Título: A little bit ironic world
Nick Name:
Savage Kitten & Alexiel_SJ

Idea Original: Savage Kitten (chibineko2000@hotmail.com)
Colaboró: Alexiel_SJ (akane_tendou_@hotmail.com)
Categoría: mmm…. Yo lo calificaría como "sátira irónica" pero no sé.
Breve resumen: Una vez más, Kyo & Iori viajan para participar en el KOF, pero en el camino Kyo sufre un percance. Iori, viendo la oportunidad, decide hacerse un regalo de cumpleaños, pero al final las cosas cambian…
Disclaimers: Iori y Kyo propiedad de SNK… :P
Notas: Es la primea vez que trabajamos en un fic de esta clase, así que no garantizo que el final agrade a muchos…


A little bit ironic world

" Las cosas no siempre son lo que parecen, sobre todo
cuando ocurren dentro de lo que se considera rutinario…"

Savage Kitten

Ese día, al medio día, en la mitad de la nada, el sofocante calor del verano dejaba caer sus latigazos sobre el ardiente asfalto, calentando de igual manera la arena alrededor del camino, haciendo imposible durante algunas horas el poder ver rastro de vida alguno, pues si alguien duda de que en los desiertos existe presencia del reino animal, es un tonto. Debiera de observar mejor.

Justo ahí, sobre la raua del asfalto, un pequeño reptil se deslizaba, arrastrando la panza y las patas contra el piso, hasta detenerse exactamente a la mitad de la carretera, donde alzó la cabeza y estiró el cuello, tratando de calentar su diminuto cuerpo.

Contemplaba entonces la sabandija el cielo azul, limpio de nubes y escuchaba en silencio, cuando de pronto se oyó un murmullo, un leve ronroneo que procedía de alguna parte de aquel gran vacío, que conforme avanzaban los segundos, ese ruido se iba convirtiendo en un temblor de asfalto, alertando al animal de sangre fría que de inmediato se puso en marcha. Si bien no había terminado de cruzar la línea negra de la carretera cuando un enorme monstruo de acero pasó cual centella por el camino, levantando aire y arena formando una nube que impedía por un momento el paso del sol.

Pero al lagarto no le importó, pues mientras se perdiera entre la caliente arena del desierto, seguiría vivo por un buen rato...

* * *

La pintura negra y los rines cromados de aquel vehiculo descapotado desprendían reflejos enceguecedores a su paso. En el interior, los asientos color sangre de buey contrastaban con las botas y el pantalón de cuero negro, acompañadas de una camisa del mismo tono con las mangas dobladas hacia arriba, con los dos últimos botones sin abrochar, dejando entrever la piel oscura que se ocultaba tras ella.

El aire caliente agitaba hebras de fuego, el brillo del sol rebotaba en sus pupilar rojas. " In The End" de Linkin Park resonaba a todo volumen en las bocinas estereofónicas del Ferrari mientras los dedos de Iori tamborileaban sobre el volante de madera.

Estaba en la víspera de su cumpleaños. Siempre pasaba por alto una fecha como esa, sólo era un día más en el calendario, pero en esta ocasión, era diferente...

Sonrío de forma leve cuando las últimas notas de la melodía sonaron, había algo en esa voz que le hacia olvidar todo y a la vez contemplar la belleza del paisaje que lo rodeaba: los cactus, la arena en su rostro, las montañas rocosas contra el cielo azul... la sirena de la patrulla que empezó a seguirlo desde un par de kilómetros atrás por no prestar atención al limite de velocidad.

- Qué estupidez - se dijo aún con la sonrisa en los labios - Quizá me manden a la silla eléctrica por casi embarrar a un bicho rastrero en el pavimento.

Tal vez fue el calor, o quizás sentido común, el hecho fue que se detuvo, después de varios kilómetros de frenética persecución, que a él le parecieron los más divertidos de todo aquel trayecto, y habría seguido así, hasta perderlos o volcarlos, de no ser porque tenía otras cosas en mente...

Apagó el motor y esperó con los brazos aún sobre el volante a que el hombre de uniforme llegara a su lado.

- Se cree muy gracioso, verdad? - dijo con voz autoritaria. Yagami solamente volteó el rostro, sin romper su posición. - sus papeles - ordenó.

-¿Es necesario?, llevo algo de prisa ¿sabe? - añadió con sarcasmo, mientras su risa se reflejaba en los vidrios ahumados del tipo.

- Baje del auto - ordenó. Yagami bufó al oír aquello, pero si quería terminar el día en una celda, ¿qué más daba pelearse con el sujeto, no sería la primera vez que lo detuvieran por una cosa así, es más, ya era en cierta forma parte de su vida.

Sin embargo, esta vez pensó las cosas. Estiró su brazo y abrió la portezuela de la guantera, donde traía todos los papeles, permisos y todas aquellas cosas que le hubieran servido en situaciones anteriores, pero como siempre, prefirió meterse en problemas.

De un salto pasó por encima de la puerta del auto, cayendo de pie justo frente al agente, más pequeño que él, pero que aun así no se dejó intimidar. Iori le entregó los papeles y espero, recargándose en el frente del auto y cruzando los brazos, observando divertido el rostro del hombre que intentaba descifrar el "extraño" idioma de los documentos. El pelirrojo pensó que el tipo era un tonto, pero prefirió guardarse sus comentarios y dejar que el hombre hiciera su trabajo.

Esperó y miró. El calor comenzaba a hacerlo sudar, sus ropas estaban húmedas y su rostro bañado en sudor. Se estaba desesperando, demasiado lento el tipo, demasiado calor, demasiado de todo. Quizás las gafas que portaba el otro sujeto combinarían a la perfección son su atuendo, además de protegerlo del molesto reflejo del sol en el cofre del auto.

Consideró el tomarlos prestados de manera indefinida, cuando un nuevo intruso llegó a la escena: un joven motociclista pasó justo detrás de ellos levantando el polvo y haciendo volar las papeletas que el transito estaba a punto de entregarle a Iori; por lo visto, llevaba igual o mas prisa que el mismo Yagami, que sólo alcanzo a ver el sol eclipsado en la chamarra del chico de la Harley, que desapareció tan rápido como había llegado.

Pero eso no paro allí, una vez que todo volvía a la calma, a lo lejos, quizás a unos ocho o diez metros, Iori vio algo sobre el pavimento, ago pequeño y quiza insignificante. Camino hacia allá, haciendo caso omiso del que lo estaba multando.

El tránsito murmuró algo en voz baja, negando con la cabeza, mientras veía al joven pelirrojo que se alejaba de él y que en algún momento s agacho para, al parecer, recoger algo de la carpeta asfáltica.

Iori tomó entre sus dedos el objeto y sonrió satisfecho. La suerte estaba de su lado en esta ocasión. Volviendo sobre sus pasos, cogió la papeleta y los anteojos del hombre y se los puso. Y, antes de que éste pudiera reclamarle, encendió en llamas púrpuras una multa que nunca pagaría, parando en seco con ello al agente que no hizo más que dar media vuelta, entrar en su vehículo y regresar por donde vino, mientras el pelirrojo prendía el motor y aceleraba para continuar su camino.

* * *

Aquello no le pareció nada divertido, estaba a la mitad de la carretera con el caballo de acero averiado. No, no se le había agotado el combustible, era algo en la maquinaria, se había descompuesto y no tenía la herramienta necesaria para repararla.

Pateó una piedra, maldiciendo su suerte, no sabía que tan lejos estaba del poblado más próximo. El calor era infernal... ¡38º C era infernal para cualquiera! Pero antes de desesperarse hizo a un lado del camino su vehiculo y se paro en la carpeta asfáltica para pedir que lo llevaran, y de ser posible, también a la motocicleta...

* * *

No transcurrieron ni quince minutos desde que se quedó varado, y ya le parecía una eternidad. Recordaba haber visto a un sujeto en un automóvil negro, siendo amonestado por un transito. Pensó que en ese momento era afortunado por no haberlo detenido, pero ahora se arrepentía de ello. Su única esperanza, quiza, era el conductor de aquel auto, siempre y cuando no hubiese tomado otro camino.

* * *

Yagami avanzaba con gran velocidad a través del alinea recta de la carretera. Aún continuaba manejando con un solo brazo, pues con el otro sujetaba su cigarrillo y la cadena que recogió del camino.

Examinó detenidamente el objeto; en realidad era pequeño y lleno de grasa, pero era nuevo relativamente. Aún no podía explicarse de qué manera pudo caerse del vehículo de ese muchacho de pelo castaño.

- Es un verdadero idiota – murmuró entre labios – Solamente a él pueden sucederle estas cosas. -

De pronto algo capto su atención: más adelante, estaba Kyo, a un lado del camino, con el brazo levantado pidiendo ser llevado. Iori no podía creer que todo saliera mejor de lo que esperaba.

Se detuvo unos metros más adelante de Kyo, que corrió para alcanzarlo. Estaba a punto de subirse cuando pudo ver con claridad quien era el conductor..

- ¿Tú?- dijo sorprendido - sólo esto me faltaba - añadió con fastidio...

-¿Te llevo? – preguntó el pelirrojo, haciendo caso omiso a los ademanes de Kusanagi

- No-gra-ci-as – dijo de forma tajante – esperaba a cualquier otro pero… ¿tenías que ser exactamente tú, el único en este endemoniado lugar?

Yagami levantó una ceja al oír eso.

- De acuerdo – respondió – pero apuesto a que ni siquiera sabes en donde estas… ¿o me equivoco?.

- El mundo es demasiado pequeño – musitó en voz baja para al siguiente instante quedarse callado, observando detenidamente al pelirrojo.

Yagami se recorrió hacia el asiento del copiloto, para estar más cerca del chico. Apoyó su brazo derecho en el respaldo y subió una pierna en el asiento - ¿Qué dijiste? – preguntó con ironía.

- ¡Esta bien, esta bien,! ¡Estoy perdido! –aceptó agitando los brazos – pero de ninguna manera iré contigo.

- ¿Entonces qué harás? – replicó - ¿esperar a que pasen los demás participantes del torneo? – Yagami le hizo entonces una seña a Kyo para que se acercara más a él - Dime… si estas extraviado ¿De qué manera van a saber donde estas? A cada uno se le dio su respectiva invitación y mapa ¿dónde están los tuyos?

- Los olvidé – dijo agachando la cabeza – en alguna parte.

Detrás de los anteojos el pelirrojo parpadeó un par de veces, tratando de contener la risa, pero que en algún momento se escapó de sus labios

- K'so ¿quieres dejar de reírte? –

- Tonto, tonto, tonto… - murmuró mientras meneaba la cabeza - ¿Quieres que te lleve? – insistió de nuevo como al principio.

- No gracias – dijo en un suspiro

Yagami se encogió de hombros ante la rotunda negativa – Como gustes. Tengo mejores cosas que hacer – De un pequeño salto regresó al asiento del piloto, y como hubiera hecho la ocasión anterior, hizo rugir el motor y se alejó con rapidez, levantando el polvo y la basura, agitando los cabellos castaños de Kyo, que se había cubierto el rostro. Sin embargo, algo se estampó contra su cara cuando bajó los brazos. Con fastidio se percató de que aquel enorme pedazo de papel era un mapa, un mapa que en el centro tenía un agujero con las orillas quemadas, seguramente obra del pelirrojo. El chico supo entonces que en ese sitio era donde él se localizaba y que no muy lejos de ahí se encontraba una estación de servicio.

Levantó la mirada hacia la carretera por donde Iori partió, y comenzó a sonreír.

* * *

Las horas avanzan lentas cuando la rutina diaria consiste en no hacer nada. Pareciera que el tiempo se hubiera detenido en este lugar: la vieja camioneta bajo el cobertizo, inservible hacía más de tres décadas, oxidándose poco a poco y cayéndose a pedazos; el viento hirviente meneando los letreros de "ice" y "gas", trayendo de aquí para allá los arbustos secos que rodaban por el piso, chocando contra las máquinas expendedoras, clásicas de una gasolinera de los años 60's, en una de las cuales se recargaba una silla de madera, donde reposaba los años el encargado: un anciano de pelo cano, seco de carnes y con la piel surcada por gruesas arrugas. su única compañía era un gran maltés echado a sus pies.

El viejo alzó la vista hacia el camino. Divisó a lo lejos un pequeño punto metálico que se hacía más grande conforme avanzaba. Se dio cuenta que era un joven con los ojos castaños, que llevaba el torso descubierto y una gruesa capa de sudor que se limpiaba de manera constante de su frente con el dorso de la mano, pero aun así, la sal se le pegaba en los ojos, en sus labios… y ardía.

Cuando Kyo arribó finalmente, tenía más de una hora de caminata, arrastrando la Harley desde donde se había quedado hasta la gasolinera.

- ¿Dónde puedo arreglarla? – pregunto sin mas, refiriéndose a la motocicleta.

- Fíjate allá atrás, tal vez encuentres algo que te pueda servir – contestó el anciano sin moverse de su lugar.

Ambos cruzaron sus miradas por un segundo. Kyo tomó su vehículo y se dirigió a la parte trasera de la estación, a un lado del cobertizo donde se hallaba la camioneta. Entró en él esperando encontrar algo que le fuera de utilidad.

* * *

- ¿Cuándo fue la última vez que limpiaron este lugar? – se preguntó cuando una nube de polvo y telarañas se abalanzó sobre él. Estaba revolviendo los viejos enceres, convertidos en cacharros, cuando una tabla se desprendió del techo y estuvo a punto de caerle en la cabeza.

- ¡Ah, rayos!- escuchó el viejo gritar. Todos los jóvenes de hoy en día son unos desobligados, pensó para sí.

- Je, y hablando de revoltosos, aquí llega otro – se trataba del pelirrojo que llegó en ese momento, estacionando el auto justo enfrente al anciano al que ni siquiera miró. Después de que Iori bajara del auto y dirigirse a buscar algunas cosas, el veterano se incorporó de su silla y, como fuera su costumbre, tomó la manguera de la máquina y se dispuso a llenar el tanque.

***

Las bolsas crujían con su gélido contenido. El sol provocaba que a su paso dejaran una estela helada y un rastro húmedo, pues apenas eran expuestas al calor comenzaban a derretirse.

Iori tomó otro par y las llevó al auto. Había dejado sobre el asiento trasero las primeras dos mientras iba a buscar el resto, y como el calor era tan sofocante, abrió una bolsa y tomó algunos cubos, mismos que empezó a deslizar por su cuello y la parte de atrás de su cabeza, dejando pequeños caminos helados y húmedos por su piel.

El viejo sólo observaba, tenía demasiados años de vida como para no darse cuenta que ese chico era algo extraño, al igual que el otro que intentaba reparar su vehículo allá atrás, en el cobertizo y que seguramente estaría igual o más insolado que el propio Yagami.

Los ojos escarlata se alzaron, y para su sorpresa, se cruzaron en ese momento con otros ojos, pero de color castaño. Sí, Kyo había visto a Iori desde el momento en que se estacionó, así como todo el ir y venir con las bolsas de hielo, pero al contrario de Kusanagi, Yagami no lo había localizado.

Iori le sonrió de forma burlesca, al darse cuenta de que Kyo clavó la mirada en las bolsas que estaban en el coche, claro, él estaba a punto de un choque calórico mientras el pelirrojo engullía literalmente los cubos helados.

Como si disfrutara de la mala suerte de Kyo, el pelirrojo tomó todas la bolsas y de un solo movimiento las arrojó en la cajuela, quizá tratando de evitar que alguien se las llevara o las viera con desesperación, con lo que consiguió hacer enojar al otro joven.

Aún con la sonrisa burlona en los labios, Yagami caminó hacia allá, hacia esa máquina averiada de acero, llevando en la mano todavía algunos cubos de hielo.

Kusanagi se le acercó también, de manera retadora.

- ¿Qué quieres ahora Iori? ¿Te burlas acaso de mi mala fortuna?

- ¿Quieres callarte? – acto seguido, tomó un hielo entre sus dedos y lo acercó a los labios del otro.

- Abre la boca – E introdujo el frío obsequio que Kyo tragó entero mientras lamía suavemente los dedos del pelirrojo.

- Gracias… - le dijo – ese mapa me fue de gran ayuda –

- ¿En serio crees eso? – Kyo no pudo reaccionar a tiempo. Con un solo golpe, Yagami lo tiró boca abajo y lo apresó contra el suelo mientras éste le gritaba: - ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Suéltame! – pero en lugar de eso, sacó un juego de esposas y las puso en las manos de Kyo. Era obvio que tuvo otro encuentro de tipo policíaco después de dejarlo a mitad del desierto, pues tenía al menos, otro par guardado entre sus ropas.

- Oigan, ¿qué ocurre aquí? – gritó el viejo al ver lo que sucedía.

- No se preocupe por nada – le contestó el pelirrojo mientras sujetaba la cabeza del muchacho contra el suelo – es sólo que vengo persiguiendo a este incendiario desde hace bastante tiempo y por fin pude atraparlo.

- ¿Pirómano?¿Acaso ha perdido la razón?- pensaba en medio de ese teatro.

- Así es buen hombre – continuó Yagami. Y para sorpresa de todos, también traía la placa de un agente, que enseñó de manera fugaz al anciano intentando tranquilizarlo.

- Iori. ¡Suéltame ya! – balbuceó

- Guarda silencio si no quieres que te amordace –

- Quítame estas cosas, sabes que no es justo – pero el otro no lo escuchó, simplemente levantó al chico y se lo echó al hombro, mientras éste se retorcía y pataleaba como si tuviera una rabieta, misma que terminó cuando Iori lo dejó caer boca abajo en el asiento trasero del auto.

- ¡Por lo menos ten más cuidado! – protestó

- Te dije que guardaras silencio – le repitió. Yagami se dio la vuelta olvidándose por un instante del chico. Se dirigió a donde el viejo y cruzó algunas palabras con él mientras Kyo pateaba y maniobraba tratando de darse vuelta en el asiento. Cuando al fin alcanzó su objetivo, se sentó, pensaba en gritarle unas cuantas verdades a Iori, peo para sorpresa suya, él ya se encontraba de nuevo a un lado del coche.

- ¿Querías decirme algo? – se burlaba mientras acercaba su rostro al del joven.

- Sí – dijo enojado – Eres un mentiroso, esto no estaba en los plgmnskf…! – sin embargo no pudo desahogarse, el pelirrojo lo amordazó como le había advertido, y de nuevo lo tiró sobre el asiento , echándole encima la chamarra de piel que traía la primera vez que lo vio. No quería que supiera a dónde se dirigía.

- Gracias por todo – dirigiéndose al encargado – y disculpe las molestias – y metiendo la llave del encendido, partió llevándose a su prisionero.

***

 

 

Kyo despertó de manera brusca cuando su cuerpo cayó contra la cama. Todavía seguía esposado y con el pañuelo en la boca. Yagami lo había llevado a quién sabe qué lugar, pero el hecho era que continuaba siendo cautivo. Batalló como lo hiciera en la ocasión anterior, tratando de volverse y quedar boca arriba, mirando hacia el techo. A su lado veía la silueta negra del pelirrojo, que entraba y salía del garage hacia una de las habitaciones que supuso era el baño, pues entre su ir y venir cargaba con las bolsas de hielo, y cuando desaparecía de su vista dentro de aquella pieza contigua escuchaba con claridad cómo Iori rasgaba las bolsas y vaciaba su contenido, produciendo el choque de los hielos un ruido de porcelana sorda. Quizás contra una tina.

Terminado aquel ritual, Yagami fue a donde Kyo, que literalmente lo estaba asesinando con la mirada.

- No te preocupes, esto será rápido – Una sonrisa maliciosa se dibujó entonces en su rostro, al tiempo que agitaba las llaves de las esposas frente a los ojos del chico.

- ahora quiero que te comportes mientras te suelto, o de lo contrario te irá muy mal ¿comprendes?-

- ¡Mmmfghj! –fue la respuesta del chico mientras se agitaba en el colchón.

-¿Qué dices? No puedo entenderte – Iori se reía. Volteó entonces a Kyo y le quitó los grilletes que lo privaban parcialmente de su libertad, el chico de pelo castaño se tornó de improviso y le respondió tratando de golpearlo. Para esto el pelirrojo ya se le había tirado encima, apresando nuevamente sus brazos, pero ahora de manera separado, y tras una pequeña lucha que no duró más allá de cinco o seis minutos, Iori tenía las manos del otro de nueva cuenta esposadas contra los barrotes de la cama.

-No quiero que te vayas de aquí en lo que me baño ¿de acuerdo? – murmuró muy cerca de su rostro.

Kyo dejó caer la cabeza contra la almohada, mientras su mirada parecía decir "¿crees que pueda escapar estando así?" a lo que le pelirrojo sonrío satisfecho. Salió entonces de encima del joven y se dirigió a la ducha, donde después de quitarse la ropa, efectivamente, se metió en la bañera que rebosaba de hielo y agua helada.

***

 

 

Podría decirse que aquello que sentía era un paro cerebral. Claro, con la cabeza y el cuerpo sumergidos en tanto hielo era lógico. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí metido? ¿Veinte, treinta minutos? En realidad eso no era importante, pues gozaba de esa gélida sensación contra toda su piel, sintiendo cómo pequeñas agujas se clavaban en cada uno de sus poros, matando con ello el infierno del verano.

No obstante, eso debía terminar. de un solo movimiento salió de la bañera, escurriendo agua mezclada con diminutos témpanos que rodaron por el piso y se estrellaron en pequeños fragmentos adiamantados.

Yagami tomó una toalla y la ató a su cintura. Regresó a la cama, junto a Kyo, que a diferencia de él, tenía la piel enrojecida y pegajosa por la sal y el sudor. Las sábanas estaban revueltas, signo de otro inútil intento de escapar.

El pelirrojo subió a la cama, justo a los pies de Kyo arrodillándose entre sus piernas y acercando sus labios a su oído.

- Debes tener calor ¿cierto? déjame ayudarte – acto seguido, posó las manos en las piernas del chico, clavándole las uñas – Aquí está el problema – añadió – demasiada mezclilla – y sin decir nada más, encendió los pantalones y la demás ropa en fuego púrpura, arrancándosela a Kyo antes que quemara su piel.

- Así está mejor -

- GHGFSMM! - trató de gritar Kusanagi. Iori se abalanzó sobre él, comenzando a besar su cuello y el resto de su cuerpo, conteniendo a un chico que trataba en vano de rechazarlo, que sentía la piel fría del pelirrojo contra la suya, como un alivio a la sofocación de aquel día, peleando por librar sus brazos y evitar que ese pelirrojo siguiera violentándolo de esa manera, pero fue inútil.

***

 

 

Yagami liberó definitivamente las muñecas de Kyo poco después de terminar, y se revolvió entre las sábanas, dándole la espalda a Iori, permitiéndole rodearlo con sus brazos, atrayéndolo contra su pecho y quitando el pañuelo que le impedía hablar.

- Iori… - empezó un tanto molesto.

- Es mejor así, créeme, nadie lo sabrá. Además, esa idea tuya de secuestrarte a mitad del torneo…-

- Sí lo sé – le interrumpió – demasiado obvio.

Yagami asintió.

Kyo besó al pelirrojo en silencio antes de dormir. Hubiesen continuado de esa manera durante toda la noche, pero el camino que tenían que recorrer aún era largo, así que lo mejor en ese momento era descansar.

***

El sonido de un camión de carga cruzando la carretera en la madrugada acompañado del canto de los grillos lo despertó.

- Maldición – cruzó por su pensamiento. No podía conciliar el sueño. Observó la manera tan plácida en que dormía el pelirrojo y no pudo evitar el preguntarse cómo era posible que el bochorno y el aire caliente de aquella habitación no le molestara, pues la única ventilación que allí había era un aparato girando con lentitud en el techo.

Reparó entonces en el detalle del baño de hielo. Si funcionó para Iori, tal vez también para él.

Se sentó en la cama, abrumado por el cansancio, cerró los ojos y prestó atención a los sonidos del silencio: los automóviles en la carretera, los grillos zumbando afuera del cuarto, los mosquitos revoloteando en su oído.

Demasiado para un día; el haberse perdido, su moto, el que Yagami le cambiara los planes. Había sido algo espontáneo, le dijo para justificarse, y él se lo creyó. Inició la marcha hacia la bañera, que con suerte aún tendría hielo.

Pero solo encontró agua, y eso le bastó para acabar con ese sopor que le atormentaba desde el medio día.

***

La luz de la lámpara de noche iluminaba su camino de regreso. Estaba prendida desde que cayeron presa del cansancio, y ninguno de los dos pudo apagarla. Kyo caminó hacia ella para encender la noche, pero antes que sus dedos tocaran el interruptor, su atención fue atraída por algo que se encontraba junto a la bombilla: un sobre con un sello de color rojo ya abierto y algo que parecía una cadena.

De inmediato reconoció aquellos objetos. El primero era la invitación de Iori al King Of Fighters , el otro, era la pieza que faltaba en su motocicleta.

Enérgico después de leerla, tomó la invitación en su mano y la arrugó, dispuesto a encenderla en llamas. Pero no lo hizo. En vez de ello se tranquilizó y se volvió hacia el pelirrojo, recordando que al día siguiente tendría un año más de vida.

***

- Feliz cumpleaños Iori – le dijo después de despertarlo con un beso.

- Kyo – susurró. Intentó entonces mover las manos, pero para sorpresa suya, las tenía apresadas como hubiese hecho antes con Kusanagi.

-¿Qué signific…?- Pero el chico no lo dejó continuar. - ¿con qué algo espontáneo, eh? – le reclamó mientras le mostraba los dos objetos que encontró horas antes – tenías tiempo planeando esto ¿no es así? - Iori parpadeó sorprendido antes de responder.

– Sí… en efecto. Pero debo admitir que lo de tu vehículo fue una afortunada casualidad –

- ¿y lo de las esposas también fue coincidencia? – El pelirrojo negó con la cabeza. Por eso había rebasado tantas veces los límites de velocidad, para hacerse del material necesaria para su descabellado plan.

Kyo volteó la cara para que Yagami no viera su expresión de rabia - ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué siempre cambias los planes?

- Sabes que siempre lo hago – dijo con una sonrisa en el rostro – además, lo considero mi regalo de cumpleaños –

- ¿En serio? – Kusanagi dejó caer el peso de su cuerpo sobre el del chico, y acercándose a su rostro le dijo: - pues ahora voy a darte regalo de cumpleaños.

El pelirrojo no pudo objetar. Gimió complacido cuando Kyo lo silenció con un beso.

***

- Bueno, creo que eso es todo – exclamó para sí el chico de ojos castaños al terminar de ponerse la ropa de Iori.

- Estoy de acuerdo – le contestó – ahora suéltame.

- ¿Soltarte? Yo nunca hablé de soltarte Iori – Kyo río por lo bajo mientras se colocaba los anteojos oscuros – con suerte alguien te encontrará cuando vengan a hacer el aseo. Mientras tanto… tomaré prestado tu auto.

- Muchacho insolente – gruñó - ¡Suéltame! –

- Lo siento, estoy retrasado por culpa tuya – le contestó en burla – si me disculpas tengo que irme.

Haciendo caso omiso de los gritos del pelirrojo, el otro joven salió de la habitación y se subió al convertible, hundiendo el acelerador hasta el fondo, dejando atrás a un pelirrojo víctima de su propio juego, pero debía admitir también que había pasado una de las mejores noches de su vida.

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