Título: (Sin título)
Autora: artemis - artemis@darkcrimson.net


Untitled

¿Cómo habían llegado aquí?

No estaba completamente seguro. El olor a sangre, muerte y humedad hacía que sintiese su cabeza completamente embotada, por eso, y por todo lo que había pasado.

La celda tenía una triste bombilla que colgaba a unos cuatro metros sobre ellos y que a penas iluminaba nada. Aunque tampoco había mucho que ver, se dijo con una sonrisa sarcástica.

Era una celda pequeña de a penas cinco metros cuadrados, con paredes de piedra lodosa y rejas gastadas y llenas de corrosión, oxidadas por el tiempo y la humedad, pero viéndose lo suficientemente resistentes para no dejarles salir.

En la celda solo había un trozo de tela que en algún momento debía haber sido blanca, pero que ahora había pasado a un color marrón grisáceo por la mugre acumulada, y ahora cubría el cuerpo del joven con quien compartía prisión.

Intentó recordar de nuevo como habían llegado allí.

Se habían encontrado en una plaza vieja de las afueras de la ciudad y habían empezado a luchar. Estuvieron un buen rato peleando, igualados, ninguno de los dos con ganas de rendirse a pesar del cansancio y las heridas. El fuego parecía arder descontrolado, naranja y púrpura mezclándose, queriéndose eliminar el uno al otro mientras sus dueños hacían lo mismo. Y, en algún momento, se oyó el ruido de un helicóptero, y en pocos segundos lo tuvieron sobre ellos, el viento de las aspas haciendo alzar el polvo y suciedad del lugar, haciendo que ellos tuvieran que cubrirse el rostro con el brazo.

Se oyeron ruidos sordos: disparos. Y eso era todo lo que podía recordar.

Lo único bueno era que fueron disparos con dardos de anestesia y no con balas...Si a eso se le podía llamar bueno, porque ahora no sabía donde estaban, quien los había encerrado, ni que diablos les harían.

Y Kyo ni tan solo había estado consciente lo suficiente, solo unos minutos en los cuales el joven castaño no paró de preguntar qué había pasado y donde estaban, sin dejarle preguntar a él. Sus ojos se vieron vidriosos a pesar de la poca luz y supuso que se debía a que había recibido más anestesia que él. Y ahora solo temblaba inconsciente, con una sucia manta que no le cubría nada, acurrucado para no perder el poco calor que tenía.

- Estúpido Kusanagi – gruñó Iori entre dientes mientras apoyaba una mano en la pared lodosa para intentar levantarse. Ya era la tercera vez que lo hacía. Las dos anteriores no lo había logrado porque, al levantarse, notaba el mareo de la anestesia, y sus piernas entumecidas por la mala postura en que lo habían dejado, además de débiles también por los vestigios de la anestesia.

Consiguió erguirse, cerrando los ojos unos segundos para sacarse los rastros del mareo, y luego avanzó, apoyándose, hacia los barrotes.

Puso una mano en ellos, sintiendo la rugosidad del óxido bajo sus dedos, rasposo y desagradable. Miró a un lado y a otro, solo había un sucio pasillo lleno de celdas iguales a la suya y pudo ver, justo en la celda de enfrente, un cadáver hecho huesos, a saber cuanto tiempo llevaba allí, y no estaba muy convencido de que no hubiesen más en las otras celdas, porque el olor a muerte y podredumbre era muy fuerte.

Se giró, apoyándose en las rejas y pasó una mano por su rojo cabello, apartándoselo unos segundos del rostro, intentando pensar. Podía intentar romper las rejas con el fuego, no debían ser tan duras, pero sabía que en ese momento no tenía suficientes fuerzas para invocar las llamas necesarias, necesitaba que Kusanagi estuviese despierto para invocar las dos llamas, y tampoco podía arriesgarse a esperar demasiado, sin saber quien les había cogido ni porque lo mejor era salir de allí lo antes posible.

Volvió hacia el cuerpo inconsciente y se agachó, sacudiéndolo con una mano sin demasiados miramientos, no podían perder el tiempo.

- ¿Qué...? – preguntó Kyo despertándose confuso, sentándose de golpe al ver el sucio suelo y puso sus manos en su frente sintiendo un fuerte mareo y un gran desconcierto. - ¿Dónde...? – se preguntó con una mueca de dolor.

- ¿Recuerdas lo que ha pasado? – le interrumpió Iori bruscamente, apartándole las manos del rostro para que lo mirase. Kyo le devolvió la mirada, confuso, pareciendo como si no le reconociese, y de pronto reaccionó, tensándose y queriendo liberar sus manos con un brusco movimiento - ¡Quieto! – siseó Iori sin querer alzar la voz y sacudiéndole para que estuviese quieto - ¿Recuerdas lo que pasó? – preguntó de nuevo, su tono amenazante.

Kyo lo miró sin comprender, su ceño fruncido, sus ojos clavados en los rojos del joven frente a él, y, poco a poco, imágenes de lo que había pasado llegaron a su mente mientras desviaba su mirada para ver la celda.

- Estábamos... luchando – dijo Kyo sorprendido de lo que veía a su alrededor. Cerró los ojos, sintiéndose mareado por los olores que le llegaban, los abrió. – Un helicóptero – dijo de pronto y Iori lo soltó, viendo que el joven empezaba a recordar – Te... dispararon – dijo mirándole a los ojos y luego fue como si se hubiese oído a si mismo y reaccionara -¡Te vi caer! – casi gritó y puso sus manos en los brazos del pelirrojo, buscando, observando por su cuerpo algún rastro de una herida.

- Era anestesia – dijo Iori apartándose, levemente sorprendido por el tono preocupado de Kyo, y la forma en que sus ojos parecían buscar una herida... ¿por qué preocuparse si eran enemigos? Ese Kusanagi era demasiado extraño. - ¿Qué más recuerdas?

- Me dieron en el brazo cuando me acerqué a ti para ver que te habían hecho – recordó el joven mirándose las manos con el ceño fruncido y luego su brazo, donde le habían dado, solo había un pequeño agujero en la manga, casi no se podía distinguir entre los golpes y quemaduras que se habían hecho durante el combate – Intenté usar el fuego pero… volvieron a dispararme y... – puso una mano en su frente – ya no recuerdo nada más. – acabó, pasando la mano por sus cabellos en una mueca de disgusto por la sensación de suciedad.

- No viste la cara de ninguno? ¿Algún emblema en el helicóptero? – preguntó Iori pensando que Kyo debería haberse fijado más en quienes le atacaban y no ir a mirar si él estaba vivo o no.

- No – dijo Kyo bajando la cabeza – No me pareció que hubiese ningún emblema en el helicóptero – siguió intentando recordar, el solo había visto el helicóptero, todo negro, y dos hombres disparándoles, con cascos... no había manera de saber de donde venían o para quien trabajaban.

Yagami suspiró con frustración, esperaba que Kyo pudiese recordar algo más.

- Buenos días mis queridos amigos – dijo una voz que parecía venir de todos los lados, ambos jóvenes miraron a su alrededor, no había nadie y tampoco podían ver si había algún tipo de altavoz o micrófono, estaba demasiado oscuro. Ninguno de los dos reconoció la voz, era de un muy marcado acento francés y con el leve tono mecánico...era seguro entonces que hablaba por unos altavoces.

- ¿Quién eres? – gruñó Iori sin querer levantarse del suelo, pero mirando hacia arriba, no pensaba dejar, que si el hombre lo miraba, lo viese débil por el simple hecho de tener que levantarse.

- Nadie que tu conozcas querido pelirrojo – dijo la voz con un tono divertido – Solo... alguien que se quiere divertir a vuestra costa, espero que no os importe – y hubo un corta risa suave por su parte.

- La verdad es que me importa un poco – murmuró Kyo, mirando también hacia arriba - ¿Porqué nos has encerrado? – exigió saber.

- Tranquilo – dijo la voz – Como ya he dicho es solo para mi diversión, mi entretenimiento. – Kyo iba a protestar pero la voz continuo – como podéis ver no sois los únicos que habéis pasado por aquí, me parece que Mr Yagami ya lo ha visto – dijo y Iori miró a la celda de enfrente, desde donde estaban él y Kyo solo se podía ver la pierna podrida y casi en los huesos del inquilino de la celda de enfrente. Kyo miró hacia donde lo hacía el pelirrojo y se mordió el labio.

- ¿Qué vas a hacer con nosotros? – exigió saber el pelirrojo empezando a molestarse.

- Es muy simple – respondió la voz con tranquilidad – Vamos a jugar – explicó con un tono levemente divertido – Ahora mismo os encontráis en un castillo, en las mazmorras para ser exactos, pero creo que eso ya lo habíais notado – dijo burlón. Los dos jóvenes apretaron los puños con fuerza – El juego es muy simple, solo... tenéis que salir

- Y como lo haremos si estamos encerrados? – gruñó Kyo

- Oh. Mon Dieu, no lo sé, eso es cosa vuestra, ¿no creéis? – dijo el hombre con falsa preocupación primero y luego burlándose descaradamente de ellos. – Ah, por cierto, cuando sepáis como salir de la celda, tened presente que hay... algunas pequeñas trampas

- Desgraciado – gruñó Iori poniéndose en pie y ignorando el mareo.

- Todo lo que tu quieras – dijo el francéscon un tono cansado, como si eso se lo hubiesen dicho ya demasiadas veces. Y al pelirrojo no le extrañó que se lo hubiesen dicho. – Si salís de la celda podéis comunicaros conmigo con un teléfono móvil que hay al final del pasillo – Iori sonrió burlón – Oh, no ponga esa cara Mr Yagami, créame, a veces es bueno hablar conmigo... puedo dar pistas si mis... invitados me caen lo suficientemente bien. Les aconsejo que lo cojan – señaló. Kyo empezó a ponerse en pie también, por lo visto también debía haber alguna cámara escondida en algún lugar; lo hizo lentamente, apoyándose en la pared y sintiendo la viscosidad de la humedad en las rocas.

- Muy amable – murmuró mientras acababa de erguirse y dejaba pasar el mareo cerrando sus ojos y manteniéndose apoyado.

- Y una última cosa – dijo la voz como si acabase de recordar algo, pero Iori estaba convencido de que debía dejar lo mejor para el final. – Si uno de vosotros, por cualquier motivo, muere... – hizo una pausa – yo mismo me encargare de matar al otro – y su tono se volvió oscuro y amenazante – Sois compañeros, camaradas, ningún hombre de bien dejaría morir o mataría a su compañero, verdad? – el tono volvió a ser burlón y hubo un leve pitido, señalándoles que el hombre había dejado de hablar.

- Perfecto – gruñó Kyo poniéndose una mano en la cabeza, intentando que el maldito mareo se fuera.

- Un loco con modales, lo que me faltaba – gruñó también Iori en un siseo mirando como el joven parecía no poder mantenerse mucho en pie. – Tenemos que salir de aquí – ordenó, el joven castaño lo miró, sus ojos seguían medio vidriosos por la anestesia. Suspiró resignado y cogió el brazo de Kyo, pasándose lo por sobre de los hombros mientras veía como el joven lo miraba con sorpresa, pero lo ignoró, pasando una mano por la cintura de Kyo y acercándolo hacia la reja. - ¿Puedes usar el fuego? – preguntó secamente.

- Supongo, pero no se si será suficiente – dijo Kyo sin querer mirar a Yagami directamente, el pelirrojo no parecía hacer ningún esfuerzo demasiado grande por mantenerle erguido y se sentía extraño. Estar tan cerca de Yagami y sin sentirse amenazado de poder recibir alguna llamarada púrpura o algún golpe.

- Tendrá que serlo – dijo Iori secamente y acercó su mano libre a la cerradura, Kyo hizo lo mismo – Preparado? – Kyo asintió – Ahora! – gritó y los dos jóvenes usaron las fuerzas que les quedaban para llamar a sus respectivos fuegos esperando concentrar la energía suficiente para crear una pequeña explosión.

Y resultó, pronto vieron como la cerradura saltaba de las rejas, cayendo en la celda de enfrente.

Iori empujó la puerta y esta cedió con un chirrido fuerte. Ambos saliendo al pasillo, el olor a muerte se intensificaba allí, acumulado por los cadáveres de las celdas. Los dos tenían la respiración levemente agitada, la anestesia les había afectado demasiado y el llamar al fuego les costaba más de lo necesario, pero al menos había servido.

Empezaron a andar, Iori ayudando a Kyo a hacerlo, aunque el joven intentaba no ser demasiada molestia para el pelirrojo y se apoyaba tan poco como podía. Era demasiado extraña esta situación, ya sabía que su vida no era justamente normal, pero nunca hubiese imaginado el estar huyendo, ayudado por Yagami, de un francés loco. Y el pelirrojo ni tan solo se había quejado de tener que ayudarle. Kyo bajó el rostro, sonriendo levemente ante la situación, mientras Yagami avanzaba hacia el final del pasillo, donde había una puerta de madera gruesa, pudo ver el móvil en el suelo, frente la puerta.

Kyo vio algo extraño a sus pies, a medio metro.

- Yagami, ¡No! – dijo pero Iori ya había hecho que tocaran un hilo que estaba en el suelo, tensado y casi invisible. Kyo empujó al pelirrojo hacia el suelo, quedándose él arriba y pudo oír silbidos cortando el aire uno tras otro.

No quiso mirar hasta que hubieron pasado unos segundos del último silbido, lo hizo despacio, tumbándose boca arriba por si a caso, y Iori hizo lo mismo, cada uno miró a la celda de un lado. Kyo solo vio unos agujeros en la pared del fondo de la celda, y Iori le tocó el hombro para que mirase la otra. Había lanzas incrustadas en la roca, que de no haber sido porque había visto el cable, ahora estarían incrustadas en ellos.

- Tu brazo – dijo Yagami girándose hacia él.

- ¿Qué? – preguntó Kyo confuso, y miró su brazo viendo que su ropa había quedado rasgada y había un corte. - ¿Cómo...? Mierda – alguna de las lanzas debía haber pasado rozando demasiado cerca el brazo que tenía sobre Iori y él no se había dado ni cuenta.

- Idiota – gruñó el pelirrojo mientras se sentaba en el suelo y buscaba algo en sus bolsillos.

- Si no lo hubiese hecho ahora no podrías llamarme idiota – murmuró Kyo, no tenía ganas de molestar al pelirrojo, y por eso lo dijo suavemente, pero tampoco quería que Iori estuviese pensando todo el rato en que él no era más que una molestia.

- Hn – murmuró Yagami sacando un pañuelo negro de su bolsillo, era lo único de toda su ropa que había quedado limpio. Cogió el brazo del joven castaño y le ató el pañuelo alrededor para sorpresa de este que miró al pelirrojo a los ojos, sin comprender. – Si tu mueres, yo también, recuerdas? – dijo el joven Yagami y empezó a ponerse en pie.

Kyo bajó el rostro, no se podía esperar más de un Yagami, ¿verdad?

- Vamos – dijo Iori una vez en pie, tendiendo una mano hacia Kyo, pero este la rechazó, intentando levantarse por si solo. Pero Yagami lo cogió de nuevo como antes – No seas idiota – gruñó y a Kyo le pareció que el brazo en su cintura lo sostenía con más fuerza que antes.

Esta vez avanzaron más lentamente, en un acuerdo silencioso Kyo miraba el suelo y las celdas de su lado mientras Iori hacía lo propio con las celdas y el techo.

Llegaron al fin a la puerta y el teléfono empezó a sonar, Kyo se quedó apoyado en la pared y Iori lo cogió, la música del teléfono era la marcha fúnebre y ambos soltaron un gruñido ante el humor negro del francés. En la pantalla salía un nombre para anunciar a quien llamaba y Iori hizo una mueca ante ese sentido del humor “Napoleón”

Descolgó.

- Sí – dijo secamente el pelirrojo.

- Que sequedad, por dios – dijo la voz del francés que se oía fuerte y clara, el móvil debía estar preparado con el altavoz, así que Iori lo apartó de su oído para que Kyo pudiese entenderlo mejor. – Gran espectáculo, señores – les felicitó el hombre. – Les felicito, pero el juego aun no termina. Id con cuidado – y colgó.

- Menuda ayuda – murmuró Kyo burlón mientras Iori se guardaba el teléfono en un bolsillo, no sabía muy bien para qué. Ese francés parecía ser un rico muy aburrido que debía entretenerse usando a la gente como ratones en un laberinto de laboratorio.

Kyo fue a abrir la puerta pero Iori le cogió la mano. El joven lo miró sin entender.

- No creo que haya nada bueno detrás – dijo Iori con una sonrisa sarcástica – Quédate a un lado – le señaló mientras él se ponía en el otro, poniendo la mano en el pomo la empujó y se apartó rápidamente, y acto seguido se oyó el sonido de un arma y las balas pasaron a través de la puerta. Kyo se cubrió los oídos sin atreverse a moverse más y Iori esperó a que los disparos cesaran para, lentamente, asomarse y mirar al otro lado.

Allí había un esqueleto sostenido por cables, con una ametralladora, de esta salía un hilo de humo, dejándole claro que había sido esa la que les había disparado.

- Ya está – dijo Kyo asomándose también y haciendo una mueca al ver el esqueleto.

- ¿Cuántas balas has contado? – preguntó el pelirrojo sin moverse más.

- ¿Balas? – preguntó Kyo confuso – No sé, una treintena? Cuarenta? – dijo sin saber a que le venía preguntar eso al pelirrojo y empezando a separarse de la pared para pasar por la puerta.

- ¡No! – gritó Iori y lo empujó, junto a él, para volver a pegarlo a la pared justo cuando la ametralladora volvió a disparar, una de las primeras balas rozando la espalda del pelirrojo. – Maldición – gruñó entre dientes. Había dejado a Kyo pegado en la pared, y él justo en frente, semi apoyado en el joven y mirando hacia la puerta. Kyo se mordió el labio, esta situación lo superaba, y el hecho de que Iori le hubiese salvado y ahora le mantuviese tan firmemente contra la pared, el pecho del pelirrojo se movía rápido, con respiraciones forzadas. Ambos estaban cansados y mareados y Iori lo ocultaba mejor que él.

Las balas cesaron y Yagami se apartó de Kyo lentamente. Volviendo a mirar por la puerta.

Cogió a Kyo por la muñeca y tiró de él para pasar rápidamente y evitar que volviesen a empezar los disparos.

- Pero qué? – dijo Kyo cuando Iori y él ya habían pasado la puerta y estaba fuera del campo de tiro del esqueleto.

- Ese maldito – gruñó Iori mirando hacia el esqueleto – debe haberla programado para disparar en dos o tres veces – dijo girándose hacia el joven quien ya había visto la herida de la bala en la espalda del pelirrojo y se sintió mal, ya que él había sido el causante, si no hubiese sido tan estúpido de querer salir...

La ametralladora volvió a disparar. Lo que había dicho el pelirrojo era verdad.

- Tenemos que salir de aquí – murmuró Kyo viendo como el esqueleto se movía con cada bala que salía debido al impulso, era una visión macabra.

Miró hacia el otro lado, había unas escaleras estrechas para que pasara solo una persona, y eran prácticamente de caracol, solo que las curvas eran más amplias.

- Yo iré delante – dijo Iori poniéndose frente a Kyo, el joven pudo ver la herida en la espalda, la bala la había rasgado toda, dejando un largo corte que no parecía dejar de querer sangrar.

- Deberíamos intentar curarte – dijo suavemente lo que hizo que Iori se girase para mirarle con molestia.

- No es nada – siseó - Vamos

Iori se dispuso a empezar a subir, pero antes de hacerlo miró de nuevo a Kyo. Observándole de arriba a bajo.

- Procura no caer – dijo simplemente, con sequedad y Kyo sonrió con amargura.

- Y tu ten cuidado – susurró suavemente, si Iori lo había oído o no, no lo sabía por que el pelirrojo empezó a subir las escaleras con paso lento, él detrás. Ambos intentando ver entre la poca luz que tenían por si veían alguna trampa.

No llevaban mucho tramo subido cuando se encontraron con una puerta en las escaleras.

- Una trampa – murmuró Kyo, si abrían la puerta no podían esconderse en ningún lugar - ¿Cómo lo hacemos? – dijo viendo como Iori se apoyaba en la pared mirando por si podía haber algún lugar donde pudiesen refugiarse.

Y el móvil sonó. Iori lo cogió sin demasiadas ganas y descolgó.

- Veo que lo llevan muy bien señores – dijo la voz sin esperar a que ninguno de los dos dijese nada. – Como me han caído bien les ayudaré con este pequeño problema que tienen delante.

- ¿Vendrás a abrirla tu? – dijo Iori con sarcasmo y odio. Este maldito estaba jugando con ellos y debía estar pasándoselo en grande a su costa.

- Lamentablemente no – respondió el hombre – Pero os diré que podéis abrirla, no os pasará nada. – explicó, Kyo y Iori se miraron el uno al otro, desconfiados – Solo, recordad, Maria Antonieta se volvió blanca y no fue ella sola. Buena suerte – y colgó.

Kyo frunció el ceño, mirando a Yagami por si él entendía la última frase que no parecía tener ningún sentido.

- Maria Antonieta? – preguntó sin saber a que venía ese nombre, aunque le sonaba levemente, estaba seguro de que debía ser alguien importante pero por desgracia él no había estado nunca muy atento a las clases de historia europea, por no decir que no había estado atento a ninguna clase de historia en general. – A ver… - dijo pensativo – no era... una reina de Francia? – preguntó no demasiado convencido de haber acertado. Yagami asintió.

- Fue reina junto a su esposo Luis XVI – dijo Yagami mirándole de reojo, Kyo no pudo evitar apartar la mirada, parecía que Yagami había prestado más atención a las clases que él.

- Y lo de que se volvió blanca? Quiero decir... ella ya era una mujer blanca, no? – preguntó aun sin mirar al pelirrojo, decidiendo mirar hacia la puerta. El francés les había dicho que podían abrirla...

- Sí – respondió y vio como Kyo alargaba una mano y abría la puerta, hacia dentro – Se puede saber que diablos haces – gruñó Iori sujetándolo por la muñeca con fuerza, pero la puerta ya estaba abierta, y, como había dicho el francés, no había pasado nada. Y tampoco se veía nada al otro lado.

- Lo siento – sonrió Kyo, pero se notaba que no lo sentía demasiado, sintiéndose reconfortado de haber acertado al abrirlo. – Ha dicho que podíamos abrirla, que no pasaría nada... el problema es que no ha dicho que podemos cruzarla – dijo Kyo explicando lo que había pensado después de recapacitar sobre las palabras que les había dicho el francés.

Y en ese momento Iori pareció recordar algo.

- Claro – susurró el pelirrojo y empezó a sacarse el abrigo. Kyo lo miró extrañado. El joven Yagami se acercó a la puerta y lanzó su abrigo hacia el otro lado, se oyó un silbido metálico y una guillotina cayó, cortando el abrigo en dos.

- Dios! – dijo Kyo sorprendido, sin querer imaginar como hubiese quedado él. - ¿Cómo lo has sabido? – preguntó con curiosidad sin moverse

- Se dice que la mujer quedó con el cabello blanco el día antes de ser guillotinada – Kyo asintió, Yagami realmente debía prestar muchísima más atención que él cuando había ido a clases.

- Ahora iré yo delante – dijo Kyo disponiéndose a pasar por la puerta, alzando un pie para pasar sobre la guillotina. Pero Yagami lo agarró por el cuello de la parte de atrás de la camisa, tirando de él con fuerza.

- Idiota – gruñó el pelirrojo, y Kyo tuvo una sensación de deja vu, de nuevo su espalda estaba pegada contra la pared y el cuerpo de Iori estaba casi apoyado contra el suyo. Solo que esta vez el pelirrojo lo miraba fijamente. – ¿Tantas ganas tienes de morir? – dijo alzando una mano y poniéndola en la barbilla del joven para que este no apartase la mirada.

Kyo no pudo evitar ponerse nervioso ante en extraño contacto, los dedos de Iori sosteniendo su barbilla, haciendo una leve presión pero sin que le doliera, sus rostros muy cerca el uno del otro.

- No solo ejecutaron a Maria Antonieta – dijo Yagami sin desviar lamirada – A su marido también – acotó, y soltó a Kyo, quien tuvo que apoyarse en la pared, mareado sin saber porque, mientras el pelirrojo cogía el trozo de su abrigo que había quedado en su parte de la puerta y lo volvió a lanzar.

De nuevo hubo un fuerte silbido de metal y una segunda guillotina cayó, a un palmo de distancia de la primera.

Kyo tragó saliva, ya era la segunda vez que Yagami lo salvaba, lo único malo era que Iori solo parecía hacerlo para que no fuesen luego a matarle a él. Y por alguna extraña razón... a Kyo le dolía que lo hiciera por eso. Hubiese preferido que el francés no hubiese dicho nada, quizá ahora ya estaría muerto, pero tal vez no… y era ese tal vez el que lo inquietaba. ¿Lo hubiese salvado igual?

- Algún ejecutado más? – preguntó Kyo, y Iori negó, y dejó que el joven Kusanagi pasara delante, pasando por encima de las guillotinas con cuidado. – Odio a los franceses – dijo mirando cada paso que daba, comprobando si había cables o piedras mal puestas, mirando de no apoyarse demasiado en la pared por si activaba algo y mirando al techo por si algo caía. Odiaba esa sensación de no saber que pasaba a su alrededor, y Yagami no parecía estar tampoco muy cómodo. Sonrió, prefería estar acompañado por el pelirrojo que no haber tenido que hacer esto solo.

Llegaron al final de las escaleras y se encontraron que había un ensanchamiento dejando que pareciera una pequeña sala y tres puertas al otro lado. Se acercaron a ellas con precaución comprobando que en esa sala no hubiese nada. Y cuando estuvieron seguros se detuvieron a comprobar las puertas.

Había unos carteles colgando de cada una, con tres nombres. “Kusanagi Kyo”, “Yagami Iori” y “Napoleón”.

- Y ahora ¿qué? – preguntó Kyo con desespero, ese maldito tarado no parecía querer dejarlos en paz de una vez. – Es que no hemos jugado suficiente a tu maldito juego!?- gritó alzando su rostro mirando por si podía encontrar alguna cámara, estaba seguro de que debía haberlas por todo el castillo. – Ahora verá – dijo dirigiéndose a la puerta con su nombre, Iori avanzó para detenerle y Kyo lo miró – Si me pasa algo tu eres lo suficientemente inteligente y fuerte para salir de aquí sin que ese francés te mate, además no es como si me dejases morir – sonrió tristemente el joven.

Tocó el pomo con su mano y Yagami hizo otro intento de acercársele.

- No te acerques – dijo Kyo – No pasa nada si yo muero, ya te lo he dicho – giró el pomo, encendiendo una pequeña llama en su mano por si acaso.

- Idiota! – gritó Yagami, pero Kyo ya había abierto la puerta con un empujón, oyó un silbido, pero no como los anteriores, el aire estaba borroso frente a él, ¿cómo podía ser? Y se dio cuenta, mirando su mano - ¡Kyo! – gritó Iori, pero no hubo tiempo para más y una fuerte explosión tocó a Kyo de lleno quien a penas pudo cubrirse. Tras su puerta había gas inflamable, y el mismo había provocado que se encendiera. El fuego dio de lleno en el joven, haciéndole golpear contra la pared. Yagami oyó un fuerte zumbido y vio que la puerta con su nombre estallaba también en una explosión de llamas medio azuladas. Las dos puertas debían estar conectadas de algún modo, solo que el gas era distinto.

- Maldición – gruñó mientras encendía sus llamas púrpura, ya no podía estallar nada más, se protegió como pudo con ellas mientras se dirigía hacia Kyo, inconsciente a un lado de la sala. – Kyo – dijo haciendo que sus llamas los rodeasen a ambos en una barrera temporal, el joven tenía rastros de quemaduras y parecía inconsciente, pero vivo.

Lo cogió en brazos y se dirigió a la otra punta de la sala, donde estaba la puerta con el nombre “Napoleón” la única que parecía no querer estallar en llamas y que ofrecía un pequeño espacio para refugiarse.

Intentó encontrar el pulso del joven en su cuello y vio que lo tenía, algo débil pero parecía que con buen ritmo. Se sentó, intentando recobrar fuerzas, había gastado demasiada energía al llamar al fuego para protegerse, necesitaba descansar y el maldito fuego de la sala no parecía querer parar de arder.

Puso la cabeza del joven sobre sus piernas observándole el rostro. Ese Kusanagi tenía demasiada suerte, las quemaduras no eran tan graves, lo peor había sido el golpe que le había dado la explosión que había sido demasiado fuerte.

El móvil sonó.

Yagami no quiso responder pero el hombre no parecía querer dejar de insistir, así que lo sacó de su bolsillo y lo abrió.

- ¡¿Qué quieres maldito!? – gruñó Yagami con fiereza.

- Que salgas de aquí por la puerta donde pone Napoleón – dijo una voz, Yagami la reconoció como la del francés, pero no había acento en ella. - ¡Ahora! – gritó y la puerta se abrió por si misma. Yagami cargó de nuevo a Kyo en sus brazos y salió tan deprisa como pudo, encontrando una sala grande y completamente enmoquetada con una alfombra roja una luz de araña lo iluminaba todo y pequeñas luces en forma de candelabro colgaban en las paredes.

Justo en el centro un hombre con gabardina negra, sombrero y gafas de sol sostenía un móvil en su oído, el cual le dio la espalda cuando lo vio salir.

- Felicidades, Yagami – dijo, era elmismo que les había estado hablando, estaba seguro. El hombre alzó la mano con su móvil y señalo hacia una puerta doble, la salida – Te quedaste a salvarle a pesar de lo que te había dicho – murmuró – Quizá... realmente te lo merezcas. Ahora, sal – dijo y empezó a andar hacia otra punta de la sala.

- Espera – gruñó el pelirrojo - ¿Crees que puedes huir así como así? – dijo fríamente y empezó a notar como Kyo se movía, despertando.

- Feliz cumpleaños – murmuró el hombre soltando su móvil, dejándolo caer al suelo mientras entraba en otra puerta.

- I… Iori? – preguntó Kyo abriendo sus ojos y mirando al pelirrojo – Me has… ¿salvado? – preguntó mientras Iori dejaba que el joven se incorporase pero sujetándolo por los brazos por si a caso.

- Eso... parece – dijo Iori mirando por encima del hombro del joven, hacia la puerta por donde había salido ese extraño hombre.

- Gracias – susurró Kyo sintiendo su cuello áspero al hablar y cayendo hacia delante, su frente apoyada en el pecho de Yagami, lo había salvado... cuando podría haberse ido como le había dicho que hiciera.

- Vámonos – dijo simplemente el pelirrojo, y ayudó a Kyo a salir del lugar, mirando por última vez hacia atrás y viendo una silueta en pie en las sombras que se despedía con un simple movimiento de su mano.

No entendía nada de lo que había pasado allí, pero quizá había cosas que era mejor no saber. Y Kyo tampoco parecía muy interesado por lo que había pasado, solo andaba en silencio, apoyándose en él.

Quizá… así estaba bien.

~Fin ~

Free Web Hosting