Fanfic por I-chan
Llamas y oscuridad
Capítulo 8.-
El tiempo, pasaba para Kyo. Su recuperación rendía frutos, así como su relación con Iori. Pensaba darle una gran sorpresa en cuanto lo viese. Así que le esperaba en la silla de ruedas.
Las cosas, seguían dando vueltas inesperadas.
Todavía tenía esas pesadillas que lo dejaban rogando por aire y momentos de paz. Pero intentaba no darles atención. Llegó a dividir su mente, era como si el sueño fuese una realidad aparte mientras que cuando despertaba solo podía aprovechar lo que ahora tenía a mano.
Iori Yagami, su antiguo enemigo y rival (y asesino, si vamos al caso), ahora le ayudaba a salir adelante. Y después de su charla con Shingo, entendió que no tenía nada realmente significativo para perder. Podía probar, y si eso no le mataba le haría más fuerte.
Además, el lado tranquilo del pelirrojo, le resultaba un misterio. En los pocos momentos en los que ambos se quedaban callados, era como si Iori fuese una persona totalmente distinta a lo que él había conocido en esos años de peleas.
La curiosidad le mataba, nunca pensó que terminaría en esa posición. Pero pensaba sacarle el jugo lo más que pudiese.
Su mente daba vueltas entorno a todo lo que había experimentado en se corto período de tiempo. Había descubierto que no solo Iori, sino que Benimaru y K’ también tenían una fijación con él. Yuki había muerto bajo causas sospechosas. Tenía pesadillas de un Orochi que revivía y lo usaba de marioneta. Había quedado ciego y paralítico....
Pero, a partir de todas esas cosas, había descubierto otras que le daban fuerzas para seguir adelante, fuerzas para arreglar todo lo malo que había pasado.
Al no ser miembro de los Kusanagi, podía tratar con Iori con más libertad, y no sólo eso, sino que era técnicamente de la propiedad del pelirrojo, así que nadie del clan Yagami le tocaría un pelo.
Por su culpa, Benimaru había buscado consuelo en Shingo, lo que había conllevado a un desastre para su pobre pupilo... O debería matar al rubio, o tener una charla de proporciones apocalípticas con él.
K’... no había vuelto a aparecer. Y cada vez que le preguntaba a una médico o enfermera, todos jugaban de sordos....
—Primero quiere que lo vea cómo veo a Yagami o a Yuki, y después desaparece...—se recargó en la silla. La radio era lo único que le hacía compañía. Afuera, el cielo estaba oscuro, y poco a poco comenzaron a caer las gotas de lluvia torrencial.—Iori ya debería haber llegado... ¿Qué lo detiene?
En la entrada, el susodicho estacionaba su auto.Tenía una cara que hablaba puramente de asesinatos. Se había pasado toda la tarde discutiendo con su guitarrista, Nobuo Uematsu, porque no podían ponerse de acuerdo con una nota, dos semitonos, y el horario de la presentación.
Nobu, como le decían los amigos, era la clase de persona sincera y directa que no tenía problemas en tirarte un balde de basura encima si es por tu bien. Por esa cualidad, era por la que el pelirrojo le respetaba. Con una vida, rodeado de asesinos y señores de la mentira, Iori había aprendido a apreciar a los que eran sinceros con él. Y Nobuo, le recordaba a Kyo...
Lo cuál hacía que girase su mente en torno al problema. La presentación era en Tokio, ergo, tendría que dejar a Kyo solo en Osaka. Cosa que no haría, pero sería demasiado riesgoso tanto llevarlo cómo dejarlo...
Encendió su cigarrillo, y se encaminó a la entrada del hospital.
Pero antes de poder hacer el segundo paso, un repentino Ki se encendió a su derecha. Una llamarada, salió disparada en su dirección. Con un movimiento diestro salto hacia atrás, aterrizando en el capó de su auto. Parecía un animal agazapado, esperando el momento de saltar sobre su presa.
El cigarrillo seguía bailando en sus labios. Sin dejarlo caer, hizo una exhalación de humo, y sonrió sardónicamente.
—¿No te enseñaron a no jugar con fuego... K’?.
—Eso debería decirte yo a ti...—dijo el joven de tez morena. Su rostro era un sola mueca de odio.—Después de lo que hiciste, ¿cómo puedes ver a Kyo a la cara? ¿Cómo puedes tolerar que te trate como a un amigo? ¿Cómo te atreves a ayudarle de esta manera cuando todo fue tu culpa?—las palabras salían en una marea de veneno.
Iori, se puso de pie, y bajó del capó caminando. Su gabardina color vino, bailaba a sus movimientos. Vestido con una de sus camisas de color negro, y unos pantalones ajustados en tono, parecía listo para una actuación, no para una pelea.
—Tu no eres nadie para pedirme explicaciones, hago lo que quiero. Y con lo que respecta a Kyo, es asunto puramente nuestro. Tú no tienes voz ni voto...—en un movimiento veloz, Iori pareció adoptar la pose de un animal.
Arrodillado, uso sus piernas cómo catapulta, y salió disparado contra K’. Este, apenas tuvo tiempo para esquivar el ataque. Pero la segunda oleada de golpes, lo atrapó sin clemencia. Cayó al suelo a los pocos minutos. Iori, estaba de pie a su lado, el cigarrillo nunca abandono su boca.
—Me culpas a mí por todo el dolor que siente Kyo... Y sin embargo, nunca te has puesto a pensar que tu fuiste creado a partir del dolor de él...
—¿De qué demonios hablas?—dijo el albino, mientras se incorporaba. El pie de Iori, le dejó de nuevo en el suelo. El pelirrojo se arrodilló, y lo tomó de la chaqueta.
—Tu fuiste creado por NESTS... tu eres un clon, una maldita copia que nació del dolor del original.—lanzó una bocanada de humo al rostro de K’. Su expresión era de desprecio.—Tú nunca viste todo lo que sufrió... Nunca sentiste lo que él sintió cuando su fuego le era arrebatado para ser usado por toda una camada de clones bastardos... No hables de su dolor tan a la ligera, tú eres el que no tiene derecho a estar cerca de él...
Sin decir más, el pelirrojo se puso de pie. Le dio unpuntapié a la cara del albino, y como si nada, empezó a caminar hacia la entrada. Finalmente, tiró el cigarrillo, el cual parecía más una colilla torcida. Empezaba a llover con fuerza.
K’, se quedó allí tirado. Aunque no lo quisiese demostrar, la verdad era que las palabras de Iori le habían dolido. No por cómo las había dicho, sino por la verdad que encerraban.
Él, nunca se había detenido a pensar si su mera presencia le causaría dolor al objeto de su afecto. Nunca se detuvo a pensar, que él mismo había nacido del dolor de Kyo.
Nunca se detuvo a pensar, si él tenía derecho de estar junto a ese ser que irradiaba luz...
No, nunca pensó... Y esa verdad, ahora le carcomía...
Se puso de pie con lentitud, no por su daño físico, sino por el peso que sentía en su corazón.
Con movimientos lentos, se quedó mirando de frente al hospital.
Fue entonces cuando lo vio.
Allí, en la ventana del primer piso, Kyo Kusanagi miraba sin hacerlo en realidad.
K’, se limitó a mirar con los ojos desorbitados, tanto por sorpresa como por lo que veía. Desde que Iori había prohibido su entrada en el hospital, no había vuelto a ver a Kyo. Y ahora, que se lo veía tan cercano pero a la vez tan lejos, se daba cuenta de que todo lo que el pelirrojo había dicho era cierto.
¿Qué derecho tenía él para acercarse a Kyo?....
No era mas que un hijo del dolor...
Siguió mirando, incapaz de darle la espalda a aquél ser de belleza tan peculiar.
Kyo, parecía un santo. Allí sentado en su silla de ruedas, con la iluminación de las lámparas y del cartel del hospital, desde la perspectiva de K’, era sin duda una imagen con aire místico.
Y como salido del infierno mismo. Iori hizo acto de presencia.
Se encontraba de pie detrás de Kyo, pero miraba a K’ con ojo crítico. Una sonrisa, cómo la que le había mostrado antes se formó en sus labios. Se inclinó sobre Kyo, y comenzó a respirar sobre el cuello de este.
Y a pesar de la distancia, K’ pudo ver sin animo de dudas, cómo Kyo se sonrojaba notablemente. Y Iori, seguía mostrando la misma maldita sonrisa.
Las manos del pelirrojo, se posaron sobre los hombros del castaño, y comenzaron a bajar por su pecho, mientras que el maldito susurraba cosas a los oídos de él.
Una de las manos de Kyo, se movió interceptando una del pelirrojo. Los dedos se entrelazaron, y la cabeza del joven se ladeó un poco en la dirección de Iori. Le decía algo.
K’, ya no podía ver más. Sonrió tristemente mientras que desviaba la mirada.
“Solo quiero que sea feliz...”, pensó vagamente. Dio la espalda a la escena, no lo soportaba más, tenía que irse.
Con paso seguro, y sin mirar atrás, se fue. Pero no sin antes, destrozar un poco el auto del pelirrojo.
(N.d.A: K’ en algo tenía que descargar su estado emocional. ¿No?. A poco si soy mala, cómo hago sufrir al pobre moreno... ^_^ ¡pero me encanta!)
En la habitación de Kyo, las cosas estaban un poco extrañas. Antes de que Iori entrase, Kyo ya sabía que había estado peleando con K’. Estaba ciego, pero sentía todo. Y cuando Iori abrió la puerta, estaba por darle una pequeña charla sobre su comportamiento.
Pero en cuanto sintió la respiración del indiscutido pelirrojo sobre su cuello, se quedó mudo. Sabía a la perfección que su rostro era el equivalente a un maldito farol de la calle, y no podía evitarlo.
—¿Me extrañaste?—preguntó el pelirrojo con voz seductora.
Kyo, podía sentir las manos de Iori paseando por su pecho, y a pesar de su estado, podía sentir su propia excitación.Interceptó la mano de Iori, y este en respuesta entrelazó los dedos de ambas manos.
—Te diría que sí... Pero tengo algo mejor que mostrarte...
—¿Ah sí?—el pelirrojo, sonreía contra su piel. Y Kyo, podía sentir cómo este respiraba su aroma.
—Sí, así que ponte aquí frente a mí y cierra los ojos.
A Iori, todo esto le sonaba como una broma de infantes. Pero hizo lo que Kyo le indicaba. Muy a su pesar claro esta, se estaba entreteniendo de lo lindo viendo como Kyo se sonrojaba y respiraba con dificultad bajo su toque.
El castaño, por otro lado, esperó unos momentos hasta estar seguro de que Iori estaba en su lugar y con los ojos cerrados.
Con cuidado y dificultad, retiró los pies de las plataformas de la silla y se puso de pie, con meticulosidad. No hacía ruido. Le costó un infierno poder hacerlo bien.
Y cuando ya estaba derecho, estiró los brazos, las puntas de sus dedos, rozaron contra lo que reconoció como los brazos cruzados sobre el pecho de Yagami. Siguiendo su instinto, alcanzó su blanco. Sus manos se perdieron en la cabellera roja, y tocaron con suavidad el rostro de Iori.
—Sorpresa...—susurró el joven antes de perder el equilibrio, y caer contra el cuerpo del pelirrojo.
Iori, quién estaba de pie esperando “Quien sabe qué” que Kyo quería mostrarle, sintió algo rozar contra sus brazos. Sintió un leve movimiento, pero lo tomó como una corriente de aire.
Pero en cuanto sintió unos dedos recorrer sus cabellos y tocar su rostro, abrió los ojos desmesuradamente.
La expresión de Kyo, más allá de la parálisis en la zona de los ojos por la ceguera, era total y puramente angelical. Lo cual era extraño, ya que él siempre le había visto con una expresión fiera y decidida.
(N.d.A: Aprovecho este paréntesis para pedirle disculpas a las lectoras. Verán, después de mucho preguntar e investigar, me enteré que los ciegos, aunque sea por tiempo temporal, no gozan de lagrimales. Por ende, no pueden llorar aunque quisiesen. Un poco tarde, pero prometo no cometer el mismo error. ^_^’)
Y cuando Kyo pronunció la palabra, y perdió el equilibrio, él solo atinó a tomarlo con cuidado entre sus brazos.
Permanecieron de esa manera unos instantes, Iori sosteniéndolo y Kyo simplemente dejándose llevar por el cálido abrazo.
—Eres un verdadero dolor de cabeza...—dijo el pelirrojo, mientras que respiraba el aroma del joven.
—Sí, pero ese es mi encanto... ¿Qué te parece? Ya me puedo parar, y dentro de poco ya voy a poder caminar bien. Maekawa dice que deberé usar bastón por un tiempo.
—Es mejor que sea pronto...—Iori, le tomó con cuidado y le dejó en la cama.
—¿Porqué?
—Porque la semana que viene, nos vamos a Tokio.
—¿Me estás hablando en serio?
—Tengo un recital, y no pienso dejarte aquí solo mientras tanto.
—Oh...
Kyo, no pudo evitar sonrojarse. El pelirrojo, estaba más que dispuesto a no dejarlo solo. Y el hecho de que recordase tan claramente la proximidad que habían compartido, bueno no lo dejaba en una posición muy cómoda.
—¿Cómo está trabajando tu sensibilidad?—preguntó Iori de la nada. Por unos instantes, Kyo no supo que decir.
—Bueno... bastante bien, ya tengo sensibilidad en las piernas, aunque todavía me cuesta un poco moverme.
—Ya veo... tendré que comprobarlo....
Kyo se quedó helado. ¿Qué demonios pretendía Iori?
Lo supo a los pocos instantes. Notó que el pelirrojo, había dejado su gabardina a un lado, y se encontraba en la cama reclinado sobre él.
—¿Iori...?—Kyo, era una sola masa de sensaciones, emociones y confusión.
Sintió cómo la mano de Iori, se habría paso por su bata, y tocaba con suavidad su pierna derecha. Sintió el aliento del pelirrojo contra su cuello, supo que estaban demasiado cerca. Pero no podía evitar desear más.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había compartido una caricia con alguien. Y todo este tiempo, Iori había sido el único que estaba en constante contacto con él.
Sonará cursi, pero al no poseer vista, Kyo dependía más de sus otros sentidos. Y en estos momentos, era como si Iori le estuviese proporcionando una manera de verlo. Una manera de saber que no estaba solo a pesar de toda la oscuridad que le rodeaba.
—Iori...—murmuró con suavidad. Sus manos, se movieron más que nada por instinto.
Tocaba el rostro de Iori, erasu única manera de verlo.
Los labios finos y seductores, la nariz afilada, las cejas perfectamente cuidadas, la forma tan masculina del rostro, el cabello que caía con suavidad cubriéndolo parcialmente, y los ojos un tanto rasgados. Kyo se moría por ver esos ojos.
Iori, en esos momentos, era para el joven una oda a la belleza masculina.
Sintió como las manos de Iori, se movían con suavidad, con cautela, y supo que estas temblaban un poco. Sabía que para Iori, ese instante era como tocar el fruto prohibido. Lo sabía mejor que nadie.
Iori, que había vivido bajo la enseñanza de matar a los Kusanagi. La enseñanza de matarlo a él. En estos momentos, era libre de tocar al objeto de su obsesión, era libre cómo para hacer lo que quisiese.
Y ese tipo de libertades, siempre llevaban a los miedos más profundos.
El “¿Podría..?” y el “¿Debería...?”, se hacían presentes.
Y Kyo, hizo lo más sano para ambos. Tomó las manos de Iori, y entrelazó los dedos de ambos.
—Perdí ante tu clan... Y sin embargo, en vez de matarme, preferiste ayudarme a salir adelante... Por eso te estoy agradecido. Se mejor que nadie, que no tengo derecho a pedirte nada. Pero solo quiero que pedirte que recuerdes que, ahora dependo de ti....—las palabras salieron con decisión. La verdad era que ni el propio Kyo estaba seguro el porqué de lo que había dicho. Solo entendía que, no quería ser rechazado e ignorado por Iori. Eso sería demasiado para él.
Pasaron unos instantes en silencio. Kyo sabía que Iori estaba midiendo la gravedad de las palabras que había dicho. Y cuando sintió el aliento de Iori sobre su rostro, supo que ya no era el momento de pensar, sino de responder a su dueño.
Porque, había que admitirlo, Kyo siempre tuvo un fetiche con el pelirrojo. Disfrutaba en secreto el saber que era el motivo de existencia de una persona. Le excitaba la idea de tener un dueño. Pero como todo cabeza dura, sino le dicen no se da cuenta.
—Admites ser mío...—el pelirrojo hablaba con una cercanía y una emoción que dejó al castaño sorprendido.—Me gustaría atrapar este momento...
Y antes de que Kyo pudiese decir algo, Iori tenía su boca sobre la de él. Un beso suave, tranquilo que se fue modificando hasta ser lo que Kyo siempre imaginó que sería. Fogoso... El beso de aquel pelirrojo era simplemente fogoso.
Iori temblaba. La emoción que le embargaba en ese momento, era indescriptible. Siempre, en lo más profundo de su mente, se había preguntado como sería el besar al joven que se encontraba entre sus brazos. Y ahora que tenía la oportunidad de darle rienda suelta a sus emociones, todo sucedía demasiado rápido.
Chocolate.... a eso sabía Kyo, a un chocolate dulce y amargo a la vez. Y le encantaba.
Ambos, estaban completamente dominados por las caricias y el calor del otro. Las manos de Kyo, se perdían en el cabello del pelirrojo y en su cuello, rozando, tocando y provocando a la vez. Iori, por su parte, tenía al joven fuertemente atrapado en su abrazo, y aunque temblaba por la excitación y la emoción, besaba al joven con fiereza y dominación.Sus alientos se mezclaban, y cuando ya no podían aguantar la respiración, se separaban apenas unos centímetros.
Iori, miraba con cuidado a Kyo. Sus mejillas sonrosadas, y su respiración elaborada, resultaban una imagen de angelical erotismo. Dejó su mano acariciar los cabellos castaños, y vio como Kyo se dejaba hacer y se amoldaba al tacto. Una imagen de perfecta sumisión.
Podía sentir como las manos de Kyo paseaban por su espalda y hombros, y cómo se dirigían por su cuello hasta su rostro. El joven le acariciaba con suma delicadeza y cuidado. Tocaba su rostro con sobria tranquilidad, como recordando su expresión. Y cuando las yemas de sus dedos llegaron a sus labios, se atrevió a besarlas con fervor.
Kyo dio un respingo de sorpresa y suspiro con cierta satisfacción. Le habría encantado poder ver el rostro del pelirrojo en esos momentos. A partir de lo que tocaba, podía formarse una vaga imagen mental. Pero aún así le resultaba difícil armar el verdadero cuadro, nunca antes había visto o sentido a Iori Yagami de una manera tan tierna y cuidadosa. Imaginarse su expresión le resultaba sumamente difícil.
Podrían haber estado así por siempre....
—¡Kyo....!¿san?—era Shingo Yabuki, quién al ver la escena se quedó parado en la puerta mirando con clara confusión a los dos guerreros en la cama. Y cuando el chico finalmente pudo sumar 2+2, solo atinó a parpadear y salir al grito de “¡Gomen asai!”.
Iori, soltó un gruñido de molestia ante la interrupción. Kyo por su lado, se limitó a reír alegremente ante la escena. Se imaginaba la cara de Shingo, y eso le causaba una suma alegría.
Yagami, le miraba con notado interés. Esa era una de las pocas veces en las que Kyo reía con total libertad, y se sentía dentro de todo afortunado por ser el único que lo escuchaba.
—Me parece que hasta ahí llegó nuestra privacidad...—comentó el joven entre risas.
El pelirrojo se sentó en la cama. De no ser por la presencia de Kyo, probablemente mataría a Yabuki por su buen tino a la hora de interrumpir.
—Supongo que querrás que entre...—dijo molesto.
—Bueno... por Shingo no te hagas problema... la verdad él está al tanto de lo que pasa...
Entonces fue el turno de reír de Yagami. Así que los amigos de Kyo ya sabían lo que pasaba. Mejor para él. De un movimiento, se acercó a la puerta y se encontró con Shingo sentado en la silla junto a la puerta completamente sonrojado.
—Pasa—ordenó sin miramientos.
El pelirrojo entró, tomando asiento junto a Kyo. Shingo entró poco después, se lo notaba claramente incómodo.
—Ehh... Kyo-san, Yagami-san... realmente siento haber sido tan inoportuno.
—La próxima vez toca la puerta...— se limitó a murmurar Iori. Kyo, rió como un niño ante el comentario.
—Ya no importa Shingo, por lo menos pediste perdón. Pero la verdad me hubiera gustado ver tu cara...—Kyo, rió un poco más al imaginarse los ojos desorbitados del chico y su boca abierta.
—Bueno... al menos fui yo y no Maekawa-sensei...
—Eso habría sido divertido...—el pelirrojo, hizo una mueca diabólica ante la idea.
—Si...—convino Kyo. Sus dedos, se entrelazaron con los de Iori de manera ausente. Shingo los miró con una sonrisa en los labios. Una sonrisa que no pasó desapercibida por el pelirrojo.
—¿Encuentras algo gracioso Yabuki?—preguntó en tono amenazante.
—No... Es solo que me alegro por ustedes.... Solo espero que Mai no se entere, o hará mucha publicidad.
Iori, no sabía que hacer de ese comentario. Esperaba que los amigos de Kyo, en especial Yabuki, comenzasen a hacer un gran berrinche al notar su proximidad. Pero en cambio, se encontró con el apoyo de Yabuki.
—Me sorprende que estés de acuerdo...—dijo finalmente— Esperaba cualquier cosa menos tu aceptación.
—Bueno... La verdad es que ya sabía que había algo más que lo que mostraban. Y se que Kyo-san será feliz a su lado. Lo veo, y solo quiero que sea feliz. Pero lo que se Yagami-san, no le perdonaré si lo hace llorar.—Ese fue el turno de Shingo de sonar serio y amenazante.
Iori, se limitó a sonreír y a observar a Kyo con una expresión indefinida. Mientras estuviese en su poder, Kyo no sufriría. Ya habían tenido suficiente, ambos los dos, con lo que habían vivido.
—Shingo... todo estará bien....—dijo finalmente Kyo sonriendo con seguridad mientras apretaba la mano del pelirrojo.
Yagami, en un arrebato de emoción, tironeó de Kyo, atrapándolo en un abrazo y sellando sus bocas en un beso.
El pobre de Shingo, miró con ojos desorbitados ese despliegue de pasión y... ¿porqué negarlo?, Amor. Encontró de pronto más interesante la ventana y el suelo frente a sus pies.
—Estaré afuera...—murmuró el pelirrojo contra los labios de Kyo. Y dándole un rápido beso, salió llevándose su abrigo.
Shingo y Kyo, se quedaron solos en la habitación. Y de un momento a otro, Kyo se dejó caer en la cama con un suspiro de contento mientras que sus mejillas se teñían de color carmín.
Shingo comenzó a reír con suavidad, pero al final no pudo aguantar sus propias carcajadas.
—No... me esperaba que se juntasen tan pronto.
—Bueno... al menos Mai estará saltando por ahí en cuanto se entere.
—Conociéndola, ya lo sabe.
—Pero no viniste aquí para hablarme de Mai, ¿verdad?—Kyo, era perfectamente consciente de que Shingo tal vez había tenido problemas con el rubio. Y por ello, prefería dejar su felicidad en segundo plano. Al menos hasta que Iori regresase.
—La verdad Kyo-san... tengo una larga historia que contarle.—comento Shingo, con cierto aire alegre mientras se sentaba a su lado.
—Pues comienza,sabes que me gustan las buenas historias.
—¿Por dónde debería comenzar?
—Por el principio y deja el suspenso. Eso se lo dejamos a Iori.
Ambos rieron animadamente ante el comentario.
—Bueno... Hace como dos semanas que le conté todo el problema con Benimaru... Y desde entonces, las cosas han dado giros inesperados. En primer lugar, con Beni nos reuníamos seguido, para ver películas, jugar juegos de video o cualquier tontería. Pero con el correr del tiempo, todo se modifico de manera astronómica. La semana pasada, mientras veíamos una película, Benimaru comenzó a... bueno a avanzar si es que me entiende. La cosa se puso muy seria... y a decir verdad, no me espera una actuación de ese tipo de su parte. Me tomó desprevenido. Y creo que ni siquiera él sabía lo que estaba haciendo, y cuando cayó en cuenta. Se arrepintió de lo que estaba haciendo.Me pidió disculpas, y hasta me dijo que podía golpearlo por su falta.... Yo... no pude soportarlo, rompí a llorar. Me fui antes de que pudiese decir cualquier otra cosa.
El tiempo pasó, y yo no podía enfrentarlo. Una cosa era consolarlo, pero después de ese acercamiento, me di cuenta de que él ni siquiera estaba seguro de que era lo que quería. Y unos días después, apareció de la nada en la escuela queriendo hablar conmigo.
Yo simplemente no podía soportar su presencia. Estaba seguro de lo que sentía, y por eso no aguantaba que intentase actuar como si nada hubiese sucedido.
Y cuando le di la espalda para irme sin decirle nada, hizo algo que no me esperaba. Me abrazó... y me di cuenta que lloraba... Me dijo que me quería, que ya no soportaba lo que estaba pasando. Que una cosa era consuelo y otra muy distinta el enamorarse de mí por lo que soy...
No diré que estamos en una relación sencilla, pero es que las cosas cambiaron. Y yo estoy contento con el cambio....
Kyo, escuchaba la narración de Shingo con una mezcla de emociones conflictivas. Tenía deseos de matar al rubio por su estupidez, pero al mismo tiempo le admiraba por haberse dado cuenta de su error e intentar repararlo. Al final, solo sonrió.
—Me alegro por ustedes. Me parece perfecto. Te felicito Shingo. Has madurado....
—Gracias Kyo-san. La verdad, no esperé que esto sucediese, pero soy feliz. Y yo también debo felicitarlo. Espero que las cosas entre usted y Yagami-san funcionen.
—Nuestras vidas se convirtieron en telenovelas.... Me siento el personaje de una mala serie televisiva....
—-Bueno, al menos ahora tendrá la oportunidad de vivir en paz.
—Lo sé, y eso me asusta. Shingo, toda mi vida a girado en torno a combates, y ahora que tengo la oportunidad de vivir pacíficamente... Siento que es demasiado en poco tiempo.
—Se que debe ser difícil para usted. Pero sabe que si vive con Yagami, no tendrá lo que puede llamarse una vida pacífica.
—Jajaja, en eso tienes razón.... Pero dime, ¿cómo se encuentra Benimaru? ¿Porqué no vino?.
—La verdad es que se encuentra más tranquilo que nunca. Y en estos momentos debe estar esperando en vestíbulo hasta que terminemos de hablar....—Y de pronto, se dio cuenta de algo.
—Ehm... ¿Shingo? ¿por si acaso Beni sigue de malas con el asunto de Iori?
—Bueno....
—Ayúdame con la silla de ruedas, y esperemos que no hayan matado a nadie todavía.
Y con una velocidad poco usual por parte de ambos. Ya estaban dando vueltas por el hospital en busca de sus parejas.
Mientras tanto, cierto pelirrojo una leve y muy disimulada sonrisa, se encontraba sentado en una banqueta en una galería interna del hospital observando la lluvia y fumando un cigarrillo.
Se encontraba extrañamente contento. Había demostrado su punto a K’, lo cual le daba una preocupación menos. Y después de mucho tiempo, finalmente había podido saborear los labios del objeto de su obsesión. Y no solo eso, sino que había comprobado el lado sumiso de Kyo. Lo cual le daba cierta sensación de satisfacción.
Comenzó a tararear para sí. Tenía en mente una nueva canción. Y de no ser por la presencia de cierto rubio a su lado, tal vez la abría terminado en un santiamén.
—Yagami...—le saludó el rubio con una expresión de aversión palpable. Iori sonrió con sarcasmo.
—Nikaido.
—Me enteré por boca de Kyo sobre tu actuación heroica.—el rubio, se acomodó frente a Iori con una expresión amenazante.— No me trago tu acto... Si lastimas a Kyo, lo vas a pagar caro.
Iori, rió con el cigarrillo danzando en sus labios.
—¿Y tú que eres su niñera? El tiene el derecho a tomar sus propias decisiones. Lo que te molesta es que me eligiese a mí como el que le ayudase y no a ti, que eres su supuesto amigo.—Las palabras salieron con burla. El cabello de Benimaru se crispó ante las repentina descarga de electricidad que liberó por su ira. Iori sonrió más abiertamente.
—No te atrevas a hablarme de esa manera. Kyo es un estúpido por confiar en un asesino como tú. Pero es mi amigo, y cuidaré de él. Aunque eso signifique el separarlo de ti.
Y ante esa respuesta fue el turno de Iori de sacar chispas por los ojos. Tomó el cigarrillo y lo hizo arder con sus llamas. Se puso de pie, y se acercó a Benimaru de manera amenazante.
—Nada, ni nadie va a separarme de él. Atrévete, y morirás...
La tensión era palpable. Ambos parecían perros rabiosos dispuestos a saltar sobre el cuello del otro.
—No actúes como si te importase— le espetó el rubio— Desde un principio solo le hiciste daño. No tienes derecho a protegerlo.
—Eso a ti no te incumbe. Le protegeré, mataré por él, y si he de morir por él, ¡entonces lo haré con gusto!
De pronto, Benimaru esbozó una sonrisa radiante. Iori, por unos instantes, se sintió confundido. Pero cayó en cuenta de golpe.
Había revelado sus verdaderos sentimientos hacia Kyo. Nada claro, pero algo muy sugerente.
—¡Tú...!— tomó al rubio por el cuello con su mano derecha y comenzó a ahorcarlo.
Pero se detuvo, y lanzó contra unos de los pilares. A su derecha, llegaba Kyo con Shingo.
—Espero que no estuviesen peleando.—comentó Shingo mirando directamente a Benimaru, quién sonreía tontamente.
—Hay estática en el aire, y olor a chamuscado...—comentó Kyo. Sus ojos estaban cerrados, pero se lo notaba sintiendo el aroma del ambiente.— Espero que no se hayan achicharrado mutuamente...
—¡Vamos fosforito! ¡Sabes que soy demasiado lindo como para morir asado!— Iori lanzó un gruñido de molestia ante el comentario. El rubio solo rió con aire cautivador.
Benimaru, quién le guiñó un ojo discretamente a Shingo, se acercó a Kyo y lo rodeó con sus brazos. Llevaba una sonrisa coqueta, y miraba a Iori con aire burlón.
—¿Me extrañarías si me muriese?—preguntó al castaño con un tono aniñado pero seductor. Kyo solo le sonrió con un aire de infinita paciencia, ya estaba por demás acostumbrado a esa actitud en Beni.
—Sabes que sí. ¿Acaso crees que no?—preguntó el castaño siguiendo el juego. Su rostro reflejaba tranquilidad, y su sonrisa era amable. Iori estaba estallando de ira.
En un movimiento brusco, separó al rubio, y tomó a Kyo en sus brazos. Se alejó a grandes zancadas de la pareja de la galería.
Kyo, un tanto confundido por el movimiento repentino, apoyó su cabeza en el hombro de Iori, y se dirigió en dirección de su rostro.
—¿Iori?—preguntó con aire dubitativo.
— Hemos perdido mucho tiempo, deberías estar ejercitándote.— la respuesta salió como un disparo lleno de ira contenida. No hacía falta ser un genio para notar los celos. Kyo sonrió con aire divertido, y con suavidad plantó un pequeño beso en la mejilla de Yagami.
El castaño, pudo prácticamente sentir como una oleada de sosiego invadía al pelirrojo. Iori sonrió, le gustaba el cambio.
Mientras tanto, Shingo miraba a Benimaru con notada curiosidad y preocupación.
—¡¿Querías que Yagami-san te matase?! ¡¿O sólo querías que me diese un ataque al encontrar tu cuerpo?!
—Tranquilo Koi...— exclamó el rubio dándole un beso suave y cariñoso.— Quería comprobar las intenciones de Yagami antes que nada. Y he descubierto algo muy, pero muy interesante.
—¿Qué?—preguntó Shingo con más tranquilidad.
—Nuestro querido pelirrojo, en un arranque de ira me ha confesado que protegerá a Kyo, que es capaz de matar y morir por él.
—Oh...— Shingo miró al otro lado de la galería por dónde habían desaparecido los otros con una sonrisa de felicidad.— Ya era hora.
—Sí... ya era la maldita hora de que ese par de cabezas quemadas se pusiesen de acuerdo con sus sentimientos.—deslizó su mano por la cintura de Shingo, atrapándolo en un abrazo.—Y ahora, mi querido Koibito, ¿qué tal si vamos a comer algo?.
—Me parece una idea genial—convino este.
Y entre risas y besos suaves, abandonaron el hospital.
~ * ~
Continuará...
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