Título: Lost Beginning
Autor:
Artemis
- artemiskoi@iespana.es
Categoría: Angst/Deathfic

Resumen:
Kyo, despues de perder a sus compañeros el día de su cumpleaños en manos de Yagami desapareció... Pero no está tan lejos como todos creen... o ¿tal vez sí?


Lost Beginning

Estaba sentado, tranquilo, en uno de los tantos salones de esa mansión que él odiaba desde que tenía uso de razón. Recuerdos de una dura infancia y de una adolescencia peor... todo le venía a la mente solo con dar un paso dentro del enorme lugar. Y ahora estaba allí, sentado, tranquilo, un cigarro descansaba en sus labios, el humo grisáceo subiendo lentamente hasta llegar al alto techo y esparcirse por él intentando abarcar el máximo espacio posible.

El lugar era de los pocos que no estaban decorados como las antiguas casas japonesas, este sitio siempre había sido reservado para reuniones entre grandes ejecutivos, de nada servían las costumbres japonesas cuando venía un Norteamericano de las altas esferas a quien no le importaban los modales mientras se pudiera ganar dinero.

Grandes sillones color granate, oscuros, rodeando una pequeña mesa de cristal, estratégicamente colocada para poder dejar los vasos con distintos licores en su interior sin tener que moverse de forma incomoda.

En el suelo una amplia alfombra de terciopelo también granate, muy cara. Las paredes forradas de madera oscura. Las pesadas cortinas de un color marrón oscuro, casi negro cubrían el enorme ventanal.

Un sitio oscuro para negocios sucios.

Perfecto, se dijo con una sonrisa sarcástica en sus labios, casi inapreciable ante la poca luz artificial que ofrecía el lugar.

La sala era grande, ningún ruido se apreciaba salvo el de su propia respiración.

Cerró los ojos, recordando lo que había sucedido tiempo atrás...

***

Se encontraba recorriendo la ciudad oscura, llovía, era tarde, pero tenía algo que hacer, debía encontrarle. Era un día especial. Y él lo iba a hacer más especial aun, un día que nunca olvidaría.

Le costó algo más que de costumbre encontrarlo, hasta que dio con él. Pero no estaba solo. No le hubiera sorprendido a no ser que no reconoció a ninguno de sus acompañantes. Eran cuatro y él. Todos bajo la lluvia. Unas motos dejadas en medio de la calle sin importar si pasaban o no coches.

Los vio subir a las motos, lo vio a él subir con uno de esos cuatro en una Harley, no le gustó. Odió eso. Los otros tres se perdieron en la distancia mientras que él cogía otro camino.

Un hotel.

Esperó pacientemente a que salieran, no estuvieron mucho allí dentro. Una hora.

Salieron sonriendo, no le gustó. ¿Quién era ese tipo de cabello castaño claro? Era un extranjero, a pesar de la poca luz pudo ver eso, reconocer rasgos que no eran de aquí.

Los siguió de nuevo, sin saber qué esperar. Luces apagadas para no ser visto.

La mansión Kusanagi.

Eso sí le sorprendió.

¿Qué hacía Kyo llevando a ese joven a la mansión? ¿Era un amante que había encontrado en la calle? Pero no... porque sino... ¿por qué ir a la mansión después de haber estado en el hotel? Además... las miradas cómplices que se dirigían no eran de dos desconocidos, no, Kyo conocía bien a su acompañante.

Esperó de nuevo, sin saber si el joven volvería a salir de la mansión, pero pasó poco tiempo para averiguarlo.

Otro de los cuatro chicos, uno moreno. Vestido de forma exagerada. Los siguió de nuevo.

Esta vez fueron unos bares en un barrio bastante bajo. No comprendía... ¿esos cuatro... vivían en la mansión? ¿Quiénes eran? ¿Qué eran?

Una pelea. Kyo luchó, ni tan solo usó sus llamas. Esa arrogancia, ese saberse superior reflejado en los ojos del Kusanagi se podía ver incluso a la distancia que él se encontraba. Lo odio por eso, lo odio por no quemar vivos a esos que querían golpearlo, y más lo odió por reír junto a su compañero moreno y de ropas exageradas para hacerse ver.

La pelea terminó, la banda que atacó a Kyo huyó como pudo y él y su compañero se fueron de nuevo.

La lluvia empezaba a desaparecer.

De nuevo la mansión, de nuevo el no entender quienes eran esos.

Y de nuevo Kyo saliendo, esta vez con un rubio, esta vez en dirección contraria a la ciudad. ¿Dónde? Pronto lo sabría.

Cinco minutos de seguirlos algo alejado con las luces de su auto apagadas y vio el gran estadio de competiciones de motociclismo.

Kyo entró y el rubio también. Él simplemente dejó el coche allí y ando hasta verlos. Reían, no estaban dentro de la pista aun. Reían, se ponían serios, se miraban con comprensión y volvían a sonreír. Amigos. Eso era evidente. Y odió que Kyo tuviera a esta clase de gente rodeándolo, odió que tuviera tanta facilidad para hacer amigos, y odió que esos amigos vivieran en la mansión.

Salió de allí y esperó, saldrían, lo sabía.

Así fue, de nuevo a la mansión. Solo quedaba uno por ver, se dijo.

Pocos minutos y Kyo volvía a salir, un castaño de cabello largo tras él.

Sabía lo que harían, irían a algún lugar y estarían dos horas allí para luego volver... no le interesó seguirlos más, sabía que ese era el último.

Tenía muchas cosas que hacer y poco tiempo para llevarlas a cabo.

Fue al hotel donde había ido al principio Kyo. No le costó mucho averiguar lo que quería.

Alex Gaunier, unos veinte años, padres muertos (pero le dejaron una gran suma en herencia), de nacionalidad andorrana (entre España y Francia por lo que pudo saber). ¿Trabajo? No sabían.

Todo se lo había contado el gerente del hotel que parecía conocer bastante bien al chico que acompañó a Kyo.

El siguiente, el bar aun estaba abierto. Esta vez fue más difícil. Muchos morenos pasaban por ese sitio. Al final la camarera recordó.

Yakuzai Hiroshi, más de veinte, si tenía familia o no eso no lo sabía. Era del país. Drogadicto, cualquier droga era buena. No sabía a que se dedicaba al salir el sol.

No estaba mal, realmente no esperó obtener tanta información de una camarera medio borracha y dormida.

El sol ya empezaba a salir, no había rastros de la lluvia de la noche, tan solo se podía ver en el asfalto, aun algo húmedo. Ninguna nube se veía desde la distancia.

Le quedaban dos... esta vez no estaba convencido de ir a preguntar. El circuito estaba cerrado hasta las carreras, así que no podía hacer nada yendo allí.

Decidió ir a su departamento.

Era pequeño, no necesitaba una gran cantidad de espacio. En una sala se recogía todo: salón, comedor y cocina. Solo un par de puertas para el baño y una habitación.

No había demasiados muebles, solo los justos. Un sillón, una mesa de madera algo vieja y un par de sillas en el mismo estado que la mesa. No necesitaba televisión.

Su bajo abandonado apoyado en una de las paredes, un pequeño mueble con algunos libros, los que más le habían llamado la atención y poco más.

Se fue a la mesa y se sentó. Allí descansaba un ordenador portátil conectado a los cables de la electricidad. Lo abrió, esperando con algo de molestia a que todo cargara.

Todo listo.

Empezó a buscar información en Internet sobre las competiciones de motociclismo y sus participantes, y dio en el blanco, pero por dos. El rubio y el castaño de cabello largo, ambos estaban allí.

Tenshike Shikai, 21 años, padres asesinados y pobres, del país. Muy bueno con las motos pero en las rectas finales siempre le adelantaban quedando cuarto o quinto la mayoría de veces. No se le conocía trabajo a parte de las carreras, no tenía patrocinador y nadie sabía de donde sacaba el dinero. Agradable pero réhuyete de las cámaras.

Seike Kaiji, 21 o 22 años, no se sabía nada de los padres pero se creía que estaban muertos. Rasgos entre japoneses y americanos. Bueno, pero quedando casi siempre por detrás de Tenshike en las carreras, quinta o sexta posición. Tampoco tenía patrocinador. Se le creía en buena posición económica. No se le conocía trabajo.

Cerro la computadora, pasándose levemente los dedos índice y pulgar alrededor de su nariz, con gesto cansado, realmente la noche había sido larga y no había podido dormir ni había querido hacerlo.

Suspiró encendiendo un cigarrillo. Repasando mentalmente toda la información que había obtenido.

Cuatro jóvenes. Dos japoneses, uno medio japonés y un extranjero. Dos ricos y dos pobres al parecer. De ninguno se sabía su autentico trabajo.

Y, por lo que él había visto de esos jóvenes, había deducido que el moreno se debía pasar la gran parte del día riendo; el castaño claro, Alex, era un chico normal, por lo que le pareció, simpático, amigable, odioso; lo mismo pasaba con el rubio; del castaño de pelo largo... no podía decir mucho, en una fotografía que pudo encontrar se le veía serio, frío, quizás así era.

Le parecían muy distintos. Demasiado distintos entre sí. ¿Qué veía Kusanagi en ellos?

Bien, realmente no importaba mucho.

Esos cuatro vivían en la mansión. Y realmente no sabía bien a qué se dedicaban allí. No le parecía que fueran ejecutivos, no, ni mucho menos. ¿Criados? No, no lo veía posible.

Lo único que se le pasaba por la mente es que podían ser ninjas, pero... ¿ninjas llevándose tan bien con su amo? Bien, cabía la remota posibilidad que así fuera, al fin y al cabo... Kyo era demasiado... bueno con quien no se lo merecía.

Se levantó y salió de allí, una dirección fija en su mente. Ya era mediodía, se le acababa el tiempo.

En media hora llegó a la mansión Kusanagi, maldiciendo a todos los automóviles que había por la ciudad, realmente no tenía tiempo y más lo perdió en absurdos atascos.

Dejó el auto lejos de la puerta y se deslizó silencioso, saltando la gran valla que rodeaba la mansión sin mayor problema.

Agradeció que los Kusanagi hubieran puesto tantos árboles, si bien eran para esconder a los ninjas eran perfectos para él. Para evitar cualquier mirada.

Encontró a un ninja sentado en la rama de uno de los árboles, no lo había visto, su vista estaba fija en un punto hacía afuera, mirando el camino de entrada a la mansión.

No le costó cogerlo por sorpresa y tirarlo al suelo de un solo golpe.

- ¿Conoces a Gaunier? – gruñó ante los quejidos del ninja el cual seguramente tendría una pierna rota por culpa de la caída.

El ninja, a pesar del dolor, abrió los ojos con sorpresa, sorpresa que pudo ver claramente aun con las ropas cubriéndole casi todo el rostro.

- ¿Qué quiere de él? – dijo el ninja en un siseo. Se sorprendió, un ninja hablando, y realmente parecía interesarse en porque Yagami Iori buscaba a Gaunier.

- No te importa – gruño de nuevo el pelirrojo, entrecerrando sus ojos, empezando a molestarse.

- Si quiere matarle... – susurró el ninja – adelante. Siga este camino de tierra y encontrará una casa, allí está Gaunier, y los otros tres, si le interesan también – Yagami casi juraría que el ninja estaba riendo, como si realmente esperase que él matara a esos ninjas y se sintiera feliz al saberlo.

No sabía si creerlo o no, pero no importó, iría a ver de todas formas. Un golpe certero y ese ninja ya no respiraba.

Fue en la dirección que le había indicado, sigiloso, entre los árboles. Al final encontró la casa. Realmente ese ninja no le había mentido. Ese ninja deseaba que Gaunier y los otros muriesen. Ninjas traicioneros... como los Yagami.

En silencio rodeo la casa, bastante grande. Dos pisos. Ventanas con cortinas blancas echadas, solo para dejar entrar la luz, sin dejar ver a quien observara la parte interior de la casa. Aun así pudo distinguir a un joven sentado en unos sillones justo en medio de la sala... era ese moreno que había ido con Kyo... si, y seguramente los otros también estarían dentro de la casa... y si no lo estaban seguramente vendrían en algún momento u otro.

No planeó, realmente, lo que haría. Simplemente se puso delante la puerta y llamó con un par de golpes, suaves pero firmes. Sus ojos se entrecerraron por la rabia que le habían provocado esos jóvenes.

- Shikai, ¡Qué llaman a la puerta! – oyó desde afuera, seguramente era la voz del moreno, le parecía en extremo chillona, demasiado aguda... pero reconoció el nombre: Shikai, el rubio. Bien, estaba listo, las llamas púrpura empezaron a extenderse por su mano pidiendo sangre.

- ¿Quién será? – oyó de nuevo, no era la misma voz, esta era más suave, controlada y amable. Unos pasos lentos y casi imperceptibles se acercaban a la puerta – Kyo tiene llave – el pomo empezando a girarse.

- Quizás la olvidó – una risa aguda, la puerta abierta. Shikai mirando hacia Hiroshi y girándose para ver quien era.

Sus ojos azules se abrieron con sorpresa, tanto por ver a Yagami frente a él como por sentir un agudo dolor, caliente, ardiendo, justo en su pecho, justo en su corazón, una mano... no, una garra rasgando la piel.

- Kai... – un susurro, ahogado por la sangre que empezaba a salir de entre sus labios, sus ojos celestes anticipando la muerte que estaba demasiado cerca.

Yagami entrecerró los ojos, sonriendo con malignidad y golpeó de nuevo, esta vez en el cuello, haciendo caer el cuerpo del rubio al suelo con brusquedad.

Todo pasando en segundos, no había tiempo.

- Shi... – el moreno se había levantado, una mano en la pernera de su pantalón, sus ojos sorprendidos mirando el cuerpo de su compañero tendido en el suelo... sangre manando de él. Su cuerpo actuaba maquinalmente, sabiendo lo que tenía que hacer, sacando la corta katana que guardaba atada en su pierna... pero demasiado lento.

Hiroshi se encontró con Yagami frente a él en un segundo. La mano del pelirrojo sobre la suya, impidiéndole mover la katana, la mano ardiendo en fuego púrpura... no tenía que gritar, los ninjas no gritaban, pero dolía, dios dolía demasiado.

- Por favor, no... – ojos negros llenos de tristeza, sabiendo que no había nada que pudiera hacer, sabiendo que ya no vería más a sus compañeros, a su hermana... Demasiado tarde.

Yagami dejo escapar una risa seca y sarcástica. Un ninja pidiendo clemencia... No admitió que le sorprendió ese rostro, un rostro joven, de ojos negros, una mirada triste... Nunca había visto a nadie suplicar así... Había visto gritos amenazantes, lloros incontrolados, pero nunca esa mirada tan viva mostrando tristeza por algo que ya estaba hecho.

Girando la mano que sostenía hizo que la katana se clavara justo en el corazón del ninja moreno. Este separó sus labios, solo unos milímetros, como si quisiera decir algo, pero nada salió, sus ojos cerrándose, como si comprendiera que debía aceptar su muerte, su rostro aun mostrando tristeza.

El pelirrojo no quiso mirarlo más, ¿por qué eran tan extraños los amigos de Kyo?

Lo dejó sentado en el sillón, sin preocuparse por ser brusco o no, realmente ya no importaba.

- Hiroshi, Shikai, ¿qué pasa? ¿qué es tanto ruido? – una voz suave pero exigente se dejó oír desde el piso de arriba, otro de esos ninjas. Se apresuró a ocultarse, tras la puerta de entrada aun abierta. Sabía que no era necesario ocultarse bien, quien fuera que bajara se quedaría demasiado sorprendido para buscar al agresor, al menos durante unos segundos... y esa sería su ventaja.

Unos pasos bajando las escaleras... eran dos. Los pudo ver, el chico castaño, Alex, que ahora vio que era casi rubio debido a la luz, tras él estaba el castaño de pelo largo... Kaiji.

Vio como ambos se detenían justo después de la escalera. Vio a Alex con rostro sorprendido, como quien no quiere aceptar o entender lo que ve, por muy claro que esto sea. El otro ninja simplemente se dirigió hacia el cuerpo de Shikai. Le extrañó que nada se reflejara en su rostro salvo frialdad, pero no debía ser eso lo que sentía, porque había pasado muy cerca de él y no lo había notado... Sí, en cierta forma este ninja debía estar tan sorprendido como el otro. Vio como se agachaba, hacia el cuerpo de Shikai, su mano extendiéndose hasta rozar los rubios cabellos manchados de escarlata mientras el otro ninja iba hacia Hiroshi.

Ahora era su turno. Salió de donde se encontraba, maldiciendo porque la luz hizo que su sombra se reflejara al lado de Kaiji quien reaccionó sacando un cuchillo e intentando clavárselo, pero él fue más rápido, cogiendo la mano con el cuchillo, obligando al ninja castaño a girarse, agarrando el otro brazo.

- Alex... – susurró el ninja, viendo que Yagami lo estaba obligando a mover el cuchillo hacia su yugular.

El otro ninja se giró, sus ojos verdes húmedos pero sin dejar caer lagrimas. Sorprendido al ver la escena ante él, odiándose por no haber pensado en que el agresor aun estaría allí. Era Yagami. Tenía a Kaiji demasiado bien sujeto... y quería matarlo, como a los otros.

Pero Kaiji no era así, pensó Alex. Kaiji sabía defenderse, Kaiji tenía que escapar de ese agarre.

- Lo siento... – un frío susurro proveniente del ninja que Yagami tenía sujeto. Kaiji dejó que el pelirrojo siguiera su recorrido, quizás podría haberse mantenido unos segundos más intentando alejar la mano de Yagami, pero el resultado hubiese sido el mismo... él habría perdido... Además... Shikai estaba muerto... ¿qué más daba?

El pelirrojo cortó fácilmente la suave piel del cuello del ninja, dando paso al rojo líquido que empezó a bajar por la piel, llegando a la ropa, cada vez más, todo llenándose de tinte rojizo. Los ojos de Kaiji se cerraron, una leve sonrisa en sus labios manchados de escarlata. Yagami simplemente lo soltó, apartándose rápidamente para empezar a dirigirse hacia su última victima, el último regalo para Kyo.

- ¡No! – grito Alex, entre furioso y desesperado. Como un reflejo sus manos buscaron su cuchillo entre los pliegues de sus ropas negras de ninja y se maldijo, estaba arriba. ¡Lo había dejado arriba!

Viendo como el pelirrojo se le acercaba con las purpúreas llamas en ambas manos solo atinó a protegerse el rostro con sus brazos, gritando por dolor al sentirlas quemar su fina piel a través de la ropa.

Olor a quemado, olor a muerte.

Intentó ir hacia Hiroshi, aunque le doliera, arrancaría la maldita katana del pecho del joven y se defendería con ella. Dios, Kyo la iba a matar cuando le dijera que se había olvidado el cuchillo arriba. La iba a matar... sonrió, en sus ojos lágrimas de impotencia.

- ¿Qué es lo que quiere? – fue lo único que pudo decir, intentando que el pelirrojo respondiera y así conseguir tiempo para su objetivo, la katana.

- Ninjas que suplican, ninjas que lloran, ninjas que sonríen... resultáis patéticos – siseo Yagami, sabía lo que pretendía el chico semi rubio, sabía que no tenía arma y que quería conseguir una, distraerlo. Pero él estaba por delante del ninja y estaba preparado.

- No entiendo a que viene todo esto – siseó Alex, sus ojos entrecerrados con furia, brillantes de rabia - ¡Kyo no está aquí! – gritó. Sorpresa en el rostro de Yagami, ¿Kyo? ¿El ninja llamaba a Kyo por su nombre, con tanta familiaridad? No sabía porque se extrañaba... si él mismo había visto el comportamiento del Kusanagi cuando estaba con ellos.

Alex aprovechó el momento, intentando pasar lo más veloz posible por el costado de Yagami su mano quedó tendida en el aire, a pocos centímetros de la empuñadura de la katana. Una mano sujetando con fuerza su brazo.

- Buen intento – sonrió Iori sarcástico haciendo más fuerza, viendo como el rostro del ninja se transformaba en una mueca de dolor.

- ¿Por qué? – oyó como susurraba el ninja, pese al dolor usando palabras suaves - ¿Por qué hoy? – el ninja levantó la vista, sus ojos brillantes, intentando contener las lágrimas, eso no conmovió a Iori pero si hizo que el pelirrojo esperara, parecía que el ninja aun quería hablar más – Por favor – susurró Alex, una suplica... una última súplica – No deje a Kyo... – una lágrima empezó a bajar, Yagami se sorprendió por lo que decía pero no por eso dejó de hacer presión en el brazo que mantenía sujeto. – No... no me importa morir – los ojos de Alex brillaron con determinación, sus músculos tensándose, su mirada más oscura, su voz más fría – pero no permita que Kyo sufra por mi muerte – unas últimas palabras y un último intento. Alex se movió rápido, su rodilla clavándose en el estómago del pelirrojo haciendo que este lanzara un leve quejido y lo soltara. Saltó hacia atrás, de nada servía intentar coger la katana.

Se irguió, su frente alta, sus ojos esmeralda mirando fijamente como el pelirrojo pasaba la punta de sus dedos por sus labios, apartando un leve hilo de sangre que había salido de ellos por culpa del golpe, nada importante.

Llamas ardieron de nuevo, pidiendo sangre, furiosas. Su dueño furioso. Un simple ninja... ¡lo había golpeado un simple ninja!

Las llamas salieron de las manos, dirigiéndose feroces hacia Alex. No hizo nada, sus brazos se mantuvieron a los lados, sabía que de nada servía intentar huir de esas feroces llamas. A derecha y a izquierda, delante... la envolvían por completo.

Las vio venir, sus ojos abiertos, esperándolas.

- Perdóname, Kyo – susurró esperando el final – pero... es hora de descansar, las pesadillas... terminan aquí – su mirada fija en las llamas, una sonrisa que no pasó desapercibida por el pelirrojo, una sonrisa ¿agradecida? Odió esa sonrisa, la odió con toda su alma, dejando que más llamas sedientas salieran de sus manos.

Y las llamas la alcanzaron, y no pudo reprimir un leve quejido de dolor al sentirlas en su piel, rodeándola, queriendo entrar dentro de ella y destrozarla.

No hubo explosión, Yagami sabía que eso alertaría a los demás ninjas, no, tenía que ser solo fuego quemando, fuego púrpura quemando una piel blanca.

Las llamas cesaron y el cuerpo cayó al suelo.

Se molestó, recordando la sonrisa del ninja, una sonrisa franca... maldito.

Dejó una nota, Kyo sabría quien había sido, sabría el porque había hecho eso.

Kyo era suyo, desde que nacieron sus destinos habían estado atados. Se educó sabiendo que solo debía pensar en Kyo, que Kyo era suyo, para matarlo o hacer con él lo que quisiera... Era suyo.

No le costó salir de allí, nadie se dio cuenta de nada de lo que en esa casa había pasado. Sabía que Kyo llegaría pronto y decidió esperar fuera de la mansión, dentro de su auto, fumando tranquilamente.

No pasó mucho tiempo hasta que el Kusanagi llegara. Se sorprendió al verlo allí.

Y él mismo se sorprendió cuando le pareció ver preocupación en los ojos del Kusanagi, preocupación por él. Por estar demasiado cerca de la mansión, los ninjas podrían haber salido a atacarle...

Se le acercó, viendo como el joven se tensaba al verlo. Sonrió complacido para sí, así debía ser. Kyo solo debía tener ojos para él, todos sus sentidos debían estar dispuestos... para él, y para nadie más.

Y lo besó, intentó hacerlo con furia, y casi lo consiguió, pero disfrutó demasiado pensando en que ahora Kyo era suyo. Completamente suyo. Nadie más ocupaba la mente del Kusanagi.

- Feliz día, Kusanagi – sonrió con sarcasmo al pensar en esos ninjas muertos... su regalo para Kyo. Giró y se fue de allí, no hacía falta quedarse. Sabía como se tomaría Kyo la muerte de esos cuatro ninjas. No importaba no estar presente, él sabía que eso haría que Kyo tuviera siempre presente a quien pertenecía.

***

Todo terminó así. Los ninjas muertos en esa casa.

Lo que le sorprendió al pelirrojo es que no pudo averiguar nada del joven Kusanagi durante unos meses.

Un confidente infiltrado en la mansión Kusanagi le había dicho que encontraron a Kyo en la casa de los ninjas, en pie, su mirada sin ver. Los cuerpos tendidos en el suelo, tal y como los había dejado Yagami.

Poco más pudo saber. Su confidente solo le dijo que al cabo de unas horas Kyo estaba en la sala de la mansión Kusanagi con su madre hablándole suavemente para intentar que el joven se sintiera mejor...

- Se que esto es muy duro para ti... – había dicho la madre – hijo... pero...

- No sé de qué me estás hablando – fue lo que respondió el joven Kusanagi con voz profunda y fría – Ah, y yo no soy tu hijo – eso fue todo. Kusanagi Kyo salió de la mansión en moto y no volvió.

Nada se supo de él a parte de esto. Nadie lo había visto, nadie había oído ningún comentario acerca del joven. Se había esfumado, simplemente.

Pero no fue así...

Iori se detuvo en sus pensamientos al ver entrar una sombra por la ventana del salón, silenciosa, vestida de negro completamente.

Su rostro estaba ensombrecido debido a la escasa luz. Pero Iori lo distinguió perfectamente. Reconocía esas facciones tan familiares tan gravadas en su mente.

Ojos castaños, cuerpo alto y esbelto, cabello también castaño cayendo levemente sobre sus ojos pero sin llegar a cubrirlos.

- Kyo... – susurró Yagami, volteando su rostro, dejando de mirar al joven que acababa de entrar.

Unos pasos y el joven se sentó justo al lado de Iori cruzando sus piernas de forma casi sensual, unos movimientos ajetreados y pronto un cigarrillo se posó en sus labios.

- ¿Quieres? – ofreció el joven, una sonrisa divertida en sus labios. Yagami simplemente cogió otro cigarrillo y lo encendió con sus propias llamas.

- ¿Qué hacías? – preguntó sencillamente el pelirrojo, sin mirarlo sus ojos fijos hacia el frente.

- Estaba viendo que tal era la mansión – dijo Kyo siguiendo con el tono de voz divertido – desde que tu viejo murió ya ha pasado un mes – su mirada subió hacia el techo de la sala, un dedo en su mentón como si intentara recordar algo, la otra mano descansando con el cigarrillo sobre su pierna. – No se porque no hemos venido antes a vivir aquí – un leve puchero dirigido al pelirrojo, quien solo atinó a dejar escapar una risa corta y seca.

- Todo son tramites – dijo simplemente.

- ¿Qué hacías? – la voz del joven Kusanagi se suavizó de pronto, levantándose y apagado el cigarrillo en un cenicero cercano – Estás muy pensativo, Iori – una sonrisa tranquila en su rostro intentando indagar en los pensamientos del pelirrojo.

- Solo recordaba – el pelirrojo dirigió su mirada hacia el joven en pie delante de él – Hoy hace tres años que estamos juntos – murmuró el pelirrojo con cierto mal estar, sus puños apretados fuertemente.

- Iori... – susurró simplemente el joven frente a él, la sonrisa borrándose, una mirada comprensiva.

Yagami ignoró eso, odiaba que lo mirara así.

Solo se dedicó a recordar de nuevo. Tres años atrás... el 25 de marzo de hacía tres años, justo hoy, su cumpleaños.

No había tenido noticia de Kyo desde ese 'incidente' y estaba en su departamento de la ciudad, pensando en como diablos lo iba a encontrar. No le importaba el día que era, realmente nunca le había interesado en lo más mínimo celebrar su aniversario.

Estaba sentado en su viejo sillón, revisando unos documentos que le habían pasado diciendo que habían visto a un joven similar a Kyo andando por unos bares a las afueras de la ciudad. No sabía si creerlo o no, pero al menos era algo después de meses sin saber absolutamente nada.

Estaba demasiado concentrado en esa lectura, demasiado interesado en encontrar a Kyo como para darse cuenta que alguien había entrado por la ventana de su habitación y ahora se dirigía al salón, quedando tras él, en pie. Observando los papeles que él leía.

- ¿Qué haces? – dijo una voz curiosa tras él, una voz que el conocía demasiado bien, aunque nunca con ese tono, un tono de sincera curiosidad.

Se levantó de golpe, los papeles cayendo olvidados en el suelo. Su mirada fija en el joven frente a él. Ningún cambio se reflejaba en el rostro de Kyo, su piel seguía pareciendo suave, su rostro joven, sus cabellos dispuestos como siempre habían estado.

- Kusanagi... – siseo Yagami, sus músculos tensados, que manera de dejarse atacar, demasiado distraído, en otros tiempos esto hubiera merecido una paliza de su padre, ahora solo podría haber significado su muerte, pero el joven frente a él no parecía querer atacarlo, su rostro más bien curioso ante lo que hacía.

Una risa divertida salió de los labios del joven frente a él. Risa que jamás había oído.

Pronto la risa desapareció, los mechones castaños parecieron cubrir más el rostro del joven, oscureciendo su mirada. Sus labios ahora en una perfecta línea recta de indiferencia. Y las palabras frías salieron de ellos...

- Kyo está muerto – la mirada fija en sus ojos, sin apartarse. Solo una leve sonrisa apareció en los labios de Kyo al ver la leve sorpresa en los ojos del pelirrojo.

- ¿Se puede saber que dices? – gruñó Iori sin entender. ¿Se había vuelto loco? ¿o simplemente lo estaba amenazando? Pero Yagami seguía viendo como el joven frente a él, pese a haber cambiado de actitud no parecía en posición de ataque.

- Lo que oyes, ¿o estás sordo? – eso fue casi un gruñido, una frase dicha con molestia, como si el que Iori no entendiera fuera una estupidez.

Kyo bajó su rostro, solo un segundo, levantándolo para dejar ver una sonrisa sincera en sus labios, comprensiva.

- Perdónale – sonrió el joven con voz suave. Pero Yagami no hacia más que mirarlo, no entendía nada, ¿perdonar? ¿a quien? ¿qué diablos le pasaba al Kusanagi?

- ¿Qué diablos está pasando aquí? – gruñó Yagami furioso, si Kyo le estaba tomando el pelo realmente lo lamentaría.

- Por favor, siéntate – sonrió el joven intentando calmar al pelirrojo, dando la vuelta al sillón y sentándose el mismo, indicándole a Iori que hiciera lo mismo, pero este solo negó con la cabeza y un leve gruñido. ¿Sentarse? ¿Para que? ¿para que Kyo pudiera atacarlo mejor? Ni hablar.

- Verás... – empezó a decir el joven entendiendo que el pelirrojo no se quisiera sentar – El día del cumpleaños de Kyo... -

- Tu cumpleaños – dijo Yagami cortándolo, sin entender que estaba pasando allí.

- No – respondió con voz más firme, unos ojos más molestos pero con cierto mirar triste en ellos – Yo no cumplo años el mismo día que Kyo, y no le encuentro la gracia a que me diga eso... – el tono se volvió aun más molesto y el joven Kusanagi se levantó, enfrentando a Yagami - ¿Es que no lo recuerda? – el pelirrojo no entendía nada, estaba molesto por no entender, no le gustaba no entender. ¿Cómo que Kyo lo trataba de usted? ¿realmente estaba loco? – ¡Usted atacó a Kyo! – gritó.

- ¡¿Pero que diablos dices!? Tu eres Kyo – gritó Yagami a su vez, arto ya de tanta comedia, cogiendo al joven frente a él por la camisa negra que llevaba y alzándolo levemente.

- Atacaste a Kyo el día de su cumpleaños, no lo superó... y, simplemente, murió – una voz fría, distante escapaba ahora de los labios del joven Kusanagi, una mirada fría mientras Yagami se obligaba a soltarlo para no golpearlo e intentar entender.

Rió, sarcástico.

- ¿Entonces quien diablos eres? ¿Un clon? – se burló Yagami, solo notó como el rostro del joven frente a él se inclinaba levemente hacia un lado, su mirada aun fría, como si no entendiera lo que decía el pelirrojo.

- Yo me llamo...

***

- ¡Ei! Iori – una voz lo volvió a la realidad de nuevo, se molestó levemente.

- ¿Qué? – gruño el pelirrojo encontrándose con una mirada tranquila, y una sonrisa suave, un poco picara. Una mano se posó en su hombro y el joven frente a él se inclinó.

- Deja ya de pensar eso, ¿quieres? – sonrió medio divertido medio molesto el joven frente a él. – Ya pasó, déjalo estar, hace más de tres años – una mano acarició suavemente su cabello rojizo, delicada. La mano de Kyo que no era de Kyo.

- Lo sé... Alex – murmuró el pelirrojo aceptando la caricia sin más. – Por cierto... – dijo mirando fijamente los ojos castaños – dile a Hiroshi que no vuelva a salir de la mansión, que por mucho que mi viejo este muerto no quiere decir que vosotros no corráis peligro de estar revoloteando por el jardín. – su voz se tornó severa. Hiroshi lo sacaba muchas veces de sus casillas haciendo justo lo contrario de lo que él le ordenaba.

- ¡Bu! – la mano dejó de acariciar su cabello para elevarse en el aire, el rostro divertido, ojos traviesos mirándolo – Eres malo conmigo – se burló el joven, sus ojos castaños fijos en los de Iori, quien casi podía ver como estos reían, al igual que su dueño.

- ¿Es que nunca te vas a cansar de llevarme la contraria? – gruñó el pelirrojo mirándolo de reojo mientras recordaba que un cigarro descansaba entre sus dedos y hacia una leve calada, absorbiendo el humo.

- Nop – sonrió el joven y empezó a reír.

La risa ceso y el joven castaño puso una mano en su frente, un suspiro agobiado.

- No se porque diablos le preguntas – una voz fría, molesta. Yagami solo asintió, compartiendo la misma opinión. Una mano se posó sobre la de él, cogiéndole el cigarrillo y haciendo una calada. – Ya sabes que no hay nada que hacer, lo mejor sería matarlo.

- Ya – fue la única respuesta que recibió mientras el joven se sentaba a su lado. Kaiji... – Por cierto, Shikai, ya sabes que despedí a todo el servicio – dijo distraídamente mientras volvía a coger el cigarrillo de las manos del joven. Shikai no fumaba así que no hacia nada con un cigarrillo.

- Tranquilo – una sonrisa amable, tranquila y reposada – Kaiji y yo nos encargaremos de preparar la comida y tener esto limpio – cálido... siempre igual. No se le acercaba, no era como Alex, no.

Cuando al fin pudo entender lo que realmente pasaba la primera vez que estos cuatro se le presentaron... que Kyo se le presentó con estas cuatro personalidades, quiso golpear a Kyo hasta que entrara en razón de nuevo, pero interiormente sabía que eso no hubiera servido de nada.

Dejo que 'ellos' hablaran y le contaran.

Para ellos Kyo estaba muerto después de una pelea con él. Y, para sorpresa del pelirrojo, esos cuatro decían que las últimas palabras de Kyo habían sido: "Quedaos con Yagami, tratadlo como si fuera yo... cuidad de él"

Y así lo habían hecho. Alex fue la más reticente en cogerle confianza, al fin y al cabo él había 'matado' a Kyo.

Él aun fue el más reticente a aceptar que esto estaba pasando. Kyo frente a él, Kyo con cuatro personalidades distintas y ninguna era 'Kyo', todas esas personalidades... eran los ninjas que él había matado.

Con el tiempo entendió, realmente ellos no sabían nada, o parecían no querer saber, era como si no supieran que estaban todos, los cuatro, en el mismo cuerpo. Iori vio autenticas discusiones de Kaiji e Hiroshi y, recordando los rostros de los ninjas casi podía ver la escena.

Le resultó difícil aceptarlo, pero no le quedó más remedio. Era casi frustrante, tenía a Kyo, pero a la vez no era así. El cuerpo era el del joven Kusanagi, pero nada más. Se acostumbró a eso, aunque en un principio pensó que eso se le pasaría y que algún día el autentico Kyo iba a aparecer, quizás no fuera de golpe, pero esperaba que lentamente.

Kyo al fin era suyo. Pero solo su cuerpo.

Lentamente pudo aprender a distinguir las personalidades.

Alex: primero reticente, pero cuando empezó a mostrarle cierta empatía lo cogió como a un hermano, quizás como hacía con Kyo. Caricias, palabras suaves o recriminaciones. No importaba, era sincero, siempre, pero siempre intentando que él entendiera el porque de ciertas cosas. Cabezota, eso también lo era. Alex le contaba todo, todo lo que le preocupaba, como se sentía sin Kyo y él solo podía escucharle, escuchar la voz suave, una voz que se sentía sola sin el Kusanagi. Y lo comprendió, y aceptó el tener que hablar con Alex, en ciertos momentos incluso agradecía su cercanía y sus palabras.

Hiroshi: insoportable al principio, Iori jamás había soportado la gente como Hiroshi, risas, drogas, gestos infantiles, pucheros al ser reprimido... pero se acostumbró a él, a saber que algo iba a hacer ese ninja para hacerle dibujar aunque fuera una levísima sonrisa en sus labios. Lo que molestaba al pelirrojo y bastante.

Kaiji: frío, calculador, un buen asesino. Distante con él, pero sabía que también era así con los demás. Una sinceridad fría y cruel generalmente. Sin importarle nada ni nadie. Sin diferenciar el matar de hacer una simple comida. Hablar con él a veces le resultaba imposible, puesto que ambos no eran de hablar, más bien eran de los que intentaban evitar a toda costa conversaciones estúpidas. Pero cuando hablaban, el pelirrojo se daba cuenta de que Kaiji era realmente inteligente, frío e inteligente, pudiendo mantener una conversación, siempre, evidentemente, que quisiera.

Shikai: demasiado tierno, pero nunca tocándolo como hacía Alex. Shikai era amable con él, pero no lo trataba como un familiar. Solo como un amigo. Era la gentileza personificada, realmente creía que Shikai no era capaz de alzar la voz ni de recriminar duramente a nadie. Solo suaves reproches intentando no molestarlo. Pareja de Kaiji y muy amigo de Alex. Sacrificado. Eso pensó cuando se enteró que él y Kaiji eran pareja, no entendió bien como diablos podían estar juntos siendo tan distintos. No entendía como podían estar juntos estando los dos en el mismo cuerpo...

Pero eso era con todos... no entendía y a veces odiaba el no hacerlo. Esperaba que algún día la verdadera personalidad de Kyo saliera a flote, pero ya llevaba tres años y nunca había habido rastros del joven.

- Iori, que te pierdes – una voz suave y una cálida risa y el pelirrojo se vio obligado a volver a la realidad de nuevo – No está bien que justamente hoy pienses. Anímate, es tu cumpleaños. ¿No quieres hacer nada? – una sonrisa entre amable y triste, intentándolo sacar de sus pensamientos.

- No – fue la seca respuesta – Ya te dije que no celebraba aniversarios, Alex – intentó ser un gruñido molesto, pero ya no podía, no con Alex. Realmente... había cambiado bastante su manera de comportarse, al menos para con ellos.

Se había acostumbrado demasiado a la presencia de los cuatro, constante. Siempre a su lado. Tanto que no le gustaba. Tanto que a veces se sentía solo cuando Hiroshi se iba a los bares.

Una semi sonrisa apareció en sus labios, sarcástica. Le hubiera gustado que realmente fueran cuatro cuerpos, cuatro chicos, cuatro ninjas. Así, si uno se iba de 'fiesta' le quedaban los otros tres.

- Mooooooooou – protestó el joven frente a él, sus cejas fruncidas con falsa molestia, un niño protestando – Pero yo quieeeeeeeeeeero hacer algo – una mirada suplicante, casi anhelante de que Iori aceptara.

- ¿Qué quieres hacer? – preguntó el pelirrojo simplemente, divertido por lo que hacía Hiroshi pero sin mostrarlo, su rostro sereno.

- Buee... ¿Qué tal si te damos nuestros regalos? – una sonrisa divertida, unos ojos brillantes de felicidad esperando una respuesta afirmativa.

- ¿Regalos? – Iori frunció el ceño levemente ¿regalos? Le habían... comprado algo... ¿a él?

- Claro – una sonrisa amable y tranquila, al igual que la mirada castaña – Pensamos que estaría bien comprarte algo – la sonrisa no desapareció, las palabras suaves.

Yagami simplemente se encogió de hombros. Dando a entender que estaba bien, que lo aceptaba. Sabía que si decía que no Hiroshi iba a montar un gran escándalo y que, aunque no lo dijeran, Alex y Shikai se sentirían mal.

Vio como el cuerpo del joven salía del lugar, sus pasos lentos, abriendo la puerta tranquilamente, sin prisa. Luego de eso oyó los pasos acelerarse, corriendo frenéticamente. Hiroshi de nuevo, impaciente, se dijo y dejó que una sonrisa se posara en sus labios.

En unos minutos el joven castaño volvió una sonrisa tranquila en sus labios, dos paquetes en sus manos.

- Toma, Iori – la voz sonó entregándole el primer paquete, pequeño, rectangular, recubierto con papel de envolver negro con vetas blancas difuminadas. No estaba perfectamente envuelto, pero no importaba demasiado. Alex no era experto en envolver, pero estaba seguro que el regalo le habría costado de encontrar o de hacer.

Lo desenvolvió, no le preocupó si rompía el papel o no, pero tampoco lo desgarro, simplemente abrió.

Un marco de plata, brillante, el metal hecho para que pareciera que solo fueran hojas plateadas en vez de un simple marco recto.

La plata era autentica, de eso estaba seguro.

Dentro del marco una fotografía, se sorprendió ligeramente al verla. Eran ellos... ellos seis.

Hiroshi mirando a la cámara, sus dedos en uve con su brazo pasado por sobre los hombros de un sonriente Kyo, el cual está mirando hacia donde se encuentra una molesta Alex mientras le pone una mano por el hombro. Al lado de Alex se encontraba Shikai, mirándola también, sonriendo, pareciendo complacido con lo que hacía Kyo mientras que Kaiji, al otro lado del rubio estaba puesto de lado, su mirada agresiva ante la cámara, como si odiara que le estuvieran haciendo esa foto pero no tuviera más remedio que hacerlo, que aceptar lo inevitable. Y al final, a la derecha de todo, casi espalda contra espalda estaba él. Pero él nunca había estado en esa fotografía, le daba la espalda a Kaiji, casi tocándola, sus ropas eran las que solía usar en los torneos su pose tensa, agresiva, mirando de reojo la cámara.

- No es que sea un gran regalo – empezó a decir el joven frente a él – Pero intenté que quedara bien – sonrió, algo divertido al ver como el pelirrojo miraba fijamente la fotografía – Espero que no se note que está trucada – una pequeña risa mientras Yagami alzaba su mirada hasta encontrar esos ojos castaños.

- Gracias – fue lo único que salió de los labios del pelirrojo, corto, seco. Por un momento pareció que realmente le había gustado el regalo, un leve brillo de aceptación en sus ojos. – Moltes... gràcies – dijo en un siseo, apagado, casi para que solo él mismo pudiera oírlo mientras dejaba el regalo sobre la pequeña mesilla que había frente a él.

Alex sonrió, complacido, no esperaba eso, realmente no esperó eso. Parecía que al menos el regalo no desagradó al pelirrojo.

- Ahora el mío – una sonrisa suave, agradable mientras el otro paquete le era entregado, pequeño, envuelto a la perfección, hasta el más mínimo detalle. El papel de color azul cielo.

El pelirrojo lo cogió, de nuevo sin preocuparse por desenvolver el paquete solo abriéndolo. Una caja de terciopelo negro estaba tras el papel. La abrió.

Un pendiente, largo, plateado, que daba la impresión de ser una sola pieza pero en realidad estaba formado por diminutos eslabones brillantes, que se balancearon cuando Iori los sujetó con cuidado y los levantó en el aire.

- Shikai nos llevó a todos a comprar – una voz divertida hablando demasiado rápido – Permíteme – el pendiente fue casi arrancado de las manos de Iori con suma velocidad. Otra mano se dedicó a apartar los rojos mechones, esta vez más delicadamente, una sonrisa divertida mientras Iori solo se dedicaba a mirar, molesto, como Hiroshi le ponía el pendiente en la oreja, sintiendo el frío que la plata produjo en su oído. No se opuso, no tenía porque hacerlo, pero su mirada fue molesta hacia el ruidoso chico que se apartaba con una sonrisa de él – Perfecto – casi gritó el joven al ver como quedaba el pendiente en el oído del Yagami. – Ahora mi regalo – sonrió el joven, pareciendo completamente divertido por lo que pasaba.

Yagami solo frunció el ceño, sin entender. ¿Regalo? Él no veía nada. Habían entrado con solo dos regalos, no había ninguno más, estaba seguro. ¿Acaso lo había dejado en algún otro lugar?

- ¿Qué demonios dices? – reprochó simplemente Yagami, no molesto, pero pensando seriamente en que Hiroshi estaba para el psiquiatra. – No hay ningún rega...

Y no pudo decir más, el cuerpo del joven frente a él se agachó con velocidad, y pronto pudo sentir unos cálidos labios posándose encima de los suyos. Una mano en su mejilla mientras la otra estaba apoyada en el respaldo del sillón, para no caer.

Yagami se sorprendió, realmente, sus ojos abiertos observando como Hiroshi lo besaba... Hiroshi en el cuerpo de Kyo... los labios de Kyo... cerró los ojos. Por un momento quiso, realmente quiso imaginarse que ese era el verdadero Kyo, la personalidad que siempre había sido dueña de ese cuerpo. Pero los abrió al notar como esos cálidos labios se separaban de los suyos y una risa corta y divertida se oía.

Yagami miró a Hiroshi en el cuerpo de Kyo, el joven tenía una mano tras su nuca y sonreía entre divertido y nervioso.

- Cómo no tenía suficiente dinero... quise regalarte un beso, ¿qué tal? – un guiñó y Yagami no pudo más que negar con la cabeza, intentando ocultar con ese gesto que Hiroshi pudiera ver una pequeña sonrisa que se había dibujado en sus labios.

- Ahora es mi turno – la sonrisa se fue, como si nunca hubiera estado allí presente, el hielo reflejándose en esos ojos que se tornaron oscuros. Una leve sonrisa apareció de pronto, sarcástica, casi siniestra - ¿Quieres saber cual es mi regalo, Iori? – la sonrisa no desapareció mientras el joven se inclinaba levemente para encarar a Yagami.

Iori solo le devolvió la mirada, jamás se había sentido cohibido por esas frías miradas que Kaiji solía ofrecerle, pero esta, realmente, fue la que menos le gustó de todas.

- ¿Qué? – preguntó secamente, como si realmente no le importara saber o no.

- Mi regalo es... – Kaiji cerró los ojos un segundo, como si pensara en algo mientras la sonrisa se tornaba burlona – la verdad.

- ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó el pelirrojo entrecerrando sus ojos sin entender a que se refería Kaiji. ¿la verdad?

- Sí – Kaiji simplemente se sentó al lado de Yagami, un cigarrillo en su mano, una llama anaranjada apareciendo en ella, una llama que el pelirrojo no había visto desde hacía tres años – Sabemos donde estamos – empezó Kaiji – Nosotros... los cuatro, estamos muertos

Yagami no supo que decir durante un momento, un eterno momento. Quizás estuvo sin decir nada unos segundos, quizás unos minutos. No importaba mucho realmente. En su mente solo habían las palabras que le estaba diciendo Kaiji.

Ellos lo sabían, sabían que estaban en el cuerpo de Kyo, sabían que estaban... muertos.

- Es extraño – empezó a decir Kaiji de nuevo, mirando fijamente al pelirrojo, mechones castaños cubriendo los ojos, haciéndolos más oscuros – Incluso para mi. Explicar esto es... difícil – el cigarrillo se posó en sus labios, sus ojos parecieron divagar durante un rato, solo observando a Yagami pero sus pensamientos parecían estar lejos de allí, quizás intentando pensar como explicar algo que para él era casi incomprensible o difícil de aclarar.

- Lo sabíais... ¿desde el principio? – preguntó el pelirrojo viendo que realmente Kaiji, aun siendo al que menos le importaba todo, parecía confuso.

- Sí – fue la seca y fría respuesta que obtuvo – Alex fue el primero en aparecer, por así decirlo. Vio nuestros cuerpos muertos en el suelo. – cerró un momento los ojos un segundo solamente – Luego fuimos saliendo nosotros, pero no nos dejo 'ver' lo que vio. Así que salió del lugar arrastrado por los ninjas que aparecieron. Y empezamos a salir los demás. Todo el mundo nos llamaba Kyo y... cuando estuvimos en la mansión lo primero que hicimos fue buscar un espejo... todos, los cuatro, nos vimos... estábamos dentro del cuerpo de Kyo – Kaiji se detuvo un momento, pasando una mano por los mechones castaños, apartándolos de sus ojos unos segundos, para que volvieran a caer al apartar la mano – Todos nos pusimos histéricos...

- ¿Tu... también? – preguntó el pelirrojo sin creer casi Kaiji aceptara eso. Un leve asentimiento de su acompañante.

- Pero no tanto como los otros, por eso cuando la madre de Kyo vino y quiso... 'compadecer a su hijo' fui yo el que habló... La hubiera matado, sentía demasiadas ganas de matar a alguien. Pero no pude, y ¿sabes porque? – miró más fijamente al pelirrojo ante él. Quien simplemente negó con la cabeza, esperando – Porque yo no soy Kaiji, por mucho que crea que lo soy, porque soy Kyo – cerró los ojos, y Yagami vio como apretaba los puños – Yo sé... que es difícil, pero... k'so. Realmente creo que soy Kaiji, para mí soy Kaiji, pero sé que no es así, que soy solo una sombra del ninja que Kyo quiso como a un amigo

- Debe ser difícil de aceptar eso – murmuró Yagami simplemente, su voz con tono normal, pero interiormente confundido, entendía lo que 'Kaiji' le estaba diciendo, pero le costaba asimilarlo, demasiado.

- Sí, y estoy seguro que si yo fuera el verdadero Kaiji lo abría aceptado antes. Pero es fácil de entender porque... solo debes preguntarme algo de mi pasado... o algo que en teoría el verdadero Kaiji supiera y verás que yo soy Kyo, porque Kyo no sabe nada de mi... de Kaiji – él mismo se sentía confuso, sabía que no era Kaiji, sabía que quien hablaba era Kyo, un Kyo confuso tal vez con la situación, un Kyo que se negaba a aceptar la muerte de sus compañeros.

- Como preguntarte que fue lo que dijiste antes de morir en mis manos... – susurró Yagami, su voz fue fría, pero se negaba a mirar de frente a ese cuerpo, pero tuvo que obligarse a hacerlo cuando vio que Kaiji no respondía. Y lo vio, ojos abiertos, cierta sorpresa en ellos, confusión en su mirada.

- No... lo sé – fue el leve susurro que escapó de los labios de Kaiji mientras bajaba su rostro y ponía una mano en su frente – No seas estúpido, no llores – un gruñido escapó de sus labios mientras Iori veía caer una lágrima de entre la mano del joven asta caer en su pierna – Hiroshi, Alex, Shikai, aceptadlo de una maldita vez, lo estáis viendo... lo estáis oyendo. No lloréis maldita sea. – su voz estaba mezclada, entre rabia y casi desesperación. El rostro se levantó, la mirada fría, una lágrima escapó de sus ojos y bajaba por su mejilla.

- "Lo siento" – dijo Iori y levantó una mano hacia la mejilla que tanto conocía, y sintió la suave piel, tersa, blanca – Eso fue lo que dijiste, lo que le dijiste a Alex, antes de morir – una mirada oscura y fría y un asentimiento.

- Eso fue lo que dijo Kaiji – corrigió al cabo de unos segundos – Yagami si quieres que Kyo vuelva lo único que puedes hacer es obligarnos a hacernos ver que nosotros no somos quien creemos – su rostro serio, no había rastros de lágrimas que él no había querido dejar salir. Su voz helada. No era una sugerencia, era casi una orden.

- En estos tres años Kyo, su personalidad, nunca ha salido – dijo Yagami con desgano, ya hacia tiempo que había intentado luchar para que Kyo recobrara la normalidad y se había rendido; había aceptado, demasiado, que esos cuatro ahora eran sus... amigos.

- Yo soy Kyo, Iori. Debes pensar siempre eso, cambio de actitud, cambio de manera de pensar, no me creo ser Kyo, pero lo soy, no hay más y todos... hemos de aceptar eso – un gruñido, realmente Kaiji parecía molesto, sus ojos fríos sin dejar de mirar fijamente los de Yagami.

- Y si Kyo sale... vosotros desapareceréis, ¿lo sabes, verdad? – dijo Yagami en un siseo, molesto él también, pero sin saber con quien lo estaba.

- Venga ya, Iori, tu prefieres a Kyo que no a nosotros. No me vengas con sentimentalismos ahora – Kaiji se puso en pie, dándole la espalda al pelirrojo, una última calada al cigarrillo y lo apagó con fuerza en el cenicero más cercano. Oyó como el pelirrojo también se levantaba y se posaba tras él.

- No... – empezó a decir el pelirrojo mientras hacía que Kaiji se volteara sujetándole un brazo, teniendo que hacer algo de fuerza. Su roja mirada se cruzó con la oscura y fría de Kaiji – No estoy muy seguro que quiera que Kyo... vuelva. No a costa vuestra – dijo, su voz neutra pero viéndose claramente que le costaba decir eso. Pero tampoco dijo más, simplemente posó una mano en la barbilla del cuerpo de Kyo, del cuerpo en donde ahora estaba Kaiji y lo beso, simplemente. Solo un roce de sus labios, el sabor era el de Kyo, siempre lo había sido. Se apartó, lentamente.

Unos ojos brillantes, lágrimas pidiendo por salir.

- Yo no quiero hacerle daño a Kyo – dijo simplemente y abrazó al pelirrojo – Yo no quiero que Kyo sufra, él es mi hermano pequeño. Y le estoy haciendo daño, él mismo se está haciendo daño... – Yagami solo puso sus manos alrededor de ese cuerpo, reconfortándolo, una mano acariciando el suave cabello castaño.

- Ahora... es demasiado tarde, Alex – susurró el pelirrojo casi sin darse cuenta de que sus palabras eran amables – Dejémoslo así, no... creo que sea justo que para recuperar a Kyo tenga que... perderos a vosotros – y su voz se perdió en el oído de Alex, silencioso susurro que no pensaba que jamás escapara de sus labios.

- Iori... – alzó su mirada, para encontrarse con unos ojos rojos, llenos de determinación. Yagami decía la verdad, realmente en esos tres años, aunque no lo demostrase, los había aprendido a apreciar, a cada uno.

El silencio los envolvió durante unos segundos, pero de pronto Alex empujó a Yagami bruscamente y dio unos pasos hacia atrás, tambaleándose.

- ¡Iori! – grito una voz, unos ojos abiertos sin comprender que estaba pasando, su mano tendida hacia el pelirrojo - ¡Dios, duele! – una mano en el corazón y cayó de rodillas.

- ¿Shikai? – preguntó el pelirrojo, ¿qué estaba pasando? ¿qué le pasaba a Shikai?

- Iori, ayúdame... – un susurro apagado y pronto - ¡Shikai! ¡No! – un grito furioso, lleno de rabia, unos ojos rabiosos, las manos crispadas de puro odio.

- ¿Qué está pasando Kaiji? – preguntó el pelirrojo casi gritando y llegando a donde estaba Kaiji en pie, furioso, y él no podía entender porque.

- Nos... – los ojos se abrieron, cierta sorpresa reflejada en ellos mientras una mano se alzaba hasta el cuello. Y Yagami aun entendía menos, solo vio como Kaiji ponía la mano en su cuello, parecía que estuviera sintiendo dolor por algo, pero no entendía qué. – Mal... di... ción – Kaiji casi no podía hablar, la mano seguía en su cuello como si allí hubiera algo que le estuviera doliendo. Los ojos se cerraron unos segundos, el pelirrojo simplemente cogió los brazos de Kaiji.

- ¿¡Qué está pasando!? – gritó de nuevo pero solo pudo ver unos ojos profundos, con lágrimas y el miedo reflejado en ellos.

- Iori, por favor, no dejes que... Kaiji... Shikai... están... – Hiroshi parecía desconcertado, su risa característica perdida, solo había miedo en esos ojos – Yo... no quiero... morir – susurró, sus ojos brillantes. Temerosos.

- ¿Morir? – preguntó Yagami, no entendía que estaba pasando, jamás le había pasado nada parecido desde que estaba con ellos – Hiroshi, ¿qué pasa? – intento no gritarle, intento calmarse.

- ¡No! – Hiroshi se separó de él, empujándolo de nuevo, una mano en su corazón. Su mirada se alzó, los ojos mirándolo con incredulidad, tristes. – No... – un último susurro.

- ¡Hiroshi! – gritó el pelirrojo, de nuevo intentando acercarse.

- No, no te acerques – una voz suave, no asustada. El rostro se alzo, una sonrisa en los labios, tranquila, pero los ojos estaban brillantes... lágrimas. – Déjalo, Iori. Todos... te queremos mucho, díselo. – Alex cerró los ojos y cayó de rodillas, abrazándose a si mismo, un grito ahogado salió de sus labios.

- Maldición – gruñó el pelirrojo, de nuevo acercándose, arrodillándose ante él para saber que diablos decían, no le hacía ninguna gracia si era una broma. – Alex, ¿qué pasa? ¿estáis bien? – sus manos se posaron en los hombros del joven frente a él, intentando que se alzara un poco, intentando ver su rostro.

El joven parecía negarse a alzarlo, pero unas convulsiones empezaron a notarse en sus hombros. Iori frunció el ceño, sin entender, pronto una risa se dejó oír, una risa cruel y el rostro al fin se alzó, unos ojos castaños llenos de rabia y la risa no cesaba, una risa cruel, sádica, despiadada. ¿Quién...?

- ¿Cómo se siente, Yagami? – la risa cesó para decir estas palabras, crueles, una mirada que jamás había visto, ni tan solo en Kaiji. Y no comprendió a qué se refería - ¿Cómo se siente el tener amigos y que te los arrebaten? ¿Qué te los arranquen de tu lado sin piedad? – el joven se alzó e hizo alzar a Yagami con él, cogiéndolo por el cuello de la camisa, con fuerza - ¿Qué te los saquen sin ni tan solo poder despedirte? – los ojos brillaban con rabia pero también por lágrimas que empezaban a aparecer, lágrimas que no dejaba caer. – Dime maldito Yagami ¿te sientes bien ahora? ¡Probando tu propia medicina! – lo soltó con rabia, enfrentándolo con ojos furiosos. – Saber que jamás volverás a ver la cálida sonrisa de Shikai, la risa de Hiroshi, las suaves caricias de Alex, la fría mirada de Kaiji... ¿cómo se siente?

- Kyo... – Yagami casi no podía creerlo, entendía lo que estaba pasando, pero todo era demasiado rápido. Demasiado...

- He esperado... – empezó de nuevo el joven Kusanagi, su voz solo era un siseo cruel, sus puños cerrados, temblando de rabia contenida por demasiado tiempo - ... por más de tres años... he esperado este momento – sus ojos brillaron de rabia, no dejó de mirar al pelirrojo frente a él.

- Y ahora... – empezó a decir el pelirrojo, su rostro bajo pero sus palabras frías - ¿te sientes mejor, Kusanagi? – su rostro se alzó, mechones cubriéndolo en parte pero Kyo pudo ver la mirada del pelirrojo, fría, distante. Kyo frunció su ceño, entre sorprendido y molesto, no esperaba unas palabras así de Yagami, aunque tampoco esperaba ver tristeza en sus ojos, si Iori sufría... debía estar guardándoselo. Pero esas palabras... dolían. - ¿Qué has ganado con esto? ¿Qué has ganado salvo matarlos de nuevo? – un leve tono de burla se dejó oír en esa fría voz, tal vez algo de recriminación mostrándose en ella.

- ¿Matarlos de nuevo? – Kyo rió levemente, suave – Esto lo empezaste tu, Yagami. – siseó de nuevo, su risa desapareciendo, solo odio en su mirada. – Tu los mataste, ¡maldita sea! ¡Los mataste porque eran mis amigos! – gritó al fin, amenazantes llamas anaranjadas aparecieron en sus manos, mucho más salvajes de las que el pelirrojo estaba tan acostumbrado a ver.

- Si volviera al pasado... – empezó a decir el pelirrojo – si pudiera volver a ese preciso momento... haría lo mismo – su mirada fue cruel hacia el joven Kusanagi, un paso decidido, acercándosele, demostrándole que no lo intimidaba. – Porque en ese tiempo no los conocía...

- Bien – sonrió Kyo, molesto, herido por las palabras del pelirrojo, sabiendo que eran ciertas, hirientemente ciertas – Y... ahora que los has conocido... ¿cómo te sienta su muerte? – se burló el joven mirándolo fijamente a través de sus mechones castaños.

- Como dijo 'Kaiji' ellos ya estaban muertos. Ellos eran tu... y tu sigues vivo – una leve mueca en el rostro de Yagami, una sonrisa de superioridad en sus labios. ¿Admitir frente a Kyo que realmente se sentía mal por la desaparición de los chicos? No. Nunca.

- Mientes – siseó Kyo apagando las llamas de sus manos y volteándose, sin soportar la fría indiferencia que parecía mostrar Yagami.

- ¿Y porqué estás tan seguro? – dijo el pelirrojo, la voz tan sumamente fría, tan cruelmente sincera – Fueron una buena compañía mientras duró, pero no voy a lamentar el que hayan desaparecido – Kyo se obligó a si mismo a volver a enfrentar al pelirrojo, mirando esos ojos rojos, fijos en él – No soy tan débil como tu

- Mientes de nuevo – siseó Kyo, pero su voz sonaba cansada – Mientes, mientes y no te cansas de mentir. ¡Todo por tu maldito orgullo! – el tono de voz se volvió molesto mientras hablaba, su mirada fija en el pelirrojo, negándose a apartarla, negándose a perder - ¿Crees que no he estado observando todo este tiempo? – un suspiro, débil – He visto, he oído, he... sentido... – susurró un momento, bajando su rostro, pero alzándolo de pronto, de nuevo encarando al pelirrojo - ¿Crees que no vi las sonrisas escondidas que Hiroshi hacía que salieran de tus labios? ¿Qué no noté lo a gusto que estabas conversando con Kaiji de cualquier asunto importante hasta la madrugada? ¿qué no te vi mirar fijamente a Shikai, ver su calidez, su pasividad, y que no vi tu rostro sorprendido y complacido cuando lo viste matar por primera vez? ¿Qué no oí las suaves palabras que le dirigías a Alex, tus caricias hacia él?

Kyo calló al oír la risa de Yagami, al ver sus hombros convulsionarse por unos segundos.

- ¿Y eso te hizo sacar conclusiones tan estúpidas? Eres un ingenuo, Kyo. Incluso después de estos tres años sigues siendo el mismo idiota. – su mirada era cruel, sus palabras lo eran. Kyo no pudo evitar abrir sus ojos con sorpresa, ¿por qué? ¿por qué...?

- Debí suponerlo, debía haber sabido que esto pasaría... – susurró Kyo, sus brazos caídos a los lados, su mirada baja. – Ellos... eran mis amigos – no había furia, ni rabia – Y tu los mataste... y los vi... Hiroshi, Kaiji, Shikai... Alex – no hacía falta ver su rostro, sus palabras reflejaban el dolor que estaba sintiendo – Estaban muertos... y yo... yo solo quería que supieras, que sintieras lo que es perder a alguien – una risa seca, triste, sin ganas – Yo solo quería que... admitieras que duele, que aceptaras que me hiciste daño – su rostro se alzó, una lágrima escapó de sus ojos, brillantes, húmedos. – Creo que me olvidé que tu no sientes... – calló, durante unos segundos el silencio reinó en el lugar, un nuevo suspiro de Kyo – Pero... si no sentías nada por ellos... ¿por qué los mantuviste a tu lado todo este tiempo? Si no te importaban... podrías haberlos alejado fácilmente... ¿por qué? – negó con la cabeza, pero sin alzarla, los suaves mechones castaños balanceándose suavemente por el movimiento – Todo este tiempo con ellos, todas las miradas que les dirigías, el soportarlos a todos, el hablarles a todos... si no sentías nada por ellos ¿por qué los aceptaste?.

Kyo al fin alzó la mirada, solo para encontrarse con unos ojos rojos que no parecían haber dejado de observarlo durante todo el tiempo, pero era una mirada distante, burlona... sarcástica.

- Si no los alejaste, si los dejaste a tu lado... – murmuró Kyo con suavidad – Era porque los apreciabas, porque en el fondo los querías. – su mirada se volvió desafiante de nuevo, pero sin rabia, solo molesta esta vez. – Quizás ni siquiera tu lo sabes, pero los querías... Eran... tus amigos – de nuevo observó esos ojos rojos, inexpresivos, no más. No aguantó más, no, no soportaba esa maldita mirada de indiferencia y simplemente se derrumbó, cayendo de rodillas al suelo, sus puños apretados, golpeando el suelo con rabia - ¡¿Por qué no lo aceptas!? ¡¿Por qué no te das cuenta!? – gritó, casi con desesperación ante la frialdad de Iori. Unos segundos de silencio, sus puños se abrieron, sus palmas reposando en el suelo. De nuevo alzó la mirada, viendo ese cuerpo ante él, alto, imponente, rojo, cabellos, ojos, rojo sangre... Sonrió hacia el pelirrojo – Acéptalo. Para poder verte sufrir por ellos. Acéptalo, he esperado tres años... tres años... Es demasiado tiempo para que me lo niegues ahora... – su mirada casi pareció una súplica en ese instante, fija en el cuerpo del pelirrojo.

Vio como Yagami seguía observándolo, pero le pareció ver un cambio, la mirada del pelirrojo pareció suavizarse levemente, cerró los ojos y los volvió abrir al instante, una mirada tranquila, no era dulce, pero tampoco era fría. Lentamente el pelirrojo se acercó hasta el joven, inclinándose frente a él.

- Acepto que tuve una razón para mantenerlos a mi lado... – susurró el pelirrojo, no amable pero su voz era más suave que antes – Quizás llegaron a ser mis amigos, ahora ya es demasiado tarde para saberlo – se detuvo unos segundos, una rodilla apoyada en el suelo mientras uno de sus brazos descansaba en ella y dejó que su mano se posara en la barbilla del joven Kusanagi, alzándole más el rostro, viendo sus ojos castaños observarlo con cierta curiosidad y casi desesperación – Pero no fue porque los apreciara a ellos... – se detuvo de nuevo, Kyo solo logró fruncir su ceño, confuso – Sino... porque durante estos tres años... te estuve esperando a ti

Kyo no pudo decir nada, solo pudo sorprenderse al sentir los labios de Yagami posarse sobre los suyos, cálidos, ardientes, le parecieron sedientos. Solo logró poner sus manos en los hombros del pelirrojo, pero no para alejarlo, solo era porque Yagami le estaba besando con demasiada ferocidad, haciéndolo inclinar hacia atrás, arqueándole la espalda. Sintió la lengua de Yagami entrar en su boca, sin pedir permiso. Y él solo se dejó llevar... tanto tiempo, tanto tiempo esperando poder vengarse, volviéndose loco para vengarse... y ahora... esto.

Iori tuvo que alejarse al sentir convulsiones en el cuerpo de Kyo, y al alejarse vio y oyó la risa del Kusanagi. Era casi una risa histérica.

- Tres años esperando, pensando que te dolería perderlos – dijo Kyo, su risa aun presente, intentando controlarla – y lo único que tenía que hacer era esto... – su mirada parecía divertida mientras alzaba una de sus manos.

Yagami entreabrió los labios, sorprendido... En la mano de Kyo... en la mano de Kyo había... sangre. ¡Sangre!

Cogió la mano, viéndola durante un segundo, cerciorándose que allí no había herida, y hubiera preferido que la hubiese, pero la herida no estaba allí. La otra mano de Kyo estaba sujeta a una empuñadura, era un cuchillo, el que usaban los chicos... y estaba... Clavado en el estomago de Kyo, la sangre se confundía con las ropas negras.

Y Kyo reía, no dejaba de hacerlo.

- Sufre ahora Yagami... – susurró Kyo, de nuevo entre esa maldita risa, el pelirrojo la odió con toda su alma y lo miro fijamente a los ojos – Solo... quiero decirte una... cosa – la risa iba cesando lentamente, Kyo intentaba mantener sus ojos abiertos – Si todo esto... no hubiese pasado... Sería tuyo... – reía débilmente, las fuerzas yéndose – Por que... cuando me besaste... yo entendí... – cerró los ojos un momento – Entendí y quise... quise ir a decírselo a los chicos... pero tu mismo... terminaste con algo que no pudo empezar – su cuerpo empezó a ceder, el sueño venciéndolo, sentía levemente las manos de Yagami sujetándolo, ¿era un abrazo? Ya no importaba... – Sufre por lo que perdiste... sin tenerlo... tu... lo buscaste... aquí... me... tienes... soy... – no hubo más palabras, el silencio reino en la sala.

- ... Mío... eres mío

***

Owari

***

Nota de la Autora (o sea, yo): ¿qué tal? Este fic llegó al final gracias a MiauNeko ^_^ Cuando vean una parte que esta mejor escrita que todo el fic ESA parte es la de MiauNeko-sensei ^_^. Si no es por ella este fic no hubiera acabado nunca porque la inspiración se fue a pasear por la ciudad el 20 de este mes, por suerte volvió el 21 con una MiauNeko-sensei in Iori mode. Pero no la culpen a ella porque el fic este publicado y no valga nada XD (solo su parte es buena)... la culpa es mía, que sé que escribo mal y sigo y sigo y sigo!

Venga!!! Gracias por atreveros a leer. Hasta pronto (= Amenaza) muahahahah

 

KOF pertenece a SNK
"Lost beginning" es propiedad de Artemis
Publicado en Iori x Kyo - The Birthday Series
Marzo, 2003

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