Fanfic por Raziel
IKKIICHIYÛ
PRIMERA PARTE:
Como Romeo y Julieta
Capítulo XXII: Ai no rekishi owari desu
Flash Back
Athena camina directo hacia los vestidores, queda paralizada cuando se da cuenta de quien es la persona que la espera…
– Konban wa Asamiya-chan
– Kon…konban wa Oji-sama – una reverencia por parte de la joven al hombre que allí se encuentra; el cual no es otro que Chin Gentsai aquel que la salvó semanas atrás de ser violada por cuatro hombres en los suburbios de Osaka
– Es tiempo pequeña – dice el anciano con voz ronca
– Tiempo… ¿a que se refiere? – Athena aún no puede asimilar la sorpresa
Cuando nos despedimos te dije que yo vendría por ti cuando estuvieses lista… ahora es el momento – al terminar de decir eso salieron a sus espaldas los padres de la chiquilla, esta se dio cuenta de que todo estaba listo – ve y termina tu papel en la obra – el viejo rompió el silencio – te esperamos afuera – Athena asintió y regreso con sus demás compañeros
Fin Flash back
Era ya el momento, no había nada más que pensar. Tomarían el primer vuelo lejos de Japón y la joven tendría que cambiar radicalmente su estilo de vida. Cierto es que desde pequeña estudio artes marciales; pero tenía un grave problema: al ser hija única fue sobreprotegida por ambos padres, eso conllevo a una dependencia muy fuerte por parte de la joven, aun al ser tan inteligente cuando se veía en peligro el miedo la dominaba, le era muy difícil encontrar el coraje para contraatacar a algún oponente.
Sin embargo, desde ese momento su personalidad daría un giro de 180° y nunca más volvería a ser la misma chiquilla miedosa, dependiente e insegura que fue hasta ese momento. Los cuatro caminaron hacia el coche de los Asamiya, una ráfaga de aire tibio pasó antes de que ella subiera, el viento alboroto y elevo su cabello; esa era la despedida de Hitsuji a una de sus mejores estudiantes, la pequeña volteo y vio por última vez aquella gran escuela, esos edificios grises que muchas veces le parecieron monótonos, y que ahora se erguían ante ella más imponentes que nunca. Dio un último adiós a todo y a todos, deseando con el corazón que el día en que volviera tuviese el valor de ver sin rencor a todos aquellos que la lastimaron a propósito o sin querer. Subió.El coche se alejó de ese lugar llevando a Athena hacia un nuevo destino.
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Mientras tanto dentro del auditorio la obra estaba en uno de sus momentos más importantes; Romeo mató a Teobaldo después que este matara a su amigo Mercucio, y por lo mismo el pobre Montesco fue desterrado por el Príncipe. Y sale Romeo de Verona no sin antes despedirse de Julieta, a la cual los padres quieren desposar con Paris. Es de suponerse que ella rehúsa el matrimonio, pero no puede hacer nada puesto que su padre ha aceptado ya… más hay algo aún, corre Julieta a la celda de Fray Lorenzo a pedir ayuda para evitar dicha boda y seguir siendo fiel a su esposo.
– ¡Oh! Cerrad la puerta y acercaos a llorar conmigo; no tengo esperanza, ni recurso ni auxilio – dice en sollozos Julieta, puesto que encontró ahí al odioso Paris quien ya a pedido a Fray Lorenzo la fecha para oficiar la boda, más al pensar que su amada Julieta se va a confesar la deja a solas con el fraile.
– ¡Ay Julieta! Ya conozco tus penas; y no tiene mi cabeza fuerza bastante para soportarlas. Se que debes casarte con el conde el jueves que viene, sin que nada pueda demorar la boda – se acerca a consolarla
Julieta le pide ayuda con gesto desesperado, y después de pensar en algo Fray Lorenzo encuentra una pequeña, aunque peligrosa, luz de esperanza…
– Si antes que casarte con el conde Paris tienes valor para darte la muerte, es probable que tú, que la muerte buscas para evitar tal ignominia, intentes para librarte de ella una cosa que mucho se parece a l muerte. – La mira a los ojos –Si tienes ese valor, yo te daré el medio de hacerlo
– Antes que casarme con Paris, haré todo lo que me pidáis. – decía valiente Julieta
– Ve pues a tu casa, muéstrate contenta, condescendiente. Y cuando estés sola, sin tu Ama siquiera, tómate el contenido de este frasquito. Sentirás de pronto el frió correr por tus venas y caerás muerta, más no te preocupes es sólo por un tiempo, en el cual habrán hecho lo que ordena la usanza de nuestro país, descansaras entonces en el mausoleo de los Capuleto. Y en cuarenta y dos horas volverás a la vida, pero antes de que tú despiertes, Romeo, enterado por mis cartas de nuestra empresa vendrá aquí. Y te llevará a Mantua. He aquí el remedio que te perseverará de la ignominia que te amenaza, si no llega a desanimarte ningún capricho de inconstancia, ningún temor de mujer
– Dádmelo, dádmelo; no me hables de temor – urge Julieta con manos temblorosas de emoción, toma el frasco – amor, dame fuerzas, y estas me salvarán. Adiós, buen monje – sale del convento y cae el telón.
Llega a casa Julieta donde su padre, su madre, el ama y los criados afinan ya los detalles de la boda. Ella llega y pide disculpas por su desobedencia y sube después con su Ama para preparar toda su vestimenta y entonces así convencer mejor a sus padres. Cuando ya ha terminado todo y se ve sola, se dispone a tomar un largo sueño esperando que al despertar este junto a ella su amado Romeo, bebe del frasco. Se cierra el telón.
Tardarán algunos minutos para que el moreno vuelva a escena, así que aprovecha para ir al baño puesto que las jovencitas no lo han dejado tranquilo con todo eso del maquillaje y la vestimenta. Han sido mas de tres veces las que tuvo que cambiarse de traje, lo han peinado más veces ese día que en toda su vida, para que la obra solo sea por un día, y ni siquiera sus padres están ahí para verlo actuar – todo por la obra – dice asimismo para darse fuerza, al tiempo que con esa frase recuerda a su amiga Athena, toca sus labios que todavía guardan el sabor de la joven. Un escalofrió recorre su cuerpo, ¿Por qué lo hizo? Es la pregunta que revolotea en su mente, y cuya respuesta se esconde más y más a medida que sigue pensando en ello. Abre la puerta del sanitario, puede escuchar con claridad la voz de Yagami desde el escenario, se acerca con cautela, desea ver la actuación de su compañero aunque sea por cinco minutos.
– Ven acá, amigo… se que eres pobre… ten, he ahí cuarenta ducados; dame un dracma de un veneno tan fulminante que en cuanto se esparza por las venas, caiga muerto de repente el que la hubiera tomado
Kusanagi se perdió en las tranquilas aguas de la voz del pelirrojo, veía sus gestos, sus ademanes; sentía la necesidad de quedarse ahí y verlo sin pestañar siquiera. El coraje con el que en esos momentos trataba de convencer al Boticario para que le vendiese aquel veneno que lo juntaría por siempre con su adorada Julieta. Mientras en el backstage las dos encargadas de arreglar al moreno lo buscaban con desesperación, faltaban menos de cinco minutos para que Kyo volviese a entrar y era ya la escena principal, el clímax de la obra, y a uno de los protagonista se le ocurre perderse. No hace falta explicar la reacción de ambas al encontrar al moreno en babaria asomándose por uno de los lados; ni siquiera tuvo que caminar, aquellas dos lo llevaron volando al “camerino”. Era hora de lucir los traje principales, allá en escena Adzumi y Uma daban lo mejor de si para dar una actuación convincente; Yagami entró de repente, Arika agradeció a Buda el que Chimaki tuviese pulso y nervios excelentes, pues no templo ni un ápice al oír el portazo. Como loco Iori abrió una gran caja blanca sacando un traje apropiado para el último y más importante acto. Todos se quedaron callados, ese no era el traje que Chiyume escogió para el final, no obstante la muchacha no protesto argumentando que aquel vestuario era mucho más elegante y apegado a la época a la que hacia referencia la obra.
Sin más que decir siguieron con sus actividades, Kyo subió primero tendiéndose en la base que representaba la gloriosa tumba de mármol blanco; para Kusanagiera bastante incomoda, sumándole a esto que no podía respirar bien ya que supuestamente estaba muerto y cuando se ha visto un muerto respirar como si nada. Esperó impaciente que llegase su turno, levemente llegaban a sus oídos las voces de su “hermano” y Yuki; ¡que convincente fue aquella riña entre Teobaldo y Romeo!, el odio se apoderaba de los ojos de Kushinada al tener al pelirrojo frente a ella. Ambos peleaban en realidad por obtener el amor de una persona, una persona que ya ha escogido a quien darle el corazón y así como en la obra, no fue Yuki la vencedora. Yacía Paris a los pies de Romeo y de su rostro se escapa veloz el último destello de vida, colóquelo el joven Montesco en una tumba cercana, dirigiéndose después hacia la de su Julieta, la abre sorprendiéndose de que sigue tan hermosa y lozana como antaño. La besa (puesto que Kyo nunca le dice a Iori el como deshacerse de la cinta, al pelirrojo no le quedó más remedio que besar a Kusanagi con cinta de pormedio)
– ¡Oh querida Julieta! ¿Por qué estas tan bella aún? ¿Habré de creer que el fantasma llamado muerte está enamorado, y que el odioso monstruo descarnado te esconde aquí en la oscuridad para hacerte su querida? – La acaricia con ternura, mira su rostro. Iori se embelesa un instante con el sublime encanto en la faz del moreno – Por temor a que sea así – prosigue – me quedaré contigo para siempre, y no volveré a salir de este palacio de la oscura y eterna noche. – se inclina acercándose a ella. Mira el veneno que tiene en su mano – ven, amargo conductor, repugnante guía, piloto desesperado; lanza de una vez tu barca cansada del trabajo del mar – Una fría sensación se apodera del cuerpo de Yagami, como si presintiera que ese puede ser su fin si continúa la relación con su amigo. Más no teme un fin como ese, así como Romeo él lo daría todo por preservar aquel sentimiento –¡Bebo a la salud de mis amores! – y sin reparo bebe el veneno hasta el fondo – ¡Oh fiel boticario! ¡Cuan activos son tus remedios!... muero con este beso – Muere.
Y es tardía la llegada de Fray Lorenzo, pues al entrar al mausoleo encuentra terrible escena: yace parís en uno de los féretros aún sin terminar, y Romeo junto a la tumba de su amada pálido y sin rastro alguno de vida; más no acaba todo allí, justo en ese momento despierta Julieta de su letargo, esperanzada a encontrar a su lado al amor de su vida, pero crueldad del destino que lo que encuentra es sólo la sombra de lo que fue el joven Montesco, tan sólo el cuerpo inerte y frío de aquel cuyo amor lo llevó al suicidio.
Fray Lorenzo trata de convencerla de salir de ese lugar, comienzan a escuchar ruidos en las cercanías, sin embargo eso a Julieta no le importa; ¿Qué importa la vida en si cuando quien amas está muerto? ¿Acaso el vivir sin la persona que amas traerá satisfacciones y gozo? No es así, y Julieta lo sabe mejor que nadie en esos momentos.
– Idos, pues, que yo no me quiero ir – dice a Fray Lorenzo después de su insistencia para alejarse ese lugar – ¿Qué es eso? – Mira con asombro un objeto en el piso junto a la mano de Romeo – Es el veneno que ha terminado su vida antes de tiempo – lo levanta – bien lo veo… ¡Egoísta! – grita con furia a Romeo, mira nuevamente el frasco – ¡Lo ha bebido todo, sin dejarme una sola gota amiga que me lleve a él! – toma con sus manos el rostro de su amado. Kyo no se da cuenta, pero de sus ojos comienzan a fluir las lagrimas de sólo imaginar un fin similar para ambos – Voy a besar tus labios – lo ve fijamente y con ternura se acerca poco a poco – quizás recoja en ellos algún resto de veneno suficiente para matarme por medio de un cordial… beso – Iori puede sentir el contacto directo de sus labios con los de Kyo, disfruta del beso; se ríe por dentro al pensar que todos los ven y que nadie sabe la verdad ni sospechan siquiera la realidad del momento.
– Guíanos, joven… ¿Por donde? – las voces se acercan cada vez más
– Si, oigo ruido. Pronto será cosa hecha. – las lagrimas bajan por el rostro de la joven, más una luz de esperanza ilumina sus facciones, y del cinturón de Romeo coge el puñal con mano temblorosa – ¡Oh benditopuñal! – lo mira – serás tu el que me lleve a la eternidad con el hombre que amo – más algo pasa, Kyo no se atreve a clavar el puñal, todos los chicos observan desde los lados con angustia, es lo último, ¡Kusanagino puede echarlo a perder!. El moreno mira a Yagami y luego el puñal, traga saliva. Aunque sólo sea una obra siente miedo, como si aquello no fuese solo cuestión de actuación. Su amigo entreabre los ojos para ver que pasa, y distingue en los ojos del otro un dejo de indecisión. – ¡He aquí…tu vaina! – se hiere por fin, un suspiro de alivio por parte de todos, pero un dolor profundo en el alma de Iori – ahí puedes enmohecerte: déjame morir. – son las últimas palabras de Julieta, cae sobre el cuerpo de Romeo y muere.
Cierto es que fue una buena actuación, pero algo extraño pasó, Kyo al clavarse el puñal aunque la punta de éste era retráctil sintió un dolor tan fuerte como si en verdad hubiese atravesado su corazón. Y mientras caía sobre el cuerpo de su amigo se preguntó si es que él sería capaz, si se diera el caso, de suicidarse por Yagami; ese pensamiento lo tuvo presente por mucho, mucho tiempo.
A escena entran Sukida y Washi seguidos de varios alumnos como “extras”, encontrado a los amantes muertos, detienen al criado de Romeo y a los dos Frailes. Rápido llega el príncipe, pues ha escuchado en las calle a la gente que grita ¡Romeo! ¡Julieta! ¡Paris!.
Al enterarse de lo sucedido con aquellos tres, pide que se indague sobre la muerte de estos para descubrir la causa de aquel terrible acontecimiento. Aparecen de pronto los Capuleto y al contemplar la escena ambos quedan conmocionados, segundos después llega Montesco…
– Ven acá Montesco – grita el príncipe – has madrugado para ver a tu hijo y heredero dormido ahí más temprano aún.
– ¡Ah! Príncipe, mi esposa ha muerto esta noche, el dolor del destierro de mi hijo la ha ahogado. ¿Qué nuevas desgracias conspiran aun contra mi vejez?
Al terminar de decir eso el príncipe le indica que se acerque, Montesco lleno de furia reclama a su hijo aquel acto de amor, pero de inmediato es callado por el Príncipe ya que para él es más importante encontrar las causas, y manda llamar a los sospechosos. Llega pues Fray Lorenzo quien presume ser el más sospechoso al encontrarse en el tiempo y el lugar justos; de sus propios labios urge el permiso para dar su declaración
– Decid, pues, al momento, lo que sepáis de esto – dice el Príncipe con sumo interés en las palabras del Fraile
Fray Lorenzo comienza a contar todo, el como Romeo y Julieta se habían desposado en secreto, el mismo día en que fue muerto Teobaldo y el joven Montesco fue desterrado, la pena de Julieta al enterarse de tal desgracia, sumándole a eso el compromiso con Paris. Por lo que agobiada llegó con él pidiendo consuelo y ayuda. Y el cómo le dio una pócima soporífera que le produjo una muerte aparente mientras llegaba una carta a Romeo que envió de inmediato, más esa carta no fue entregada y el joven, únicamente enterado de la muerte de su amada, regresó a Verona con el corazón destrozado; explicó a su vez que dispuesto a explicarlo todo viajó al cementerio, sólo para encontrarse con aquel macabro panorama, y aunque rogó a Julieta marcharse ella no atendió a la suplica, y que al oír un ruido él se alejo de ese lugar, lapso en el cual ella se dio muerte.
– Eso es cuanto sé: su ama está enterada del casamiento. – Dijo con voz temblorosa – si en todo ello ha acaecido alguna desgracia por mi culpa, sacrifíquese mi vieja existencia al rigor de las más severas leyes.
El príncipe no dijo nada, mandó llamar al criado de Montesco el cual sólo declaro haber llevado la noticia de la muerte de Julieta a su amo, y que este salio de inmediato de Mantua. Cuando al príncipe le entregan la carta escrita por Romeo a Fray Lorenzo, corrobora entonces la declaración del fraile, además de informar sobre la adquisición del veneno y sus intenciones de morir al lado de su amada y descansar junto a ella eternamente.
– ¿Dónde están los dos enemigos, Capuleto y Montesco?... – vocifera el príncipe, su rostro llenó de indignación –ved la maldición extendida sobre vuestro odio – señala los cuerpos de los dos muchachos – El cielo ha hallado medio de destruir vuestra felicidad por el amor; y yo, por haber cerrado los ojos ante vuestras querellas, he perdido dos parientes. Todos estamos castigados
En ese instante Capuleto se acerca a Montesco…
– ¡Oh Montesco, hermano mío! Dame la mano; esta será la viudedad de mi hija; pues no puedo pedirte más– Montesco alza el rostro y estrecha su mano a la de su antiguo enemigo
– Yo puedo darte más, mandaré erigir una estatua de oro puro, y en tanto que Verona sea conocida con este nombre, ninguna estatua se aproximará al precio de la de la amante y fiel Julieta
– Romeo – comienza Capuleto – tan rico como su esposa, descansará junto a ella; ¡leves expiaciones de nuestras enemistades! – se dan un abrazo reconciliándose y dejando el odio en el pasado.
Kurama (el príncipe) camina hacia el frente del escenario dirigiéndose a los espectadores:
– La aurora de este día trae consigo triste paz, y el sol se oculta el rostro de dolor.Salid de este lugar e idos a hablar de estos lamentable sucesos. Algunos serán perdonados, otros tendrán su castigo; pues nunca hubo historia mas dolorosa que la de Julieta… y su Romeo.
Se cierra el telón.
Toda la gente que asistió a ver la obra se levantó y comenzó a aplaudir. No les quedó otro remedio a los muchachos que salir nuevamente; pero esta vez todos los alumnos del 1° I aparecieron en escena tomados de las manos y en medio la profesora Brigitte. A la cuenta de tres se inclinaron agradeciendo las ovaciones del público; pero algo sorprendió a Yagami, allí, entre el público vislumbró un rostro familiar, y al enfocar un poco más la vista se dio cuenta quien era: Furuyahitomi, su antiguo chofer lo acompañó en ese momento tan importante, quería bajar, agradecerle todo lo que había hecho por él, pedirle perdón ya que, aunque fuese de manera indirecta, él tuvo que ver con su despido. Sin embargo Kamiko al ver que su amo estaba bien, se levantó y salio del lugar sin darle tiempo al pelirrojo de hablarle cosa que dejó a Iori un tanto triste. Después todos regresaron al backstage mientras el director decía las últimas palabras dando por finalizado el curso de ese año y el comienzo de las vacaciones de invierno.
En la parte trasera del auditorio se escuchaba alboroto, risas, llanto, gritos de felicidad. A todos gusto la actuación de todos. La profesora agradeció nuevamente el empeño y dedicación de cada uno hacia su personaje y tarea que les había tocado; no obstante los más felicitados esa noche fueron sin duda los protagonistas, en especial el moreno por haberse atrevido a ponerse un vestido y besar a un chico aunque fuese con cinta. Obvio está que nunca se enteraron que el moreno quemaba dichas cintas con un pequeña ola de fuego antes de que llegaran a los labios del pelirrojo; de ahí el extraño calorcito que Iori sentía en su rostro. Y de lo cual fue informado cuando se vieron solos.
– Vaya, en verdad fuiste astuto – Iori y Kyo caminaban hacia fuera del auditorio, se habían despedido de todos y después de quitarse a Yuki de encima el moreno decidió presentarle a su invitada de ese día.
Cuando Wakaba-san miró al jovencito por primera vez quedó un poco desconcertada, más no dijo nada, se portó sumamente amable y entre los dos le dieron un pequeño Tour por los alrededores en la limusina de Iori. Al poco tiempo regresaron para que el moreno y ella tomaran su coche y regresaran a la mansión Kusanagi. A su vez el pelirrojo se fue a su hogar. Todo salio a pedir de boca, el festival, la obra; no había nadie que pudiera sentirse mal, la felicidad estaba presente en las casas de los estudiantes de Hitsuji.
Más algo preocupaba a cierta persona, Wakaba-san estaba segura de haber visto al chico pelirrojo en otro sitio, y más raro aún… en otro tiempo.
Continúa…
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Agosto, 2005