Fanfic por Raziel
IKKIICHIYÛ
PRIMERA PARTE:
Como Romeo y Julieta
Capítulo XXX: Ano hi no sutâto, sore zya: Kori no kokoro o motsu otoko
13 de abril de 1992…
Iori está aun en su cama, mira de reojo hacia el ventanal donde el claro azul de la madrugada se logra distinguir por entre las cortinas que ondean a causa de una ligera brisa, ¡que bien pasó la noche!; sin las preocupaciones de los exámenes logró conciliar un profundo sueño que le ayudó a descansar de las noches anteriores en las que debió repasar sus apuntes de matemáticas hasta italiano. Antes de que sonara desactivó el despertador, levantándose después para ir al baño. Hizo todo como la primera vez que fue al colegio, desafortunadamente muchas veces cuando uno realiza las mismas cosas durante determinado tiempo estas empiezan a fastidiar; y aquello ya comenzaba a fastidiar al pelirrojo. Lo único que lo mantenía en pie era el saber que al llegar a la escuela alguien de ojos color avellana con afición al pescado lo estaría esperando en la reja de entrada.
Salió de su casa a las seis y media llegando a su destino al diez para las siete, una hora adecuada para entrar puntual a clases. Cuando va a dejar su bicicleta en el pequeño “estacionamiento” mira con sorpresa que el transporte de Kyo ya está allí, por lo que se va más rápido que de inmediato. Ni siquiera se dio cuenta que no puso el candado correctamente, en un dos por tres lo encuentra: está de espaldas sentado en una de las bancas de los jardines, para variar la odiosa mocosa Yuki está ahí. Se encoge de hombros y llega golpeando a su amigo en la espalda como es su costumbre para saludarse. Kyo voltea. Yagami abre de par en par sus ojos, parado frente a él un golpeado Kusanagi lo mira con odio y resentimiento; al preguntarle que fue lo que sucedió el moreno no hace más que dar unos cuantos pasos hacia atrás y gritarle que se aleje de él, que ya no quiere saber nada más, que le enferma su presencia y que lo deje en paz. Mas Iori desea respuestas…
– ¡Por tu culpa mi padre me golpeó! – Dice al fin Kyo – ¡¡POR TI ME HIZO ESTO!! – grita aguantando su tristeza.
– Etto Nekosuki no es para tanto – esas palabras, y la tranquilidad con la que Yagami las dijo enfureció más al otro joven, el cual tomándolo de los hombros lo estrelló contra uno de los árboles cercanos
– ¡¿Qué no es para tanto?! – Gritó – mi padre jamás me había golpeado. El que el tuyo no te quiera no significa que yo deba pasar por lo mismo – aquello hirió al pelirrojo profundamente.
– ¡Yo he aguantado más cosas por ti! – dijo y sintió rabia, demasiada al saber que aquel que tenía enfrente no correspondía sus sentimientos.
– ¡Yo no soy tu! – eso terminó todo. Iori se desplomó por dentro con eso último, entonces comprendió que todo lo hecho había sido en vano, se sentía como un estúpido.
No dijo mas, ni siquiera trató de detener a Kusanagi cuando este se fue con Yuki al salón, algo en su interior le dijo que talvez el moreno necesitaba tiempo para asimilar todo; es cierto, nunca su padre le puso una mano encima pero ese no era motivo para que armase tal escándalo, ni le daba el derecho para decirle aquello tan doloroso. Llegó al aula donde el profesor Hiragi impartía su clase de inglés. Desde que entró al salón Yagami sintió una penetrante mirada, volteo presintiendo de antemano de quien se trataba, y justo como imaginó Kyo no le quitaba la vista de encima, hizo caso omiso y continuó con sus labores.
Llegado el receso trató nuevamente de hablar con su moreno.
– Kyo – decía al tiempo que aumentaba el ritmo de sus pasos debido a que Kusanagi caminaba demasiado aprisa – chotto matte kudasai Kyo
– ¿Qué no entiendes que lo dejes en paz? – Kushinada se interpuso justo en el momento que el pelirrojo estaba pronto a alcanzar al otro muchacho
– Jama da – dijo empujando a Yuki a un lado, en ese instante olvidó todos sus modales, lo único que deseaba era hablar con su pareja, mas la joven era necia y trató por todos los medios impedir que hablasen
– Yuki déjanos solos un momento – exclamó Kusanagi al tener en frente a Yagami, el cual no reconocía esos gestos en su amigo. La inexpresividad en su rostro era más dolorosa que si le hubiese dado un golpe
– Kyo yo…
– ¡DAMARE! – Cortó el moreno, respiro profundo – CUANTAS VECES TENGO QUE DECIRTE QUE ME DEJES TRANQUILO – un puñetazo directo al rostro de Iori quien se tambaleó, recuperó el equilibrio aunque con un poco de esfuerzo. Limpió con la mano su boca de donde escurría un hilillo de sangre, lo miró. Apunto estaba de alzar la cara cuando fue tomado por los hombros y estrellado en la pared del auditorio – DEJAME EN PAZ
– Dame desu… dai suki (No puedo… te amo) – un dejo de tristeza escapa de aquellos ojos azules. Pero el berrinche de Kusanagi era más fuerte en esos momentos que cualquier argumento
– ¡PERO YO NO! – Así como un espejo se rompe cuando se le arroja una piedra, el corazón de Iori se partió al escuchar aquello – déjame tranquilo – el moreno dio media vuelta alejándose de aquel sitio.
Por su mente no pasaba siquiera la mínima idea de las consecuencias que sus actos traerían consigo. Furioso, Yagami fue directo a la dirección de la escuela apartando sin cortesía a todo aquel que se le atravesase en el camino.
No había sonado aun el timbre que finalizaba el receso, tenía solo quince minutos que había hablado con él e Iori caminaba nuevamente hacia Kusanagi…
– ¿Qué no te di… – no terminó la frase cuando una mano apretaba fuertemente su cuello. Un par de ojos rojos veían fijamente los suyos
– Óyeme bien imbécil – Kusanagi no reconocía la voz del pelirrojo – esto no se va a quedar así. Será mejor que entrenes arduamente o si no…
– ¡HANASE! – el grito de Kushinada lo interrumpió, sin decir más lo soltó. Iba a retirarse pero antes acercó su boca al oído de Kyo
– Fuiste mío antes que de nadie más – pasó su lengua por el contorno de la oreja, gesto que paralizó completamente a Kusanagi. Su cuerpo se tensó y el temor invadió hasta la más pequeña célula – y ello me da derechos sobre ti – el tono de su voz era hipnotizante, tan íntimo y a la vez tan lúbrico que una corriente helada recorrió al moreno desde la cabeza hasta la punta de los píes. Yuki llegó apartando al pelirrojo de Kyo, Iori la miró de arriba a abajo, sonrió burlonamente, dándose media vuelta comenzó a caminar hacía la reja de salida – Omae teme (bastardo) – exclamó mirando hacía atrás – algún día regresaré por lo que me pertenece… y espero que estés preparado
Salio del colegio y se alejó de allí con un dejo de arrogancia en su rostro pero con el corazón destrozado, mientras que el moreno regresaba con su prometida hacia las aulas.
*******
Llegó a su casa azotando la puerta, se dirigió directamente al estudio de su padre. Kaoru estaba allí planeando nuevas cosas para los negocios de la familia.
– ¡Vete de aquí! – le dijo Iori, pero su hermano no estaba dispuesto a hacerle caso – ¡¿QUÉ NO ENTIENDES QUE TE LARGUES DE AQUÍ?! – el pelirrojo lo tomó de la chaqueta y lo jaló hasta la salida donde le azotó la puerta en el rostro. Yume-sama quedó estático – ¡quiero largarme de aquí! – reaccionó al tener a su hijo enfrente y por segunda vez veía en aquel rostro una amargura indescriptible.
La única ocasión en que lo había visto así fue en el funeral de su esposa, pero algo en su interior despertó de su letargo al ver esos ojos azules que extrañamente le hicieron recordar muchas cosas de su pasado, y de pronto, sin siquiera pensarlo llegó donde su hijo y lo atrajo hacia si abrazándolo como nunca antes en su vida; Iori no pensó en lo extraño de la situación, simplemente correspondió el abrazo. En esos momentos no necesitaba nada más que lo que su padre le brindaba, pero no derramó una sola lágrima, tal parecía que su llanto se había secado para siempre – en dos días partimos a América – Yagami-sama soltó a su hijo, regresó a ser el de siempre. El pelirrojo se fue de ese lugar sin siquiera agradecer el gesto, o la rápida respuesta a su pedido. Se dirigía a su cuarto, pero al pasar por una de las ventanas del pasillo vio que afuera de la mansión Akane estaba besándose con el chofer a modo de despedida por ese día. De pronto un fuerte resentimiento lo invadió, la esperó junto a la puerta de servicio por donde la joven siempre se escapaba para verse con su amado. Cuando vio a su hermano fue directo hacia él, le encantaba compartir su felicidad con la única persona que sabía su secreto…
– Konbanwa nî-san – iba a abrazar a Iori pero este se hizo a un lado
– Será mejor que termines tu relación con ese imbécil – Akane no entendía nada
– Demo Onî…
– O la acabas de una vez o le cuento todo a mi padre – ante esto la chica enfureció, advirtiéndole que la dejara tranquila. Que ella también tenía muchas cosas que decir, y que jamás dejaría a Tenemuhô – Tu lo quisiste así
Yagami camina presuroso, encuentra a Yume-san justo cuando este sale de su despacho. Akane no da crédito a lo que oye, su hermano la ha traicionado,intenta detener a su padre que se dirige enfurecido hacia el patio trasero pero el pelirrojo le corta el paso, sus ojos rojos le hacen flaquear. Un portazo y un grito se oyen a lo lejos, instantes después Yagami-sama entra a la mansión, su hija mira atónita aquellas manos manchadas de sangre. Su padre se le acerca, una fuerte bofetada que deja en su rostro rojas marcas, no puede sostenerse en pie y cae de rodillas con la mirada perdida. Sus ojos emanan el amor a aquel que yace despedazado en la cochera de la mansión; cual muñeca de trapo es conducida a su habitación por Suzuna-san, la cocinera de la familia, a mitad de las escaleras la chica voltea, dedica a su hermano una mirada de odio, pero el corazón de Yagami está ya tan lastimado que aquello no lo estremece ni un ápice. Con total tranquilidad pasa de largo a su hermana y se encierra en la recámara.
21:00 pm cuarto de Iori…
Abren la puerta cuidadosamente, alguien entra al cuarto de Yagami el cual en esos momentos se encuentra en la ducha, aquella sombra recorre la habitación buscando indicios de algo, se detiene junto a la cama: pedazos de papel inundan ese lugar. Toma uno de ellos, son fotos, es Iori con otro sujeto, ambos se ven felices; el agua de la regadera se detiene, unas pisadas anuncian la pronta salida del pelirrojo. Justo en el instante en que sale el muchacho se cierra la puerta sin que se de cuenta. Se pone el pijama y se mete a las cobijas, mas al poco rato le da sed por lo que renuentemente baja a la cocina por algo de beber.
Con la sed más que aplacada sale de la cocina, apaga la luz; un ruido lo sobresalta, atisba desde una esquina hacia el lugar del cual provino el ruido, era su padre entrando al estudio. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero el pelirrojo no era un felino por lo tanto no hizo caso al dicho y pegando el ojo en la cerradura miró lo que sucedía allí dentro: Yume-sama sostenía en sus manos un pequeño cofre negro tallado en madera, lo abrió con sumo cuidado como si guardase ahí su más preciado tesoro; sacó unos cuantos documentos, deteniéndose a leer lo que parecía ser una carta, puesto que la calidad de la hoja no era de un documento legal. Solo unos segundos faltaron para que Iori fuese pillado observando lo que no debía: Oruma Randi un Kyodai del clan llegó al despacho, tocó y entró. El pelirrojo respiró aliviado detrás de una gran maceta que lo protegió de ser descubierto. Enseguida salió su padre, tras él Oruma, quizá tenían algún problema con otro clan, o simplemente necesitaban charlar del como se desharían del cuerpo, o lo que quedaba, del ex chofer de los Yagami. Lo cierto es que tardarían, ya que Yume-sama cerró el despacho y cogió del perchero su gabardina negra de piel. Iori salió de su escondrijo, iba a retirarse olímpicamente pero el recuerdo de esa mirada en los ojos de su padre al desdoblar aquel papel lo hizo desistir pues era sumamente extraño que Yagami-sama tuviese ese gesto en el rostro. Lo de esa hoja debía ser algo importante y significativo. Por lo cual entró al despacho, todos podían entrar a ese sitio puesto que los documentos importantes estaban bajo llave, y el único que la tenía era el jefe de familia; el pelirrojo llegó al escritorio y comenzó a abrir cajones, papeles, plumas, engrapadoras, una cajetilla de cigarros, nada importante en tantos cajones. Mas al momento de intentar abrir el último se dio cuenta que era el único con cerradura.
– Demonios – exclamó para si, buscó por el lugar algo con que forzar el cajón. Un abrecartas fue lo que encontró, con ayuda divina logró abrirlo y si, como lo imaginaba el cofre de madera estaba allí, pero ¡Oh problema! También estaba cerrado con llave, sudó una gota e iba a dejarlo todo por la paz, miró con desilusión a un lado al tiempo que se echaba sobre la silla de su padre, cual fue su sorpresa al descubrir en el suelo, junto a una de las patas del escritorio, una diminuta llave dorada; aquello era demasiado, él no creía en las coincidencias pero a pocos segundos estaba por arrepentirse de ello.
Su mano temblaba tan solo de pensar en lo que encontraría allí adentro, un clik dentro de la cerradura le confirmó que esa era la llave tan ansiada; con lentitud abre el cofre, se queda un rato mirando el interior de aquella caja dudando aún si continuar o desistir de tan impertinente empresa, pero es más la curiosidad que el respeto hacialo ajeno y como niño con juguete nuevo se dedica a hurgar en tan preciados recuerdos. Fotos, fotos y más fotos extrañas de su padre, le parecen extrañas debido a que Yume-san está sonriendo alegremente al lado de su fiel amigo Zyunko; fotos de su mamá en las cuales se detiene para admirarlas con ternura y melancolía. Sostenía en su mano una foto de ella vestida con el Kimono de bodas cuando de reojo se percata del retrato de un niño pelirrojo de dos o tres años; deja a un lado las fotos de sus padres, no lo puede creer, esas fotos son… son suyas. Saca una, dos tres, cinco, muchas como para entretenerse a contarlas, recuerda que su padre le dijo que habían tirado todo eso, que dejase de molestarlo con preguntas estúpidas, pero todo fue mentira, su padre las había conservado como si fuesen un tesoro. Allí estaba toda su vida, sus tres años, su primer pintura, la llegada del piano a la mansión, su primer recital en Hitsuji, su presentación en la obra de teatro, sus cuadros en la exposición de arte ¿Cómo es que su padre tenía todo aquello? No recordaba que alguien hubiese tomado fotos en esas fechas. De su mano cayeron las fotos a causa de algo que le quitó el aliento, una foto en especial que lo dejó en shock: un par de sonrientes jóvenes posando abrazados frente un templo shintoista, la fecha: 1 de Enero de 1992. ¡¿Qué demonios hacía su padre con una foto de él y Kusanagi?! La sacó del cofre, sin embargo la impresión que le causo el siguiente descubrimiento lo hizo olvidar el semi infarto que le hizo sufrir la mendiga foto: ahí frente a él, casi en el fondo de la caja negra, estaba la carta que Yume-sama había leído instantes atrás…
Kodomo-chan:
– ¡Que nombre más cursi! – pensó el pelirrojo
Siento tener que despedirme de esta manera, pero no tuve el valor de hacerlo frente a frente, puesto que si miró tu rostro una vez más ten por seguro que te estrecharía entre mis brazos y no te dejaría ir nunca. Pero no puedo, no debo hacerlo, mi compromiso ha sido confirmado, debo viajar fuera de Tokio hoy mismo. Dentro de dos semanas me desposaré aún en contra de mi voluntad. La supervivencia del clan está en mis manos.
Una última cosa, no importa el tiempo que pase, ni si después de esto me odias; la única verdad es que TE AMO.
ATTE:…
El pulgar derecho de Iori tapa el nombre de quien envió dicha carta, lentamente levanta el dedo dejando al descubierto la identidad de esa persona. Queda sin aliento…
Continuará...
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Ikkichiyu pertenece a Raziel
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Julio, 2006