Nyujaku
Veo tu rostro en estos momentos, tan tranquilo, tan relajado, tan sereno. Las líneas que usualmente marcan tu rostro bonito ahora desaparecidas mientras yaces aquí, a mi lado. Mío.
Los cabellos carmesí que ahora caen sobre tu rostro, desordenadamente, sólo hacen que quiera pasar mi mano suavemente por tu rostro y acariciar la piel que tan bien conozco. Pero tengo miedo que despiertes de tan tranquilo que estás en ese sueño tuyo. Me da la impresión que despertarás y me acusarás por haberte despertado.
¿Qué sueñas? ¿Acaso conmigo?
Hago una mueca de burla a mí mismo ante este pensamiento.
Pero sabes, en este momento no me importa, ya nada me importa mientras esté aquí, a tu lado.
Mis manos tiemblan, quiero tocarte, pasar mis dedos por ese cabello que me hace recordar tanto la sangre que derramábamos en nuestras constantes peleas. Parece tan suave, tan sedoso...
Me río de mí mismo al pensar que recién ahora me pongo a pensar, detenidamente, en detalles de ti que ni yo mismo sabía impresos en mi mente. Y el verte así, ahora, hace que todos esos pequeños detalles vengan a mí como un torrente de agua helada, tan fuerte, tan agresivo, tan... doloroso.
No puedo resistirlo más, quiero tocarte, tocar la piel que he tocado incontables veces mientras peleamos, amandonos. Quiero acariciar tu rostro como nunca lo hice antes, quiero despertarte de ese sueño profundo besando tus labios, sintiendo su aroma invadir mis sentidos, quiero sentir tu piel contra la mía una vez más... quiero... quiero tenerte conmigo nuevamente, Yagami.
Los ojos me arden y siento la humedad que resbala por mi rostro. Lágrimas. Lágrimas descendiendo libremente de mis ojos, rojos de tanto llorar. Me sorprendo. Pensé que ya había agotado todas mis lágrimas... Pero veo que no es así, ellas siguen fluyendo como si dentro de mí hubiera un infinito pozo de agua salada que se alimentara de ti, y ahora que te has ido se está vaciando sin remedio.
Mi mano temblorosa se acerca a tu rostro y, como si tuviera voluntad propia, roza tu mejilla teñida de sangre. Todo mi cuerpo se sacude en una convulsión, espasmódica, violenta... y rompo en llanto. Un llanto desesperado, como jamás en mi vida. Cierro los ojos con fuerza y cubro mi boca con las manos para tratar de evitar, a toda costa, los fuertes gemidos que abandonan mis labios, llamándote. Pero no puedo evitarlo, es inútil, es más fuerte que yo... Siento que todos mis sentidos se han multiplicado por cien, puedo oír cada sollozo, cada gemido que viene de mí; el viento helado soplando contra nosotros, su rugir en este lugar ahora en ruinas... y por sobre todo, el dolor. Es insoportable, no lo resisto, mi pecho va a estallar, se va a fundir en el hielo que predomina ahora ahí, el frío que resquebraja mi corazón... la sevicia con la que congela cada parte de mi cuerpo, de mi alma, es tan intensa. Jamás pensé que algo pudiera ser tan doloroso... Es un suplicio, una tortura... Un tormento que tú me has impuesto, Yagami... Y no te lo perdonare!
¿¡Por qué me dejaste!? ¿¡Por qué!? ¡Dímelo! ¡¡Quiero saberlo!! ¿¡No habías jurado, acaso, que ibas a ser tú aquel que acabara conmigo!? Lo pregonabas a los cuatro vientos, que yo era tuyo, ¡que el único con derecho a matarme eras tú! ¿¡Entonces por qué!? ¿Por qué...?
Más sollozos y puedo sentir tu sangre salada y ya algo seca en mi boca, en mi lengua, la tuya y la mía, mientras muerdo mis manos manchadas con tu sangre para tratar de contenerme. Mis ojos se abren y van hacia ti, que ahora yaces a mi lado con aquel rostro tan tranquilo y sereno que nunca soñé ver... ni en mis peores pesadillas. Al menos no así.
Mi cuerpo se abalanza contra el tuyo, el dolor físico que toma cuenta de mi cuerpo no es nada comparado al remolino que llevo dentro, y te tomo en mis brazos. En ese momento mi miedo a tocarte se esfuma y ahora sólo queda la angustia, porque sé no despertarás. Estás muerto. Después de todo, no estás soñando conmigo, ¿ne, Yagami?
Levanto tu cuerpo, lo traigo hacia mí mientras vuelvo a mi posición previa, sentado, recostado contra lo que quedó de este pilar hermosamente esculpido con diseños de querubines que ahora nos miran con aquellos dolidos e inocentes ojos vacíos. Si no supiera que es solamente piedra labrada los mataría por atreverse a mirarte así, tan profundamente. No, nadie tiene ese derecho, sólo yo, por que eres mío, sólo mío.
Te abrazo contra mi pecho, escondiendo mi rostro en tu cuello para ahogar mis gemidos en ti. Sé que mi malherido cuerpo está recibiendo violentas oleadas de dolor, ¿pero sabes qué? No me importa... Creo que ya no puedo sentirlas, contigo en mis brazos soy ajeno a todo, a todos, a el mundo. Y además, ya son tan suaves en estos momentos a mis sentidos los dolores físicos, tan sólo una tenue sombra del dolor que el frío que invade mis entrañas produce en mí.
Logro controlar un poco mis convulsiones y mi llanto, pero mi alma sigue siendo desgarrada con la misma intensidad... no, no la misma, cada vez es más fuerte, cada vez estoy más vacío, como si hubiera un agujero negro dentro de mí que me absorbe, ejerciendo tanta presión que me consume, y las finales... a las finales no quedará nada.
Miro tu rostro apacible, se podría decir que estás casi contento de estar entre mis brazos. ¿Aquello que se asoma en tus labios es una sonrisa o es mi imaginación? No, no lo es, todavía no estoy lo suficientemente desquiciado, es sólo que todavía no me acostumbro a ella. Creo que todavía hay suficiente lucidez en mi mente para acordarme la primera vez que vi esa sonrisa en tus labios... Aquella vez, cuando sólo vi un esbozo de ella, cuando salvaste mi vida. ¿Te acuerdas...? Pude sentirla, y sabía que te sentías aliviado al verme vivo y a tu lado. Por que sólo tú tenias derecho de matarme, ¿no? Creo que fue en ese momento cuando perdí mi alma a ti, cuando devolví aquella sonrisa sin que tú la vieras y sin que yo me diera cuenta... Hasta que fue muy tarde para mí.
Desde ese momento pasé a esperar con ansia nuestros encuentros, cada torneo, en donde sabía nos entregaríamos el uno al otro en las peleas, consumiéndonos en nuestras llamas. Aquella sonrisa torcida y maligna en tus labios se tornó una obsesión para mí, anhelaba esa mirada desquiciada en tus ojos rojos que brillaban por mí, desquiciada por mí y para mí, sólo mía. Jamás había tenido algo que fuera tan mío en toda mi vida... Podía sentirlo, la pasión que irradiabas cuando luchábamos, era una pasión por mí, me deseabas a mí, como yo a ti, y en esos momentos yo era tu mundo. No sabes que orgasmica era la sensación de luchar contigo sabiendo eso... Y, sin que tú supieras, tú también eras mi mundo en esos momentos.
¿Y ahora qué? ¿En donde quedó todo eso? Tu cuerpo sin vida descansa ahora en mis brazos y lo único que puedo hacer es sostenerte fuerte contra mi pecho, hundir mi rostro aún más en tu helado cuerpo, enredar mis dedos en tu sedoso cabello carmesí. ¿No respondes? ¿No dices nada? ¿No me darás una respuesta? Por favor, abre los ojos y dime, con tu ronca voz, por qué lo hiciste. ¿Para salvarme la vida? No quise eso, no quiero eso, no quiero seguir sintiendo esto dentro de mí, me está consumiendo.
Cuando entré por esa puerta, aquella que estaba en esa dirección y de la cual ya no queda más que un pedazo de marco que tiembla con el viento, jugando con él, te vi a ti, ahí parado en pose de ataque. Era obvio que no estabas en buenas condiciones, esta vez la lucha fue una carnicería como ninguna otra, nuestros enemigos muy poderosos... y tu acababas de pasar por uno de tus ataques producidos por lo que el maldito Orochi dejó en ti. Tus ojos voltearon hacia mí, tan brillantes y vivos como siempre, pero aquella sonrisa estaba en tu rostro, casi feliz de verme... y eso no me daba un buen presentimiento. Lo siguiente que vi son imágenes de llamas púrpura, ahora borrosas en mi mente, destruyendo lo que quedaba de este lugar. No pude moverme, mi cuerpo malherido no me respondía, la sangre que vertía a borbotones de la profunda herida en mi espalda me dejaba más débil con cada segundo, mi pierna rota no podía ni siquiera apoyarse en el suelo, ajena a mis órdenes. La sangre que manchaba mi rostro por el tajo de un ataque certero que había cerrado para siempre mi ojo derecho, nublaba mi vista... Y yo me quedé ahí, medio vivo y medio muerto, mirando mientras tú consumías lo último que te restaba de tu fuego para matar a aquel que había osado reclamar mi vida... y que casi lo consigue. Y de ahí... de ahí mi mente es un caos, no sé lo que pasó, o como conseguí moverme y llegar hasta aquí. Después todo es tan claro como el agua del manantial que afluye a unos metros de este lugar: Tu no te has movido, soy yo el que estoy frente a ti, mi cuerpo trémulo que trata de mantenerse en pie, pero no puedo y caigo, mi espalda golpea contra la columna detrás mío y un grito de dolor se ahoga en mi garganta, la intensidad de este casi haciéndome perder el conocimiento. Cuando logro sobreponerme a la sensación de inconsciencia vuelvo mis ojos hacia ti y aquella sonrisa está en tus labios. Tan sólo me miras, las irises rojas de tus ojos quemando las mías, como si quisieras fundirme en ellas... y en ese momento es lo único que quiero, porque en alguna parte de mi mente sé lo que vendrá y no quiero aceptarlo.
Después de escasos segundos, que parecieron horas, en las que nos dijimos todo sólo con miradas, tu cuerpo cayó flácido hacia delante, hasta golpear el suelo en un golpe sordo. Caíste tan cerca de mí, de tal forma que podía ver tu rostro relajado perfectamente. Mi respiración se detuvo en ese instante, todo se congeló a mi alrededor, parecía todo una imagen hecha de cristal que podría romperse con el más ligero toque... Pero no fue así, todas las cosas volvieron a tomar movimiento cuando, lentamente, tus ojos se abrieron hacía mí.
No te moviste, dudo que hubieras podido aunque hubieses querido, lo único que hacías era mirarme de esa manera. Tus labios se movieron ligeramente, ningún sonido abandonó tu boca, pero yo pude escucharte, juro que pude. Me estaban llamando, dijiste mi nombre, para luego sonreír, esa misma sonrisa que tienes ahora. Intenté decir algo, responderte, pero no pude, inclusive llegué a abrir la boca, pero nada vino... Fue cuando sentí algo salado asomándose en mi lengua, pero un salado a la sangre que estaba acostumbrado a sentir, era... diferente. Sólo entonces me di cuenta que estaba llorando. Mi mirada se volvió desesperada a ti, pidiéndote ayuda, no sabía que hacer con esas lágrimas...
Tú parpadeaste lentamente y cuando tus ojos se volvieron a abrir ya no me mirabas a mí, sino a la hermosa luna que nos miraba desde el firmamento y que parecía llorar conmigo. Tu mirada se volvió a mí, como diciéndome que ya habías contestado a mi pregunta. En esos momentos tus palabras se vinieron a mi mente: Cuando veas a la luna, recuérdame.
Mis ojos se abrieron enormes, espantados y empecé a sacudir la cabeza, asustado, desesperado, te estabas despidiendo! No, yo no quería recordarte, yo no quería tener que conformarme con mirar a la luna para ver tu rostro nuevamente con aquella mirada fiera que me encendía, yo no quería recuerdos, yo te quería a ti!
Y ahora tan sólo me quedan estos recuerdos que lo único que hacen es torturarme y no puedo, ni quiero, hacer nada para evitarlo!
Alzo la cabeza de golpe cuando algo llama mi atención. Presencias, se están acercando, cada vez se están haciendo más fuertes. Parpadeo para intentar ver que tan cerca están, pero es inútil, mi vista ahora es muy borrosa ya solo veo manchas... aunque sé de quienes se trata. Son mis amigos, y puedo sentir a Yuki entre ellos.
Mis ojos se vuelven a la luna que ahora parece estar tan cerca nuestro, creo que junto con tu rostro, es lo único que ya puedo distinguir.
No quiero que lleguen, no quiero que me ayuden, no quiero ni su compasión, ni su lastima, ni su comprensión... porque nadie puede comprenderme. Perdón amigos, perdón Yuki, pero... ¿Alguna vez se han enamorado?¿ Han amado tanto a alguien que la única razón de mantenerse con vida es la presencia de ese alguien? ¿Han amado tanto como para entender que amar a alguien no significa morir por esa persona sino vivir por ella? Yo sí, perfectamente, y ahora que esa persona se fue no me queda absolutamente nada. ¿Me dejarían morir? No lo creo. Todos somos demasiado egoístas para dejar a las personas que queremos irse y hacernos daño.
No se preocupen, no van a tener que salvarme, por que cuando lleguen aquí ya no va a haber nada o nadie a quien salvar.
Saco mi mano de tus cabellos para guiarla al bolsillo de mi pantalón y encuentro lo que busco con relativa facilidad. Ahora lo tengo en la mano. Ya no puedo distinguirlo muy bien, el ojo que me queda me está fallando penosamente, pero sé que es lo que tengo aquí, el último detonador.
Río suavemente. Se suponía que tomé esto justamente para evitar que hicieran explotar este cuarto porque sabía estabas aquí, lo que nunca imaginé fue que yo mismo iría a apretar el botón. La bomba está dentro de esa caja fuerte negra tirada en una de las esquinas, me sorprende que no haya hecho explosión... pero poco importa ahora eso.
Te abrazo más fuerte contra mi pecho y alzo tu rostro hacia mí. Mis labios se posan sobre los tuyos congelados y mi cabello castaño se mezcla con el tuyo. Apoyo mi rostro con el tuyo y mi cuerpo se relaja sorpresivamente. Una sonrisa idéntica a la tuya ahora se dibuja en mi rostro, estoy seguro de eso.
Escucho voces... ¿Alguien gritó mi nombre? Eso ya no importa. Abro la tapa de seguridad, dejando el detonador caer al suelo y lo último que escucho es el estruendoso sonido de la explosión. ¿Me creerías si te dijese que fue como música para mis oídos? Créeme, porque es cierto.
Espérame Iori, que ya estoy yendo.
~ Owari ~
Palabras de la autora: Este fic es un regalo para mi adorable amiga MiauNeko!! ^o^ Que no ha hecho otra cosa últimamente que quejarse de los fics de KOF... ^^''' Etto... ojalá te guste ^^'
Palabras de MiauNeko: Arigatou gozaimasu ^_^ Deathfics ga hoshii desu yo!
[ Volver a IorixKyo Archive Fanfics ]
IorixKyo Archive
MiauNeko's Iori x Kyo Private Page
http://come.to/iorixkyo