Fanfic por I-chan
Llamas y oscuridad
Capítulo 5.-
El tiempo parecía no transcurrir para el joven Kyo. Desde que había empezado con el lento tratamiento de recuperación, se sentía suspendido en el tiempo. Su falta de visión y de tacto, lo confundían al extremo de no poder ubicarse en el espacio-tiempo.
Además, sus pesadillas, se volvían cada vez más pesadas, fuertes y nítidas. Llegó al punto de sentirse vacío. No le encontraba significado a su existencia, y cada vez que el tratamiento para sus piernas comenzaba, solo podía lamentarse por lo débil e inútil que se había convertido.
No intentó quitarse la vida, solo se concentraba en seguir adelante. La esperanza de que algún día las cosas volviesen a ser normales, era lo único que lo mantenía entre los vivos.
Sus amigos, lo observaban, algunos con pesar, otros con esperanza, otros solo se limitaban a esperar.
Kyo, en más de una ocasión quiso gritarles que lo dejasen en paz. Pero, nunca lo hacía, porque sabía que sería injusto con ellos. “Solo están preocupados... No puedes culparlos por eso, tu también lo estarías”.
Pero lo que más le sorprendía, era como personas que creía conocer se mostraban de otra manera ante él. K’, es un claro ejemplo de ello.
El joven de tez morena, ahora lo visitaba con frecuencia. Al principio, sus encuentros se limitaban a extraños momentos de incomodo silencio. Aunque con el tiempo, esta persona (que Kyo siempre encontró un poco pesado, pero no menos interesante) comenzó a hablar de lo que fuese. El clima, descripciones, historias, cuentos, lo que sea, era motivo de conversación.
En ocasiones, Kyo le hablaba de “X” historia de “X” autor, y para la próxima vez que se veían, K’ ya había leído el libro y estaba más que dispuesto para comenzar un debate sobre literatura.
Ese cambio, a Kyo le resultaba agradable e inclusive alentador. Le emocionaba el hecho de que una persona pudiese cambiar tanto, y conocer un lado más tranquilo de K’ era emocionante.
Claro que K’, no era el único que lo visitaba, Benimaru y Shingo, cometían actos de infiltración en el hospital a horas inhóspitas de la madrugada. Esos eran los momentos más graciosos en los días que Kyo pasó en el hospital.
Benimaru, siempre el loco histérico, se las arreglaba para contrabandear cajetillas de cigarrillos. Los cuales, entre risas, chisten, e inclusive una que otra botella de vodka, se terminaban ante la miraba asombrada pero a la vez desaprobadora de Shingo.
Obviamente, más de una ocasión estuvieron a punto de ser atrapados por las enfermeras. A lo cual, el siempre alegre, y un poco borracho, Benimaru les ofrecía tal cantidad de dinero que se quedaban calladas (o participaban dependiendo de los ánimos, o el nivel de seducción que emplease Beni.
Hubo veces en las que Benimaru y K’ se cruzaban, lo cual conllevaba a largos momentos de silencio mortal. Kyo disfrutaba secretamente de esos encuentros. Era en momentos como ese en los que podía palpar la tensión y la energía del cuarto. Casi podía verlos, podía vislumbrar sus figuras llenas de energía. Simplemente le encantaba.
Lo único que realmente confundía a Kyo, era la ausencia de Yagami en toda ocasión. Supuestamente, Kyo ahora le pertenecía por derecho, pero en ningún momento había aparecido para reclamarlo. En ocasiones, creía sentir su presencia, pero cuando pensaba que sabía donde se encontraba, esta desaparecía sin dejar rastro. La situación lo exasperaba, lo hacía sentir muy impotente.
En varias oportunidades, le preguntó a Maekawa si sabía algo. Y éste, solo se limitaba a decir: “Kyo-san, usted por el momento no se preocupe por esas cosas, solo debe interesarse en recuperarse”. Claro que, cuando le llegaron rumores de que fiestas orgiásticas se desarrollaban en su habitación, dejo de hablarle por una semana. No lo culpó, pero más de una vez estuvo tentado en decirle a Benimaru que lo invitase a las fiestas (“Solo para ver su reacción..” se decía).
Era extraño, pero solo esos momentos de distracción parecían calmarlo. O al menos, distraerlo.
Pasó un mes en tratamiento, tratando de recuperar su sensibilidad y movilidad en las piernas. Mientras que los doctores le revisaban los ojos de cabo a rabo. Tiempo decían. Solo el tiempo podría sanar la contusión que provocó la pérdida de su vista y parte de su memoria.
Fue en una de esas tardes de entrenamiento en la que Iori finalmente se dignó a aparecer. Aunque el nunca se diese cuenta, o nunca lo dijese.
AREA DE RECUPERACIONES- GIMNASIO
Kyo, se esforzaba todo lo que podía. Pero el idiota del instructor, seguía presionándolo más allá de lo que los médicos habían marcado en su ritmo. Tenía unas poderosas ganas de patearlo. Si, por muy extraño que sonase, quería patearlo. Todo porque el tipo no dejaba de hablar de que su familia provenía de un clan muy reconocido, cuyo ancestro fue miembro del Shinsengumi y otras tantas porquerías.
—Debe entender Kyo-san, que mi ancestro, Sanosuke Harada, fue un gran hombre. Y en esta época de corrupción, los de mi familia nos vimos obligados a tomar puestos de trabajo patéticos para nuestra posición político-social...—Y así seguía su discurso. Con una que otra interrupción, para indicarle a Kyo que no se quejase, que en su familia habrían soportado eso y más.
—¿Podría... callarse... por un momento?—Ya estaba harto. El sujeto resultaba más pesado que Shingo cuando consumía excesos de azúcar.(Sugar-high Shingo. Similar a un Orochi Iori, en cuanto a lo mortal)
—¿Es que acaso le molesto?. Si solo estoy intentando relatarle una historia amena...—el tono de reproche era similar a un niño de preescolar.
—Disculpe, pero... es que me resulta difícil... concentrarme...
—¡Oh!, disculpe. No me di cuenta que lo distraía.—El hombre comenzó a refunfuñar.—Discúlpeme, iré a tomar un poco de agua.
—Como quiera....
El hombre lo dejó allí, en la camilla. La mente de Kyo comenzó a divagar por todos sus recuerdos. Extrañaba mucho a Yuki, su sonrisa, su aroma, su risa, su presencia. Le costaba horrores poder armar una imagen mental de ella. No podía recordar su rostro, y eso le provocaba miedo. De hecho, no podía recordar nítidamente el rostro de ninguno de sus amigos o enemigos. Exceptuando talvez a Orochi y a Iori, cuyas figuras eran siempre protagonistas de sus pesadillas.
Tenía miedo de estar olvidando, porque podría olvidarse de si mismo. Ese era su mayor miedo. Perderse, su identidad, sus recuerdos, sus amigos. Se sentía muerto en vida.
Sintió que alguien tomaba su pierna, y que cuidadosamente la movía. Kyo, al principio confundido, creyó que era el mismo estúpido instructor, así que no le prestó atención. Pero le llamó la atención la ausencia de la charla. Aunque estaba agradecido,le gustaba el silencio.
Lentamente, fue esforzándose más y más. No sabía bien por qué, solo se sentía repentinamente rejuvenecido y lleno de energía.
Sus sentidos se vieron severamente amplificados. Los olores, las sensaciones en la parte superior de su cuerpo, y los sonidos, estaban magnificados. En un principio, el choque de todas estasnuevas experiencias, fue demasiado, como pasar de una habitación tapiada a una hecha de vidrio. Pero, mientras más se acostumbraba, se sentía mejor y lleno de vida.
La mano del instructor, comenzó a masajear los músculos de ambas piernas. Sus movimientos, pudo percatarse Kyo, eran medidos y meticulosos. Todo parecía demasiado perfecto. Este hombre, comenzó con los ejercicios con perfecta precaución. El chico, un tanto obnubilado por todo el nuevo panorama, fue receptivo y de reacción admirable.
Su mente, comenzó a registrar toda la información, o más bien las características de este hombre. Obviamente, no se trataba de la misma persona, este hombre, poseía dedos largos finos, y al mismo tiempo callosos. Su agarre era fuerte, imponente, pero a la vez cuidadoso. Y su aroma, que era lo que tal vez más llamaba la atención, era una mezcla tan familiar, que le dolía. El aroma era el del fuego, cenizas, pero al mismo tiempo, el dulce aroma de las maderas chinas. Y solo había una persona que el conociese con ese aroma...
“ ¿Yagami...? ¿Cómo no me di cuenta antes..? ¿Pero será realmente él...? La presencia es la misma, pero hay algo que no concuerda... ¿Qué tal si...?”
Fue en ese momento en el que Kyo, decidió jugarla de niño inocente.
—Disculpa... dime ¿cuál es tu nombre?.—“¿Me contestará mal...?”, una pequeña sombra de aventura se cruzó por la mente de Kyo. Hacía mucho que no sentía la adrenalina en su cuerpo, y fue allí cuando se dio cuenta que podía sentir un mínimo de dolor en sus piernas.
—Katsuya...—La voz que le contestó, lo dejó intrigado. No era la de Yagami, al contrario, sonaba muy ajena a la de Iori. Era un tanto más dulce, no profunda. La voz del pelirrojo, siempre se caracterizó por calarte los huesos en cuanto pronunciaba tu nombre.
—Que bueno que te tengo de instructor.... El otro se merecía una mordaza.—Kyo, no sabía como tratar con esta persona. Porque, 1: Aparentaba tener el mismo nivel de comunicación de una papa, 2: Su presencia lo ponía nervioso, aunque le agradase, y 3: Porque no sabía como verlo. No podía hacerse una imagen mental de él.
—Nunca hablé con él, pero he escuchado suficientes testimonios como para mantenerme alejado.
—La verdad, nunca creí que existiese alguien tan orgulloso de su familia.
—Hay personas y personas. Tu eres de los Kusanagi, ¿no?.
—Ya no... Prefiero no tocar ese tema...
—Como quieras
Pasaron varios minutos en silencio. Kyo se sentía extraño. Este “Katsuya”, era muy similar a Iori, pero al mismo tiempo distinto.
Durante los ejercicios, tuvo varios momentos de dolor que amenazaban con hacerlo gritar. Pero Katsuya, se las arreglaba para sacarlo adelante. No le decía palabras de aliento, en realidad lo retaba a superarse. Eso lo ayudaba mucho más que todo lo que le decían los médicos. Era extraño, pero en un sentido retorcido, agradable.
Para cuando terminaron con los ejercicios, Kyo estaba más que cansado, se sentía destruido, pero a la vez renovado.
Katsuya, lo puso en la silla de ruedas, y suavemente lo llevó al jardín. Era la primera vez desde que había entrado en el hospital que lo dejaban salir.
Afuera, el clima era frío y húmedo. Pero, su instructor se había encargado de abrigarlo lo suficiente.
Una vez fuera, lo llevó bajo unos árboles. Podía sentir como leves copos de nieve comenzaban a caer, y como el viento soplaba entre la copa de los árboles.
—¿Katsuya...?
—¿Hn...?
—¿Podrías describirme como se ve...?
—¿Cómo se ve...?—el instructor por un momento pareció descolocado. Suspiró suavemente y comenzó a relatar.—El cielo se ve como si estuviese cargado..., da la sensación de que podría caerse sobre nosotros en cualquier momento. El suelo, está cubierto con una fina película de escarcha, si se observa bien, se puede ver leves tonos de verde y marrón.... Los árboles se ven preciosos, parecen estar congelados en el tiempo, como esperando algo... Se puede ver todo el hospital desde aquí, parece haber sido puesto allí como un adorno, pero da la sensación de estar descolocado con respecto al resto del escenario....—Kyo escuchaba atentamente, se formaba una imagen mental de todo lo que la voz le relataba. Y cuando terminó, hubo silencio, del tipo que es acompañado por un largo proceso de meditación.
Contemplad, aquí me encuentro
Rodeado de oscuridad
Abandonado por el mundo
Mostradme la salida
Me he perdido
¿Quién será capaz de llevarme a casa?
No conozco la verdadera paz
He sido abandonado
¿Quién me ayudará?
Lo he perdido todo
¿será alguien capaz de mostrarme la salida?
La oscuridad es muy profunda
Y yo tengo miedo
Mucho miedo...
Aunque un tanto improvisado, el poema que expresó Kyo parecía ser muy ajustado a su realidad. Tal vez, demasiado ajustado.
—Espero que el poema no haya resultado muy pesado para ti...—se sintió observado. Eso lo incomodaba. “Debería haberme quedado callado...”—Gracias por la descripción...
—No importa. Ese poema..., ¿lo acabas de inventar?
—Suelo improvisar muy seguido... Aunque también suelo olvidar todo lo que improviso.—rió como colegiala. Estaba nervioso, era la primera vez que le recitaba a alguien un poema de su autoría.
—Eres bueno, para ser un principiante.
—Gracias...
No hablaron más, se limitaron a regresar al hospital. Kyo se sentía en un conflicto. Sentía que había metido la pata enormemente. Katsuya, le quitó la ropa extra, y con cuidado, lo recostó.
—Tus poesías... ¿las escribes, o las dejas en el aire?
—¿Huh?, hn.... La verdad es que solía escribirlas en un cuaderno. Probablemente siga en mi departamento. Aunque creo que ahora, no podría escribir mucho...
—No necesitas ver para escribirlas.
—¿De qué hablas?
—Díctalas. Tú me las dictarás, y yo las escribiré.
—Pero.... Escucha Katsuya, no quiero ser una molestia. Y tu ya me has ayudado lo suficiente....
—Eso lo decidiré yo...Kyo.
Y sin decir más, el instructor se retiró, dejando a un muy confundido Kyo.
“Rebobinemos. Tiene el mismo tipo de presencia que Iori, pero su trato para conmigo es muy diferente. Me tranquiliza, pero a la vez me incomoda. Me siento en confianza con él, aunque no sepa quien demonios es. Su voz me parece la de un niño, totaly completamente diferente a la de Yagami. Y... no sé... Parece conocerme bastante bien... Y técnicamente, terminé haciendo lo que el quería... ¡Un momento!... yo no le dije mi nombre... y aún así... el no era mi instructor encargado... Y el parecía no conocer al otro instructor.... Aquí hay gato encerrado...”
Miles de pensamientos azotaron su cabeza, pero tanto movimiento lo tenía cansado. Finalmente cayó presa de un sueño intranquilo. Y las pesadillas volvieron a comenzar...
Mientras tanto, en otro lugar del hospital, cierto pelirrojo esperaba al Doctor Maekawa para hablar.
Se lo notaba de un extraño humor. Contento me atrevería a decir, claro que eso queda entre nosotros queridos lectores. No quiero morir tan joven.
—Ahhh, Yagami-san. Estuvimos observándolos, realmente, su presencia, aunque disfrazada a ayudado al joven Kyo notablemente.
—No tengo deseos de lidiar con sus jueguitos. Solo limítese a decirme como va evolucionando su caso.
—Bien bien... La verdad es que hasta ahora lo dábamos por perdido, pero como dije antes, su presencia lo ha ayudado mucho. ¡Han logrado en una tarde, lo que nosotros no habíamos conseguido en un mes!
—Eso demuestra lo patéticos que son...
—O lo importante que es su presencia para él
—Si le gusta su vida, le sugiero que se guarde sus comentarios.
—Perdone usted... De cualquier forma, va a ser necesario que siga jugando el papel del callado Instructor Katsuya. Es posible que, si siguen como hoy, en unos días el joven Kyo pueda comenzar a caminar.
—Eso lo veremos, mañana a la misma hora.
—Bien señor, hasta mañana.
Iori, se retiró con cara de pocos amigos. Pero, graciosamente, podía sentírselo feliz. Claro está, que ni el mismo entendía bien el por qué de su felicidad.
“Si Kyo supiese que estoy empleando parte de mi energía para estabilizar la suya...”, pensó con humor.
Y en varios momentos, se recordó mentalmente el ir al departamento de Kyo, y buscar el dichoso cuaderno.
Lo divertido, fue que no regresó a su morada. En realidad, de manera casi inconsciente, terminó en el lo que fue en una época el hogar de Kyo.
Entró como gato, romper la cerradura de la puerta no fue ningún problema. Y moverse sigilosamente era un juego para él.
Conocía el camino a ese lugar mejor que la palma de su mano. Y las pocas veces que había entrado, habían sido con el objetivo de cuidar de un Kyo herido. Ya sea por sus combates, o por un tercero, Iori siempre estaba allí para hacer de cuidador.
Esos recuerdos le molestaban, porque le demostraban lo débil que podía llegar a ser.Caminó con cuidado. A pesar de que Kyo no vivía allí, eso no era motivo para confiar. Cualquiera podría haber entrado en ese último tiempo.
Recorrió toda la sala de estar, observando con detenimiento cada una de las fotografías de las paredes. Fotos de los torneos, lo que parecían ser días en el parque, momentos en la escuela, parques de diversiones, zoológicos, etc.
Pero de entre todas, hubo dos que le llamaron la atención.
La primera, era la de un Kyo de mas o menos 10 años. Sonreía a la cámara con ese aire de inocencia que siempre lo caracterizó. Llevaba puesto una espacie de manto negro, como si se tratase de uno se esos personajes de sectas en películas viejas. Y en sus pequeñas manitas, teníaun espejo negro. No reflejaba nada, e incluso, parecía ser hecho de la oscuridad misma. El marco le llamó mucho la atención. Porque parecía una luna, hecha a base de ribetes plateados, pero al mismo tiempo, parecía tener una serpiente. Es difícil de explicar, y Iori por algún motivo ajeno a él, desvió la mirada. Algo le asustaba de ese marco, de ese espejo. Y el hecho de que Kyo lo estuviese sosteniendo con esa naturalidad e inocencia, lo sacaba. Secretamente, le aterraba...
La segunda, le causó sorpresa. Era una foto de él mismo. En la fotografía, el estaba en el parque, y por lo que se veía, era una tarde de invierno. Se encontraba recargado en la barandilla del lago. Su expresión era ausente.
Lentamente, sacó la foto de la pared, y la miró con mayor detenimiento. Recordaba esa tarde, pero que el supiese, en ningún momento se había cruzado con Kyo. Ni siquiera lo había sentido.
La dio varias vueltas, y en la parte de atrás del marco, encontró lo siguiente.
Los enemigos
No son los que odias
Son los que amenazan las cosas que amas
Por eso no te odio
Te respeto
Te admiro
¿No sería bueno conocernos?
Quisiera que mirases un poco
Así entenderías
Que las cosas
No tienen por qué terminar mal
La poesía dio varias vueltas en la mente del pelirrojo. Nunca se había a analizar que era lo que Kyo realmente sentía por él. De hecho, siempre creyó que Kyo lo odiaba. Pero resultó ser muy distinto. No pudo evitar sonreír. Tal vez el interpretar al instructor Katsuya, no fuese tan malo después de todo.
Volvió a dejar la fotografía en su lugar. Claro que antes de guardarla, memorizó el poema.
Regresó a su misión. No tenía ni la más remota idea de cómo sería el bendito cuaderno. Así que tuvo que revisar libro por libro, mueble por mueble, todo el maldito lugar.
Después de unos 25 minutos de estar revisando la pequeña biblioteca de la sala de estar, se dirigió al dormitorio del joven.
Para Iori, esa habitación era la fuente de un gran caudal de recuerdos. Siempre que entraba, era recibido por la figura de un Kyo herido y durmiente. No obstante, en esta ocasión, solo fue recibido por la frialdad de una habitación vacía y en oscuras.
Encendió la lámpara que estaba junto a la cama. La biblioteca personal de Kyo se vio iluminada, junto con todos los posters, cuadros, fotografías, trofeos de menor categoría, un escritorio, y el armario.
Iori conocía cada recoveco de esa habitación. Era extraño, pero cada vez que entraba en ese lugar se sentía extrañamente en su casa. Le tranquilizaba, y despertaba una sensación de curiosidad.
Era una de las pocas personas que podían declararse conocedoras de la verdadera forma de ser de Kyo. El no necesitaba verlo sufrir, para saber si el joven se encontrar anímicamente bien. Simplemente lo sabía, y siempre le daba la oportunidad de descargarse con el en un combate de proporciones mortales.
El era así. Así era su relación. Se conocían sin siquiera haber hablado. Entablar una amistad con Kyo, no era una idea que hubiese cruzado su mente con frecuencia. Pero cada vez que ponía un pie en ese cuarto, no podía evitar preguntarse lo que sería tener a alguien como Kyo a su lado.
A su parecer, Kyo era como un cachorro, capaz de mostrar los dientes a la hora de tener que proteger a un ser querido. Capaz de matar por proteger a alguien, capaz de arrancar una sonrisa en los momentos de mayor desesperación, capaz de querer y admirar a alguien como él...
Pero de nuevo, Iori nunca aceptaría “rebajarse”, al nivel infantil de ese peleador amante de la justicia y con delirios de superhéroe. Aunque lo quisiese, él nunca lo aceptaría totalmente... O eso quería creer...
Después de mucho revisar, entre idas y vueltas por toda la biblioteca. Finalmente consiguió su objetivo en un cajón con llave del escritorio.
Observó con detenimiento su premio. Era un cuaderno forrado en cuero negro, de hojas blancas completamente lisas. Abrió en una parte al azar. Y se encontró con lo siguiente:
Lágrimas invaden mis ojos
He visto demasiado sufrimiento
¿Por qué me ven como un héroe?
¿Por qué esperan que los salve de la caída del mundo?
No soy como creen
Soy humano
¿No tengo derecho a sufrir acaso?
No esperen que los salve
“Todos tenemos lo que merecemos”
o eso dicen
Pero yo pregunto
Si es así
¿Por qué lloró ante tanta destrucción?
¿Realmente merecemos vivir?
¿Alguien me ayudará a entender alguna vez?
¿Alguien me dará un motivo para vivir?
Vacío...
Vacío...
Vacío...
Iori miró unos instantes el poema. Kyo no era lo que podría llamarse, “un buen escritor”. Pero, aunque tuviese sus faltas, y un exceso de repeticiones. No dejaba de transmitir tanta emoción, que era doloroso leer sus escritos.
Iori, siempre admiró a un buen escritor. Le complacían las palabras bien expresadas y los sentimientos tangibles.
“Tal vez podría sacarle provecho a esto...”, pensó con satisfacción. La poesía de Kyo, aunque monótona y repetitiva, expresaba muchos sentimientos. Una canción con esas letras, podría llegar a ser algo muy bueno. Si era bien empleado, por supuesto.
E inconscientemente, le complacía la idea de estar acercándose a Kyo de una manera muy escondida...
Oh sí, le sacaría provecho a la situación...
AL DIA SIGUIENTE
Kyo despertó al día siguiente con renovado entusiasmo. Aunque la sombra de la pesadilla seguía presente en lo más profundo de su mente.
Se sentía emocionado, y lleno de energía. Y toda esa emoción se la ameritaba al “Misterioso y callado Instructor Katsuya”. Después de el entrenamiento del día anterior, se daba cuenta de los cambios.
Estaba más conciente de su propia energía, y finalmente después de mucho esperar, podía sentir nuevamente las presencias de las personas en el hospital. Podía distinguir los olores, sentir los leves cambios en la humedad, en el aire y en el ambiente. Hasta se atrevía a decir que recuperaba de a poco su sensibilidad en las piernas.
Observó son sus otros sentidos alertas, como las leves oscilaciones de energía se movían de un lugar a otro del hospital. Y si se concentraba un poco, podía vislumbrar las formas de las personas.
Fue así como vio al Doctor Maekawa hablar con K’ en el pasillo cerca de su habitación.
Miró con mucho detenimiento, intentaba comprender de qué podrían estar hablando. Pero no pudo cumplir con su objetivo. Se sintió frustrado, aunque contento. Se sentía realmente feliz de estar avanzando. Ya no eran simples esperanzas, ahora eran certezas las que ocupaban su mente.
Después de transcurridos unos minutos, K’ entró en la habitación. Y por la distorsión en su energía,Kyo supo que el moreno estaba feliz.
—Se te ve feliz K’... ¿qué fue lo que te dijo Maekawa?—el joven, por lo que Kyo se pudo dar cuenta, estaba sorprendido.
—¿Puedes... verme..?—su rostro era mueca de sorpresa, y algo así como alegría.
—Claro que no... Pero puedo sentirte... ¡Puedo ver tu energía K’!¡Hasta ayer no podía ni siquiera saber quién era el que entraba a la habitación! ¡Pero ahora realmente puedo sentirte!
—¡Kyo!— K’ se lanzó sobre el chico, y fue la primera vez que recibía un abrazo de oso que no fuese de Yuki o Shingo.
—¡K’, vas a matarme!— Aunque fue una petición para que lo soltase, rió como si nunca lo hubiese hecho. Se sentía feliz, y solo tenía a K’ para compartirlo.
—¡Perdona! Es que estoy muy contento por ti. De eso me hablo Maekawa, pero no podía creerlo. Y ahora que te veo tan bien... bueno...
La frase flotó en el aire incompleta. Y K’, no se había movido de su posición sobre Kyo. Un momento incomodo fue lo que siguió. No era que ha Kyo le importase de verdad, pero comenzaba a darse cuenta del porqué del repentino cambio de actitud de K’ para con el.
—¿K’...?— No pudo decir más, ya que sus labios fueron silenciados por un beso.
Al principio, Kyo se sintió sorprendido, así que no respondió. Pero después de unos instantes, comenzó a responder. El beso, fue inocente, tranquilo. Las emociones eran lo que predominaban. Las de K’...
Cuando se separaron, hubo un silencio mortal...
—K’... yo...
—No digas nada...—le interrumpió—Se que no sientes lo mismo por mi...
—Ese beso... fue mi agradecimiento...—tomó suavemente la mano del otro—Desde el principio, estuviste conmigo. Solo puedo agradecerte de esa manera.... Perdóname por no poder corresponderte...
K’ suspiró, y lo beso suavemente.
—Se que después de haber perdido a tu novia de una manera tan cruel, es difícil para ti pensar en alguien como algo más que un amigo... Pero no significa que no vayas a tener que avanzar, o que yo vaya a rendirme... Tómate el tiempo que creas necesario...
—K’...—su voz sonó llena de emoción. ¿Tan fácil de leer se había vuelto?. No, era algo más. K’, había logrado ver a través de él, había logrado entenderlo...
—No creas que pretendo aprovecharme de ti ni nada similar. Solo quiero que...
—¿Qué...?
—Que me veas como mirabas a Yuki... como mirabas a Yagami... Quiero ser importante para ti... igual que ellos...
—K’...
No dijeron más. Menos mal... Porque el pelirrojo detrás de la puerta, estaba por matar al peliblanco...
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Diciembre, 2005