Fanfic por Lain
Fire & Fire. Ice & Ice.
Capítulo 2: The Moment
El fuego iluminó durante segundos la oscuridad aplastante, hasta el punto en el que la
noche no pareció noche, más bien un pequeño amanecer. Casi como intensos fuegos
artificiales. Un espectáculo pensarán algunos, un incendio pensarán otros. Ninguno
imaginaría por ningun motivo, ni en ningún momento, que dos fuerzas anormales, colosales
y sobretodo conocidas, entablaban una supuesta pelea callejera. Una como tantas otras,
como miles anteriores. Pero siempre tan diferentes, parecidas siempre a la primera.
Explosiones retumbaban, se podría decir, en todo el Japón. Los que luchaban, ellos que
alguna vez salvaron al mundo de la destrucción... sus conocidos creerían que lo
destruirían con sus propias manos... o fogosos temperamentos.
Desde la última palabra mencionada, antes de que del fuego se pasase a la explosión,
sólo transcurrieron segundos. Segundos simples y eternos, de movimientos casi invisibles
a la vista normal, promedio. El fuego dorado, el fuego púrpura, complementándose,
juntándose para luego desaparecer en el aire, siendo tragados por el olvido.
Y lo mejor, a pesar de tremendo esfuerzo físico y mental, después de tanta
concentración, no partían jadeos de ningunos de los labios tensos. Sólo, simple y
llanamente, sonrisas sardónicas. El fuego que no quema. Un fuego helado. Un fuego
intenso. Un fuego penetrante, ardorosamente frío y pasional.
-Sabes, esto está demasiado emocionante- comentó Kyo, sus manos en los bolsillos de su
campera de jean. Sus cabellos castaños se mecían frente a sus ojos, había olvidado
llevarse su inseparable cintilla blanca. Parado, en una pose como diciendo "al diablo
con el mundo....", con su vista clavada en aquellos írises dorados, o rojos. Quién
sabe.
-Masoquista de mierda...- respondió Iori, con un intento de risa que murió al instante.
Su rostro imperturbable, su pose arrogante.
Tan diferentes y tan iguales....
-Mira quién habla!-.
No hubieron más palabras, ya habían descansado suficiente. La luna llena era testigo de
un extraño amor, de una forma intrincada, enredada, de espinas y pétalos. Rebosante de
austero sentimiento verdadero.... o todo lo contrario, tan inmenso imposible de describir.
Un extraño amor que nació hacía generaciones pasadas, con sus raíces demasiado
alejadas del presente. Quién sabe...
Nuevos movimientos, nuevas tácticas de ataque, improvisadas con una risita, con más
explosiones, más gritos y más creencias de desconocidos. Kyo atacó de frente, su puño
frente a su rostro, encendido cual cerilla. Ese brillo alocado dedicado a Iori, siempre a
Iori, un brillo que Yuki desconocía. Un brillo especial para una persona especial. Un
brillo para el amor prohibido. Pretendía lanzar un golpe directo al abdómen bien formado
de su hermoso oponente. Quizá fue éso lo que creyó Iori, y si ya lo sabía de antemano,
cualquiera lo creería un buen actor.
Kyo con sus rápidos movimientos, apagó su llama, y todo quedó en silencio, en quietud.
No servía de nada, él lo sabía muy bien, pero era divertido. Iori sabía a la
perfección cuáles eran y cuáles serían sus próximos movimientos, llevaban así
demasiados años. Estaba tras suyo, sentía la respiración de aquel intento de héroe
fallado en su cuello.
Y la llama se encendió. Nuevamente.
Fue el dolor punzante en la espalda del pelirrojo lo que le hizo actuar, quebrar la
quietud en el que se encontraba preso, perdido. Llevado por la respiración de Kyo.
Fue el dolor punzante el que lo obligó a caer de rodillas, su fuego único, lo que le
pertenecía por una herencia casi nada deseada, manó de su cuerpo y se expandió.
¿Habría petróleo a su alrededor? El callejón se prendió fuego.
-Ah ah... así no se juega- gritó Kyo, desde la cima del más alto edificio derruído .
La luna tras de sí, su luz que parecía manar del cuerpo del luchador. Tan angelical, y
demoníaco.
-Ja! Ahora hay reglas?- le respondió Iori en un grito, mientras se ponía de pie.
Sacudió la tierra de su costosa ropa. Y sin aviso se largó al ataque. Saltó.
Saltó y llegó a la cima del edificio, junto con su eterno rival. Sólo ellos dos.
Siempre ellos dos. Eternamente. La imágen se congeló durante unos segundos, nada se
movía, las miradas se habían encontrado. Los dos, al unísono, tuvieron cierta
sensación de Deja Vu. Algo el las pupilas del otro le resultaron tan familiares -siendo
algo obvio después de tantos encuentros-. Pero no, era un sentimiento más antiguo, más
allá de la comprensión humana... fue El Momento. Cuando los lazos que los ataban
estuvieron más presentes que nunca, casi visibles. Casi palpables.
La sonrisa malévola y la mirada desafiante. Fue lo único que hizo falta para que todo
quedase atrás.
Y la lucha continuó, durante horas. Habían pasado tres semanas desde su último
encuentro, y con esa lucha cuerpo a cuerpo, desquitaban todo lo que habían retenido. El
enojo y la frustración, la ansiedad..... Esas peleas eran para ellos dos, en especial
para Iori, tan efectivas como el mismo sexo. Tan purificante. Tan dulcemente salvaje. El
instinto de lucha, siempre presente hasta en los humanos más mansos. Algo inevitable. Tan
excitante. Sumamente necesario... para ambos. Los encuentros furtivos en las noches eran
la compensasión por una niñez que nunca fue. La ausencia de las luchas entre ellos era
algo que no podrían llegar a aceptar. El estar uno frente a el otro, los músculos bien
tensos, aguardando, era algo no inconcebible.
Ah, que darían para que la pelea durase para siempre, una vez que rodaban por el aire, el
fuego rodeándolos. Siendo felices a su manera. Amando a su manera.
Ah, al final, no resultó ser un castigo tan malo haber nacido, con esa sensación de Deja
Vu comprendieron lo mucho que disfrutaban aquellos golpes. ¿Masoquistas? Tal vez si, tal
vez no.... Quién sabe.
Después de cuatro horas en movimiento estaban exaustos. Jadeaban como nunca antes....
nunca antes, al menos, habían estado luchando por cuatro horas consecutivas... eso era
cosas de locos. ¿Estaban locos? Dios es testigo de que sí lo estaban.... o, se podría
decir, estaban cuerdos a su peculiar forma. ¿Quién discutiría esa cordura, si ya desde
pequeños llevaban una vida extraña? Un pasado que volvería paranoico a cualquiera.
-¿Hace cuánto...?-
Iori no respondió. El tiempo no era demasiado importante. Estaban ahí, éso era lo
importante. Kyo comprendió, sin necesidad de palabras, y por ello no insistió.
Tiesos como estatuas. Otra vez. Ése sería el movimiento, el último y decisivo. Quien
perdiera el control de sus movimientos, perdería. Y Kyo no estaba dispuesto a dejarle
ganar. Cuando comenzaron, se había hecho una apuesta a sí mismo. Y ganaría, ganaría,
porque si no lo hacía, su deseo moriría por su estupidez. El sonido de un disparo fue el
detonante. Desaparecieron. Otra vez. Con su gran porte, con su mirada psicópata, y su
fuego opaco y brillante, Iori se encontró a las espaldas de Kyo. Respirándole en la
nuca. Invertieron los papeles, Kyo tembló de placer. Bajó sus párpados y aguardó al
dolor. Y llegó, tan frío y caliente en su flanco derecho. Aún así no gritó, estaba
acostumbrado tanto a ese dolor, estaba acostumbrado a ese tipo de ataques. Cayó de
rodillas en el pavimento cubierto por cenizas. Sus pantalones impecables, chamuscados y
cubiertos de cenizas. Ah, el alarido que pegaría su madre en la mañana, al verlo entrar
por la puerta delantera, como... un muerto.
Y el fuego dorado resulgió de su cuerpo, al igual que Iori horas atrás. Y la explosión
hizo temblar el suelo, estremeció la tierra.
-Ah Ah, así no se juega.....- murmuró el pelirrojo, tras de Kyo.
El muchacho sonrió con sus ojos cerrados. Si, tan diferentes....
-Je, ahora hay reglas?- susurró.
Los dos fuegos encendieron todo lo que les rodeaba, estaban encerrados en un espectáculo
de púrpura y brillante. Ahora ninguno de los dos podría escapar, tendrían que
terminarlo en ése momento, sin distracciones, ni mucho menos con excusas. Y comenzaron a
pelear, ahí dentro, de lo que podría ser conciderado como el mismo infierno en vida. Ja,
el infierno....
En un parpadear, Kyo se posicionó frente a Iori, sus rostros casi tocándose. Iori
resistió el deseo de besar ferozmente a ese rostro bonito, o deformarlo de un puñetazo.
Las dos opciones sonaban bien. Un ataque frontal... dolería, demasiado. Kyo entrecerró
los ojos, una sonrisa encantadora, casi infantil, formándose en sus labios carnosos,
deseables. ¿Qué clase de ataque era aquel?. Doloroso era, seguro que sí. Era
imposiblemente doloroso.
-Compone una canción...- susurró el chico moreno, de sus manos surgía más fuego
dorado, estrechándo el contacto, sus caderas casi tocando las caderas del pelirrojo.
-Compongo canciones todo el tiempo- respondió divertido, medio extrañado por aquel
comportamiento. ¿Qué heroe se comportaba así?
-Compone una canción....- repitió Kyo, sus caderas tocando descaradamente las caderas
del pelirrojo. Iori no daba crédito de lo que estaba sucediendo, sin embargo, la
situación no era molesta. Más bien era algo... que estaba esperando. Lo que sentía...
no era nada molesto... -... para mí.... y sólo para mí....-.
Ojos cerrados y labios unidos. Nadie entraría a ésa fortaleza que ambos habían creado.
Tan cálido. Habían estado esperando ése momento desde hacía generaciones pasadas y que
ahora, dejado los prejuicios, tradiciones y pudor atrás, daban rienda suelta al
torbellino fogoso del interior. No, no era un roce de labios, dulce, amoroso. Era un beso
con todas las letras, feroz, devorador, que intentaba saciar un hambre infinito, antiguo.
Sus brazos se movían en torno al cuerpo del otro, intentando calmar el fuego interior,
despertando gemidos de placer ardoroso. Con sus manos trataban de cubrir cada centímetro
de cuerpo, como si quisieran grabar todos los detalles con los dedos en extremo
sensitivos. Como si con ello pudieran soportar más semanas de separación, recordando el
sentimiento de aquel beso, de las telas y de la piel.
Iori se dejaba llevar por una situación que no se esperaba, mientras enotornaba sus ojos,
entreabría sus labios para permitir la entrada de una intrusa satisfacción, y sentía
aquellas manos despertando calor en toda su anatomía. Veía con pesado deseo aquel rostro
demasiado conocido, que, con sus ojos cerrados y cabellos castaños alborotados, se veía
tan indefenso. Podría acabar con todo en un instante, pero se sentía tan bien. La
presión en sus caderas, propias y ajenas, la humeda lengua de Kyo recorriéndole toda su
boca, sus brazos en la espalda, el fuego, la calle, todo. Era perfecto. Lo que en secreto
había soñado, a disgusto de él mismo, en sus noches a solas, encerrado con su bajo, con
su música.
Kyo, de la misma forma en que se había pegado al cuerpo de su rival con suma facilidad,
se apartaba de Iori con un rápido movimiento, para quedar a sólo dos pasos. El fuego que
los rodeaba se había desvanecido. El sol quería salir, la luna no quería abandonar el
firmamento. El sol sonreía, no con la pureza y luminicencia propia de un signo del bien,
sino con cierto placer perverso. Había atrapado, en cierta forma, al Yagami más
extraordinario que pudiese haber conocido nunca; veía en los írises dorados la sombra
del deseo, y el auge de más. Y con esa expresión algo confusa e insatisfecha, con los
cabellos rojos alborotados, y su brazo derecho extendido buscando el calor, se veía como
un gran niño desamparado. Como si se le hubiera prometido un dulce que, al dárselo, se
lo quitan sin razón aparente. Quería más, era imposible negarlo.
"Pidelo..." pensó el joven Kusanagi, relamiéndose los labios, encontrando el
sabor del Yagami en su piel.
Iori no se movía de su sitio. ¿Qué hacer? El olor de un Kusanagi en el cuerpo. El fuego
de un Kusanagi en la piel. Un extraño sentimiento en el vasto interior de su ser. ¿Qué
hacer?
"Anda, ruégame!" bramó interiormente. Dios, él también tenía necesidades
que apaciguar!.
Iori bajó su brazo, al costado de su cuerpo como siempre. Bajó su cabeza lentamente,
impidiendo cualquier vista hacia su rostro, oculto entre su pelo y la sombra.
"Vamos, DIMELO!!".
Los amplios hombros de Iori se movían con completa sincronización a su carcajada. Alzó
su cabeza, determinación en su mirada, la sonrisa triunfadora adornando su rostro
inmutable. Una acción vale más que mil palabras, suelen decir.
En una zancada, se encontró directamente frente a su eterno rival, un único brillo
adornando sus ojos bonitos. Sus cejas arqueadas le daban cierto aire retador e
indiferente, un pequeño gran diablo. Mirando hacia abajo, encontrandose con la mirada
devoradora de Kyo, con aquel cuerpo que vribraba con el mero acercamiento. ¿Desde
cuándo....? ¿Qué importa el tiempo? Lo que importa es el presente.
-Pídelo...- susurró Kyo, su ceño fruncido, su vista hacia arriba. Y el fuego en sus
puños.
Iori rió de nuevo. El deseo mezclado con la ira es algo explosivo. Sobretodo dentro del
cuerpo de una persona de sentimientos a flor de la piel.
-¡¡¡Maldito desgraciado!!! ¡¡RUÉGAME!!- gritó Kyo, lanzando un golpe débil al
fuerte pecho de Iori. El pelirrojo contuvo la ira del muchacho frente a sí con un fuerte
abrazo, mientras con la mano mantenía fuertemente asido el rostro de Kyo. Fuego en la
mirada.
-Tranquilo.....- su voz sonó en extremo masculina. Kyo se calló, mas no dejó de
forcejear, a pesar de que sus intentos de derrocar semejante mole se veían como
inútiles. Y al ver de que todo intento de rebelión eran en vano, al minuto se quedó
perdido en aquellos destellos dorados y en el calor del abrazo.-¿Qué te ruegue qué?-
preguntó luego, con una amplia sonrisa. El calor era insoportable.
-Dí que quieres...- Kyo se sonrojó. Hasta ese momento jamás había pronunciado algo
como 'eso', si bien lo había soñado -y muchas veces-, nunca creyó que ese sueño se
concretaría algún día...-... dí que tu me....- el rubor le nublabla cualquier tipo de
pensamiento, la sangre se agalopaba en su cabeza como nunca antes en su vida.
-¿Yo te qué...?- era tan divertido verlo así de rojo, parecía un niñito. Y más aún,
ponerlo en semejante aprieto... aunque al menos, ahora estaba más relajado y no impartía
golpes a distra y siniestra.
-Dí que me deseas- finalizó, si bien no le dijo la verdadera razón de su ataque de ira,
al menos pordía saber si en verdad le era al menos algo atractivo, si al menos el
pelirrojo pensaba en él de vez en cuando. Ah, tan acostumbrado a que las jovencitas le
mirasen con rubor, le preguntaran su nombre y dirección o teléfono, estuvieran siempre
tras de él, y ahora... ahora resulta que siempre estuvo tras otra persona, y que de
cierta forma tomaba el papel de aquellas niñas escandalosas.
-Bien, te deseo, Kusanagi....- respondió simplemente. Como si no lo dijera en serio...
aunque en realidad, era la más absoluta verdad, más de lo que quisiera aceptar.
Y no hubieron más palabras, Iori como animal sediento, tomó con cierta furia los labios
deseables de Kyo. Qué droga más embriagadora! Kyo por su parte creía flotar, no había
dicho toda la verdad, pero al menos sabía que le deseaba. Desde cuándo había comenzado
a sentir algo tan fuerte por Yagami, no lo sabía, ni quería saberlo. Ya, esa era la
verdad, amaba a Iori ¿qué importancia tenía si ése sentimiento hubiera comenzado ayer
o hace diez años, veinte siglos pasados? Allí estaba el sentimiento, y eso era lo más
importante......
* * *
Entre medio de unas sábanas de hilo blanco,
entre el perfume de flores y de la brisa de verano, el sol se colaba por entre las
cortinas azules de un viejo hotel perdido en la ciudad. El cuerpo del pelirrojo resaltaba
entre la pequeña cama, mientras su respiración era lenta y tranquila y sus cabellos
desprendían cierta luminicencia rojiza. Había sangre en algunas partes de la cama,
estaba todo desordenado, la ropa tirada por cualquier lugar. Era todo tan... extraño- El
zumbar de una motocicleta en la calle, y el de la señora barriendo la vereda...
Kyo observaba con cierta ternura el enorme cuerpo que dormía , casi tranquilamente, sobre
aquella enorme cama. Sus sueños más oscuros se habían hecho realidad, era casi como un
sueño, pero cuando despertó, Iori estaba a su lado, durmiendo tranquilo, dejándose
abrazar. Compartiendo el mismo calor, el mismo fuego... el mismo sentimiento... ¿Acaso
sentía miedo? ¿Miedo de que todo saliera bien?
Las cosas nunca habían salido bien, sobretodo en lo referente a ellos dos.
Todo se veía demasiado irreal... quizá todo el hechizo, aquella ilusión, se
desmoronaría... en un segundo, tan rápido como cuando llegó...
Si avisar, con demasiado sigilo, Kyo se deslizaba por la puerta. Y ya en la calle, salía
corriendo... hacia su hogar.
* * *
Continúa...
[ Capítulo 3: Song ]
Todos los personajes pertenecen a SNK
"Fire & Fire. Ice & Ice." es propiedad de Lain y
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Septiembre, 2002