Fanfic por Lain
Fire & Fire. Ice & Ice.
Capítulo 4.- ...End...
La confusión aún estaba presente. No podía explicar con palabras lo que en realidad
sucedió, porque ni siquiera las palabras expresaban correctamente lo que vió, sobretodo
cuando las circunstancias fueron tan... anormales.
Kyo, sentado frente a su ventana con los ojos perdidos, estaba sumido en los recuerdos, en
los únicos recuerdos que valían la pena, los únicos que perdurarían a través del
tiempo.
-... por los siglos de los siglos...- murmuró, entre una media sonrisa irónica,
melancólica. Triste. Ya gastada.
Ocultó su cara entre las manos, todo se veía rojo, en las pesadillas, en la vida
cotidiana que ya no era tan cotidiana, mientras hablaba con alguien, mientras comía. El
rojo. Un color que lo seguiría hasta la muerte misma. De sangre. De cabellos que no
olvidaría nunca. De un pantalón que se ajustaba tentadoramente en unas piernas... que lo
seducían constantemente.
Se sentía tan solo, a pesar de que no mucho había cambiado, y a la vez nada volvería a
ser lo mismo. Porque ya no estaba... Iori ya no estaba. El estúpido, único, el
aborrecido y temido Yagami... su amado Yagami se había ido... para no volver. Hacía
frío.
Y fueron sus propias manos quienes, traicionando sus sentimientos y deseos, acabaron con
una luz oscura que sumida entre las sombras brilló más que nada en su existencia, esa
luz púrpura que no olvidaría jamás.
* * *
-Será hoy, Kusanagi. Esta noche alguien
morirá-
Y, a pesar de creerle, a pesar de haber sentido cierta premonición oscura en la carne,
sonrió con desfachatez, burlándose de la seriedad de su oponente.
-Mmh... ya lo creo, pero no será como tú crees. Si bien lo recuerdo, tú caíste
inconciente 'esa' noche en el hotel... ya has perdido contra mí-.
Kyo escupió sangre cuando un fuerte puño se cerró sobre su estómago desprevenido. No
se lo vió venir, no lo esperaba. No era lógico que pasara algo así, cuando lo único
que quería era sentir un brazo ajeno en la cintura y que unos labios se cerraran sobre
los suyos. Ya. Había dejado de cuestionarse todo. Cuando cerró la puerta tras de sí esa
noche decidió dejar el todo por el todo. Todas las cartas sobre la mesa. Ya no más
secretos, ya no más mentiras. Amaba, a pesar de todo, a Iori Yagami. Lo supo más que
nunca antes de huír esa mañana. Lo supo cuando lloró en una plaza cualquiera, por haber
sido un cobarde de los pies a la cabeza. Y creyó, estúpidamente, que todo se teñiría
de rosa, que todo se encaminaría por el camino de 'Final Feliz', cuando interiormente
sabía que eso jamás pasaría.
El final no sería feliz paran ninguno de los dos. Como tampoco el golpe había sabido
delicioso. Como nada en el camino que, contra sus voluntades, habían recorrido juntos
durante mucho tiempo.
Levantándose con algo de dificultad, intentó sonreír... aunque no pudo. Estiró la mano
y solo encontró un frío que helaba el aire, que helaba los cuerpos... y congelaba todo
lo que hubiera sentido anteriormente. Miedo. Odio. Amor. Deseo. Desesperación.
Ya no quedaba nada. El golpe... lo había destruído todo.
-No lo repetiré otra vez, Kyo. Esta noche, alguien morirá... y no será nada dulce, te
lo aseguro- era esa voz tan dura, tan fría, distante, lejana. Kyo vio que toda la ciudad
se tiñió de un negro más negro, de un gris más oscuro, de luces que ya no alumbraban,
que el cielo era un impenetrable manto caótico en un mundo casi muerto. Y lo odió. Odió
a todo el mundo. A yagami. A si mismo. A todos.
Apretó los puños. Apretó los dientes hasta que le dolieron. Y se ajustó la cintilla
blanca que no había olvidado. Sus cabellos ya no molestarían esa noche. No como la
última vez.
-Así que eso es lo que quieres, es lo que deseas- siseó.
Iori, frente a él, sonrió confianzudo. Kyo intentó, pero no pudo descubrir, no pudo
leer esa mirada. Tan oscura, y sin embargo estaba carente de odio. Y no parecía apenado o
abatido. Y no parecía desdichado. Pero había algo. Se insultó a si mismo,
interiormente, por querer al estúpido pelirrojo a pesar de todo.
Y de repente, Iori ya no estuvo frente a él. Y sintió un aliento tibio en el oído, y
tembló. Sintió calor... otra vez, como aquella vez, como esa noche en la calle o en el
hotel. Pero no había fuego. No había nada. Y los brazos le tomaron prisionero, y una
lengua besó, lasciva, el cuello. Y Kyo tembló de placer. Al parecer, nada había
cambiado.
-... eso es lo que deseo...- susurró esa voz.
Y el pecho le dolió... mucho.
* * *
Aún conservaba la marca. Tenía una
cicatriz reciente en el pecho que le recordaba insistentemente la última batalla. La
tocó. Sus yemas sintieron la dulce tibiez que manaba de la piel a pesar del frío. Toda
la habitación, la gigante y aborrecida habitación, estaba helada. El cielo seguía
negro, más negro que nunca. Solo la luna brillaba, a lo lejos, como diciendo que aún
había algo, aún estaba vivo. Pero era tan lejano el resplandor...
Y, sobretodo, tenía miedo. De lo que el futuro le tenía preparado. De lo que sería de
él sin las luchas, sin la emoción antes de cualquier combate que le hacía, por unos
instantes, sentirse vivo, como si ellas le dieran la razón para vivir. Tenía miedo de lo
que le pasaría a todo su ser tras la eterna ausencia de Iori. Porque habían permanecido
demasiado tiempo juntos.
Y la última pelea, la decisiva que tuvo que llevarse a cabo justo en su generación,
rompió las cadenas que los unían.
Y la muerte destrozó toda la vida.
No quería vivir más, pero debía hacerlo. La canción de Iori se lo ordenaba, le instaba
a que viviera hasta el final. La canción. Lo que le había pedido. El legado de Iori. La
carta final. Un trozo de papel con la caligrafía de Yagami era más de lo que aparentaba.
Lo significaba todo. El futuro, el presente.
-Aunque... no sirve para nada...-.
No sirve para aliviar el dolor. No sirve para entibiar el vacío que me rodea. No sirve
para nada, salvo... quizá... me empuja, me guía por un camino nuevo, sombrío, oscuro e
invisible para mis ojos. Unos ojos que ya no quieren ver. Que se han dado por vencidos...
* * *
-¡No te comportes como una niña, Kyo!-
exclamó Iori, furioso. Kyo, durante los últimos minutos, se había dejado golpear, una y
otra vez, sin siquiera levantar un brazo para defenderse.
¿Es que acaso no entendía? ¿No comprendía que era la última? Todo, todo lo que
quería era tener la última pelea, la última, la inolvidable, y llevarse el recuerdo a
la muerte. Quería que fuera inolvidable, que opacara todo lo demás. Pero Kyo... se
negaba a pelear. Hasta que vió el resplandor del fuego escarlata. Sonrió. Era el
orgullo, el interminable orgullo de los Kusanagi, lo que lograba que un mísero cuerpo
casi sin vida se levantara una y otra vez. Como el Fénix que se levanta de entre las
cenizas y que envuelto en fuego resulge con toda la magnificencia que creía perder. Kyo
era ése Fénix. Su Fénix. El ave del fuego brillante y eterno, ésa ave que no puede
estar en cautiverio por más que compartan un fuego o un amor, por más que hayan nacido
para vivir... juntos. No. Kyo no podría sobrevivir así, moriría, entre sus garras
manchadas de sangre. Y él estaba dispuesto a pagar con sangre y con vida para que el
calor de su ave no se extinga jamás.
-¿Es ahora cuando piensas pelear en serio? Ya me estaba cansando de esperarte,
niñita...-.
Sin duda le dolía verlo así. Y a la vez le causaba un gran placer. Siempre fue así, y
por lo visto seguiría siendo así hasta el último momento.
-¿Qué.... qué era lo que... buscabas de mí?- preguntó Kyo, entre jadeos de dolor y
fatiga. Tocando con las manos el pecho ensangrentado, sintiendo plenamente el dolor.
Mentiras.
-¿Acaso no lo sabes?- apoyó las dos manos sobre las estrechas caderas- Digamoslo así...
la otra noche, ésa noche, se convertirá para mí en el recuerdo más memorable en lo que
respecta a tu vida, porque sin duda eres mejor en la cama de lo que eres peleando. Si
hasta te comportas como una niña ahora, así lo hiciste en el hotel!-.
Mentiras para encubrir una verdad demasiado grande para la escasa comprensión cegada por
el dolor. Mentiras que dolerían por siempre. Mentiras que valdrían la pena para lo que
resultara después. Mentiras que intentaban proteger... a pesar del daño.
-¡¡¡MALDITO!!!-
-¿Tu orgullo está destrozado? ¿O acaso piensas pelear en serio esta vez?-.
¿Acaso todo fue un engaño? ¿Acaso el Iori dulce y suave que conocí aquella noche...
fue simplemente la ilusión de lo que yo deseaba que fuera? Vi más allá de lo que era la
realidad, me interné en un mundo de fantasías... aguardando que todo lo que deseaba
fuera realidad. Esperando flotar por siempre en el universo de la dulce mentira...
* * *
Fue en ese momento cuando el caos se
desató. No supe bien qué fue lo que sucedió después, cada vez que intento acudir a mis
recuerdos buscando algo nuevo... todo se vuelve confuso. El odio, la aberración, el
sufrimiento... aún los siento con demasiada intensidad. Aún están presentes, no me
abandonan. Y el amor. El amor que, insistente, me recuerdan su sonrisa, sus ojos. ¡Si
hubiése visto bien! Estaba seguro que la última noche... estaba seguro que sus ojos
ocultaban algo, algo muy importante. Algo de suma importancia. Y eso era el miedo, la
desesperación, la pena. Todo eso junto, oculto en sus cambiantes pupilas, enterradas por
completo bajo la máscara de odio irracional, bajo el manto de la ironía y el sadismo.
Porque Iori es mucho más que eso. Aprendí a verlo bien. Aprendí a transpasar una
barrera inquebrantable, que irguió tras muchos años. Fui capaz de entenderlo, y cuando
lo hice, lo perdí.
La ventana abierta deja entrar el viento. Los murmullos apagados de una ciudad despierta,
dormida, opacada por los sueños. Todo parece tan carente de algo. El todo ya perdió el
significado. Tras su muerte, todo lo que para mí vivía, murió. Él era la razón de mi
existencia, el porqué de mi crianza tan peculiar. El era el todo. Y por una noche. Por
esa fatídica noche. El todo se volvió a nada. Ya no queda nada. Un espacio vacío ocupa
un lugar en mi espacio...
* * *
Una sonrisa sádica, entre el dolor, el
sufrimiento, el cariño.
-Al fin te comportaste como un hombre... Kyo...-. Iori escupió sangre. Más sangre. Tanta
sangre...
Las enormes manos de Kyo, tras un golpe sumamente desesperado, desgarraron la pared de
músculo en el pecho de Iori, transpasando el cuerpo. Entre sus dedos caía sangre a
montones, el eterno río de sangre, pedazos de carne colgando de entre sus uñas cortas.
Sangre en el suelo. Sangre roja, oscura y bizcosa en su cara, la sangre que escupió
Yagami para él. Sangre que bañó el suelo que pisaba. Y el fuego tierno casi, de Iori,
que se expandía por todo su brazo, arrastrándose débil por su cuerpo, inundándolo de
un tibio calor. Era el amor de Iori.
-... a--ahora el... el círculo-- se ha...-. Era como si cada palabra le quitara más
vida. Entre jadeos sufridos partía una voz tan... diferente a como Kyo la conocía. Era
una vocecita pequeña, toda la antítesis de lo que otrora hubiera sido, tan potente,
resonante, llena de autoridad.-... cerrado... ya no-- queda nada...-.
Es que ni siquiera Kyo sabía con exactitud qué había pasado. No supo lo que había
hecho, solo sabía que las palabras de Iori lo lastimaron mucho más que sus golpes. Y que
por una fracción de segundo el odio fue tan grande... tan grande. Todo se nubló, todo
dejó de girar. No tuvo poder sobre su cuerpo furioso, no tuvo el autocontrol necesario.
Y... con unas manos manchadas...
-No! No hables! Quédate quieto, iré... iré por ayuda! ¡¡Iori!!-.
Arrancó con desesperación su mano del cuerpo ajeno, con violencia casi, lleno de
pánico. Todo lo que siempre había amado tarde o temprano se había ido, esfumado,
muerto. A pesar de la nada, todo se repetía. A pesar de que un cículo de pasado infinito
se había abierto por fin, aún quedaban muchos otros caminos cerrados que recorrería una
y otra vez, los mismos caminos... Iori. Con Iori era siempre lo mismo, pero a la vez
diferente. Pasaron siempre los años, años en los que él pensó que nunca tendría fin,
aquellos tiempos en los que deseaba con toda el alma que Iori estuviera bien muerto, antes
de conocerlo. Creía que si Iori moría podría ser libre, como lo había sido cuando era
pequeño. Pero aprendió a abrir los ojos, y la sensación de libertad se esfumó. Un
camino que veía libre, que creía libre y eterno como el lejano horizonte, se cerraba
ante la verdad, mostrando un nuevo cículo. Iori había sido, en definitiva, ése
horizonte. Y ahora lo perdía. Y sus manos lo habían matado.
-... siempre-- supiste qu-- e yo... yo te am...-.
Y ya no salió suspiro alguno. No más vida. Un cuerpo muerto y desangrado en medio de la
negra noche, rodeado de un fuego dorado y tibio.
Un cuerpo moldeado a golpes rodeado de tibias lágrimas.
END
* * *
N. de Lain:.... el final..... no es lindo? ^_~. Esta nota seguro será un
poco más larga que la primera (al ser la última).
Más tarde he de escribir una pequeña continuación, una especie de prólogo o algo
así.... quizá la trama no transcurra tras la muerte de Iori. Tal vez esté contada por
el mismo Iori antes de morir... no sé~. Como se darán cuenta, cuando escribo cambio de
hablante cada tanto, y creo que eso puede resultar algo confuso ^^u. Ya será, algún día
de estos~....
Gracias por leer el fic, me siento honrada.
Atte. Lain.
* * *
Todos los personajes pertenecen a SNK
"Fire & Fire. Ice & Ice." es propiedad de Lain y
IorixKyo Archive
Noviembre, 2002