Fanfic por: Artemis
Betareading por: MiauNeko - miauneko[arroba]hotmail[puntito]com
Nota Art: Se está acabando;_; se está acabando realmente. ¡Que alguien lo detenga! No quiero que termine ;_; Llegendes... Snif*Art llorando en brazos de los chicos*

Llegendes de Foc
~ Jocs Perillosos ~

Capitulo 60: Darrera Nit ~ Confesions Sota les Estrelles

—¡Kyo! —Alex corre hacia el joven Kusanagi, las llamas ya se han apagado por completo al haber desaparecido Orochi, pero el joven está inconsciente en el suelo. Ha podido ver el cuerpo de Kyo adentrarse en las llamas como si no le importara realmente entrar en él.

Se agacha a su lado, arrodillada y mirando el rostro del joven, una leve mueca de dolor lo surca. Sus ojos están fuertemente cerrados.

—Azumi —susurra Kyo empezando a abrir sus ojos, sólo por la costumbre de hacerlo, no por esperar ver nada más que oscuridad. No han sido las llamas las que han hecho que cayera inconsciente, ha sido el demonio... Él lo ha sumido en la inconsciencia sin dejarlo terminar... ¿por qué? Maldición, ¿por qué Azumi ha de comportarse de esta forma?

Nunca más...’, oye un siseo molesto dentro de su cabeza, ‘... vuelvas a hablar por mí’ , concluye el demonio.

Kyo sólo suspira resignado, no entiende por qué el demonio se niega a hablarle a Raike con sinceridad, por qué, en vez de decirle la verdad, lo atormenta con crueles mentiras. Pero ahora ya no puede hacer nada, Orochi ya se ha ido, lo sabe, no hay nada que pueda decir ahora.

—Kyo, ¿estás bien? —la suave voz de Shikai suena preocupada y él realmente lo está, no esperaba que el joven tuviera el valor de entrar en esas llamas, pero entiende por qué lo ha hecho. Se acerca a su otro lado, agachándose y posando una mano en el pecho del joven, la luz resplandeciendo y sanando las leves quemaduras que han quedado en la piel del joven Kusanagi rápidamente, una tras otra sin detenerse.

—Gracias —susurra Kyo incorporándose con ayuda de Alex, aunque realmente ya no lo necesita, el poder de curación de Shikai es perfecto, no siente nada, su cuerpo parece estar en perfecta forma, ni la más mínima herida ha escapado de ser cerrada y curada por la suave luz.

—Eres un idiota —la voz de Yagami se deja oír ahora, cercana, a no más de tres pasos del joven—. ¿Qué pensabas que estabas haciendo? —gruñe molesto el pelirrojo, Kyo podría haber muerto entre las llamas, y sólo para decirle estupidez y media a Orochi. ¿Por qué siempre tiene que ser así? El héroe que se preocupa incluso por los enemigos, hablándoles intentando que se vuelvan... buenos con sus argumentos... Penoso, realmente, penoso.

—Lo siento —susurra Kyo bajando su rostro, aceptando que intentar hacer esto ha sido una locura, ni tan sólo ha pensado en que estaba adentrándose en fuego azulado aun sintiéndolo en su piel... Sólo quería decirle la verdad a Orochi... y no ha podido.

Yagami frunce su ceño, molestándose más. ¿Por qué siempre es igual? Kyo disculpándose con palabras suaves y rostro triste y él mirándolo como si el joven fuese el centro de su atención... Para qué negarlo, lo es. No sabe si golpearlo por su estúpido comportamiento o decirle que realmente no pasa nada, que lo ha intentado y no ha salido, pero que ha hecho bien. Realmente no sabe. Siempre le ha parecido extraño este joven.

Antes de conocerlo estaba dispuesto a matarlo en el primer combate que tuvieran, pero se sorprendió tanto por su carácter y fuerza que se dijo que era mejor esperar, un buen rival no se encontraba todos los días, no podía matarlo y desperdiciar la oportunidad de volver a luchar; de volver a oír esa voz diciéndole que no quería luchar, que hablaran, que eso era una tontería de sus clanes. Esa voz suave de los primeros días de sus encuentros. Más adelante pareció que Kyo comprendía que debían luchar y no decía nada. Pero no era así, porque al final de las luchas, con ellos dos agotados de rodillas o directamente tirados en cualquier calle, el joven volvía a repetirle que era estúpido luchar por algo que pasó hace tantos siglos... No cambió, no ha cambiado ahora, sigue queriendo resolver las cosas hablando, aunque primero tenga que dejar a su rival medio muerto para que lo escuche. Extraño Kusanagi.

—Iremos a ver si los criados están bien —murmura Shikai apartándose de Kyo mientras Kaiji se le acerca silencioso, aceptando acompañar al rubio y saliendo ambos de la habitación.

—Yo voy —grita Hiroshi sonriente acercándose a los dos jóvenes y antes de salir deja oír su estridente voz—: Kaiji, ¿me presentas a la criada morena?, ¿tiene novio?, ¿le gustan los morenos?... —Y un seguido de preguntas como si realmente no estuviera al tanto de todo lo que ha pasado en la sala o como si no le importara realmente, sólo riendo entre pregunta y pregunta.

El resto sólo se queda en silencio, observando cómo los tres ninjas desaparecen cerrando la puerta tras ellos.

—Mañana —susurra Alex pensando en lo que ha dicho Orochi, alzando su rostro, sus ojos verdes perdidos en el lejano techo de la sala, una hermosa lámpara de araña colgado de ella con miles de pequeños cristales rodeándola y brillando al ser tocados por la luz—. Tan pronto —baja su rostro ahora, entristecida por saber que sólo quedan unas horas para el combate.

—Al menos sabemos que no nos atacará por sorpresa —murmura Syo viendo a la joven, le parece que está demasiado triste, como si estuviera aceptando que mañana morirá y no le gusta. No tienen por qué morir, este estúpido gaijin se equivoca.

—Sí —responde Kyo con una sonrisa en sus labios—. Syo, por favor, ve a preguntarle a Kaiji en dónde tenemos que dormir —le dice amablemente, sus ojos castaños abiertos como si pudieran ver la ámbar mirada de su ninja. Éste sólo se inclina levemente y se dirige hacia la puerta.

—Como ordene, Kyo-sama, bub, bub.

Syo entrecierra sus ojos al oír el comentario de los labios de Alex, volteándose molesto, queriendo decirle algo, pero lo que ve lo deja sin habla. La joven ninja está con el rostro bajo, algunos mechones semirubios cubriéndole los ojos y una suave y muy triste sonrisa posada en sus labios, tan triste. El gaijin lo ha dicho sin ganas realmente, se ha burlado sólo por... porque si estuviera alegre o molesta lo habría dicho, pero por nada más.

Syo sólo sale de la sala sin decir nada, yendo a donde está su hermano.

—¿Realmente piensas que moriremos, Alex? —pregunta Kyo sabiendo que su ninja está preocupada por eso.

—Estoy casi seguro de ello, Kyo —afirma la joven levantando su mirada y enfrentando los ojos castaños y muertos de su hermano pequeño—. Pero una cosa tengo clara, si tengo que morir para que tú vivas, lo haré. —Su voz es firme al decirlo, convencida de lo que está diciendo, no piensa dejar que maten a Kyo, al menos quiere que él viva, aunque todos los otros mueran... Kyo no debe morir.

—Alex, no digas tonterías, yo no me merezco eso —responde entre triste y molesto el joven—. Tú sabes que no lo merezco después de lo que te he hecho. —Baja el rostro, recordando lo que ha tenido que hacer hace poco para que Alex recobrara la compostura... para que volviera a ser ella...

—Devolverme a la realidad no es hacerme daño, Kyo —responde la joven seriamente—. Nunca he aprendido a vivir sin los recuerdos —susurra tristemente mirando a la puerta, sin querer ver a los ojos del joven—. Quizás es mi culpa, no lo sé —continua con un suspiro. —Quizás me equivoqué al escoger vivir como hombre. Pero créeme, no deseo mi vida de otro modo —sonríe, esta vez de nuevo mirando a los ojos de Kyo. —Te he conocido a ti, y los recuerdos contigo son los más hermosos... —El joven Kusanagi intenta decir algo pero ella no lo deja, posando sus finos dedos en sus labios. —He aprendido a quererte, porque es lo que te mereces, hermanito. —Se acerca al joven y, poniéndose levemente de puntillas, besa una de sus mejillas, con cariño. Hacía tiempo que no lo hacía. —Voy a ver qué hacen ésos —sonríe de nuevo y sale corriendo de allí, como si tuviera prisa con los ninjas que se tardan más de la cuenta, pero realmente lo ha hecho para que Kyo no notara, de algún modo, que sus ojos estaban húmedos.

—Alex —susurra Kyo con sus ojos abiertos hacia la puerta que oye cómo se cierra.

—Sabes qué ha sido eso, ¿verdad, Kusanagi? —habla Yagami, él sí ha podido notar los ojos húmedos de Alex, él sí ha podido ver la sonrisa triste en sus labios. Kyo sólo se voltea levemente, realmente sabiendo en dónde está la mirada de Yagami para enfrentarla sin entender sus palabras. —Fue una despedida, está decidida a morir... por ti.

Kyo se queda unos segundos en silencio, pensando en lo que Iori acaba de decir. ¿Una despedida? Maldición, ¿por qué Alex tiene que creer que va a morir? No le gusta esto, no le gustan las despedidas, y mucho menos cuando no tienen que ser dadas.

La puerta se abre de nuevo y las sirvientas entran.

—Discúlpenos, si nos hacen el favor de venir... Kaiji-san les espera arriba con los otros —habla la morena, algo más repuesta por lo que acaba de pasar gracias a haber hablado con los ninjas y que éstos la tranquilizasen. La otra criada sólo asiente y Yagami sólo puede pensar si ese intento de rubia ha entendido algo de lo que ha dicho su compañera o sólo asiente por asentir.

Ambos luchadores las siguen, Iori detrás de Kyo, en silencio. Empiezan a subir las escaleras, arriba están los demás, esperándolos. Con ellos está la primera sirvienta, Mary, esperando también pacientemente.

—Las habitaciones ya están listas —dice Kaiji sin esperar a que nadie hable y mira directamente a Mary, ésta asiente con una suave sonrisa y se acerca a Kyo y a Iori.

—Vengan, ésta será su habitación —dice la joven señalando una puerta no muy lejana, en donde antes Azumi se había llevado a los cuatro ninjas para hablar.

Iori pone una mano en el hombro de Kyo y lo empuja levemente hacia donde señala la criada mientras ésta abre la puerta y espera a que los dos entren para entrar ella y revisar bien la habitación y esperar a ver si esos dos jóvenes necesitan algo. Ninguno de ellos piensa, en algún momento, que es extraño que les hayan puesto en la misma habitación aun suponiendo que esta mansión tenga una habitación para cada uno de ellos; no lo han pensado ni tampoco lo van a hacer.

—Si em fan el favor de seguir-me —habla la joven tintada en su idioma—. Aquella és la seva habitació. —Alex no se mueve, la criada le ha hablado a ella y a... ¿Syo?

El ninja de ojos ámbar no necesita entender lo que la joven ha dicho para saber que los está mandando a los dos a la misma habitación y, como Alex, se niega a avanzar, cosa que pone nerviosa a la criada.

—Yo no voy a dormir con éste —gruñe Alex molesta, girándose para enfrentar a Kaiji, pues seguro que es él quien le ha dicho a la criada que lo hiciera así.

—No le veo lo malo —responde Syo ofendido, sus brazos cruzados en el pecho—. Tú tienes que dormir conmigo, pero ¿y yo qué? Yo tengo que dormir contigo, eso es peor —se burla el joven descaradamente mientras Alex voltea a verle, su mirada furiosa pero el ninja puede ver que hay un leve tono de tristeza en su rostro, igual que antes en la sala, la joven aún sigue igual. Triste... o más bien apagada, hablando realmente sin ganas de hacerlo, sólo porque es lo que se espera de ella.

Tener que hablar... curioso, siempre ha sabido que los ninjas son silenciosos, quizás se sorprendió de que Alex hablara tanto, en un principio hasta lo creyó imposible. Ninja y hablar no son, ni mucho menos, sinónimos. Pero claro... ninja y gaijin tampoco lo son.

Pensar en eso le hace recordar una cosa bastante obvia de la que no se ha percatado hasta ahora: él mismo habla más de la cuenta. No con los otros Kusanagi ni con Kyo, pero sí cuando Alex está por los alrededores. Jamás habla tanto como cuando el gaijin está cerca... y todo puros insultos y ofensas.

Él, que es uno de los ninjas más silenciosos, más disciplinados, que obedece las órdenes sin protestar cambia completamente y se vuelve hablador, indisciplinado y dispuesto a hacer todo lo contrario a lo que él le diga... ella, ella le diga.

—Ésta es mi casa —empieza a hablar Kaiji mirándolos fijamente— y aquí se hace lo que yo digo —continúa, acentuando claramente el ‘yo’ para que lo entiendan mientras levanta un dedo y les señala a la joven sirvienta para que la sigan.

Alex suspira, resignada. No sabe por qué Kaiji lo ha dispuesto así, pero tampoco se siente con ánimos de pelearle por una tontería semejante. Realmente no le importa compartir habitación con Syo... sólo pide que se esté callado.

—Prefiero quedarme fuera —murmura Syo sin moverse viendo cómo la sirvienta entra tras Alex para arreglar y ayudar a la joven a que se sienta a gusto en la habitación.

—Como quieras —Kaiji sólo eleva sus hombros levemente, la verdad... esperaba que Alex le diera más problemas con su decisión. Igualmente ¿qué más da? —Tú —dice hablándole al moreno Hiroshi, entretenido haciendo malabares en la barandilla. —Ven —dice secamente ignorando las estupideces mientras anda hacia la habitación en donde estaban antes todos en un principio.

—¿Yo me quedo ésta? —sonríe Hiroshi pensando en lo grande y bonita que es la habitación, y las dos enormes camas.

—Tú, Shikai y yo —corrige Kaiji secamente mirando al ninja moreno. Éste abre sus ojos en sorpresa y pronto una sonrisa triste aparece en sus labios.

—No —dice bajando su cabeza—. Tú quédate con Shikai —levanta el rostro, sonriendo másampliamente, como siempre—. Tenéis... ‘cosas’ que hacer —ríe tontamente al decir esto y se dirige hacia la criada morena poniendo un brazo alrededor de los hombros de ésta—. Yo me quedo con ella. —La joven no puede evitar abrir sus ojos con sorpresa al oírlo... ¿Qué quiere decir éste? —Tranquila, sólo dame una habitación para mi solito y luego te vas con tu amiga —sonríe el joven mientras le guiña un ojo a la sirvienta y ésta respira con algo de alivio.

—Como quieras —dice Kaiji sin demasiado interés—. Dale la de al lado —le dice a la sirvienta sin entonación alguna en su voz y entrando en la habitación.

—Oyasumi nasai Hiroshi-kun. —Shikai se acerca al moreno y pasa una mano por la mejilla del joven, una suave caricia que llega hasta el negro cabello, dejando algunos mechones tras su oreja mientras deja un suave beso en la frente del joven. —Puedes venir a la habitación si no quieres estar solo, en serio —responde alejando la mano con una suave sonrisa.

—Naa... quiero llamar a mi hermana y vosotros me molestaríais —dice sacando la lengua divertido y haciendo señales con la mano para que el rubio vaya con Kaiji. Éste así lo hace, inclinándose levemente para despedirse. —Oyasumi —susurra muy suavemente Hiroshi cuando ve la puerta cerrarse y su sonrisa de nuevo se vuelve triste... Estará solo.

~ * ~

—Alex está mal —murmura Shikai al entrar en la habitación viendo cómo Kaiji está en pie sirviéndose algo de whisky que había quedado abandonado encima de la mesa.

—Todos lo estamos —apunta Kaiji secamente—. ¿Qué más da? —Deja la botella encima de la mesa y bebe un leve sorbo del oscuro líquido.

—Es nuestra amiga... y está mal... ¿Por qué no debería importarme? —pregunta el rubio tristemente, acercándose a la mesa y pasando sus dedos por la oscura y fría botella. Sus ojos entrecerrados observándola, tristes. —Kaiji... ¿realmente tienes a Alex por una amiga? —pregunta el rubio dejando la botella para enfrentar los oscuros ojos de su pareja, para intentar ver qué hay tras ellos.

—¿Acaso la he matado? —Una pregunta para responder a otra pregunta, mientras da otro sorbo, dejando que el líquido caliente se esparza por su boca y baje.

—Eso no es una respuesta —dice Shikai molesto. Bien sabe que eso sería un sí, pero él no ha pedido una respuesta así, quiere una respuesta sincera, no quiere que le responda con otra pregunta. —Sólo di sí o no Kaiji, no te pido mucho más —sus ojos son entre molestos y suplicantes. —Mañana es seguro que todos moriremos, ¿por qué te comportas así?

—Porque soy así —es la fría respuesta del ninja mirando a su pareja por entre sus largos mechones castaños, casi extrañado por esa pregunta—. O más bien... porque Zhefka así me ha hecho —deja entrever una sonrisa burlona al decir esto que hace que Shikai niegue con la cabeza.

—Tú, Alex, Hiroshi y yo... todos somos la misma persona —susurra Shikai dando unos pasos y sentándose en una de las camas, casi resignado.

—No creo que se le pueda llamar ‘persona’ —corrige Kaiji dejando el vaso en la mesa y yendo hacia donde está Shikai, sentándose a su lado.

—Ya me entiendes —el rubio deja escapar una corta risa seca—. Es tan difícil de imaginar... quiero decir... tú y yo somos el mismo... ser —murmura entrecortadamente bajando su rostro—. No entiendo cómo podemos estar juntos... si somos lo mismo... no deberíamos querernos —suspira resignado—. Al menos sería lo lógico, ¿ne? —sonríe tristemente y voltea levemente su rostro, dejando que los mechones dorados lo cubran parcialmente.

—No creo —es la fría respuesta de Kaiji, no lo mira, su vista está fija en un punto cualquiera de la habitación—. Más bien lo encuentro lógico —una sonrisa fugaz aparece en sus labios, curiosa ante lo que dice él mismo pero desaparece al instante—. ¿Quién te querría más que tú mismo? —al decir esto voltea su rostro para enfrentar los ojos azules que lo observan algo curiosos.

—Quizás tengas razón... pero nosotros somos tan distintos... —Todo esto le parece demasiado complicado de entender. Él no tiene prácticamente nada en común con los otros tres y en cambio son lo mismo. ¿Por qué son tan distintos? No es que él no tenga nada en común con los otros, es que entre ellos no lo hay. Quizás algunas cosas puntuales pero nada más, son sin importancia. Les gustan los animales, algunas comidas, odian a los otros ninjas... pero poco más, ni tan sólo puede decir qué siente Hiroshi por los otros ninjas, si realmente los odiaba o sólo se divertía con ellos.

Kaiji no responde, sólo se deja caer encima de la cama, los largos cabellos castaños esparciéndose sobre ella sin ser dominados por nada, dejándose caer allí donde lo prefieren, rodeándolo y algunos cubriendo parte de su rostro que está volteado hacia la figura de Shikai.

—A veces... —empieza a decir Kaiji, su voz no parece la suya, es mucho más suave de lo habitual—, he pensado que soy demasiado distinto del resto del mundo. —Su voz se vuelve casi un susurro mientras cierra sus ojos, Shikai sólo logra observarlo con cierta sorpresa ante sus palabras. —Pienso en si estoy tan loco como me decís todos... —extiende levemente los brazos sobre la cama, sus manos, aún enguantadas, recorren la suave sábana, sus ojos se entreabren y a Shikai le parece ver un leve brillo de tristeza en ellos—. Pero luego... —cierra sus manos sobre la sábana, su voz vuelve a la normalidad seca y fría mientras se yergue para volver a quedar sentado—, lo pienso mejor y veo que el resto del mundo es el que está loco. —sonríe burlón mirando a su compañero—. Porque... que yo sea distinto a los demás no quiere decir que yo sea justamente el loco. —Su sonrisa se pierde, aclarando que realmente eso es posible.

—Loco no, pero eres extraño —sonríe Shikai hacia su pareja mientras levanta una mano y aparta algunos de los castaños mechones que no le dejan ver los oscuros ojos de Kaiji, dejándolos reposar tras su oreja—. Oh, por cierto —dice recordando algo—, en estos días han pasado tantas cosas que no me acordé de darte esto. —Shikai se levanta y busca entre los bolsillos de sus pantalones, sacando de ellos un pequeño sobre de regalo algo revuelto y arrugado. —Siento que esté así —sonríe apenado al dárselo a Kaiji—. Te lo compré el día antes que esto empezara pero con todo no me he acordado de dártelo hasta ahora. —Su sonrisa intenta encontrar algo de comprensión en su compañero, aunque sabe bien que Kaiji no se va a molestar por un regalo arrugado, ni mucho menos. Lo lleva desde hace muchos días, cambiándolo de bolsillo cada vez que se cambiaba pero sin acordarse de dárselo después porque siempre ha pasado algo que le ha hecho olvidarlo.

Kaiji sólo observa el pequeño sobre color azul claro con unas suaves vetas de blanco difuminadas. Arrugado, pero no roto. Frunce su ceño, curioso por esto. Lo abre lentamente y pone el dedo índice y corazón para sacar lo que hay dentro del sobre puesto que es demasiado pequeño y él tampoco es como Hiroshi que destroza, literalmente, las envolturas de regalo y casi el regalo que haya.

Encuentra lo que hay dentro del sobre y lo saca lentamente, encontrándose con un pendiente plateado. Son realmente dos aros unidos por un fino hilo del metal entre sí y colgando de éste, pudiéndose mover de un lado a otro hay una pequeña esvástica también plateada pero algo más oscura.

—¿Por qué? —pregunta Kaiji observando el pendiente fijamente, como examinándolo.

—Bueno... —empieza el rubio algo turbado, nunca sabe si sus regalos le gustan a Kaiji o no—, ¿recuerdas que hace un mes más o menos estábamos en la ciudad? —Sólo recibe un asentimiento por parte del ninja. —Pasamos delante un escaparate de pendientes y tú los miraste —sonríe el rubio tranquilo mientras le habla.

—De reojo —apunta Kaiji secamente, levantando esta vez la mirada para ver a Shikai.

—Pero lo miraste —sonríe el rubio amablemente, sabe bien que Kaiji nunca mira nada que no le interese mínimamente—. Así que pensé que querías uno —se encoge levemente de hombros sonriendo aún. —Lo que no sé es como te lo vas a poner si no tienes... —calla al ver cómo Kaiji abre los aros y con un movimiento de cabeza aparta algunos mechones, poniendo los aros frente a su oreja y cerrando con fuerza, haciendo que la piel deje paso al metal— ... agujeros —suspira el rubio resignado, ¿por qué no se lo ha supuesto? Si no hay agujeros... se hacen. Kaiji es bastante sencillo con eso.

—Eres extraño —murmura Kaiji, pensando en qué tanto se fija Shikai en él para que pudiera ver cómo miraba ese maldito escaparate. Realmente se le pasó por la cabeza ponerse un pendiente. Él no es una de esas chicas locas por los pendientes que no hacen más que entrar de tienda en tienda para comprar uno que les parezca precioso después de ver miles de ellos. Él sólo miró el escaparate y pensó que alguna vez podría comprar uno, y se encuentra con que Shikai lo vio.

—No lo creo —responde Shikai con una sonrisa divertida—. Más bien el resto del mundo es extraño —guiña un ojo a su pareja y ríe levemente al ver cómo Kaiji le devuelve la sonrisa, muy levemente, sólo un segundo.

El rubio sólo pasa una mano por donde ahora está el pendiente, curando levemente la herida que ha hecho Kaiji allí. Se aparta, sólo para ver cómo queda. Las argollas están bastante juntas y el pequeño hilo cae suavemente sosteniendo la esvástica en el centro. Sonríe, asintiendo, esos ojos oscuros, severos, fríos, queda hermoso ese pendiente allí. Al fin y al cabo... Kaiji es hermoso.

Su pareja se levanta, yendo hacia el baño mientras empieza a desabotonar su camisa, entrando en él. Shikai decide seguirlo, asombrándose al ver el baño, realmente es más grande de lo que imaginaba. Todo son azulejos de un color azul muy pálido, diversos colgadores de color blanco sujetan toallas de color azul oscuro, unas más grandes que las otras, para las manos o el cuerpo, se ven esponjosas, seguramente algo rasposas al tacto pero perfectas para lo que tienen que hacer. Todo está perfectamente dispuesto, jabones de distintos tipos y formas más para adornar que para ser usados, pequeños adornos con flores secas pero aromáticas dispuestos en distintos sitios y la bañera al final, enorme, como toda la mansión, con suficiente espacio para que allí estén tres o incluso cuatro personas bastante cómodas. Ve cómo Kaiji abre el grifo del agua y empieza a sacarse la camisa ya desabotonada y la cuelga en un perchero de metal para la ropa, sacándose los guantes luego y siguiendo con el resto de prendas.

Shikai sólo observa atentamente cada movimiento que hace su pareja, como encantado por su cuerpo perfecto, los músculos que se dejan ver pero sin ser exagerados, su espalda, no amplia pero si hermosa y suave a pesar de las heridas que han quedado grabadas en la piel.

—¿Te vas a quedar aquí mirando o también quieres bañarte? —pregunta Kaiji al sentir la fija mirada de su pareja tras su espalda.

—Me vendrá bien un baño —sonríe Shikai y empieza a desvestirse él también, acercándose donde está Kaiji para colgar también su ropa.

Ahora es Kaiji quien observa atentamente al rubio, sus larguísimos brazos y piernas, estilizados, algo delgados por la enfermedad pero conservando la forma de los músculos perfectamente. La piel pálida que recubre todo su cuerpo, los mechones dorados acariciando sus hombros y parte de su espalda grácilmente moviéndose al compás de su dueño. No es que le importe mucho el aspecto de Shikai, por no decir que no le importa en nada, pero no puede evitar alegrarse de que sea tan hermoso.

Se sienta en el borde de la bañera, esperando a que acabe de llenarse, tocando un momento el agua para comprobar que esté a la temperatura adecuada.

Shikai, mientras tanto, deja toda su ropa colgada y voltea para ver a Kaiji, sonrojándose levemente al verlo completamente desnudo. El ninja sólo le devuelve la mirada fríamente y con cierta curiosidad.

—Tantos años... y siempre te sonrojas —comenta el ninja castaño volviendo a mirar al agua que ya cubre más de la mitad de la bañera.

—Gomen —sonríe el rubio levemente, posando también su mirada en el agua para no ver más el cuerpo de Kaiji—. Supongo que aún no me acostumbro a pensar que... —decide sentarse al lado de Kaiji, esta vez mirándolo de nuevo a los ojos y levantando una mano para posarla en la barbilla del frío ninja— ... tu cuerpo es mío —susurra casi sensualmente y se acerca, besando los labios de Kaiji, sólo un leve roce, para volverse a apartar y sonreírle.

—Pues yo sí me he acostumbrado a pensar... —dice Kaiji fríamente, levantando una mano y cogiendo entre sus dedos el colgante en forma de cruz de Shikai—, que tú eres mío. —Cierra la mano alrededor del colgante y tira de él para acercar al rubio ninja y devolverle el beso con algo más de intensidad mientras cierra el grifo del agua.

Shikai sólo sonríe asintiendo y se levanta para entrar ya en el agua caliente junto con Kaiji, sumergiéndose y agradeciendo el calor. Quedan uno frente al otro, el cabello del ninja castaño flota suavemente en la superficie mientras que el del rubio sólo toca el agua por las puntas. Shikai baja su rostro recordando lo que les espera a todos mañana.

—Mañana... —susurra el ninja rubio tristemente— ... moriremos... todos...

En sus labios se forma una sonrisa triste, apagada y sin ganas.

—Sí, ¿y que? —murmura Kaiji fríamente, distraído mirando el decorado del baño—. Alégrate, tú tendrías que haber muerto hoy —dice volviendo a mirar a Shikai, sus palabras con bastante desinterés.

—No es por mí, Kaiji —dice el rubio sonriendo más tranquilamente—. Tanto tú como yo ya tendríamos que haber muerto —afirma sinceramente, sin mostrarse preocupado. —Realmente no me importa demasiado mi muerte —suspira tranquilo—, la tuya sí, pero supongo que la he aceptado con el tiempo, pero... los otros... tal vez esperé encontrarme a Hiroshi muerto de sobredosis alguna vez pero... ¿Alex? ¿Kyo? Incluso tu hermano y Yagami.Yo no quiero que ellos mueran —susurra apagadamente. Alex es su mejor amiga y se niega a querer que ella muera. Por Kyo... por Kyo siente algo extraño, le agradó cuando lo conocieron, aunque ni Alex ni Kaiji estuvieron de acuerdo en eso. Pero le pareció curioso ese niño con aspecto frágil que, en cambio, era tan fuerte. Le gustaba su sonrisa divertida al hacer enfadar a Alex, las bromas que le gastaba a ésta o las que compartía con Hiroshi contra Kaiji. No era un niño normal, era distinto, siempre le ha parecido distinto. Kyo es alguien a quien se ha de tener en cuenta, hermoso, levemente arrogante, amable para con ellos, orgulloso generalmente pero que siempre ha mostrado que para él no eran meros ninjas. Al principio, lo admite, no estaba muy convencido de entrar a formar parte de los ninjas Kusanagi puesto que sabía que para ser ninja se tenía que entrar porque tu familia lo era; tampoco le gustó la idea de ser uno de tantos para Kyo, levemente había temido que el joven, al verlos como sus ninjas, no les hubiera hablado más y sólo se hubiera dedicado a dar órdenes. Pero no fue así, la amistad se mantuvo. Quizás no se podían ver tanto como querían porque todos estaban ocupados, pero siempre ha sabido que si quería algo Kyo estaba allí, muy cerca, esperándolos con una sonrisa.

En lo que respecta a Syo, simplemente le parece que le afectaría más a él que a Kaiji su muerte. No le tiene el mismo aprecio que a los demás porque tampoco han tenido tanta relación, pero sabe que el joven hermano de Kaiji no se merece morir.

Con Yagami siente algo distinto, como si, si Yagami muriera, estuviera muriendo también una parte de Kyo. Sabe bien que el joven Kusanagi ha luchado miles de veces contra ese pelirrojo, y que ha cambiado levemente su actitud al luchar, que Yagami, en cierta forma ha colaborado a formar el carácter de Kyo y no le desagrada del todo. Antes Kyo era en exceso confiado de sí mismo, quizás le sentó bien tomar un poco de humildad y madurar (sólo un poco) al conocer a Yagami y ver que era un rival verdaderamente peligroso, digno de ir con precaución. Ahora, sabe que Yagami es algo más que un rival para Kyo, es fácil verlo en ambos luchadores.

—Morirán los que tengan que morir, no hay más —la voz de Kaiji lo saca de sus pensamientos y asiente, aceptando que la realidad no siempre es lo que uno desea.

—Kaiji —llama suavemente.

—¿Qué? —dice el ninja fijando sus ojos en los azules de Shikai y viendo como éste se mueve quedando a su lado, su cuerpo difuminado por el agua.

—Te quiero —susurra en el oído del ninja y apoya su cabeza en el hombro de su pareja.

Mañana morirán...

— Y yo.

Mañana... morirán.

~ * ~

Hiroshi entra en la habitación y la criada tras él, esmerándose en arreglar el lugar pues la habitación no estaba preparada para ser usada. Ésta es algo más pequeña que las otras, sólo hay una cama en ella, pero también de matrimonio. Las sábanas de un reluciente blanco al igual que las paredes. Hay una mesa larga y puesta junto a la pared con un ordenador allí, la puerta del baño está al lado y luego hay un pequeño mueble con puertas de armario de color marrón rojizo con leves cenefas decorándolo por los lados, elegante.

Ve cómo la criada entra en el baño, seguramente para comprobar que haya toallas suficientes y que todo esté limpio y en su sitio.

—Gracias, ya está bien así —dice Hiroshi acercándose a la puerta del baño y viendo cómo la criada se esmera en colgar un par de toallas. Ella asiente y sale del baño esperando a ver si el joven necesita algo más—. ¿Hay teléfono aquí? —pregunta el ninja mirándola mientras le sonríe.

—Hai —responde la joven bajando un poco su cabeza en afirmación y se dirige al pequeño mueble del lado de la puerta del baño, abriendo las puertas de armario. Allí hay una minicadena y un teléfono en un estante superior. La criada coloca su mano en éste y tira de él, haciendo que el estante salga y Hiroshi puede ver que es corredizo, bastante práctico. —Aquí tiene.

—¡Wow! Perfecto —sonríe Hiroshi divertido al ver lo práctico que resulta tener el teléfono allí.

—¿Necesita algo más? —pregunta la criada, complacida por el comportamiento del joven, levemente divertida por la simpatía que éste le ofrece.

—Ah... —el rostro de Hiroshi cambia sólo en un segundo, bajando su mirada, de reojo observando la puerta, tras ella el pasillo, sus compañeros, cada uno con la pareja que le corresponde... y él... también, su pareja, su compañera en las noches, su querida soledad, tan molesta siempre, silenciosa, implacable, sin tener compasión... Siempre ha sido así, nunca podrá vencerla por mucho que lo intente saliendo a bares y discotecas... en algún momento la soledad lo encuentra, y peor es cuando lo encuentra estando en un bar, rodeado de gente, desconocidos admirándolo, pero la soledad no se va... nunca desaparece, no para él. Cierra sus manos y las aprieta fuertemente, en un puño, sintiendo sus uñas clavarse en la piel blanca.

—¿Hiroshi-san? ¿Se encuentra bien? —pregunta la criada sin entender qué le pasa al joven, hace un segundo sonreía y ahora parece muy triste, desolado... Se acerca levemente a él.

—No —susurra Hiroshi, casi inaudible, como si tan sólo hubiera sido un suspiro. De repente la joven criada se encuentra con un brazo rodeando su cintura y una mano suave en su barbilla. Pronto unos suaves labios rozan los suyos, sólo un leve toque antes que Hiroshi vuelva a soltarla de nuevo, sonriendo tristemente—. Perdona —susurra de nuevo el ninja—, me gustaría tener una novia tan hermosa como tú —dice con una triste sonrisa—, que me hiciera olvidar que nadie me necesita, que nadie... me ama. —Su voz desaparece lentamente, como si no quisiera decir esas palabras, sintiéndose mal, nadie, no tiene a nadie.

—Yo... —dice la criada reponiéndose— no creo que lo que diga sea cierto. —Hiroshi levanta la vista curioso por lo que dice la joven. —Creo... creo realmente que le importa a los otros —dice algo titubeante, sin saber si el moreno aceptará sus sinceras palabras—. Shikai-san, Seike-san... ellos realmente lo tienen muy en cuenta. ¿No lo ve? Shikai-san estaba realmente preocupado por usted, Seike-san le ha ofrecido que durmiera junto a ellos, ¿no cree que eso quiere decir algo? —La mirada de la joven es triste, casi compadeciéndose del moreno ante ella. Sintiendo que no puede ser que esté tan triste.

—Gracias —sonríe el joven amablemente—. Supongo que tienes razón, no hay motivo para ponerse así. Mañana será otro día y estaré mejor —le guiña un ojo divertido y la criada le devuelve la sonrisa—. Venga, ahora ve con tus compañeros —le indica el joven, y la criada se inclina levemente antes de salir y cerrar la puerta con suavidad. —Mañana será otro día —susurra Hiroshi perdiendo la sonrisa— mañana será... el último día.

Mira el teléfono, pensando en si debería usarlo o no. Sus ojos negros tristes.

Se decide y lo coge, marcando los números rápidamente, números demasiado conocidos para él.

—Moshimoshi —una voz al otro lado, de mujer, una voz madura de una mujer adulta, agradable.

—Hola, Yaki-san —saluda el joven, una sonrisa aparece en sus labios al reconocer la voz al otro lado, pero no puede evitar que esta sonrisa sea triste.

—¡Hiroshi! —casi grita la voz al otro lado del teléfono, sorprendida—. Hiroshi, hijo, ¿cómo estás? ¿Te encuentras bien? Cielo, nos tenías muy preocupados

El moreno puede oír cómo la voz de la mujer se quiebra levemente, realmente angustiada, sabiendo que está a punto de llorar.

—¿Es Hiroshi? —el ninja puede oír la voz de un hombre cerca del auricular, un hombre maduro, amable, sincero, sonríe de nuevo, de nuevo tristemente, le gustaría estar con ellos ahora. Oye cómo la mujer afirma desde el otro lado.

—Espera, cielo, que voy a poner el altavoz —dice la mujer intentando calmarse, su voz aun angustiada—. Ya —susurra.

—Hijo, ¿te encuentras bien? —la voz del hombre se vuelve a oír, ahora más claramente gracias al altavoz, la voz es grave, siempre ha sido así, pero ahora con un tono afligido de preocupación.

—Sí, estoy bien —responde Hiroshi suavemente, intentando calmarse, intentando hablar con ellos con normalidad, que no noten su tristeza, que no descubran su soledad.

—Habíamos... habíamos oído en las noticias que en la mansión Kusanagi hubo una masacre... —la voz de la mujer no puede seguir, el llanto que intentaba contener llega sin dejarla continuar y Hiroshi no puede dejar de sentirse mal por ser el culpable de ese triste llanto.

—Encontraron a todos muertos —la voz del hombre retoma el relato de su esposa—. Hemos intentado comunicarnos con hospitales... incluso con... tanatorios. Dios... creíamos que habías... —la voz del hombre también se pierde, afectado, sin lágrimas pero sintiendo una gran opresión, aún no saben si Hiroshi está completamente bien.

—Siento no haber llamado antes —se disculpa el moreno con voz suave, sin poder evitar el tono triste.

—Por favor, dinos dónde estás —la voz de la mujer de nuevo, unos pequeños sollozos se dejan oír—. Dínoslo, vendremos a buscarte...

—No... —responde el moreno, cada vez sintiéndose peor por no haberles dicho nada antes, realmente no esperaba encontrarlos así, tan... preocupados... por él—. No hace falta, estoy bien —responde con voz intentando sonar tranquila.

—¡Mama! ¡Papá! Ya estoy aquí —una voz, junto al sonido de la puerta abrirse, más joven, mucho más, la voz de una adolescente.

—¡Ven cielo! Tu hermano está en el teléfono —dice la madre apurada, seguramente haciéndole señas a la joven para que se acerque.

—¿Hiroshi? —dice la voz de la joven. De pronto el moreno puede oír unos pasos acelerados que se acercan.

—Hola, hermanita, ¿cómo estás? —susurra Hiroshi suavemente.

—¿Cómo que cómo estoy? —dice la joven con voz furiosa—. ¿Pero qué te has creído que eres? ¡Estúpido animal sin corazón! —grita la joven casi histérica—. ¡Nos has tenido corriendo como locos llamando a todo dios para saber si estabas muerto, herido o quien sabe qué! ¿Qué cómo estoy? ¡Pues mal, muy mal! —Su voz no deja de ser un grito en ningún momento, recriminándole a su hermano su falta de consideración para con ellos.

—Perdona —susurra Hiroshi, casi divertido por la reacción de su hermana, ¿es que nunca van a poder hablar sin acabar a gritos? Sonríe, con la única persona que grita, realmente grita es con ella, acusándola de ser demasiado alocada, de hacer sufrir a sus padres...

Suspira, todo lo que ella cree que es él es falso... Cree que es alguien importante en la mansión Kusanagi, alguien que se ocupa de los negocios, nada de un simple ninja. Ella cree y le llama Don Perfecto el que no fuma, ni bebe ni hace nada fuera de lo moral... todo mentiras... y sólo para que ella no acabe como él.Un joven drogadicto, que sólo tiene a su hermana como familia y ella está demasiado lejos, con unos padres amables que él no quiso para no darles problemas... Unos padres que le han demostrado más de mil veces que para ellos él también es su hijo por mucho que no lo adoptaran formalmente. Unos padres que siempre que va le tienen preparada una taza de café, una madre que, a escondidas, pone un poco de licor en el oscuro líquido, sabiendo la verdad que su hija ignora. Un padre que le ha demostrado ser de los mejores, apoyándolo en su mentira, dejándolo fumar de sus cigarrillos cuando su hermana estaba en otro lugar, una calada, dos... no importaba, siempre le daba. Tan comprensivos, tan cariñosos... que nunca ha creído merecer.

Su auténtica madre... Basura.

Drogadicta, sin opción a desengancharse, usando a su hijo de conejillo de indias para ver las reacciones que provocaban las drogas. Haciéndole, muchas veces, acabar en un hospital por sobredosis.

Una madre que no era madre, una madre que lo drogaba o abofeteaba según su humor... Lo peor eran las noches. Hiroshi llegó a odiar las noches.

“Ven a hacer compañía a tu madre en la cama Hiro” unas suaves palabras y él tenía que obedecer, nunca hubo otra opción. Ir a la habitación de su madre, dejar que ésta le tocara y manoseara por todo el cuerpo. Sus caricias le resultaban repulsivas. Siempre, al terminar de ‘complacerla’ se iba al baño y podía pasar horas allí, lavándose la piel, intentando sacarse esas incestuosas manos, haciéndose daño en el intento, su piel quedando roja de intentar sacarse la sensación de esas manos recorrerlo. Llorando en silencio. Odiándola en silencio.

Cuando llegó su hermana tuvo miedo, no eran hermanos de padre, a saber quién era el padre de esa niña, a saber quién era su propio padre, jamás pensó en él... otra basura, seguramente.

Se sintió morir cuando vio a su madre intentar inyectarle algo a la niña. “Pura diversión” reía la mujer. Y él la apartó, alegando que era él quien quería divertirse. Y su madre reía, y le daba a él lo que era para su hermana. No le importó... no quería que su hermana pasara lo mismo que él.

Un día no pudo soportarlo más y se fue, lejos, muy lejos con su hermana en brazos, pagando a un taxista para que los condujera tan lejos de esa ciudad como le permitieron sus ahorros.

Encontraron un orfanato en otra ciudad, los acogieron y todo cambió. Todo estuvo mejor...

Dijo a todo el mundo que se había escapado de casa cuando su madre dormía... Nadie dudó de las palabras de un niño, un débil niño...

¿Quién iba a pensar que un chico así había entrado en la habitación de su madre y había llenado una jeringuilla con el apreciado liquido para esa mujer y se lo había inyectado mientras dormía? ¿Quién pensaría que al ver cómo su madre se despertaba riendo por la dosis él le había clavado la aguja en el cuello? ¿Quién sería capaz de imaginar que un niño hubiera planeado todo eso con meses de antelación? Preparándolo todo, usando guantes, limpiando levemente sus huellas de cualquier sitio demasiado cercano a su madre... No, nadie sospechó de ese pobre niño, nadie preguntó.

— Nii-chan, ¡¿Nii-chan me oyes?! —la voz al otro lado del teléfono hace que el joven moreno vuelva a la realidad, una voz tan familiar, tan parecida a la suya, aguda, algo más que la de él por ser de mujer, insolente, un dejo preocupado—. ¿Estás bien? —Hiroshi sólo sonríe mientras oye cómo la madre de su hermana le dice lo que él les ha comentando. Sí, está bien, lo creen, es verdad. —Espero que no estuvieras allí cuando eso pasó, o al menos que hubieras huido lo más rápido que pudiste, ¡por dios! Podrían haberte hecho cualquier cosa... ¡eres demasiado débil! —En otra situación, en otro momento Hiroshi simplemente se hubiera tirado al suelo riendo a carcajadas. ¿Débil? Pero no era la situación, no era el momento... no, para su desgracia... no lo era.

—Tranquila —dice suavemente, calmado—. No estaba allí cuando pasó.

Mentira.

—¿Vendrás? —una súplica y lo sabe, la madre, tan preocupada. Casi puede ver las suaves arrugas en sus ojos marcarse algo más debido a la preocupación. Quizás sus manos estén entrelazadas en su pecho, como si rogara a algún dios para que la respuesta sea afirmativa. Quizás el padre tenga una mano sobre su hombro, sin moverla, haciéndole saber a su mujer que debe tranquilizarse, sólo con el tacto de su áspera mano curtida por los años de trabajo.

— No, es mejor que no lo haga —susurra el joven, el pesar reflejándose en su voz esta vez. Quiere ir, quiere verlos, pero ya es demasiado tarde... demasiado tarde para arrepentirse, demasiado tarde para huir. Además... él no es un cobarde, debe afrontar las cosas, no quiere morir, pero no huirá, no—. La gente que hizo eso en la mansión estará buscando a los que quedamos vivos. —Otra mentira, pero su vida se ha basado siempre en eso, siempre así con su hermana, por desgracia esta vez también tiene que hacerlo con los padres de ella.

—Dios santo... —oye cómo la mujer deja escapar estas palabras, asustada, sin querer imaginarse nada de eso, sin querer pensar que a él le puedan hacer algo tan cruel.

—Tranquila... Me iré del país, así estaré seguro —¿Cuántas mentiras más tendrá que decir? Pero no quiere, ellos no pueden saber lo que realmente está pasando. No, debe mantenerlos alejados de todo.

—¿Dónde irás? ¿Cuándo te vas? ¿No podemos verte antes de que te vayas? —la voz de su hermana, muchas preguntas, dichas rápidamente demasiado curiosa, demasiado preocupada.

—Prefiero no contaros nada —susurra el joven cerrando los ojos con fuerza—. No quiero involucraros en todo esto. Cuanto menos sepáis mejor, por si acaso. Me iré mañana por la mañana y... —se detiene, tanta mentira, tanta preocupación, tanto miedo...— a partir de ahora... no os volveré a llamar —su voz se corta, no puede hablar, le cuesta decir esas palabras.

—Pero hijo... —la voz del padre se deja oír, incrédula, sin creerse lo que les dice Hiroshi.

—Lo siento, realmente lo siento mucho, pero es lo mejor... para todos —intenta explicarse el joven. No puede decirles la verdad ¿cómo decirles que mañana se acabará todo? ¿Cómo decirles que mañana irá a buscar a la muerte? No, no puede, al menos que vivan creyendo que él está a salvo. Les dolerá menos.

—Pero... en cuanto puedas... nos llamarás ¿verdad? —la voz de su hermana, realmente nunca la había oído con este tono, no hay odio, no hay rencor, no hay risas, no hay burlas... sólo preocupación, miedo... Miedo por lo que le pueda pasar a él...

—En cuanto pueda... —susurra el joven, la mano que sostiene el auricular se cierra sobre él con fuerza, como si quisiera romperlo.

—Promételo —dice su hermana, necesita estar segura.

—En cuanto pueda... Lo prometo —mentiras, palabras que se las lleva el aire, que quedan perdidas en esa oscura habitación, oscura y solitaria... y en la oscuridad unos ojos brillan, unos ojos suplican para que su dueño los deje llorar, pero éste se niega. No debe.

—Está bien, pero como no cumplas la promesa yo misma vendré y te mataré, ¡lo juro! —la voz intenta ser divertida, pero la preocupación lo opaca todo.

—Claro, hermanita, pero ya tengo que dejaros ahora... —susurra Hiroshi, las lágrimas no se pueden contener eternamente.

—Cuídate mucho, hijo —suplica la madre.

—Si alguna vez nos necesitas estaremos aquí, como siempre —la grave voz del padre, clara, limpia y sincera. Una pareja tan perfecta... unos padres tan amables.

— Cuídate... nii-chan —y la aguda voz de su hermana...

—Lo haré. Te quiero mucho. Adiós, hermanita. —Se detiene unos segundos, aún sin colgar—. También... os quiero mucho a vosotros... papá... mamá... hasta pronto.

Cuelga, no quiere que digan nada, jamás los había llamado así, pero realmente, con esta llamada sabe que siempre han sido sus padres, que desde que los conoció lo fueron y lo serán... siempre.

Al fin una lágrima logra escapar, ya nadie la retiene. Se acerca a la cama y se sienta en ella, enciende un cigarrillo, ignorando las lágrimas. Hace una calada, lenta, su cabeza gacha. Los brazos se apoyan en sus piernas.

Se queda unos segundos así. Quieto. No hay nada. No hay ruido.

Solo.

Solo como siempre ha estado. Solo desde que nació. Solo aun teniendo una familia. Solo aun teniendo amigos.

Porque cuando la oscuridad aparece tan sólo la soledad le acompaña. Dulce y silenciosa... como la muerte.

~ * ~

La noche es tranquila, no hay nubes, las estrellas se ven perfectamente en la oscuridad. La luna brilla, clara, blanca.

El paisaje se puede distinguir claramente, algunos árboles, pequeñas casas, todo dentro del terreno de Kaiji, seguramente esas casas eran para los hombres que cuidan a los animales. Se ve alguna aún con las luces encendidas, otras ya están completamente oscuras. No importa, él las puede ver bien, está entrenado para eso, está acostumbrado a distinguir cuerpos, formas en la oscuridad más absoluta.

Un ruido lo sobresalta, a su derecha, a unos metros, entre unos árboles que hay no muy lejos de él.

Su instinto de ninja le dice que tiene que ocultarse y observar. Pero su parte lógica le dice que eso, aquí, no hace falta. Namae atacará mañana, así que por eso no debe preocuparse.

De nuevo un ruido, aun sabiendo que no hace falta pone su cuerpo en tensión.

Una sombra sale de entre los árboles, acercándosele.

Suspira, una semisonrisa en sus labios. Tiende lentamente su mano, la palma hacia arriba, esperando pacientemente.

Pronto un hocico, grande pero suave, se posa en la mano, oliendo por si hay algo interesante en ella.

Ya antes ha visto que en el enorme terreno de la mansión había caballos sueltos, pero no les había prestado atención, ocupado en otras cosas.

Realmente le parecen animales imponentes. Grandes, robustos, pero tranquilos, gentiles.

El animal, desilusionado al no encontrar nada en la palma de la mano levanta y baja su cabeza un par de veces, la crin moviéndose tan enérgicamente como la cabeza del animal.

Él sólo lo calma levemente y empieza a acariciarle el rostro. Es un animal hermoso. No puede distinguir sus colores en la oscuridad pero sí sus formas, es grande, robusto, un cuello ancho y musculado. Su crin larga, más clara que el color del cuerpo.

Se queda así unos minutos, acariciando al animal lentamente, éste está más calmado, disfrutando de las caricias, levemente moviendo su rostro para que éstas se vuelvan más fuertes hasta que logra que le acaben rascando.

El joven nota cómo el caballo inclina levemente su cabeza mientras le rasca, realmente disfruta de eso, piensa. Prefiere eso a las caricias. Sonríe.

La puerta de la mansión se abre y la luz artificial sale de ella y una sombra está saliendo de allí, detenida al comprobar que hay alguien fuera.

—Syo-san —se oye una voz, y el joven ve que se trata de esa criada, la que no entendía. —¡Alex! —dice la joven con sorpresa y Syo no puede más que voltearse, ¿el gaijin?, ¿dónde?—. Ne, ne, ne, ne —la chica deja una bolsa de basura que estaba llevando afuera para tirar—. Omaenai aru iru kokoni {tu no haber estar aquí} —dice la joven criada acercándose a él.

—¿Qué? —sólo logra decir Syo, entendiendo lo que puede de lo que la chica teñida trata de decir, pero a pesar de creer que ha entendido no sabe a qué viene. ¿No tendría que estar aquí? ¿Quién? ¿Él? ¿Y por qué ha dicho Alex?—. ¿Alex? —dice al fin, de nuevo mirando a los alrededores, por si acaso, pero no puede ser que una simple criada vea a Alex y él no, eso ya sería demasiado.

—Hai, hai —dice la criada asintiendo enérgicamente—. Alex — el ninja niega con la cabeza, ¿puede llegar a entenderse con esta criada? No lo cree. —Alex —entonces la criada, para hacerse entender mejor, señala al caballo.

—¿El caballo se llama Alex? —pregunta Syo. ¿Es eso?

—Hai, hai. Uma iu namae Alex desu {Sí, sí. Caballo llamarse Alex} —sonríe la criada viendo que no se le debe dar tan mal el japonés puesto que ese joven la está entendiendo. Syo simplemente suspira con resignación. Alex está por todas partes.

Niega con la cabeza y entra en la mansión de nuevo, dejando a la criada y el caballo a solas, quizás el caballo está más capacitado para entender a la criada que él.

—¿Nani? —dice la criada inclinando su cabeza hacia un lado sin comprender, el caballo simplemente se aleja de allí buscando hierba donde pastar tranquilo.

Syo sube las escaleras, ni modo, necesita descansar y... le han dado esa habitación.

Abre la puerta lentamente, las luces están encendidas, pero no hay rastros de ese gaijin odioso allí. ¿Estará fuera? No importa, se siente cansado, han pasado muchas cosas, demasiado rápido, y no ha tenido tiempo de descansar unos segundos siquiera. Se dirige a una de las dos camas de matrimonio y se sienta en el borde, relajándose unos segundos. De pronto oye una puerta abrirse, pero no es la de la habitación, es la del baño, justo frente a él. No ha pensado en eso.

Ve el cuerpo de la joven envuelto en una toalla blanca, desde sus pechos hasta poco más abajo de sus caderas, pero cubriéndolo todo. Nota cómo la ninja, al verlo, sujeta más la parte superior de la toalla, no puede evitar que este gesto le parezca gracioso, un gesto tan femenino... viniendo de alguien que reniega de ser mujer.

Se quedan unos segundos en silencio, observándose con el desprecio que siempre se muestran y el cual siempre se refleja en sus ojos, tal vez más por costumbre ahora, que por sentirlo de verdad.

Syo puede ver algo de sorpresa reflejada en los ojos de Alex, ¿no esperaba que él entrara en la habitación?

—¿Que haces aquí? —dice la joven luego de unos segundos, su mirada desafiante, molesta por encontrarse al ninja allí. Realmente esperaba que se hubiera buscado otra habitación y que la hubiera dejado a ella sola.

—También es mi habitación, ¿lo olvidabas? —se burla el ninja de ojos ámbar con una semisonrisa. No deja de mirarla fijamente, como un desafío.

—Desafortunadamente —murmura Alex sarcástica, en voz baja pero no lo suficiente como para que Syo no la pueda oír.

—Eso debería decirlo yo —responde con el mismo tono que ha usado el gaijin, pero en voz más fuerte, a él no le importa que Alex lo oiga.

La ninja sólo le devuelve la mirada, fría, mientras su sonrisa sarcástica desaparece de sus labios para dejar sólo una mueca de resentimiento.

—Hay otras habitaciones, busca una —suelta con un siseo molesto, sin preocuparse por si la está oyendo o no mientras, de reojo, observa cómo el ninja sonríe con cierta burla, sin dejar de mirarla un segundo.

—Ésta me gusta —concluye el ninja de ojos ámbar aún sonriendo desafiante a que Alex intente sacarle de allí.

Por su parte la ninja entrecierra sus ojos con molestia, ¿es que Syo nunca dejará de intentar sacarla de sus casillas?

— Entonces ya me iré yo —comenta con molestia—. No me gustaría ser una molestia para ti —argumenta con marcado sarcasmo en su voz, sus ojos entrecerrados, un brillo verde intenso en ellos.

Syo baja el rostro un momento y luego se fija que sobre la cama está la ropa de Alex, seguramente el ninja no pensaba que él volvería y no se ha tomado la molestia de llevarse la ropa al baño, seguramente pensando que podría vestirse tranquilamente en la amplia habitación.

Sonríe levemente y coge la ropa de Alex, levantándose y yendo hacia donde está ella, frente a los cristales del ventanal del amplio balcón, cerrados, pero con las cortinas abiertas, dejando que la luz de la luna entre aunque ésta se vea opacada por la eléctrica que baña el lugar.

Al estar frente a ella alza la mano para entregarle la ropa y la ninja alza la suya para cogerla, y en ese momento sus manos se rozan y sus miradas se cruzan, quedando ambos en silencio, las manos aún rozándose, cada uno observando a su compañero, ámbar y verde.

Después de unos segundos Alex baja la mirada para ver de nuevo su mano rozando la de Syo y deja escapar un leve suspiro, cierra los ojos para abrirlos al instante, mirando esta vez fijamente a los ojos ámbar.

—Estoy cansado —susurra suavemente

—Entonces quédate, no hay necesidad de que te vayas —le responde el ninja con desinterés y algo de burla ante el comentario de su compañero de habitación.

—¿Ah, no? —responde la ninja con sarcasmo, sus ojos entrecerrándose con molestia cada vez más marcada—. No lo crees necesario, ¿qué pasa? ¿Quieres que me quede para que puedas insultarme a tu gusto? —casi grita la joven, intentando controlarse, mantener el autocontrol, aunque con Syo de compañero es realmente difícil.

Syo simplemente acaba apartando su mano, entregándole a Alex su ropa.

—Yokunai... da na {No estaría mal, ¿verdad?} —su voz suena cansada esta vez, aunque manteniendo el ligero tono de burla que ha estado usando todo el rato. Da unos pasos, acercándose más al gran ventanal, mirando a través de él, hacia la noche. La ninja lo sigue con la mirada.

—No sé... —empieza a decir la ninja, la mano que sostiene su ropa colgando inerte a un lado mientras posa la otra sobre su frente—. No sé lo que quiero, no sé lo que necesito —sigue diciendo en un susurro. —Sólo sé... Sólo sé que jamás obtendré nada de eso... Sólo sé... que mañana se acabará todo —concluye y su mano cae pesadamente a su costado, la otra deja libre la ropa, que cae al suelo y queda olvidada.

El ninja de ojos ámbar se gira mirando a la joven como si ésta estuviera loca (cosa que no duda).

—¿Qué tonterías dices? —le reprocha con desdén—. Mañana no se acabará nada —argumenta con voz firme. —Mañana pelearemos, Kyo-sama y Iori-san vencerán... y tú podrás hacer lo que quieras, conseguir... lo que necesitas —acaba, su tono molesto, pero esta vez es una molestia distinta, no le gusta en nada oír a Alex decir esas cosas, es como si ya tuviera por hecho que va a morir mañana, y eso aún no se sabe, y está seguro que él... que ella, va a sobrevivir.

—No voy a conseguir nada —casi grita de nuevo, sus ojos brillando con furia, harta de que Syo no la comprenda—. Mañana voy a morir y se acabará todo... todos moriremos... —gruñe en un siseo molesto pero luego suspira alzando una mano y pasándola por entre sus cabellos en un gesto de cansancio, calmándose, intentando controlarse y dando la espalda a Syo. —Pero... quizás no todos tengamos que morir —susurra débilmente, el ninja sólo logra oírla porque no hay ningún otro ruido en la habitación aparte de las palabras Alex—. No es necesario... —la joven ninja se da la vuelta, mirando fijamente a los ojos ámbar—. No hace falta que mueras

Syo sólo la observa en silencio intentando asimilar las palabras que le acaba de dirigir Alex.

—¡Maldita sea! ¿Estás sordo? ¡Te estoy diciendo que te vayas de aquí...! —le grita al fin la ninja, sin contenerse—. Si es por Kyo-san —deja escapar una risa sarcástica—, estate tranquilo, nosotros nos ocuparemos de él... No somos débiles, no soy débil... —dice con arrogancia, sus ojos mirando fijamente a Syo. No, ella no es débil, no le da miedo la muerte, y si debe morir que así sea, pero lo hará luchando, dando su vida por sus amigos.

Ve cómo Syo titubea unos segundos, como si fuera a decir algo, y al final oye un:

—No es por... Kyo-sama —dice el ninja y da unos pasos hacia Alex, en silencio, hasta quedar frente a frente y, mientras mira a los ojos de la joven, alza una mano y con la punta de sus dedos roza la mejilla de la ninja.

Alex se queda callada, sus ojos abiertos por la sorpresa, ‘No es por Kyo-sama’ se repite en su interior, las palabras de Syo quedándosele grabadas, han sido suaves, calmadas, no eran palabras molestas y llenas de sarcasmo, sólo han sido... sólo ha sido... la verdad. La joven muerde su labio inferior, entendiendo.

—Eres un... — susurra la joven bajando la mirada mientras Syo aparta la mano de su mejilla lentamente, dejando una suave caricia— un idiota.

—Tal vez lo soy —afirma Syo con un tono suave y levemente divertido y eso hace que Alex alce la mirada y sonría levemente por el comentario.

Pero la ninja vuelve a bajar su mirada, pensando, mientras Syo la mira. La joven parece estar dudando sobre algo.

—Syo... —intenta hablar Alex, pero no es fácil empezar. Syo frunce el ceño, ¿qué querrá decirle? La joven suspira pero no alza la mirada, no se ve capaz de hablar si la alza—. Tú... ¿me consideras una mujer hermosa? —su mirada se desplaza al balcón, incapaz de mirar al joven frente a ella. Una semisonrisa en sus labios pensando en lo tonta que se está sintiendo en estos momentos.

Syo no dice nada durante unos segundos, y luego levanta su mano, posándola bajo la barbilla de la joven, haciendo que ésta tenga que mirarlo, su mano sube por el suave rostro, acariciando las finas y doradas cejas, las suaves mejillas y acaba resiguiendo los finos labios con la punta de sus dedos.

— Sí. Si no fueras tan insoportable —dice con una sonrisa burlona en sus labios y logra hacer que Alex ría levemente ante el comentario.

—Por mí... experiencia —dice la joven con un leve sarcasmo y también con odio al referirse a algo que la traumó tanto—, no os importa mucho el carácter, sino el poder poseer un cuerpo hermoso... —acaba diciendo, sus ojos ensombreciéndose evitando recordar, sólo explicando lo que ella cree, no, no debe recordar, ahora no es momento.

—No soy de los que soportarían a alguien como tú solamente por querer poseer tu cuerpo —argumenta el ninja entre amable y burlón sin acabarse de decidir qué tono usar con la ninja. Mirando a los ojos verdes de su compañero le parece que en ellos hay confusión, demasiada, sentimientos distintos luchando unos contra otros. —¿A qué viene todo esto? —pregunta al fin, él también se siente confuso por lo que está pasando, no comprende qué le pasa a la ninja.

Alex se separa lentamente de Syo y anda hacia el balcón, su mirada perdida en la inmensa oscuridad mientras posa una mano en el frío cristal.

—Escogí hacerme pasar por hombre para evitar que aquello se repitiera... —explica con voz suave, femenina.

—¿Aquello? —pregunta Syo observándola, pero sin acercársele.

—Dicen que cuando eres mayor... olvidas muchas cosas de cuando eras pequeño —explica lentamente sin atender a la pregunta de Syo, sus ojos perdidos en algún lugar de la oscuridad—. Yo... no puedo olvidar... —sigue, sus palabras suaves—, por mucho que intente, por mucho que me esfuerce... —suspira, un suspiro resignado. —¿Acaso no imaginas lo que pasó? —sonríe, cansada, apoyando la frente en el cristal para separarse a los pocos segundos—. Has visto ya uno de mis ataques... —La joven se gira al fin para poder ver bien la mirada de Syo, quiere ver su reacción. —Me violaron, Syo, yo sólo era una niña, pero eso... no importó. Mis padres... ellos murieron delante de mis ojos... —Su mirada deja de ver a Syo para empezar a contemplar los horrores que la persiguen allá donde vaya, siempre, esas sombras de negro, las risas, los gritos. —Tendidos en el suelo... todo lleno de sangre... los violaron también... y luego los mataron... —sigue mientras intenta que las imagen desaparezcan, no deben estar allí, no, ella sólo lo está explicando, maldita sea, ¿es que nunca podrá descansar?—, e hicieron lo mismo conmigo... hasta que se cansaron de mi cuerpo y luego... —Se detiene, volviendo a voltearse mirando hacia el balcón y dejando caer la toalla que se pliega suavemente a sus pies—, intentaron matarme —voltea sólo su rostro ahora, una sonrisa entre triste y sarcástica se asoma por sus suaves labios—, pero... no pudieron conseguirlo... —acaba, volviendo a mirar al frente, sus ojos cerrados, la sonrisa aún en sus labios.

Syo se acerca lentamente a ella y roza la cicatriz con la punta de los dedos, suavemente. Pero nota un fuerte escalofrío en el cuerpo de la joven frente a él y se aparta antes de que ella pueda hacer nada.

—Pero... ¿por qué continuas viviendo así? —pregunta el ninja algo confuso—. Ahora, aunque seas hombre o mujer, nadie puede hacerte daño —dice firmemente, realmente seguro de sus palabras, sonríe un poco. —No si les cortas el cuello antes —dice mostrando un leve tono divertido. Cierra los ojos un momento, pensando en si debe seguir hablando o no, se decide—: ¿Quieres saber si te considero una mujer hermosa? —pregunta al fin—. Muéstrate como una. Cuando esto termine, muéstrate ante mí como una y te responderé.

Alex voltea su rostro para encontrarse con la mirada ámbar, llena de seguridad, de honestidad... habla en serio, no hay duda.

—No lo entiendes —responde la ninja mientras sonríe tristemente y niega con la cabeza—. Por muy fuerte que sea ahora, siempre habrá alguien más fuerte, alguien que podrá dominarme... —Un escalofrío recorre el cuerpo de la joven y se abraza a sí misma, intentando controlarlo.— Aún puedo sentir... los dedos de Namae por mi cuerpo... es... —se detiene unos segundos, tomando aire para seguir—, una sensación desagradable... horrible. —Se detiene nuevamente, mirando por el ventanal. —Tú... —y se voltea de nuevo, enfrentando los ojos ámbar—, podrías... sacarme esta sensación... por favor —susurra con suavidad bajando la vista—. Quiero... me gustaría... saber qué se siente... cuando nadie te obliga. —Una suave sonrisa, demasiado triste, se posa en sus labios. —Imaginar siquiera... cómo es cuando uno lo hace por... amor —termina la joven aún sin levantar la vista.

—¿Por qué yo? ¿Por qué no Kyo-sama? —responde Syo, dolido, pensando que incluso ahora Alex se está burlando de él.

La ninja lo mira sorprendida, alzando la vista de nuevo para encontrar la mirada dolida de Syo.

—¿Por qué no puede ser Kyo? —pregunta con suavidad—. Simplemente... porque Kyo no es Fujimiya Syo —explica con calma. Syo parpadea, ¿no está bromeando?, ¿no se está burlando de él?

El joven ninja posa una mano en uno de los hombros de Alex, haciéndola voltear por completo, pero en ningún momento mira su cuerpo desnudo, sólo esos ojos, de un verde intenso. Baja su mano, acariciando todo el brazo con suavidad pero sin dejar de observar el rostro de Alex y nota cómo el cuerpo de la joven se tensa levemente, su rostro luchando por no mostrar el miedo que seguramente está empezando a sentir al notar la caricia. Syo baja su mano hasta coger la de Alex con la suya y levantarla para acercarla a sus labios y rozar la suave y blanca piel.

Lentamente da un paso hacia atrás, atrayendo a Alex con él, acercándola a la cama pero al llegar a ella nota cómo la ninja aún está más tensa, el miedo se refleja en los ojos de la ninja claramente.

Con su mano libre aparta las sábanas y guía a la joven hacia ella, haciéndola sentarse para luego posar sus manos sobre los delicados hombros y empujarla con suavidad y gentileza, haciendo que quede acostada. Los ojos verdes no dejan de expresar miedo, miedo que sabe que Alex intenta controlar pero que no puede evitar.

Aparta el cabello dorado de los ojos de la joven para luego bajar hacia su mejilla, rozando con la punta de sus dedos el largo cuello hasta llegar a su hombro, bajando con lentitud por su brazo para dejarlo e ir a rozar la delgada y estilizada cintura, bajando más hacia las caderas de la joven...

Oye un leve gemido por parte de Alex y Syo sabe perfectamente que no es de placer, es un grito contenido, un gemido de inseguridad, de miedo. Syo no dice nada, mientras su mano acaricia suavemente la pierna de la joven mientras alza su mirada para mirar a Alex a los ojos, pero ésta los tiene cerrados, con fuerza, como si no quisiera ver... como si no lo pudiera soportar... Ante eso Syo se detiene, apartando la mano y Alex abre los ojos; confusa mira hacia Syo, este sólo sonríe y dice:

—Jamás podrás saber lo que se siente si te entregas de este modo... Con esto solamente logras que se cumpla lo que dijiste: que posean tu cuerpo. —Se queda un momento en silencio, sus ojos no dejan de observar el rostro de la joven. Se levanta un poco y sujeta las sábanas para cubrir a la joven hasta el cuello, sentándose de nuevo al lado de ella, mirándola, observándola—. Pero, si quieres imaginar lo que es estar con alguien... que te ama...podemos aparentar, sólo por esta noche... —dice mientras se inclina hacia Alex y deja un suave beso sobre su frente.

Alex sólo sonríe levemente y levanta una mano, posándola en la nuca de Syo, haciendo que sus rostros queden muy cerca.

—No quiero imaginar lo que es estar con alguien —empieza a decir la joven con voz suave—. No quiero aparentar nada... —Se detiene un segundo, suspirando con la sonrisa aún en sus labios, sus ojos se cierran para abrirse y acabar, con seguridad—: Quiero que te quedes conmigo esta noche... porque eres con quien quiero estar.

—Esta noche... y las que siguen... si es lo que quieres, gaijin —anuncia Syo alejando su rostro del de la joven, sólo para poder contemplarla mejor. Sabe lo que estas palabras significan, como sabe que Alex lo ha entendido, como él ha entendido las palabras del gaijin. ¿Algún día alguno de ellos tendrá el valor de decirlo claramente? No está muy seguro de eso.

—Sí —sonríe Alex tan dulce como Syo nunca había visto, cosa que logra que el ninja mire unos segundos hacia el ventanal, azorado—, pero ésta será la única... porque ya no habrá más noches —susurra la joven con tristeza, muy flojo, para que Syo no logre oírla. Sabe que el ninja se molestará si sigue diciendo eso, pero también sabe... que es la verdad—. Tengo sueño... y frío —dice al fin en voz más alta y ve cómo Syo se pone en pie en dirección a la puerta, como si de un momento a otro hubiera cambiado de opinión sobre lo de quedarse con ella. Alex frunce su ceño preocupada pero oye un leve ‘click’ y la habitación queda a oscuras, sólo la tenue luz de la luna entra por la ventana, y es insuficiente para alumbrar la habitación.

En la oscuridad oye cómo Syo se acerca de nuevo, como también oye el suave sonido de la ropa del ninja deslizarse por su cuerpo y caer al suelo con docilidad.

Syo abre las sábanas y se tumba lentamente, quedando mirando hacia arriba, sus ojos abiertos, pensando en lo que está pasando. Él y el gaijin... Este maldito gaijin que lo vuelve loco... en todos los sentidos. Vuelve a la realidad cuando nota una mano tibia y suave rozando su pecho y empieza a sentir cómo el cuerpo de Alex se acerca al suyo, siente su piel suave, el delicado perfume de la chica, los cabellos semirubios acariciando su mejilla.

Sonríe y suspira mientras voltea su cuerpo, para quedar frente a frente con la ninja y pasa un brazo sobre la cintura de ésta, lentamente y con suavidad. Disfruta del contacto de la piel de la joven en la suya y cierra los ojos.

—Bona nit... Alex —susurra.

—Bona nit, Syo… Grácies… per tot.

~ * ~

Continuará...

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Septiembre, 2006

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