Fanfic por Raziel
IKKIICHIYÛ
PRIMERA PARTE:
Como Romeo y Julieta
Capítulo XXV: Byakuga
La nieve cobija el suelo con su blanco manto, mientras que la aurora se dibuja en el cielo con brillantes colores que reflejados por la blancuzca alfombra dotan al horizonte de incomparable belleza, mas dentro de la mansión Kusanagi el panorama es más encantador; dos jóvenes acostados en el mismo futon: Iori recargado de su lado izquierdo, con sus dos manos sobre la almohada, una debajo de su cabeza, las cobijas daban hasta su hombro mientras su cabello caía en su frente como siempre en las mañanas; y por otro lado, Kyo, con la mitad del cuerpo fuera del futon y la otra mitad dentro, sus piernas sobre el tatami y su cabeza en la punta de la almohada, las cobijas perdidas por sus pies, ambos brazos abiertos (el derecho casi encima de Iori) y su boca entreabierta dejaba escapar uno que otro semi-ronquido.
¡Divertido cuadro el de ese lugar!, mas un impulsivo movimiento por parte del moreno desbarató todo el numerito dándose intempestivamente la vuelta hacia donde Yagami, y propinándole un severo manotazo en la cara que conllevó a un despertar neurótico por parte de ambos al verse frente a frente.
– ¡¡KYAAAAAAAAAAAA!! – se oyó hasta afuera de la mansión.
Se separaron como tratando de entender las cosas, acababan de despertar y era lógico que estuviesen confundidos; nunca antes se habían encontrado con alguien en sus camas y mucho menos del mismo sexo. No obstante al recordar lo sucedido se calmaron y volvieron al futon con toda la confianza de saber el lugar, la hora y la situación en la que estaban. El pelirrojo se le quedó viendo a su compañero con gesto divertido, aquel no entendía nada, mas de pronto captó el rollo.
– Deja mi palmera en paz – decía Kusanagi aplacándose los cabellos que esponjados se alzaban en su cabeza y cuya voluntad, parecía, era la de permanecer así por un buen rato, pues a pesar del insistente aplacamiento de su dueño con la mano no dejaban de erguirse – además – prosiguió – tu no estás peinado para una fiesta
Al oír esto Yagami tocó su cabeza encontrando un “gallito” que feliz disfrutaba de su roja existencia, una gota por parte de Iori.
– ¿Qué tal dormiste? – preguntó para cambiar de tema
– Waaaaaa, muy… muy bien – decíaKyo mientras se estiraba cuan largo era. Se recargó en el tatami con los brazos, quedando frente a su pareja – ¿y tú?
– Genial, ha sido una de las pocas veces en que no me despierta una pesadilla
– ¿Pesadilla? – Kusanagise acercó hacia su amigo – ¿que clase de pesadilla?
– Mm, nada fuera de este mundo – el pelirrojo no quería contarle acerca del dragón que le otorgaba el poder para destruir a los Kusanagi, puesto que eso entristecería a ambos al recordar su cruel destino – ¡¡Ohayo Gozaimas!! (Buenos días) – dijo al tiempo que se le echaba encima al moreno, el cual quedó acostado en el piso con el pelirrojo encima, que lo imposibilitó sujetando sus brazos contra el tatami y acercaba su rostro al del chiquillo – Suki dayo baka neko (me gustas gato tonto) – pronunció el pelirrojo al tiempo que besaba al muchacho cuyas mejillas se sonrojaban al sentir los labios del otro, y su mirada incrédula se perdía en la inmensidad del techo.
De pronto el sonido del celular de Kyo interrumpió a los jóvenes, que con desenfreno buscaron dicho artefacto.
– Moshi moshi (bueno) – el moreno contesta y Yagami nota que su rostro antes feliz tiene ahora un brillo de júbilo indescriptible – hai… iie… shimpai deha arimasen yo (Si…no…no te preocupes)– los ojos de Kusanagise llenaron de un liquido transparente que escapaba convertido en lagrimas que furtivamente recorrían sus mejillas – ¿koko ha doko?. Ore no ie, hai (¿Dónde estoy? En casa, si) – Iori sólo observaba al tiempo que abrazaba a su amigo por la espalda y recargaba su mejilla en el hombro de este – Wakatta wa, matta aimashô. Ai shiteru. Dewa mata. (De acuerdo, nos vemos luego. Te quiero. Bye.) – colgó
– ¿Donata desu ka? (¿Quien era?)– pregunta el pelirrojo aún con sus labios cerca del oído de su compañero y sin dejar de abrazarlo
– Okâ-san wa (Mamá) – Kyo se da la vuelta y rodea con sus brazos a Yagami que aunque se siente alegre por Kusanagi, no puede dejar de pensar que eso significa que deben separarse ya.
– Omedetô (Felicidades) – pronuncia un poco cabizbajo
– ¿Dôshita no? (¿Que sucede?) – el moreno lo mira con extrañeza, sujeta con su mano una de las mejillas de Iori mientras lo mira fijamente tratando de descubrir en sus ojos la razón de tan repentina tristeza
– Iie (Nada) – le dice separándose y caminando hacia el centro de la habitación; comienza a ordenar todo.
Cuando está doblando una de las sabanas siente como un par de brazos rodean su cintura y una mejilla se posa en su espalda, después siente que aquel abrazo se hace cada vez más y más fuerte – koishiteru – escucha como un susurro que estremece su piel al tiempo que un calor invade su cuerpo, una tibia sensación de pazy tranquilidad – kimi wa daijôbu dakara (todo estará bien) – su aliento se quiebra al escuchar aquello, la boca de Kusanagipegada a su oído, toma entre sus manos las manos de su amante quedándose un momento así; a la mitad de la alcoba en plena mañana invernal dos figuras estáticas fusionan sus almas en una sola, sin palabras… sin sonidos, una calida despedida y un “te quiero” desde el fondo del corazón.
– Susume (adelante) – exclamó Yagami, su rostro se mostraba más tranquilo – que se nota en tus ojos las ganas de estar con tus padres – se volteó quedando frente a Kyo, con su mano rozó su mejilla, el otro muchacho cerró sus ojos disfrutando la caricia
– Arigato (gracias) – dijo
Tiempo después ambos bajan de la habitación cada uno con su obsequio en las manos, Iori sale primero para que su compañero pueda cerrar la puerta con llave. Un beso junto a la reja de entrada es la despedida entre ellos, sin esperar más Kyo monta su bicicleta para emprender el viaje hacia sus padres que llenos de alegría y cariño lo esperan para celebrar, aunque sea algo tardía, la navidad que sigue aún llenando el ambiente aquella mañana en Osaka.
Yagami llega a su casa, abre la puerta sigilosamente con la esperanza de no encontrar a nadie, más su rostro palidece al ver a su padre tras la puerta; aprieta hacia si el obsequio tan preciado que lleva entre sus brazos. Yume-sama no dice nada, lo mira fijamente sin resentimientos, ni siquiera odio, es más, tal pareciese que un dejo de tristeza nubla aquellos ojos azules tan parecidos a los de su hijo al cual permite pasar así como así, no sin antes darle los buenos días.
Aunque sorprendido, el pelirrojo reserva comentarios y preguntas, después de la reverencia correspondiente como es la costumbre en Japón al saludar a cualquier persona, más aún a un padre o superior, Iori camina en dirección a la escalera, rumbo a su alcoba.
– Espero que hayas disfrutado la noche buena – a diferencia de otras ocasiones la voz de Yagami-san era tranquila y sin recelo; mas no dejará que su hijo disfrute su alegría más tiempo, y como si lo que va a decir le doliera, tarda un poco en continuar – pero más te vale no acostumbrarte a ello – Iori se detiene – a si mismo no te encariñes con la persona con la que estuviste ayer
Las pupilas de su hijo se dilataron al tiempo que su ritmo cardiaco aceleraba ante el temor que, guiado por la rabia, su padre lo haya enviado a seguir con alguno de sus subordinados. Pero lo siguiente lo calmó un poco, aunque después lo hirió en los más profundo de su ser…
– Será mejor que no le des falsas esperanzas a esa persona – continuó Yume-sama
– ¿A que te refieres? – el pelirrojo voltea sin poder entender el porqué de ese comentario tan fuera de lugar
– Sólo te diré que… – aquella pasusa parecía eterna – que tu madre fue mi obsequio de quince años – al terminar de eso Yagami-san caminó hacia su estudio
Iori sintió un fuerte mareo como si cayera dentro de un oscuro e interminable abismo, un abismo que le quitaba el aliento y la lucidez; se asió del barandal de la escalera, ciñó aún más la caja de pinturas a su cuerpo, una lágrima apareció en sus ojos vidriosos. Akane pasó junto a él y al notar su estado rápidamente lo condujo a su habitación, Iori no exclamó palabra alguna, la cordura se le había escapado del cuerpo, como no pudo hacer nada por su hermano la joven pelirroja dejó a un pálido Iori sentado en su cama con la mirada perdida y llena de melancolía.
******
Mientras en la mansión Yagami desaparecía del ambiente aquella alegría de las épocas navideñas, en la mansión Kusanagi pasaba todo lo contrario…
– Bakayarou (tonto) – exclama Shizu-sama a su esposo mientras le da un abanicazo en la cabeza, un chichón aparece en ese lugar – como es posible que escribieras en la nota que tardaríamos dos semanas – miró a su hijo al tiempo que lo atraía para abrazarlo – jamás, óyeme bien, JAMÁS te dejaríamos solo una noche buena – el calor de su mamá y aquellas sinceras palabras cerraban la herida en el alma de Kyo
– Demo… (Pero) – Dijo el moreno con un timbre de duda en sus palabras – ¿porqué no llegaron anoche? – esa era una pregunta lógica
–Una repentina tormenta de nieve nos detuvo en el camino – exclamó Kusanagi–sama sobándose aún la herida – fue algo extraño – continuó – apareció de repente y no se calmó hasta la madrugada
– Sô desu (así es), inmediatamente que calmó decidimos continuar el viaje
Aquello era bastante extraño, si Kyo no recordaba mal una tormenta parecida a la descrita por sus padres impidió que él y el pelirrojo pudiesen salir a dar la vuelta… ¿acaso el destino quería que pasasen esa noche buena juntos?, tal vez la vida deseaba que aquella estúpida rivalidad entre familias se acabase de una vez por todas, y que ellos dos pudiesen ser felices al menos un corto momento de esas fechas.
– Ya lo pasado pasado – rompió el silencio Saisyu-san – mejor abre tus obsequios musuko-chan – el hombre alborotó los cabellos del moreno como un gesto afectivo
Sentado junto al árbol en la mansión Kusanagi un adolescente se emociona como infante al desenvolver todos y cada uno de los obsequios que le han traído sus padres, tanto de su parte como de varios familiares que aprecian al moreno, o que le obsequian cosas por compromiso del clan. Pero de momento para de abrir los regalos, su vista se centra en un paquete envuelto con un papel de muñecos de nieve y en cuyo moño cuelga una tarjetita con la frase: to “Atarashii-kun” by Kusanagi Kasoku.
– ¿Dare ni kore wa des ka? (¿para quien es esto’) – pregunta Kyo tomando el paquete entre sus manos
– Anata no gakkô no tomodachi desu, Kyo-chan (Para tu amigo de la escuela) – Shizu sonrió a su hijo
– Ore no… tomodachi… (Mi amigo) – El moreno estaba sin palabras – naze (¿por qué?) – preguntó sin poder quitar la vista del obsequio
– Porque gracias a él te has vuelto un joven más responsable – contestó ella con algo de seriedad
– Y más alegre – Saisyu miró detenidamente a su hijo – desde que conociste a ese joven tal pareciese que tu tristeza por ser hijo único desapareció. Por ello queremos agradecerle – Shizu asintió ante este comentario
– Ah – un susurro apenas perceptible escapó de los labios del muchacho
– Espero que algún día podamos conocer por lo menos su nombre
La razón de esta petición es que Kyo siempre se ha referido a Iori como “El nuevo” de la escuela, no obstante que ya llevaba más de la mitad del semestre con él, así que en su casa todos lo llaman así; pero la razón más importante es que aquel joven es un Yagami, y tanto el apellido, como la persona que lo porta serían odiados por todos en esa casa si algún día se llegara a revelar su identidad. El moreno no dijo nada, se limitó a sonreírle a sus padres quienes lo abrazaron al mismo tiempo, comenzando después a picarle las costillas, cosa que hacia a Kusanagi retorcesce de risa. Esos eran los momentos que Kyo disfrutaba más que nada en todo el mundo, a parte, claro, de los momentos con su amado pelirrojo. El cual en ese instante lloraba como un infante en la inmensidad de su alcoba.
– Tu madre fue mi regalo de quince años – aquella frase llenaba su cerebro. Todo eso significaba que… Hime-chan… la chica que le entregó su virginidad era ya su futura esposa; que todos los planes hechos para con su morenose desmoronaban sin remedio, sin que alguien pudiese ya hacer nada al respecto.
Pero ¿Cómo decirle a Kyo? ¿Cómo explicar que nunca podrían estar juntos puesto que estaba comprometido?, ó ¿cómo explicarle a la joven geisha que el amaba a otra persona?; todo su mundo se caía a pedazos y él también…
28 de diciembre de 1991
– ¡¡Akane!! – Yukari grita desde la biblioteca buscando a su hermana
– Quítate enano – dice Kaoru empujando al chiquillo cuando pasa junto a el. Se nota en su mirada que nuevamente esta de mal humor
– ¿Qué le pasa a ese imbécil? – Iori logra detener a su hermanito para que este no se lastime por el golpe
– Desde que mi padre lo llevó a que le hicieran su primer tatuaje está insoportable – en Japón todos los Yakuza están tatuados, es una forma de identidad entre los clanes. Y el primero es el más importante puesto que se considera como una iniciación
– Vaya, debió doler – comentó el pelirrojo con un poco de lastima hacia su hermano
– Ni que lo digas… llegó llorando como niña – ambos rieron a carcajadas
– Iori-chan, Yukari-kun – la voz de su hermana los calló súbitamente – los he estado buscando – dijo acercándose a ellos con premura– ayúdenme a cambiar el Syo-ji del dôjo – la chica empujaba a sus hermanos hacia fuera de la mansión
Ese día todos en casa de los Yagami se encontraban atareados, cada uno ayudaba en la limpieza total de la misma, era tiempo del Oso-ji, o limpieza total de año nuevo. Hacer "O-soji" tiene un sentido muy especial para los japoneses, para purificar la suciedad (incluyendo la de la persona) durante un año. El syo-ji es el papel de las puertas corredizas, desde hace años cambiar el Syo-ji del dôjo entre ellos tres era ya una tradición. Kaoru se alejaba puesto que su padre le había enseñado a no demostrar nunca un lado sentimental “Eso no es propio de nuestro clan Yakuza” le repetía constantemente, por tal motivo su carácter tan serio y amargado.
En ambas casas era labor de limpieza, tanto los Kusanagi como los Yagami subían y bajaban, salían y entraban de las habitaciones para que todo quedase impecable. Puesto que pronto terminaría ese año, año en el cual había comenzado a cambiar el destino de ambos clanes sin que estos lo sospecharan siquiera, dando paso a un año nuevo que haría que los cuatro principales representantes enfrentasen su pasado, y determinasen su futuro.
Forma de decirle en México a los cabellos que se paran arriba de la cabeza
Continuará...
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Julio, 2006