Fanfic por Savage
Kitten
Betareading por Pekkochu
Ai Shiteru, Kyo
Capítulo 8: Recuentos de una vida. Un futuro que nunca llegará.
" Quisiera que algunas cosas quedaran tal y como están.
Sin embargo, algo que nadie puede evitar es el cambio...
y no todos lo asimilan tan fácilmente."
Savage Kitten
En la ciudad, pero en dirección opuesta. Dos personajes caminaban en sentido contrario a la multitud que se dispersaba por las aceras, la calle se había transformado a la vista: todo era un camino blanco sobre el pavimento, que poco a poco tomaba un color terroso debido al avance de los transeúntes. En la avenida, los automóviles arremetían a toda velocidad contra el asfalto, salpicando a los desprevenidos. Pero ellos no se percataban de eso.
Avanzaron hacia una pequeña posada, cerca del cruce de varias calles. La fachada de ladrillo le daba un tinte pintoresco, las jambas de las ventanas se encontraban cubiertas de nieve, y en el interior las luces de los candiles ofrecían un aspecto acogedor.
El primero de ellos entró. El sonido de una campanilla en la puerta delató su presencia, y un hombre de edad se levantó de detrás de la barra, limpiándose las manos en el delantal que traía, mientras avanzaba hacia el joven que vestía un simple abrigo, algo desgastado, que dejaba ver el resto de su atuendo: un simple pantalón de mezclilla y una playera negra de cuello alto, adornado por un sinfín de finas cadenas de plata que tintineaban a cada paso que daba.
El viejo se detuvo a unos pocos pasos de él, y lo observó de arriba a abajo en un movimiento rápido. Era una costumbre que tenía desde hacía años: observar detenidamente a las personas que entraban en su establecimiento. Si bien el llevar a cabo aquel movimiento de forma más evidente lo hubiese descubierto, los años le habían brindado la práctica necesaria para hacerlo en cuestión de segundos.
Después de esa breve inspección, cruzó los brazos detrás de su espalda y esbozó una sonrisa sincera -¿En qué puedo servirle? - preguntó mientras miraba a su extraño visitante, un chico delgado de piel y ojos oscuros, que sujetaba a medias su largo cabello negro con un cintillo que dejaba escapar unos desordenados mechones sobre su frente.
- Una habitación - Dijo secamente. - Y algo de comer - Las cejas del anciano se alzaron detrás de sus anteojos, los cuales acomodó de nuevo con un ligero movimiento de su mano, que luego posó en su espesa barba, en actitud pensativa - Sígame entonces, tengo unas habitaciones disponibles - respondió, e inmediatamente se dio media vuelta para conducir a su nuevo inquilino, caminando despacio entre las sillas del comedor de donde amablemente le retiró un asiento.
- Que sea doble - manifestó.
- ¿Perdón, señor?
- La habitación, que sea doble - Katz entonces se giró un poco sobre la silla, y apoyando un brazo en el respaldo, extendió un dedo para indicarle al hombre que el joven que se encontraba recargado en el marco de la entrada, con los brazos cruzados sobre el pecho, venía con él.
***
Las llantas chirriaron cuando el vehículo dio vuelta en una esquina. En el interior, uno de sus ocupantes mantenía apoyado el brazo sobre la puerta formando un ángulo, donde su cabeza había encontrado reposo después de un largo rato, pues al parecer, el conductor llevaba varios minutos dando vueltas sin dirección alguna por las calles. El joven de ojos castaños no se había dado cuenta de aquel absurdo ir y venir sin sentido, hasta que volteó ligeramente la vista para observar al pelirrojo que conducía. Cuando se detuvieron en un semáforo, Kyo pudo ver cómo Iori
se inclinó hacia adelante sobre el manubrio, con la mirada perdida, como si desde hace varios minutos algo estuviera rondando en su cabeza, algo que quería decir pero que no encontraba la forma de hacerlo. Fue ahí cuando advirtió que conducía sin rumbo fijo. Intentó hablarle cuando el auto se detuvo de nuevo en la intersección de tres calles, pero no sabía qué decirle.
El pelirrojo, por su parte, también había notado que él quería decirle algo. Cuando rompió su posición de reposo sobre la ventana y se acomodó sobre el asiento del copiloto, con las manos ligeramente entrelazadas sobre su pecho, supo de inmediato que Kyo percibió su preocupación. Se desvió en un retorno que se hallaba más adelante, que lo condujo a una lateral donde casi no había tráfico. La velocidad del vehículo comenzó entonces a disminuir, hasta detenerse totalmente junto a la acera, pero el motor no fue apagado. El joven Yagami mantenía las manos sobre el volante, sus dedos jugueteaban nerviosamente, su cabeza se inclinó con ligereza, permitiendo que los hilos escarlatas de su cabello cayeran sobre su frente.
- ¿Yagami? - llamó Kyo. Los demás vehículos que pasaban raudos por la acera, provocaban un peculiar sonido cada vez que se aproximaban y se alejaban, agitando el aire del camino que revolvía los suaves mechones de ambos. Iori liberó uno de sus brazos del volante y lo colocó en el respaldo del copiloto, justo atrás del cuello del joven Kusanagi.
- Necesitamos hablar. Ahora - Iori no vio en ningún momento al chico, pero pudo sentir un leve movimiento que hizo con la cabeza, asintiendo en tanto que se ladeaba ligeramente para poder contemplar mejor la expresión del pelirrojo. Estaba demasiado pensativo, demasiado tenso. Kyo no tenía la más remota idea de lo que quería hablar con él. Yagami siguió hablando, despacio, con cierta inseguridad en su voz.
- Dime Kyo. ¿ Sabes por qué ningún miembro de tu familia tuvo la delicadeza de visitarte mientras estabas en el hospital? - El muchacho, sorprendido, posó sus pupilas en las de Iori, que ahora lo miraban. Se sintió un tonto, al no haber notado que nadie, a excepción del pelirrojo, se había tomado la molestia de ir y cuando menos preguntar si se encontraba bien. Ni siquiera esa chica Kushinada.
- No - Parpadeó lentamente, tratando de aclarar su mente y forjar una respuesta coherente, que lo convenciera a él, y no a Yagami - Lo supuse - que al darse cuenta del gesto de Kyo rió apagadamente, pero no era una burla. Rió para sí, como si ya se esperara aquello.
- Conozco un lugar - Yagami continuó - Está cerca de aquí - Miró a través del parabrisas y dejó caer su cuerpo contra el respaldo del asiento que rechinó con suavidad bajo su peso. La mano que estaba en el respaldo fue a parar entonces al interior de uno de los bolsillos del abrigo, buscando el paquete de cigarrillos que compró esa mañana antes de ir al hospital. - ¿ Te gustaría ir, Kyo? - preguntó de último, acercando un cerillo a la colilla y aspirando lento, mientras la punta adquiría un color naranja intenso al encenderse.
- ¿Qué lugar es? - interrogó Kyo.
- ¿Quieres ir o no? - Yagami clavó su mirada en la del muchacho, que se incomodó ante aquel ademán. Ahí podremos hablar de lo que quieras, incluso de por qué nadie te fue a ver.
- Sabes - se atrevió a decir -, creo que - pero el chico no pudo. Una ligera presión sobre sus labios lo hizo que callara, Yagami asentó su dedo índice impidiéndole continuar, inclinando ligeramente su cuerpo sobre el de Kyo.
- Espera a que lleguemos - insistió. A Kyo le sorprendió la suavidad de aquellas palabras, y aún más, la sonrisa que el pelirrojo le esbozó en ese momento, al ver que Kyo se sobresaltó cuando le impidió continuar. Era demasiado cálida para él.
- Yagami - suspiró asombrado.
***
La nieve cayó dejando al descubierto el óxido y la pintura carcomida de aquella alta reja negra, que rechinó de forma lastimera cuando la mano descubierta del vigilante la abrió. Iori bajó entonces del auto y caminó hacia la entrada. Kyo se quedó en el vehículo, esperando. Observó cómo Yagami le hizo un ademán al joven para que saliera. Después de conversar con el hombre que les había abierto.
Kyo no comprendía aún lo que estaban haciendo ahí. Tal pareciera que Yagami estaba jugando con él, pero algo le decía que estaba equivocado.
El joven pelirrojo entró entonces, seguido de otro de largos cabellos castaños que se ondeaban suavemente con la brisa invernal.
Echaron a andar pues, por el camino de adoquines que esa mañana fue cuidadosamente limpiado. Las ramas de los árboles lucían como tétricos brazos; raquíticos, sin vida. El tronco agrietado y retorcido, con la corteza cayéndose a pedazos. Un paisaje bello para un cementerio, fue el pensamiento sarcástico de Yagami mientras transitaba despreocupado, por un camino que recorrió por única vez años atrás, pero que fue suficiente para grabarlo para siempre en su memoria.
Se detuvo en alguna parte del trayecto, al notar que únicamente el eco de sus pasos sonaban sobre las piedras. Kyo dejaba de andar algunos metros atrás, sólo para contemplar un recinto donde alguna persona había colocado recientemente un ramo de flores. No era llamativo, más bien sencillo, pero incluso así, el pálido color éstas resaltó sobre la nieve, creando aquel contraste que atrajo su atención.
Yagami no podía creer que algo tan simple pudiera atrapar la atención del chico, sonriendo levemente para sí, girando despacio su cabeza para poder observarlo mejor. Le causó curiosidad el ver a Kyo ahí, parado, con su rostro serio y la mirada fija en el arreglo. Vio también sus manos metidas en los bolsillos del abrigo y como el viento agitaba de nuevo sus cabellos.
- Kyo - bastó para hacer que el joven continuara la marcha. Siguieron juntos hacia la parte más retirada del cementerio, allí donde un grupo de árboles sin hojas separaba a las tumbas pequeñas de aquellas que se encontraban sobre una colina de mediana altura, distinguiéndose con claridad las lápidas de mayor tamaño y mejor labor en la cima, aun cuando estuviesen cubiertas de nieve.
El chico de ojos castaños creyó reconocer el lugar, sólo por un instante muy vago; un reflejo de luz que se desvaneció al segundo siguiente de su memoria.
- Llegamos - la voz del pelirrojo sacó al chico de sus pensamientos.
-¿Qué es este lugar? - Pero Iori no le respondió. Se quedó ahí, observando a Kyo, su rostro mirándolo, esperando a que contestara. En su lugar sólo le sonrío, inquietando más al chico, y haciendo que por instinto sus músculos se tensaran, pensando que Yagami lo había traído a ese lugar solamente para pelear.
El pelirrojo notó el nerviosismo en el chico, y su sonrisa desapareció. El viento ya no corría, y ningún ruido se oía, excepto el de la nieve acumulada en las ramas, que a ratos se desplomaba. Fuera de eso el silencio era total. No había nadie, ninguna persona que interrumpiera o atestiguara aquella situación, únicamente las oscuras lápidas, cubiertas de blanco.
Yagami dio entonces un paso hacia Kyo, y éste retrocedió, asustado, sacando los brazos del abrigo y colocándolos en posición de defensa, esperando el ataque de Iori. Pero nada sucedió, Yagami no atacó y Kyo no se defendió, en lugar de eso, el pelirrojo tomó sin preocupación los hombros de Kyo - No voy a atacarte, no ahora - y el chico de cabellos castaños bajó la guardia. Yagami aprovechó entonces y le dio un brusco giro de ciento ochenta grados, para que pudiera observar lo que se encontraba atrás de él.
- Dime, ¿qué es lo que ves?
- Lápidas, ¿acasó te empieza a fallar la visión, Yagami?
- Déjate de tonterías y ve allá. Ahí están algunas de las respuestas que te ofrecí - El chico castaño sacudió entonces los hombros, tratando de liberarse del pelirrojo. Iori le dejó ir sin más, y mientras Kyo avanzaba hacia aquellos oscuros residentes, Yagami dio la media vuelta y fue a parar a un árbol que estaba cerca, donde apoyó la espalda y sacó otro cigarrillo de su abrigo, mientras observaba al Kusanagi, que en algún momento se hincó y alargo el brazo, apartando la nieve que ocultaba el nombre de aquellas personas...
***
- ¡Maldito bastardo! ... - Fue lo que escuchó el pelirrojo antes de recibir el impacto - ¡Mientes! El puño de Kyo se hundió en el vientre del pelirrojo. Fue un golpe limpio, que sin embargo se deslizó hacia abajo junto con el resto de su cuerpo.
- No - respondió Yagami - Es verdad.
- Es mentira... - La rabia en la voz de aquel joven era clara, pero también tenía un tinte de tristeza que afloraba débilmente, como lo hacían en ese momento las lágrimas que corrían por sus mejillas.
Yagami notó el llanto de Kyo, y pudo observar de igual forma como se cerraban con fuerza sus puños, que estaban semienterrados en la nieve. El pelirrojo pasó entonces sus brazos alrededor de la espalda de Kusanagi, para levantarlo con suavidad.
- No mencioné que sería agradable - susurró mientras ponía de pie al joven - Sólo respuestas, es lo que dije - Su expresión era serena, a pesar de todo lo que estaba ocurriendo con Kyo desde el momento en que despertó, cuya mirada ahora era de frustración, no por haber fallado el golpe, sino por que sus llamas no aparecieron cuando él se los ordenó.
- Idiota - Murmuró entre dientes para sí, las lágrimas se deslizaban gruesas por su cara. Aún no alcanzaba a comprender qué quiso hacer Iori al llevarlo ahí, y en realidad no le importaba, no estaba de humor para los juegos de Yagami. Respiraba con profundidad y de manera acelerada, produciendo un ruido semejante al que hace alguien que contiene el llanto. El pelirrojo observaba únicamente, trató de tomar a Kyo por un hombro, pero éste se apartó con brusquedad, llamando en silencio a sus llamaradas, pero de nuevo fue en vano, quedando en silencio por un rato, tratando de controlar aquello.
- Llévame a casa - ordenó por fin - ¡Llévame ahora Yagami! - Kyo cerró los ojos, con fuerza. No quería que Yagami lo viera así, llorando, con su cuerpo tenso y frágil a la vez. Demasiadas cosas extrañas en un día, alcanzó a pensar el joven en medio de tantas dudas y lo que él consideraba una gran mentira.
- Esta bien - Yagami tomó entonces con delicadeza a Kyo por los hombros - Pero prométeme que no harás ninguna tontería Kyo.
- Sólo vámonos... por favor - Dijo mientras se limpiaba el rostro con el dorso de su mano - Pero no puedo prometerte nada Yagami - El pelirrojo asintió levemente dando a entender que con aquello le bastaba y, comenzando a deshacer el camino que recorrieron esa mañana al salir del hospital, Iori decidió llevar, de una buena vez, a Kyo a la mansión Kusanagi.
***
Capítulo 8: Fantasmas
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Noviembre, 2003