Fanfic por Raziel
IKKIICHIYÛ
PRIMERA PARTE:
Como Romeo y Julieta
Capítulo XXVII: Tanjôbi Omedetô Iori–san
23 de Marzo de 1992…
El año nuevo estaba pasando muy rápido para todos, en especial para los Yagami, Iori cumpliría 16 años, edad en la cual estaba estipulado que el primogénito de cualquiera de los clanes debía ser presentado como sucesor de la familia a la que perteneciera. La mansión principal se vestía de gala, la presentación sería una de las más elegantes reuniones que nunca se presenciaran en Osaka, la crema y nata de la ciudad estaría presente; era bien sabido por todos que muchos de los políticos tenían que ver con el clan Yakuza del que Yume-sama era Oyabun…
– Los clanes Yakuza tienen una estructura jerárquica como si fueran una familia, el líder es llamado Oyabun (padre), luego vienen los Wakashu (hijos) y los Kyodai (hermanos). Dentro del clan, el Oyabun es todopoderoso, su palabra es ley y se obedece sin chistar, sin importar las consecuencias; él tiene un consejero, llamado Saiko-komon, que tiene a su vez un grupo de abogados, contadores, secretarios y consejeros, así como sus propias pandillas. El jefe de los wakashu es llamado Waka-gashira, él es el segundo al mando en el clan, justo después del Oyabun; en autoridad más no en rango. Es quien se encarga de ver que las órdenes del padre se cumplan; los wakashu pueden ser a su vez líderes de otras pandillas, y así el clan se ramifica en muchas sub-pandillas. El líder de los kyodai es llamado Shatei-gashira, tiene mayor rango que el waka-gashira, pero no más autoridad; los kyodai tienen a sus propios hijos o hermanos menores, shatei, quienes a su vez puede tener su propias pandillas, todos obedecen a su líder inmediato, pero es la palabra del oyabun la que cuenta al final… mi padre es el Oyabun del clan Yagami – Iori suspira con tristeza – y no sólo eso también es un yakuza Unyoke, por lo cual cuenta con poder político
– Por ello me dijiste aquella vez que tu padre podría matar a cientos en un día con una sola orden, verdad – Kyo seguía sin creerlo, jamás imaginó que algún ser humano tuviese tal poder, no sólo en Osaka sino en una gran parte de Japón. Iori asintió. – Hay que admitir que tu padre es un hombre de principios – aquello confundió al pelirrojo – no pongas esa cara. Creme, de ser otro tu padre ya nos hubiese mandado a matar sin ensuciar sus manos, el que prefiera vengar el mismo a su familia aún con todo ese poder es de admirarse.
– Si, si fuese él mismo quien defendiera nuestro honor. Pero quiere que lo haga yo.
– Pero – dijo Kyo pensativo – no se supone que tu padre debe matar al mío o viceversa para que uno de nosotros comience a luchar por la supervivencia del clan
– Así era, pero mi padre me contó que después de la muerte de mi abuelo ambos clanes acordaron que en cuanto el primogénito de uno de ellos cumpliera 16 años la lucha comenzaría de nuevo. Pero esta vez con la generación posterior a nuestros padres.
– Tu…y yo – la mirada del moreno se perdió entre el tráfico que se daba cita en la calle atrás del colegio; el semáforo en rojo y la aglomeración de vehículos en la avenida dificultaba el tránsito en ambos sentidos, el ambiente pronto se lleno de gritos y sonidos desesperados de claxon que no lo dejaban pensar con claridad. – Dos días – un susurro escapó de sus labios. Iori asintió, de uno de sus bolsillos sacó un sobre blanco engalanado con filos dorados, el sello de su familia grabado en cera como se hacia antiguamente en algunos países occidentales.
Aquella era la invitación enviada por su padre al director Ziunko-san, Kusanagila veía con detenimiento. Seguramente al llegar una de esas invitaciones lo estaría esperando en casa, y con ella la confirmación no solo de una fiesta, sino de una nueva etapa en sus vidas, la cual consistiría en hacer lo posible por matar al otro. ¿Pero cómo matar a quien se quiere?, ¿sería más grande su honor que su amor? Nadie más que ellos podrían contestar esas preguntas, que pese a ambos no serían fáciles de responder. Iori pasó una mano por la espalda de su acompañante, lo atrajo hacia si. Kyo recarga su cabeza en las piernas del pelirrojo, pierden su mirada en el tráfico de aquella tarde, miran sin ver, escuchan sin oír, solo quieren sentirse uno junto al otro. Pues talvez sea una de las últimas veces que logren hacerlo con tranquilidad.
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25 de marzo de 1992 cumpleaños de Yagami Iori celebrado en la mansión principal…
La formalidad de la reunión podía apreciarse desde la entrada, el jardín había comenzado a florecer nuevamente, ningún rastro del invierno estaba presente; los sirvientes atendían la entrada para conducir a los invitados a la parte trasera de la casa donde se llevaría a cabo la fiesta. Alrededor de la piscina se extendían varias mesas cuyos manteles blancos podían segar a cualquiera cuando el sol posaba sus rayos en ellos, las fuentes depositadas en cada mesa daban a los invitados la libertad de comer y beber a su antojo, y todos lo hacían, sin descuidar sus modales y respetando la vestimenta. Poca gente en ese lugar vestía de forma occidental, los Yagami siempre habían sido precursores de lo tradicional, y la vestimenta era parte importante de sus vidas más aún en ocasiones tan especiales como esa. Iori estaba en su habitación, trataba de que su Hakama luciera lo mejor posible, sentía nervios pues no sería un cumpleaños como los otros 15 que había celebrado anteriormente; y no sólo eso, según su padre, Tsukihime Tsuru estaría presente. Y Kyo también…
A los pocos minutos uno de sus sirviente llamó a su puerta, era hora, debía bajar para ser presentado antes todos sus familiares y ante todos los Kusanagi.
– Ko… konichiwa… Iori…san – la voz en su espalda lo sobresalto. Su mirada se perdió en el hermoso panorama que tenía frente a él.
Una joven Maiko de aproximadamente 17 años, portaba un collar de tela en color rojo, que simboliza la infancia, lo cual diferencia a las Maiko de las Geishas, quienes portan el collar en color blanco. Su kimono era una contrastaste armonía de vivos colores, representantes de su adolescencia, el obi que portaba era más ancho del usado por las geishas. Su rostro cubierto con polvo de arroz, sus mejillas sonrosadas con polvo de flores, y su labio inferior pintado daba cuenta aún más de su rango. Pero si todo aquello tenía impresionado a su prometido, al verla acercarse a él con tan delicados movimientos lo dejó extasiado. Jamás en su vida había visto mujer tal como la que tenía enfrente, hace un año pasó todo tan rápido que no recordaba siquiera su rostro, y en ese momento la tenía completa a su lado. Ambos bajaron como los prometidos que eran, orgulloso la llevaba tras él, puesto que para los Yagami el tiempo no había pasado por las Geishas, a quienes pese de ser mujeres fascinantes aún trataban como inferiores.
El moreno fue invadido por una extraña alegría al ver salir a su pelirrojo, mas al ver a Tsukihime y el cómo Iori la trataba, un sobresalto acogió su corazón, no tenía ni la más remota idea el porque esa joven estaba tan cerca del pelirrojo, y no deseaba saberlo, simplemente quería alejarla de él. Iori pasó la vista por todos los presentes, Kyo notó aquello y con disimulados gestos trató de llamar la atención del otro muchacho, sin embargo cuando Yagami cruzó la vista con la de Kusanagiel odio brotó de sus ojos; el moreno no podía creerlo, se sentía morir bajo esa mirada. No podía soportar más aquello.
La presentación de Iori fue corta, en cierto modo no había mucho que decir, ya todo estaba predestinado para ambos clanes; después de ese día los encuentros comenzarían nuevamente tras haberse estancado por casi quince años. Yagami bajó del estrado junto con Hime-san y la condujo hasta las mesas, allí la joven sirvió a su prometido como toda una geisha aunque aún no estaba totalmente preparada, más al vivir en el distrito Miyagawa, uno de los pocos que quedaban para la educación de las geishas, sus estudios estaban completamente asegurados para transformarla en toda una “persona arte”.
– IIE, HAMASHITE (Suéltame) – se escucha un grito en lo profundo de los jardines de la mansión, Kyo corre hacia esa dirección
– Wo hanase Souji (Déjalo Souji) – su primo estaba a punto de golpear a un chiquillo de cabello morado, al parecer un Yagami. Mas el moreno se interpuso salvando al niño y enfrentándose a su vez a otro Kusanagi
– Déjame darle su merecido. Es uno de esos bastardos – Souji estaba furioso, ha decir verdad él era uno de los cuales hubiesen pedido participar en la matanza Yagami de haber un concurso parecido, o la opción de que cualquier Kusanagipudiese enfrentarse con los antiguos Yazakani. Más para su mala fortuna únicamente los descendientes directos (dicese a su vez, los primogénitos) del primer jefe del clan podrían hacerse cargo de ello.
– ¿Dôshita no anta tachi? (¿Qué pasa?) – preguntaron dos hombres, un Kusanagiy un Yagami, cada uno matando con la mirada al o los jóvenes de la familia contraria
– ¿Dôshita no Kyo-chan? (¿Qué pasa Kyo?)– Saisyu hizo su aparición, el moreno se quedó helado. ¿Cómo explicar que había defendido a un Yagami?
– Ojisan (Tío) – habló Souji; ahora si, si su primo soltaba la sopa estaría perdido – estaba a punto de darle su merecido a ese imbécil – mirando al pobre Yagami – pero tu hijo me detuvo… deberías reprender una acción tan estúpida
– Y es lo que haré ahora mismo – decía Kusanagi-sama con voz grave, Kyo sólo tragó saliva, mas lo que seguía dejó a todos con gesto de incredulidad. Una bofetada por parte de Saisyu hacia su sobrino el cual no podía dar crédito a lo que estaba pasando – esto no es una taberna, si quieres pelear con alguien en primera hazlo con un chico de tu propio peso, no te aproveches de un niño. En segundo lugar la educación de nuestra familia está antes que nada, si es así como quieres ser parte indispensable de este clan será mejor que te largues de aquí. – Saisyu caminó donde su hijo, felicitó su acción e hizo que lo que acompañase dentro de la mansión. Souji apretó los puños y salió corriendo de ese lugar, el coraje brotaba de su cuerpo.
Kusanagi-sama condujo a su hijo hacia el estudio dentro de la mansión, quitaron sus zapatos antes de entrar a la casa, y ahí en el guenkan un par de sandalias especiales para ellos los estaban esperando, era la primera vez que el moreno entraba a la casa de su amigo, todo el lugar estaba pulcro, además de enorme, cada detalle colocado para armonizar hasta el más escondido rincón del lugar; entraron al estudio, estantes de libros cubrían las paredes, por el enorme ventanal se filtraban los rayos de luz que iluminaban todo a su alrededor, tomaron asiento en las dos sillas que se encontraban frente al escritorio, Kyo atisbo desde su lugar un poco del retrato que estaba allí encima: un hermosa mujer pelirroja, de cabello largo y ondulado, piel blanca como luna llena y sonrisa tan dulce y enigmática como la de Iori… su Iori.
– Okaeri nasai (bienvenidos) – una voza sus espaldas, ambos se levantaron e hicieron reverencia. Iori y su padre apenas e inclinaron la cabeza para corresponder el saludo
– Jamás haré reverencia a un Kusanagi– al oír eso Kyo sintió que sus piernas flaqueaban, más aún al ver la mirada que el pelirrojo le dedicaba, una mirada de desprecio e indiferencia. Yume-sama sonrió.
–Los dejaremos solos para que acuerden la fecha de su primer combate – los padres de ambos salieron. Iori camino hacia la puerta, colocó el seguro.
– Kyo-chan – dijo al tiempo que se lanzaba a los brazos del otro joven, un par de orejasy una cola aparecieron de pronto dándole aspecto de zorro, se detuvo de golpe. La seria mirada de su moreno lo hizo detener su efusivo saludo – daijôbu ka – preguntó mientras lo tomaba de los hombros.
– Ano hito… ¿sono maiko wa donata desu ka? (Esa persona… ¿Quién es esa maiko?) – dijo el moreno sin despegar su mirada de la del pelirrojo, Yagami bajó el rostro separándose de su amigo, caminó hacia el ventanal y cerró las cortinas. Nadie debía verlos.
– Kanojo wa… ore no… koi desu (Ella es… mi… prometida) – al escuchar aquello el mundo de Kyo se derrumbó, se sintió mareado y se detuvo de la silla junto a él. Iori al ver eso corrió hacia el moreno.
– I… iie… hanase (Suéltame) – como un susurro del viento se escuchó la voz de Kusanagial tiempo que con uno de sus brazos impedía que el otro muchacho se acercase a él. Se sentó, su mirada perdida recorría de un lado a otro el estudio. Se sentía engañado, le pareció que Iori simplemente había estado divirtiéndose a costa suya.
– Gomenasai – escuchó. El pelirrojo tomaba su mano – yo no lo sabía – la tersa mejilla disfrutaba de la calidez de aquella mano – mi padre me lo dijo después del primer día que tu y yo estuvimos juntos.
– ¿Y porque no me lo dijiste? – Kyo se levantó, hacia ya tres meses que su amigo lo sabía. Aquello empeoró la situación – ¡¿acaso crees que soy tu burla?! ¿O querías estar con los dos al mismo tiempo…? ó simplemente ibas a dejarme así como si nada… – silencio – ¡contesta maldita sea!
– Naze da… naze da… ¡¡DAI SUKI!!(Porque… porque… TE AMO) – Yagami abraza al moreno de pronto, lo estrecha fuertemente entre sus brazos, Kyo no se lo cree. Pero no puede oponer resistencia y corresponde el abrazo – dai suki Kyo-chan. Sumanai, pero nunca imaginé que algo así pudiera pasar.
– Y… entonces, ¿qué harás?
– No lo sé aún, pero algo es seguro – lo miró a los ojos – prefiero morir o ser desterrado antes que engañarte con alguien más – lo besó
–Si ella no es importante para ti, porqué me miraste tan fríamente – preguntó Kusanagi
– A mi padre no lo convences con palabras, sino con hechos. Debía tratar de que él pensara que en verdad te odio, o podría empezar a sospechar. No necesariamente algo sobre nuestra relación, sino el porqué su odio no ha llegado a mi como él lo esperaba. Gomenasai – sonrió
– Io… – antes que Kyo pudiese decir más los golpes en la puerta le cortaron aliento y palabra.
– Es hora ya Kyo-san – la voz de Saisyu descontroló a ambos
– ¿Sabes? – exclamó el pelirrojo – será mejor que finjamos un poco más, talvez una pequeña pelea pueda calmar los sumos. ¿Qué te parece si…? – cuando mira hacia el moreno lo único que logra distinguir es un puño acercándose directo a su rostro
El golpe es tal que Yagami sale volando, estampándose contra la puerta y saliendo del otro lado quedando justamente a los pies de Kusanagi-sama; se levanta rápidamente y corre hacia su oponente – kisama – grita, y lanza un puñetazo; no por odio sino por enojo debido a que el otro lo agarró desprevenido. La lucha dura poco tiempo, son detenidos por sus respectivos padres, aquello debe hacerse con propiedad como lo manda la tradición de ambos clanes. Se despiden los cuatro llegan a la reja de entrada por la que uno a uno salen los invitados, mas algo sucede: con solo poner un pie fuera de la mansión se olvida toda clase de etiqueta y se arma un zafarrancho entre las dos familias; tanto ancianos como niños se dan con todo, eso si cada quien con su cada cual sin tener ventaja uno sobre de otro (por lo menos físicamente) ya que procuran pelear con alguien de su misma edad o peso. Por toda la avenida se ve gente golpeándose hasta que se van perdiendo en el horizonte.
Tan solo cuatro personas siguen en paz, los Kusanagise despiden de los Yagami con gesto sereno. El moreno nota nuevamente unos ojos azules tan fríos como el hielo del antártico, los cuales penetran su piel como llamas ardientes.
– Sayonara (Adiós) – dicen ambos Kusanagi
– Sayonara, omae temee (Adiós, bastardo) – una sonrisa burlona se dibuja en los labios del pelirrojo
– Anta baka (tonto) – exclama el moreno tomando de la hakama al otro joven
– Chotto matte Kyo-san (Espera Kyo)– Kusanagi –sama imposibilita a su vástago sujetándolo de ambos brazos
– ¡Iie... hanase otô-san! (No, suéltame papá) – grita tratando de soltarse. Mas su padre es más fuerte y tiene que desistir en sus intentos.
– Debes enseñarle más modales a tu hijo, Kusanagi– dice Yume-sama barriendo al chiquillo de ojos avellana
– Urusse (cállate) – Saisyu da media vuelta aún deteniendo a su hijo.
Iori observa, pero algo raro sucede: con gesto discreto Kyo le hace señas que mire dentro de su hakama, cuando Yagami baja la vista una pequeña hoja de papel está siendo detenida por la tela de su vestimenta; seguramente por ello su amigo lo jaló de la ropa para aprovechar la cercanía y poder dejarle aquello. No demuestra sorpresa, espera a que su padre se aleje para discretamente sacar la hoja, la guarda. Se excusa rápido pretextando un fuerte dolor de cabeza y sube corriendo a su habitación.
Con nerviosismo desdobla el papel:
“Te espero en casa a las 8:00 PM. Tu regalo espera.
ATTE: Kusanagi Kyo.”
– ¿Tu regalo… espera? – Yagami no tiene la mínima idea a que regalo se refiere el moreno, puesto que ya le había entregado uno; aunque claro ese regalo era mas de compromiso que de otra cosa, pero regalo al fin. Iori miró su reloj, eran las tres de la tarde. Faltaba mucho para la hora señalada y esas horas serían un suplicio seguro para el cumpleañero. Afortunadamente su padre lo mantuvo ocupado entrenando la mayoría del tiempo después de que abrió sus obsequios.
Muchas cosas inservibles por parte de los Kusanagi, y otras tantas por parte de su familia, las que seguramente irían a parar en lo más recóndito del ático o del sótano; cuando menos se dio cuenta eran ya las 7:20, ni siquiera tuvo tiempo de darse una ducha, salió como de rayo de su casa. Hacía aproximadamente media hora de su mansión a la casa de su moreno y no se podía permitir gastar ni un segundo. Pedaleó como de rayo, entró de la misma forma cruzando la reja y tocó el timbre a las 7:58 PM.
– Okaeri nasai (bienvenido a casa) – se abre la puerta y aquella vos tan conocida le da la bienvenida. Sonríe, sus ojos brillan con júbilo al tiempo que cierra la puerta de aquel que es su “lugar favorito”.
Continuará...
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Julio, 2006