Título: Pare Nostre (Padre nuestro)
Autora: Artemis (alias ‘tardona’) – artemis@mundoalterno.com
Pareja: IorixKyo
Categoría: Birthday Fic
Publicado: Iori x Kyo, The Birthday Series
Beta por: Eh... ¿por MiauNeko? ^^u *hopes so*. (MiauNeko: Sí, por MiauNeko ^^)
Resumen: En el cumpleaños de Kyo, el día empieza mal. Y termina...
Disclaimer: Etto, Kyo Kusanagi y Iori Yagami (familiares incluidos se supone) pertenecen a... alguien que no soy yo *ya no sabe a quién pertenecen*. Pero... muahahhahahah Alex es mío.
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Pare Nostre
Pare Nostre que estàs en ecel
El día había empezado mal, y estaba claro que iba a seguir así.
Y justo en su cumpleaños. ¡Su maldito cumpleaños! Maldición, ni que hubiera nacido en martes trece.
Se había levantado y se había dado de lleno en el pie con la mesilla de noche que su madre le había regalado el día anterior como regalo de cumpleaños.
El café había quedado corto de azúcar y no quedaba más para endulzarlo, sólo pudo ir rascando con la cuchara el tarro con el azúcar para que cayesen los pocos granos que quedaban incrustados, y luego removió su café durante un buen rato, como si eso fuera a hacer que uno de esos granitos hiciera endulzar algo tan amargo. ¡¿Cómo diablos podía ser que en una mansión con una cocina de 150 metroscuadrados no hubiese un gramo de azúcar?!
Aún con el sabor amargo del café en la boca decidió salir a pasear con su nueva moto BMW R1200 Independent (regalo de su primo) y la cosa pareció mejorar... hasta que se puso a llover.
Tuvo que detenerse en una parte de la carretera ya que había cruzado toda la ciudad y ahora estaba en una carretera con un bosque a la izquierda y una montaña a la derecha, a 10 kilómetros de la ciudad.
No era que no le gustase la lluvia, pero esto ya parecía el diluvio universal.
Dejó la moto en la carretera, algo apartada, y él intentó cubrirse lo mejor que pudo bajo los árboles, al menos eran lo suficientemente espesos.
Estuvo al menos media hora allí, sus ropas empapadas y sus zapatos cubiertos de fango.
Y de pronto un coche se detuvo, seguramente por haber visto la moto. Era un Mercedes limusina, y vio cómo el chofer salía para ver qué estaba pasando.
Kyo salió de debajo de los árboles, abrazándose a sí mismo mientras andaba, y apareciéndose ante la vista del chofer.
—Hola —saludó el joven separando unos segundos una mano de su cuerpo mientras los dientes empezaban a castañearle con violencia. El chofer se quedó quieto unos segundos, parecía sorprendido por algún motivo—. ¿Pasa algo? —preguntó Kyo curioso—. Es que me cogió la lluvia mientras iba en moto... —dijo, pensando que quizá el chofer se había asustado por el aspecto que tenía, mojado y lleno de barro y hojas pegadas.
—Claro, claro —sonrió el chofer nerviosamente—. Seguro que a mi señor no le importará que suba con él. —Kyo asintió, quizá el chofer pensaba que era un adolescente problemático y por eso estaba así.
El hombre se fue hasta el coche y Kyo vio cómo la ventanilla de atrás se abría lo justo para que la voz de chofer pasara a través de ella.
En unos segundos la puerta del copiloto se abrió y salió un tipo bastante alto y ancho, con una cicatriz en el ojo. Bastante grande debía ser, pensó Kyo, si la podía distinguir desde donde estaba. Lo más probable es que fuera un guardaespaldas, cosa que no le sorprendió viendo el coche.
El hombre se le acercó, esa bestia al menos medía dos metros. El chofer simplemente se metió en el coche sin decir nada.
—Por favor, entre —dijo el hombre con una sonrisa, que, a pesar de intentar ser amable, era horrible; estaba claro que ese hombre no había nacido para sonreír, la cicatriz parecía aun más grande y su boca quedaba como una especie de buzón mientras que sus ojos desaparecían bajo las arrugas y la cicatriz... le quedaba fatal.
Kyo le siguió hasta el coche y el hombre le abrió la puerta trasera. El joven empezó a entrar, lo único que pudo ver fueron unos cabellos rojos antes que le golpearan justo en la nuca. Sólo pudo pensar una cosa mientras la inconsciencia le invadía rápidamente: “Maldito, jodido día de mierda…”
Faci’s la vostra voluntad
Y aquí estaba ahora, en una sala, encadenado a la pared por los brazos, separados, con unos enormes grilletes de acero. Su torso desnudo estaba lleno de sangre y marcas debido a los golpes dados por la bestia de la cicatriz.
La boca le sangraba y sabía que tenía un buen golpe en la frente.
¿Cuánto tiempo había estado así?
La sala estaba vacía de muebles y no era demasiado grande, era una habitación que no se habían molestado en arreglar, dos ventanas sin cortinas estaban en la pared de su derecha, pero ni así podía saber si aún era de día, la tormenta seguía y las nubes negras cubrían el cielo por completo.
Així en la terra con es fa en el cel
La puerta se abrió. Lo primero que vio fueron unos cabellos rojos como la sangre. Iba a maldecir a Yagami cuando vio que, a pesar de los cabellos, ese no era ‘su’ Yagami.
De hecho era igual, salvo porque éste era una versión antigua y desmejorada. Algunas arrugas le surcaban los ojos y la comisura de los labios, como también su frente. Además, sus ojos eran azules, no dorados.
—Qué curioso habernos encontrado, ¿no crees, Kyo? —dijo el hombre, su voz era grave y tenía un leve tono de hombre de negocios que crispó al joven Kusanagi.
—Sí, muy curioso, Yagami... san —respondió Kyo mostrando todo el desprecio que podía en la palabra ‘san’—. Tiene una casa muy bonita —se burló, sintiendo el sabor metálico de la sangre en su boca.
Yagami-san rió con el desprecio y la superioridad de quien se sabe ganador. Sí, se parecían bastante, se dijo Kyo, malditos.
—¿Sabes? El matarte hará que yo gane un gran respeto en mi clan... El respeto que perdí cuando el incompetente de mi hijo no pudo acabar contigo—el hombre sonrió con malicia—. Hace años que dejé de usar el fuego... Como deberías saber, Kusanagi, nuestro fuego nos consume un poco de vida cada vez que lo usamos... Pero hoy es un día especial —se acercó a Kyo y puso su mano en la barbilla del joven, enfrentando sus miradas durante unos segundos.
—Eres igual que el estúpido de tu padre. —Yagami apartó la mano con desdén y sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiársela con gesto de asco—. Sólo que él hubiese sido lo suficientemente inteligente como para no subir en coches de desconocidos —se burló.
El nostre pà de cada dia
—¿Cómo era esa frase? —Kyo sonrió burlón—. Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños —tuvo que hacer un esfuerzo considerable para mantener el tono burlón. La cabeza le dolía horrores, y estaba empezando a ver borroso. Necesitaba unas gafas, pensó con ironía. Yagami simplemente soltó una risa seca.
—Mi amabilidad será matarte más rápido de lo que mereces —se apartó más de Kyo hasta quedar en medio de la habitación, y las llamas púrpura acudieron a su mano, parecían más descontroladas que las de Iori, pero a Yagami padre no parecía importarle demasiado.
—Adiós, Kusanagi Kyo. —Con un movimiento brusco de su mano las llamas avanzaron hacia Kyo. El joven no quería, pero acabó cerrando los ojos.
Doneu-nos senyor en el dia d’avui
Pero las llamas no llegaron, y el grito que se oyó no fue el suyo.
Abrió primero un ojo y vio a Yagami-san en el suelo, agonizando entre llamas púrpura. Abrió el otro, sorprendido, y vio a Iori en pie, entrando por la puerta mientras extinguía las llamas púrpura de su mano.
El pelirrojo lo miró un segundo y luego dirigió su mirada hacia el cuerpo muerto de su padre. Mediante un golpe nada amable con el pie lo giró para ver su cara, quieta en una mueca agónica. Iori hizo un gesto de desprecio y se agachó para buscar entre las ropas de su difunto padre.
—Yagami... —susurró Kyo incrédulo al ver que el pelirrojo empezaba a acercársele.
—Eres un idiota, Kusanagi —dijo simplemente el pelirrojo con un tono burlón, mientras pasaba la llave por las cerraduras de los grilletes.
Kyo no tuvo fuerza suficiente para mantenerse en pie al ser liberado y cayó hacia delante, sobre el pecho de Iori. “Maldito jodido día de mierda”, se dijo viendo lo patético de su situación.
Pero al sentir las manos del pelirrojo en sus brazos se sorprendió, el pelirrojo no se había quejado y lo sostenía... amablemente.
I perdoneu les nostres culpes
—Gra... Gracias —dijo algo titubeante sin querer alzar el rostro para encontrarse con la mirada del pelirrojo. No sabía qué estaba pasando, pero había sido un día tan horrible que sólo deseaba quedarse así un rato más.
—¿Puedes andar? —preguntó bruscamente el pelirrojo, apartando al joven de él.
Kyo frunció el ceño pero asintió de todos modos, y pudo sentir cómo el pelirrojo empezaba a tirar de él, obligándolo a andar hacia la salida.
Kyo soltó un gruñido de queja, le dolía absolutamente todo y andar no hacía que le doliese justamente menos.
—¿Prefieres que te deje aquí para que los ninjas te coman vivo? —preguntó Iori con clara molestia. Kyo se sorprendió ¿por qué lo ayudaba? Pero prefirió no preguntar. “Primero salir, luego preguntar... si sigo vivo”.
El joven gruñó de nuevo al volver a andar, pero logró mantener el ritmo que le imponía Yagami.
Fuera de la mansión, Kyo pudo ver que ya no llovía, a pesar de que el cielo seguía completamente negro por las nubes.
Un coche estaba mal aparcado en la entrada, se veía que había frenado en seco al llegar allí. Yagami lo hizo entrar al asiento del copiloto mientras él mismo se situaba tras el volante y ponía en marcha el auto.
Així com nosaltres perdonem els nostres deutors
Avanzaron en silencio por la carretera y Kyo vio su moto a un lado, tal como él la había dejado, pero no se detuvieron allí.
Kyo miró de reojo al pelirrojo, sentía mucha curiosidad. Los ojos dorados estaban fijos en la carretera, una mano firme en el volante mientras la otra sacaba una cajetilla de tabaco del bolsillo de su camisa y cogía un cigarrillo, poniéndoselo entre los labios. Para sorpresa de Kyo, el pelirrojo le ofreció uno.
Kyo sopesó el cogerlo o no: por una parte tenía la boca inundada de sabor metálico a sangre y le costaba trabajo respirar; pero por otro lado Yagami le ofrecía un cigarrillo.
Lo cogió y acercó su mano al cigarrillo que Iori tenía entre sus labios. Bajo la mirada del pelirrojo encendió una pequeña llama, prendiendo el cigarrillo de Yagami.
Pero cuando fue a encender el suyo, Yagami le cogió la mano y la apartó; Kyo lo miró confuso hasta que Iori encendió sus propias llamas y las dirigió al cigarrillo del joven Kusanagi.
Kyo sonrió levemente por el intercambio de fuego mientras absorbía el humo y veía cómo se adentraban en la ciudad.
Los adornos de Navidad ya estaban puestos en las calles, tiendas y edificios.
¿Dónde le estaba llevando Yagami?
No tuvo que esperar mucho, después de 15 minutos salieron de la ciudad de nuevo, y Kyo sabía a donde iban. Miró a Yagami con sorpresa, pero éste no pareció darse cuenta.
El coche entró en los terrenos de la mansión Kusanagi y se detuvo enfrente de la puerta.
Kyo se quedó quieto, sorprendido mientras Yagami estiraba una mano para coger algo en los asientos traseros. ¿Qué hacía Yagami? ¿Por qué lo había traído aquí? ¿Quería matarlo en frente de toda su familia? No sabía por qué, pero dudaba que fuese eso, lo dudaba mucho.
—Ponte esto —le dijo el pelirrojo mientras le tiraba un abrigo de tela negra sobre las piernas.
—¿Por... por qué haces esto? —se atrevió a preguntar al fin el joven, sin saber muy bien qué hacer.
El pelirrojo puso dos dedos bajo la barbilla de Kyo y le obligó a mirarle a los ojos.
—Eres mío, Kyo —dijo con la mirada fija en el joven—. Y nadie, ni tan sólo mi padre, tiene derecho a tocar lo que es mío —siguió mientras pasaba la punta de sus dedos por uno de los cortes que le habían hecho al joven Kusanagi—. ¿Entendido? —su mirada volvió a los ojos del joven, penetrante, retándole a contradecirle si se atrevía. Era increíble lo que llegaba a intimidar Iori con una sola mirada, no necesitaba de palabras para hacerse entender ni para conseguir lo que quisiera.
Kyo asintió lentamente.
No permeteu que caiguem en la temptació
—Bien —de pronto los labios de Yagami se posaron sobre los suyos con brusquedad, obligándole a inclinarse hacia atrás, su espalda arqueada con un brazo del pelirrojo tras ella. Las manos de Kyo fueron a posarse en los hombros del pelirrojo, pero no hizo nada para alejarlo ni cuando sintió cómo Yagami se abría camino entre sus labios y saboreaba la mezcla de sangre y tabaco. Y tan pronto como empezó, acabó—. No lo olvides —le dijo Iori simplemente, apartándose mientras Kyo no sabía dónde mirar ni qué pensar y asentía mecánicamente.
—Eh... gracias —dijo al fin, notando cómo la sangre le subía al rostro y buscó torpemente el pomo de la puerta y cuando lo encontró salió del coche poniéndose el abrigo en el proceso y abrochando los botones. Podía sentir la mirada del pelirrojo fija en él y casi podía ver su sonrisa burlona al ver lo torpe que estaba siendo sólo por un beso. Pero con Yagami nunca se podía decir que sólo era un beso.
Sonrió levemente y volteó para mirar cómo el pelirrojo ponía el coche en marcha. Antes de irse Iori le dedicó una última mirada y Kyo asintió.
El coche chirrió y empezó a avanzar, saliendo del territorio Kusanagi.
Ans deslliureu-nos de qualsevol mal
Kyo tomó aire y entró en la casa, no podía dejar que sus padres lo vieran, a pesar de llevar el abrigo estaba seguro de que su cara también estaba llena de cortes.
Pasó por la sala principal, donde estaban los electricistas preparando unos adornos navideños y vio que sus padres estaban allí. Intentó pasar sigilosamente pero cuando ya sólo debía vérsele la espalda y nuca su madre lo vio.
—Hijo, ¿cómo te ha ido el día? —le preguntó su madre con voz suave y amable.
Kyo no se movió al responder, aunque sí sonrió.
—Mal... llevo todo el día con el Padre Nuestro, que Alex me enseñó, en la cabeza
Amen
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"Pare nostre " es propiedad de Artemis
Publicado en Iori x Kyo - The Birthday Series
Diciembre, 2004