Fanfic por Lain

Fire & Fire. Ice & Ice.

Capítulo 3: Song

Era el silencio a pesar del bullicio. Era la oscuridad a pesar de la reinante luz artificial. Era el frío a pesar del intenso calor de los cuerpos. Era todo lo opuesto. Era la pena a pesar de la alegría y de las risas que lo rodeaban.

Si tan solo Kyo no se hubiera marchado, en esos momentos no lo estaría odiando de nuevo. Después de haber dormido tranquilo, como nunca antes en su vida, esperando encontrarse con una sonrisa -a la que le respondería con un bufido frío-, se vio solo en medio de la habitación... abandonado... como siempre. ¿Acaso ése sería su Destino? ¿Vivir y morir en la soledad y en el silencio? Si así fuera, ya no tendría demasiada impostancia, estaba demasiado acostumbrado a la soledad. Pero... nunca se está lo suficientemente adaptado. A fin de cuentas, era un ser humano... quizá no uno ordinario, pero un humano al fin.

Tantas personas que iban y venían en todas direcciones, en diferentes tipos de pasos, con diferentes vestimentas, diferentes pensamientos. Siempre ignorantes de las desgracias ajenas, cerrando los ojos, tapando sus oídos. En cambio, él pensaba en las desgracias ajenas por primera vez, abriendo su mente hacia el mundo. Ya no pensaba en derrotar a Kyo, por más que él fuera la causa de todas sus desgracias, a pesar de que quizá, fue el hombre más infeliz de la Tierra, y solo para poder derrotar a un simple muchacho de apariencia arrogante...

¿Arrogante? Después de todos los años de persecución, bien sabía que el aspecto de arrogancia era solo una fachada. Si, todo cambiaba por completo cuando estaban los dos juntos, a pesar de querer convencerse de lo contrario.

¿Para qué mentirse? Si desde siempre se habían 'odiado'. ¡¿Para qué cerrar los ojos ante una verdad tan obvia?! Sería acaso su orgullo de Yagami quien le impide aceptar sus sentimientos con la libertad que debiera. Si él era un tipo de mente abierta, realmente no le molestaban las relaciones *extrañas*, así que eso no le impedía decirle a la persona que provocaba tantas noches en vela, que lo quería. Pero era la sangre, la maldita sangre! Sus antepasados, sangre que corría por sus venas, eran quienes habían hecho un pacto con Orochi, un pacto que sería llevado a cabo hasta el desastrozo final. Y el rechazar aquella tradición era lo mismo que preferir la muerte.

Y sin duda Iori prefería la muerte.

Muchas veces la había esperado estando castigado, sangrando por todos los poros de su piel, herido hasta el punto del coma. Quería encontrarse con la muerte cuando por primera vez afloraron llamas púrpuras de sus manos, a pesar de sentir cierto orgullo después de años de entrenamiento.

Esperó a la muerte hasta el último momento de cordura... y de locura. Quizo que ella, la escencia de la guadaña, le llevase incluso al infierno, ya que la vida le parecía aún peor.

Quiso morir cuando le hacía el amor a Kyo... quería morir cuando pensaba siquiera en aquel joven moreno que en cierta forma lo cautivó hasta lo más profundo de su ser.... Y ahora, sin razón aparente, quería vivir. Vivir para compartir los últimos momentos de su vida junto con Kyo, quería vivir para saber lo que era... vivir. Porque hasta ese momento, lo único que había conocido fue el dolor y el odio, sintió la muerte muy cerca de él. Quería aprender a ser feliz con la única persona que había conocido y... amado.

Nunca se había visto como sentimental. Para ser franco, él detestaba a las personas sentimentales hasta el punto de querer matarlos, ya que veía al amor como algo tan lejano, inalcanzable, imposible y falso. Hasta ahora.

Cuando era pequeño solía internarse en la biblioteca de su padre y ver con algo de curiosidad los contenidos de algunos libros. Habían varias novelas frívolas y románticas que, en aquellos momentos de su infancia, las había valorado como algo único porque en ellas relataban el poder del sentimiento único en la humanidad. Pero fue creciendo en las peores circunstancias, y aquella inocencia de niño se fue perdiendo, desgastándose con cada golpe y castigo, hasta el punto en que el objetivo de su padre quedó concretado. Su hijo se convirtió en un asesino despiadado. Hasta ahora.

La noche sin duda era hermosa. Las luces de la ciudad parecían libélulas en el mar de autos y cemento, entre cristales y rostros desconocidos que íban y venían a un ritmo vertiginoso. El miraba todo, sentado cómodamente desde la cima del más alto edificio del centro comercial.

-En este mar de luces se encuentra mi esperanza...- murmuró. Aquellas palabras fueron arrastradas por el viento que arremolinaba los cabellos fogozos frente a sus ojos.-... y a su vez se encuntra mi perdición...-.

No se dió cuenta cuando se puso de pie y saltaba desde la cima sin preocupaciones. Morirse... no se hiba a morir, no tenía tanta suerte. El vértigo le hizo sonreír... levemente.

***

El departamento tenía cierto aire lúgubre esa noche. A pesar de que todo se encontraba como miles de noches anteriores, cierto cambio de actitud provocó el cambio drástico en el ambiente. Todas las cosas seguían en el mismo lugar que ayer, las mismas ropas desparramadas por el suelo y sobre las sillas escasas, solo el equipo de música se mantenía limpio, con los CD's ordenados y unos almohadones estratégicamente colocados para confort de Iori. Una de sus miles de amigas nocturnas le había hecho el favor de ordenarle el sitio sagrado, lo más gracioso era que no recordaba su nombre....

Caminó con sus acostumbradas zancadas de hombre duro, haciendo ruido en el suelo desnudo con sus botas. Estaba todo sumido en el silencio, y eso le estaba incomodando. Encendió el equipo, puso un CD de rock pesado y se dejó llevar por la música. Movía la cabeza al son de las baterías, meciendo seductoramente sus rojos cabellos sobre su rostro duro. Se sentía... bien. Siempre le sucedía eso cuando ponía la música a todo volúmen, sin pensar en los vecinos que se quejaron muchas noches por el 'ruido'; es más, encontraba un delicioso placer perverso al fastidiar a las personas, hacer lo que no tenía que hacer, no seguir las reglas impuestas por la sociedad. Era un hombre libre. Nada había cambiado.

Lo criaron, a pesar de todo, estupendamente. Nada lo ataba a nada, nadie lo ataba a nada, era libre de hacer lo que quería cuando quería, y sin duda jamás moriría como los demás. Claro, nadie sabría de su existencia, pero estaba algo -siquiera un powuito- satisfecho. Moriría como cuando nació, sin pompas, sin risas ni llantos, solo... como un hombre más.

Se sirvió un poco de vodka con naranja, marcando el ritmo, ahora no con la cabeza, sino con un pie.

También se enorgullecía de su bar privado, del que se encargaba con tanto esmero. No era un alcohólico, ni mucho menos, pero cuando quería olvidar, o simplemente ser feliz durante unos momentos, visitaba un bar cualquiera (donde los barmans eran mucho más expertos que él) o simplemente -como lo hacía en esos momentos- ponía la música a todo volumen y se tomaba lo que le viniera en ganas, para no tener que soportar desconocidos que intentaban ligar o entablar una conversación inútil con él.

"Compone...".

Esa voz... no se le quitaba de la cabeza, a pesar del intenso sabor del licor, a pesar de la música estridente, a pesar de la cantidad de pensamientos que pasaban por su cabeza en un segundo...

".... una canción....".

Kyo.... Kyo Kusanagi....

"... para mí, y sólo para mí....".

-Kyo, Kyo.... no piensas dejarme solo ni en mi casa, no?...- dijo, entre risas. El alcohol sin duda estaba haciendo efecto en él. -Algún día.... alguno de los dos.... tendrá que morir....-

Tiró con furia el vaso que tenía en la mano, el líquido describió un círculo líquido a su alrededor antes de caer inevitablemente al suelo. ¡¡¿Por qué todo tenía que ser así?!! ¡¡Por qué simplemente no era una persona normal!! Nunca eligió nacer! Nunca lo pidió, ni lo deseó!! Y cuando por fin quizo hacerlo, quizo vivir por primera vez.... con alguien.... con él.....

-¡DEMONIOS!!- gritó.- ¡¡TE ODIO KYO KUSANAGI!!-.

Jadeante, se sentó pesadamente en el suelo mojado con alcohol. La melodía metálica había finalizado. Y el silencio lo envolvía otra vez. Y escupió sangre por la boca, antes de caer inconciente.

***

"Compone una canción... para mí....".

Se veía borroso. Todo a su alrededor se veía penosamente borroso, y el dolor de cabeza.... mierda! Si ni siquiera había logrado emborracharse, como demonios le dolía de esa manera la cabeza!

"...solo para mí...".

El calor y la humedad...

Iori se sentó pesadamente. Su rostro, su pelo, el suelo... todo cubierto de sangre. El sabor de la sangre, el olor de la sangre, el recuerdo, la sensación.... su pasado.... Todo estaba vinculado con la sangre. Amaba a la sangre. Amaba a la música. Tenía...

Debía hacerlo, debía componer... antes de morir. Porque ya lo había decidido. No podía vivir así. Además, no sería nada deshonroso, sería limpio y justo hasta el final. Aunque tuviera que mentir para ello, aunque tuviera que verlo sufrir si es que lo amaba. Sonrió con algo de pesar, al menos esperaba que todo fuera para bien, aunque no viviera para verlo.

Aunque no viviera para ver el final.

***

-Hace tiempo que no nos vemos, Kyo...-.

La voz grave y masculina de Iori le produjo al Kusanagi un leve escalofrío. Ya lo veía venir, lo sentía incluso antes de que la prescencia de Iori se hiciera tan evidente. Y a pesar de la impaciencia, después de esperar durante una semana al nuevo encuentro furtivo y nocturno, deseaba retrasar el momento lo más posible. Porque se sentía como un traidor después de haber escapado de esa forma tan... cobarde.

-¿Lo crees?- replicó, sin darse vuelta para encararlo. Iori debía estar furioso, seguro. Podría apostar toda su fortuna a que así era.

Un fuego helado y púrpura lo rodeó apenas, era una simple estela oscura. Pero lo sintió como una tierna caricia fría. Sintió el aroma de Yagami en esa llamarada dulce, y solo atinó a cerrar los ojos, sonriendo levemente.

-A mi no me pareció demasiado tiempo...- murmuró Kyo antes de girarse en redondo, para enfrentar a Iori.

Aunque el fuego le hubiera precido dulce y tierno, aunque frío, la expresión de furia en el rostro de Yagami... Era una mescla de odio y asco, un odio casi palpable, que hacía arder los ojos de su amante y oponente. Su alrededor se congeló de repente, hacía frío, ya no había calor. Kyo no evitó pensar en lo peor...

-Será hoy... Kyo Kusanagi...-.

Kyo se mantuvo en silencio, mirando a ese rostro envuelto en las sombras y el odio.

-Esta noche alguien morirá...

Y no pudo evitar creerle.

* * *

Continúa

[ Capítulo 4: End ]

Todos los personajes pertenecen a SNK
"Fire & Fire. Ice & Ice." es propiedad de Lain y
IorixKyo Archive
Octubre, 2002

 

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