Fanfic por Heyoka
Traducido por MiauNeko

Aquí Conmigo
Un shortfic de The King of Fighters

***

"Y no puedo dejar esta cama
Me arriesgo de olvidar todo lo que he visto
Oh, soy lo que soy/ hago lo que quiero
Pero no me puedo esconder/y no me iré
No dormiré/y no puedo respirar
Hasta que descanses aquí conmigo"
Here with me - Dido

***

Me despierto debido a una linea de luz que cruza mi rostro; instintivamente, comienzo a poner mi puño arriba. Protegiendo mis ojos con la mano, miro nubladamente hacia la ahora abierta puerta, llena de luz del pasillo y de una silueta de amplios hombros. La forma es íntimamente familiar, aunque una vez causó temor, ahora es sólo somnoliento encanto. Ha vuelto a casa del concierto de hoy.

- No quería despertarte. Vuelve a dormir. - La voz es un suave temblor. Sonrió soñoliento ante su preocupación.

- Sólo estaba esperando - extiendo un brazo hacia él -. Ven tú a la cama, si realmente quieres que yo duerma.

Un resoplido divertido mientras desaparece en las sombras de la habitación; la puerta se cierra a medias, aun dejando pasar un poco de luz, pero no lo suficiente para cegarme de nuevo. Puedo oír el murmullo de sus movimientos.

- Si voy a la cama, no dormirás nada.

Río.

- ¿No? - pregunto, prolongándolo un poco para darle énfasis -. Tendré que hacerte probar eso.

- Sukebe. {Persona que gusta de la lujuria =^^=}

Aun sonriendo, me recuesto, acurrucándome mientras lo espero. Hay un deslizamiento de tela sobre la piel cuando se saca su camisa; está muy oscuro para que pueda ver sus movimientos, pero los recuerdos de su gracia en esos simples gestos son lo suficientemente claros, el arco de su espalda, las ondas de sus músculos entre sus hombros. Una perezosa calidez se agita en mi vientre, y suspiro contento.

- Apúrate - murmuro. Una risita es la única respuesta. Tela cayendo con un suave sonido al suelo -- sus pantalones. La calidez ya no es tan perezosa; mis manos literalmente duelen por tocarlo, por recorrer la gloriosa combinación de suave piel y firmes músculos que es mi amante. Como un sustituto temporal, paso mis manos sobre la sábana, acariciando la tela como quiero acariciarlo a él.

Más movimientos en la oscuridad, y luego está a mi lado -- puedo sentir el calor de su cuerpo, escuchar el suave susurro de su aliento. Me deslizo para hacerle espacio, temblando un poco en anticipación.

Se mete a la cama, pero para mi sorpresa no se acuesta a mi lado; en vez de eso, se sienta con la espalda contra la pared y sus piernas extendidas. Me levanto apoyándome en los codos tratando de ver su rostro; la mezcla de ligera luz y sombras no me da pistas sobre lo que está pasando dentro de su cabeza. Saliendo de la semioscuridad, dedos rozan mi mejilla, y luego se deslizan en mi cabello, acariciando. Dejo escapar un aliento que no sabía que estaba conteniendo; aun me quiere cerca. Es sólo que hay algo que no ha dejado salir aun. Acercándome, me acurruco contra su costado, con mi cabeza apoyada en su muslo y una mano cubriendo su regazo. Continúa haciéndome cariño, de vez en cuando dejando que su mano vague sobre mis hombros y hacia arriba. El silencio es casi cómodo, pero sé que no descansará hasta que lo haya solucionado, sea lo que sea.

Finalmente, una respiración profunda y dice:

- Alguien de las bandas del área murió anoche. Tsukibasu, de Little Toys.

Yo no he sido parte de su vida lo suficiente como para conocer a todas las personas de la escena musical de Osaka, así que el nombre significa nada para mí, aunque el nombre de la banda suena vagamente familiar.

Su voz es tranquila -- no exactamente apenada, sólo pensativa, un poquito lenta. Pero lo conozco muy bien como para pensar que todas sus emociones serán reveladas tan rápidamente. Lo presiono un poco en un tipo de abrazo.

- ¿Lo conocías?

Hay movimiento sobre mí, creo que es una negación con la cabeza.

- Hn--nn. No exactamente. Sólo hablamos un par de veces en las fiestas. También era un bajista. Bastante bueno.

Silencio de nuevo, durante algunos latidos. Su mano aun es cálida contra la parte de atrás de mi cuello. Vuelvo mi cabeza lo suficiente para hablar más claro.

- ¿Cómo murió?

- Sobredosis de heroína. Solo, en su departamento... - Una pausa; su respiración es un poco más difícil. Nos acercamos al punto, pienso. - Dijeron que podría haber estado muerto unos días antes de que alguien lo notara.

- ¿Incluso sus compañeros de banda?

- Se había estado alejando de ellos. Por las drogas. Así que ellos pensaron que estaba en una de sus fiestas y que volvería en unos días.

Un estremecimiento pasa sobre él, y a través de su piel, hacia mí; presiono mi mejilla contra su piel, tranquilizándome en su viva calidez -. Es terrible... ¿y su familia?

- No lo sé. Se dice que peleó con sus padres hace mucho tiempo y no les ha hablado en años. Así que nadie sabe cómo contactarlos.

- ¿Novia o algo?

- No, sólo las chicas con quienes dormía, con quienes se drogaba.

Calla de nuevo; su aliento no se ha calmado. Acaricio gentilmente su muslo, para tranquilizar, no excitar. Un suave golpe--creo que es su cabeza contra la pared. Algunas profundas inhalaciones, con pausas entremedio, como si quisiera hablar, pero nada sale. Nunca ha sido muy hablador, especialmente con lo que pasa dentro de su cabeza--o corazón. La respuesta más obvia es que saber de esta muerte ha despertado en él el potencial de la suya propia. Pero él es Yagami, criado con la sangre de las serpientes en sus venas, y creo que ha estado dolorosamente consciente de su mortalidad desde la niñez. La muerte no lo asusta, nunca he visto que lo asustara. Es algo más.

Me levanto para sentarme, mis movimientos lentos para no sobresaltarlo. Mi intención es sentarme a su lado, quizás pasar un brazo alrededor de su cintura, pero me sorprende de nuevo acercándose, y abriendo brazos y piernas para rodearme, atrayéndome contra su pecho. Termino con mi costado contra su pecho, mi mejilla presionada contra su hombro. Entrelazando mis piernas con las de él, dejando que mis dedos rocen su nuca. Él suspira, profundamente, y siento que un poco de su tensión se dispersa. Finalmente las palabras salen.

- Solía pensar cómo sería mi muerte... cuando crecía, y cuando tú y yo éramos enemigos. Y siempre asumí que moriría en la arena, peleando... o una muerte como la de Tsukibasu, solo y frío.- Su voz se hace más áspera y yo lo abrazo sin decir palabra. - De cualquier modo... a nadie le importaría. Nadie lloraría por mí. Sólo me apagaría y sería el final de todo. La llama ahogada. Y de alguna forma... se suponía que sería suficiente. Sería débil al desear algo más. Pero...

Se detiene; por su quietud, no creo que pueda decir el resto. Así que trato de hacerlo por él, de poner cómodo al fantasma.

- Pero ahora te imaginas en su lugar, yéndote sin nadie que te vea o se preocupe... y duele. - Él asiente; me alejo lo suficiente para enderezarme y mirarlo a la cara. Sus ojos brillan en la media luz... ¿lágrimas no derramadas? Tomando su rostro entre mis manos para que no se voltee, lo miro a los ojos. - No estás solo. Estoy aquí, y me preocupo. - Dejo que mi frente descanse en la suya -. Y no me iré.

Un tembloroso respiro.

- Pero podrías... algo podría suceder...

Ahora hemos llegado al punto. Niego con la cabeza, sin apartarme de él.

-No. Nada.

- ¿Cómo puedes decir eso? - suena casi defensivo, un tono de casi molestia deslizándose en su tono -. Qué pasará si tu familia nos descubre, o la mía, o tus compañeros, o nuestros enemigos...

Presiono mi pulgar contra sus labios brevemente, y calla.

- Puedo decir eso porque te quiero. ¿Sabes lo que significa? Significa que no hay otro lugar en el mundo donde quiera estar salvo contigo. Ya sea aquí en tu cama, o en la arena, o enfrentando a nuestros familiares y amigos. - Río, negando con la cabeza -. Por Dios, juntos vencimos a Orochi. ¿Qué tan malo podría ser lo demás?

Ríe débilmente como respuesta, y puedo sentir su sonrisa bajo mis dedos. Luego desaparece.

- Pero...

Su mente es un remolino, probablemente ha estado pensando en esto durante horas. Es momento de hacerlo reaccionar.

- ¿Iori, _quieres_ que me vaya? ¿Quieres terminar todo esto? Si es así, lo haré. Eres la única persona que tiene ese poder. Sólo dime si eso es lo que realmente quieres.

El sonido que hace es casi un gruñido, como si la pregunta fuera un golpe físico. Se queda en silencio durante unos momentos; puedo decir que me está mirando, pero no si realmente me está viendo.

Se queda quieto más tiempo del que yo esperaba y un miedo se agita en mi estómago. Entonces, inesperadamente, sus brazos me presionan en un fiero abrazo, doloroso durante un momento.

- No - dice, con un poco más que un susurro -. Quédate conmigo. Yo... yo no quiero estar solo de nuevo. No ahora que sé cómo es la alternativa. No quiero ser como Tsukibasu.

Suspiro, dejando que mi frente se deslice a su hombro.

- Gracias a dios - respiro -. Maldición, a veces me asustas. - Golpeo mi puño suavemente contra su estómago.

Una mano se desliza para tomar la parte de atrás de mi cabeza mientras hunde su rostro en el ángulo de mi cuello.

- Lo sé... Yo sólo... a veces es fácil pensar que esto no es real.

- ¿Quieres realidad? - gruño, levantándome para alcanzar su rostro con mis manos de nuevo. Ladeando un poco su cabeza, me inclino y presiono mis labios contra los de él. Su boca se abre entusiasta bajo la mía, dejándome deslizar mi lengua y explorar y saborear. El beso se vuelve más fiero mientras él responde, y estoy consciente de sus manos deslizándose por mi espalda, levantándome para sentarme a horcajadas sobre su regazo, luego atrayéndome hacia él. Finalmente nos separamos del beso para recuperar el aliento; descanso mi frente en la suya de nuevo.

- ¿Es eso suficientemente real para ti? - me sorprende lo ronca que es mi voz.

Nuestros rostros aun están bastante cercanos y puedo sentir el movimiento contra mis labios cuando sonríe.

- De alguna forma pensé que volveríamos a esto - se inclina hacia adelante para besarme de nuevo, más suavemente. - Sí, es real. Es suficiente.

Otro beso, y después de eso pronto no hay mucho uso para las palabras excepto ahogados ruegos de más fuerte y justo _ahí_. De los últimos vestigios del miedo, mediante caricias, sabores y olores, forjamos una comunión--dos llamas unidas en una sola llamarada, alimentada en las profundidades del infierno y rugiendo por nuestras venas hasta finalmente estallar, dejándonos saciados y somnolientos en los brazos del otro. Mientras me sumerjo en el sueño, con mi cabeza apoyada en su pecho, el apagado sonido de sus latidos arrullándome, sonrío para mí. Es más que suficiente.

***

Owari...

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