejaba de ver muy pero que muy feo al Yagami.
- Ellos piensan atacar el castillo de Fantasmín, sobre todo ahora que desean vengar sus líderes caídos, - Dijo Iori
- ¿Como lo sabes? - Dijo irónicamente Kyo, era TAN obvio...
- Porque desde antes de matar a la mosca ya se habían preparado... Ví su campamento, y...-
- En el camino nos dices, vamos, sube- Urgió el moreno.
Cuando Iori y Jubei se acercaron, Endochbalamatl retrocedió unos pasos mientras gruñía y mostraba amenazadoramente los dientes...
- Bata, ¿Qué pasa? - Preguntó Kyo...
- Tranquilo, muchacho...-
A lo que, con resignación dijo Iori:
- No me dejará subir... Al parecer se trata de una criatura demasiado "pura" y yo...-
En realidad Iori mentía, sabía que esa criatura no le dejaría subir a su lomo como no fuera muerto, debido al pacto con Orochi, pero Kyo procuró callarse y Jubei se la tragó:
- Pues que suba en mi caballo y yo iré entonces sobre Endochbalamatl. - Al punto, desmontaba...
- ¡No pienso subir a ningún animal! No me gustan...- Mintió para tratar de ocultar su creciente debilidad.
- Si quieres, quédate entonces aquí para que ese ejército te haga picadillo, ¿A cuántos matarás en ese estado antes de caer, Yagami? Esa es una pregunta cuya respuesta no me quedaré aquí a averiguar, yo pienso regresar a casa con MI gente. A lo mejor nadie allá te importa, ó nadie se preocupa por ti, ¡Pero por mi, y por Jubei, vaya que si!!!-
Kyo tenía razón, Iori allá a nadie tenía, y nadie allá causaba su preocupación, pero eso era porque esas personas por quienes se preocupaba y a quienes a él le importaban estaban justo ahí, frente a él. ¿Cómo se atrevía Kyo a decirle que no le importaba?
Herido profundamente en amor propio, decidió que subiría al caballo y marcharía con ellos, ya le mostraría a Kyo... ¡Bah! Lo que fuese...
Jubei, algo sorprendido por el rudo trato que Kyo le dio a su rival estuvo a punto de decir algo, cuando Iori se desplomó al suelo con un quejido...
Iori no podía subirse al caballo, al contrario, el intentarlo provocó que la herida en su abdomen se abriese y sangrase copiosamente...
- ¡Aagghh!- Se llevó la mano al estómago al llegar sus rodillas a tierra.
- Iori! - Exclamaron a la vez.
El chico dorado se dirigió al pelirrojo, Kyo, sin embargo, no desmontaba. (Las costumbres son fuerzas muy poderosas).
Su camisa ya se encontraba empapada en sangre, Jubei se percató entonces de que además tenía herida la pierna... jadeaba del dolor y sudaba copiosamente.
- Baka, ¿No me digas que pensabas montar en estas condiciones?-
- Realmente... no... pensaba... hacerlo...-
- Vamos, déjame ayudarte...-
- No eres más que un estúpido curioso, sólo quieres... ver mi herida, ó acaso...-
Kyo gritó enfadado:
- ¡Muy bien, entonces, quédate así, kisama... y si esa herida no cierra bien, nunca podrás recuperarte, y jamás podrás volverme a tocar ni un pelo, Yagami... Bakarayo!!-
Iori sólo agachó su mirada. No tenía ya muchas fuerzas, y si deseaba regresar montando, tendría que utilizar lo poco que le quedaba para montar, no así para responderle al Kusanagi.
Jubei retiró los vendajes, el pelirrojo, recostado en una enorme roca lisa a un lado del camino, era sostenido con delicadeza y, a la vez con firmeza por uno de los fuertes brazos de Jubei, quien se percató de la fiebre altísima del pelirrojo de anchos hombros, pudiendo observar de que estos hacían contraste con una cintura tan breve como un escapulario. Acaso se preguntaba cómo era posible que siguiese vivo...
Colocó muy suavemente la otra mano sobre la herida y lo que dijo en voz baja Kyo no lo alcanzó a oír, pero Iori si:
- Por el poder que mis ancestros me confieren, Oh, gran guardián de todos los que aquí pasamos; concédeme el honor de comunicarme contigo y, confiando en tu poderosa guía y gran amor, permíteme me atreva a solicitar la ayuda que en tu infinita sabiduría más propia consideres al alivio de las heridas de este valiente y leal guerrero que ha sido herido en combate...-
Era la primera vez que alguien se refería a él como todo un guerrero
y también la primera en que sus asombrados ojos observaban como una hermosa luz dorada emanaba de las manos de alguien para llegar, fresca y relajante a sus heridas. Parecía cosa de milagro, de no verlo no lo hubiese creído, la herida cerraba de forma extremadamente acelerada, no quedando más que una pequeña e insignificante cicatriz, entretanto, el milagro se extendía más allá, la herida de su pierna se cubrió con una firme costra, sentía cómo la fiebre desaparecía y, cómo, por primera vez en su vida se sentía tranquilo, casi relajado. Una tibia sensación le daba estar acogido en los brazos de esta persona... Algo lejano y cercano.... ¿Hogar? No. Imposible, nunca antes había sentido lo que era un hogar, pero ahora esa sensación de seguridad y tranquilidad le embargaba, casi deseaba que nunca terminase, casi deseaba dormir, ó abrazarlo, ó bien; abrazarlo para luego dormir en sus brazos.
El pelirrojo comenzaba a extender un brazo en dirección a Jubei, cuando Kyo dijo:
- Tenemos que apresurarnos, se acercan cada vez más...-
Roto el hechizo del momento, Iori sólo atinó a empujar bruscamente a Jubei a un lado:
- ¿Por qué rayos me ayudaste? No te pedí que lo hicieras... Al punto, se ponía de pie, y se colocaba a toda prisa la manchada camisa...-
- Digamos que lo hago porque es lo que me agrada hacer: Ayudar a otros es mi verdadero...-
- ¡Iori! - Gritó molesto Kyo ante la manifiesta ingratitud del pelirrojo...
- ¡¿Qué?! - Exclamó aquél con arrogante pose y egoísta mirada.
- ¡Eres un ingrato!-
- ¡Yo no le pedí nada, además, si él quiso hacerlo es SU problema!!-
- Muchachos, les recuerdo que debemos irnos cuanto antes...-
Ambos le dirigieron una mirada fulminante aunque el motivo de cada uno era diferente: en Iori era ira por la interrupción, y frustración por no poder ser, en parte como él, en el caso del moreno, era de desesperación porque Jubei no parecía inmutarse ante esas severas faltas de respeto, eso y sus exóticas puntadas lo sacaban de quicio...
Al unísono dijeron:
- ¡Ah, Ya cállate!-
- Bien, por lo menos, ya pudieron decir una frase juntos, aunque fuese en contra mía, eso ya es un gran avance...-
En absoluto silencio, un sonrojado Iori montó al caballo, Kyo con marcadas chapitas se acomodó aun más en el lomo de Bata y Jubei, satisfecho de que ellos no fueran TAN necios como Golosina y Robertín subió en su peludo amigo y partieron a toda la velocidad que el noble corcel podría levantar en dirección a los niveles inferiores.
Tras bajar cinco niveles más, el caballo se veía muy agotado, Kyo habló:
- Jubei, si seguimos así, el caballo va a reventar, pero tampoco podemos detenernos, ¿Qué crees que deberíamos hacer?
- Mi sugerencia sería liberar al caballo y seguir todos sobre Bata, pero Él no quiere a Iori....-
En sigilo murmuró malicioso cerca de su oído:
- Pues entonces, dejémoslo.-
-He, Kyo, sabes que al menos yo, no podría hacer eso...-
- Lo sé, pero la verdad no se me ocurre otra cosa.-
- ¡Ah, ya sé!- Exclamó el rubio gustoso
- Al llegar al próximo nivel, tú y Bata irán a toda velocidad a pedir ayuda a Fantasmín, que nos mande al menos, unas libélulas para que ustedes puedan escapar... y que ellos se preparen para un inminente ataque.-
- Pero Jubei, Bata no es tan veloz o...-
- Claro que lo es, es unas diez veces más rápido en tierra que una libélula en aire...-
Al punto, Kyo le dio un golpe en la parte superior de la cabeza con el puño cerrado:
- Jubei, eres un tonto... ¡Me hiciste empatar la competencia sólo porque no querías que me avergonzara de perder! No necesitabas hacerlo...-
Iori a distancia les seguía, pensaba:
- Un amigo más que hace Kyo, un enemigo más para mí...-
La puerta dimensional se abría lenta y melódicamente, una vez en niveles distintos, podrían perderse de sus enemigos fácilmente. Llegando a la altura del nivel 21, y al pasar por la puerta, Bata se mostraba inquieto...
- ¿Qué pasa, pequeño?-
- ¿Oye, Jubei, escuchas?-
Un grito humano del más puro dolor se escuchó en la distancia, haciendo eco entre unas lomas más adelante, cubiertas éstas por frondosos árboles.
El grupo acudió al momento.
Al asomarse tras unos arbustos, encontraron cerca del valle, estacionada una enorme libélula color cebra de cupo holgado para unas seis personas, a unos 25 metros de ella, se encontraba con cuerdas siendo atado a un árbol por un joven de largo y ondulado cabello rojo caoba, aquél chico de nombre Ukyo, alias "Oeste" a quien había enfrentado ya tiempo atrás.
El flacucho de "Sur"se encontraba sobre la libélula cuidando el cadáver de norte. Posteriormente el tipo que ató a Ukyo pasó a internarse en el bosque; El tipo alto de cabello platinado, regio porte y oscuras ropas de cuero y terciopelo debería ser, sin duda Ix Mantis.
- Bata gruñía, gran esfuerzo tuvo que hacer Jubei para calmarle y evitar que quisiera salir en pos de ellos...-
- Creo que lo están torturando... -
- Kyo, es verdad, por ahora, está inconsciente, ese estúpido se lo merece...-
- ¡Iori! Tenemos que...-
- ¿Salvarlo? Cuestionaron a la vez...-
- ¡Claro! Dijo apremiante Jubei.
- Ni lo sueñes, esos tipos son insufribles, me dan mala espina...-
- Kyo, ellos están siendo obligados por el tipo de negro a realizar actos maléficos en contra de su voluntad, no es su culpa...-
- Pues yo no haré nada, ¿Me oyes? - Dijo Iori...
- Bueno, Iori entiendo que tengas miedo, lo haremos Kyo, Bata y yo...-
- Ah por supuesto que no, ustedes bola de inútiles morirían en el acto, si quieren que eso resulte necesitan entonces a alguien como yo... Además, no dejaré que Kyo muera ahí, sólo yo tengo derecho a matarlo...-
- ¿Ay, Yagami, otra vez con eso? Solo ayudemos a Jubei... Por cierto, no creo que todos ellos deseen ser salvados...-
- Por lo menos, voy a intentar liberar a aquél, puesto que es al parecer un lejano miembro de mi familia por lo que ustedes comprenderán que no debo dejar así las cosas; chicos, necesitaré su ayuda...-
Acto seguido, saca un arco y un caraj con algunas flechas.
- Kyo, ¿Sabes tirar?-
- ¿Eh? Pues no...-
- Trae acá eso, yo lo haré en vista de que este Kusanagi es un inútil...-
Kyo a punto de lanzársele encima fue contenido por Jubei:
- Por favor, chicos en estos momentos dependo de ustedes, pero si no me van a ayudar entonces ¿Al menos podrían quedarse en silencio? ¿Sólo por tres minutos, ne?-
Al punto, más calmados, El Yagami se preparó para apuntarle al tipo de cabellos platinados, Pero Jubei le dijo:
- No, espera un momento, Iori, mejor a la libélula, así se asustará y su jinete estará ocupado. Si se presenta la oportunidad, entonces si, dispárale... Kyo, te diré qué harás...-
La veloz saeta salió desviada apenas por una inoportuna corriente de viento, hirió con un rozón la cabeza de la libélula y esta, aterrada; salió volando hacia arriba mientras que Sur trataba inútilmente de dominarla a punta de latigazos.
Al punto, Ix Mantis lo que observó primero, fue la flecha clavada en el tronco junto a donde su transporte ya no se encontraba, cuando él volteó a la dirección de donde calculó que ésta había venido, ya otra flecha viajaba en dirección suya.
Llegando veloz a bordo de Swifttwind Jubei, katana en mano saltó del caballo, con la idea de saltar de ahí a un árbol para pasar desapercibido, cortó las ataduras de Ukyo, y como de rayo se lo iba a echar al hombro para proseguir a esconderse entre la densa vegetación. Ó esa era la idea....
Ix volteó furioso... y al percatarse del plan de esa pandilla de locos... Se prometió en ese momento que eso no se quedaría así como así:
Al rubio que se acercaba, le soltó un demoledor ataque:
- ¡¡¡Full Blast!!! -
Cual demoledor cometa, el ataque partió luminoso y aterrador de la mano izquierda de Ix Mantis, directo a Jubei.
Se escuchó un golpe seco, algo quebrándose, algo desgarrándose... (Al mismo tiempo) Jubei sintió repentinamente un profundo dolor en su pie derecho, repentinamente sintió todo entumecido de la rodilla hacia abajo, pero no tenía tiempo para mirar más que hacia delante.
Mientras, Kyo sobre de Bata, y Bata tras los arbustos buscaban la oportunidad de aproximarse en el arte del rescate sin ser notados... ó por lo menos, para ser notados lo menos posible, mas, al ver lo ocurrido al noble paladín salieron raudos de donde se encontraban bien guarecidos.
Aunque la mente del poderoso Endochbalamatl era surcada por ideas bélicas con respecto a Ix Mantis & compañía, sabía que lo más adecuado era dejarse conducir por Kyo, aunque esto significara...
Jubei en un arranque de desesperación arrojó su valiosa carga hacia Kyo, quien con muy buena precisión logró tomarlo en brazos mientras mantenía el equilibrio sobre Bata y mientras Bata y Kyo luchaban contra los restos de la onda expansiva del ataque. Al instante Kyo había acomodado a Ukyo, ... Aunque para Bata eso significara tener que dejar solo a su nuevo amigo y dejar que colocaran sobre él... (¡Asco! ¡A uno de los guerreros!) Qué pena que por lo delicada de la situación en esos momentos nadie se fijase en la mueca de desprecio y repulsión que el buen Endochbalamatl dejaba ver en su felino rostro, pues era realmente graciosa...
Jubei sabía que no tenían mucho tiempo, pues para empezar esos tipos no solo eran más que ellos, sino que eran lo suficientemente hábiles y fuertes en combate para causar problemas... Y que, pronto "Sur" podría regresar sobre la libélula a ayudar a sus "amigos".
- ¡Váyanse!, ¡Ahora! - Gritó apremiante el ahora cojo paladín, quien en ese momento se percató de su lamentable estado.
En esos momentos "Este" regresaba, y al momento:
- ¡Gárgola del Este, trae mi armadura!!! -
En esta ocasión un conjunto de haces luminosos envolvía al guerrero y quedaba envestido con una armadura no tan repleta de púas como las de norte y sur, pero no por ello era menos temible... En esta ocasión los rasgos de la armadura semejaban una gacela...
Tras unos momentos, cuando ya Bata, Kyo y Ukyo habían salido de la escena, la inmensa libélula ya tranquilizada por Sur, partía tras ellos.
Y, de no ser porque Ix Mantis no podría repetir ese ataque hasta no pasar algunos segundos más.... Quizás no habrían salido del lugar... De hecho, decir que los chicos que iban sobre Bata salieron "hechos su chingada madre" es decir en realidad un adjetivo calificativo bastante lento., pero para provocarles que dividiesen las fuerzas en caso de seguirles, en general también partieron por rumbos separados.
Al voltear por unos instantes en dirección a Ix Mantis, se percató de que el tipo había estando esquivando, desviando y, por si fuera poco inclusive atrapando las flechas que le lanzaba Iori...
Sorprendentemente resultaba que Ix Mantis desviaba las flechas con algún tipo de aura ó energía... Quién sabe si provendría de él ó de algo que él poseyera...Pero el caso era que se acercaba paso a paso a Iori y éste se alejaba a su vez sin dejar de disparar... Algo preocupado, pues solo le restaban cinco de las más de 20 flechas iniciales.
- Me estás comenzando a fastidiar...-
Dijo Ix Mantis a Iori... Quien aún disparando flechas y retrocediendo un paso por cada otro que el tipo de cabello platinado avanzaba, al quedarle sólo una flecha, solo atinó a decirle:
- ¿Fastidiarte? Oh, esto no es nada, pronto verás que, en efecto yo no soy nada fastidioso al lado de otros...-
Y entonces, Ix Mantis volteó y vio a lo que en realidad se refería el pelirrojo...
Ukyo no estaba, la libélula había salido ya tras los tipos que se lo habían llevado, y en cuanto al rubio...
Jubei se encontraba ahí, con un solo pie, parado en su pierna buena, y empezando a preocuparse por la pérdida de sangre a través de la misma...
Ix Mantis entonces se sintió molesto, consigo mismo por haber andado tan distraído y decidió que aún podía descargar sus frustraciones en el apuesto y "cojo" paladín; elevó su mano derecha en dirección a Jubei, ahora ya podía volver a conjurar su poderoso ataque "Fullblast", y he aquí que en el momento en que la energía se concentraba en el centro de su mano y el buen Jubei ya se imaginaba viajando a reunirse con sus ancestros la última saeta que llevaba el pelirrojo salió veloz y rozó la mejilla del desalmado Ix Mantis, haciéndole romper la concentración con lo que el ataque se perdió al momento....
Sus amigos no le dejarían solo, pues en un acto heroico y francamente arriesgado, Swifttwind llegó galopando justo a tiempo para servirle de piernas a Jubei...
Quien ni tardo ni perezoso se acomodó a lomos del noble corcel el cual saló del lugar tan pronto como se lo permitiesen sus largas y bien musculadas extremidades.
Volteó Ix Mantis entonces hacia el pelirrojo, quien ya corría también para otra parte, cegado de momento por la ira, Ix Mantis no saló tras de Jubei como "Este" lo hizo, sino que estaba convencidísimo de que ese detestable pelirrojo tenía que pagárselas en ese instante. Salió tras él hecho una furia.... Si.... Ese muchacho pelirrojo tenía que pagárselas, y muy caras...
Ñalk. El guerrero del Este obviamente no corría tan veloz como el caballo, tras unos giros y vueltas en una y otra dirección del bosque, le pareció perderlos por algunos momentos, cabizbajo miró el piso imaginándose ya la "reprimenda" que Ix Mantis le proporcionaría por ello....
- Esta vez sí que me van a "joder" - Pensó. Y fue entonces que se percató de algo que le pareció muy interesante, extendió una mano al piso, recogió algo entre los dedos índice y medio y se los llevó a la boca:
- Ajá, mi estimado amigo, cualquiera que no sea daltónico puede ver tu roja sangre sobre la verde vegetación, y del olor y sabor de tu sangre, ni qué decir, tibia como un cómodo lecho y apetitosa como el dulce beso de una virgen. ¿Cuánto lograrás avanzar en ese estado antes de que tus fuerzas ya mermadas en el combate anterior te fallen y pueda alcanzarte? -
Jubei tuvo la mala suerte de caer del corcel, ó eso pareció... Como sea, Swifttwind continuó corriendo, pues un temor profundo le invadía, algo que tenía que ver con la presencia de Ix Mantis. Jubei comenzaba a sentirse cansado, agobiado, avanzó saltando en su pie bueno unos pasos mientras se ayudaba un poco con las ramas de los árboles, volteó en ese punto hacia el camino que dejaba atrás y se percató del rastro de sangre que dejaba.
- Sin duda es mejor así.... No puedo permitir que Swifttwind termine en manos de esos tipos tampoco -
Dijo, tristemente resignado, y comenzó a alejarse.
Llegó a un claro, pero del lado de donde éste mismo terminaba, salió con paso firme y seguro el guerrero que hace no mucho había paladeado la sangre del paladín.
-¿Ibas a algún lado, muchachito? -
Capítulo 8: Ix Mantis
Algunos personajes pertenecen a
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el resto no tengo idea
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Marzo, 2004